Somos docentes que participamos en un programa de innovación educativa de la Generalitat de Cataluña, el Programa Sensei, un programa de residencia inicial docente para gente que no tenía días trabajados a la pública. Un tipo de MIR de los médicos para la educación, que consiste en trabajar un año como interinos, pero con una tutorización continua. En principio, el programa está planteado para dos cursos y está financiado al 95% por el Fondo Social Europeo, a pesar de que se hace siguiendo la línea del gobierno español de querer implementar este programa de manera obligatoria para acceder a la función docente.
¿El mejor resumen de lo que hacemos? Trabajamos jornada entera y cobramos media. Cobramos la media jornada lectiva que corresponde a una media jornada de un docente. La otra media, la que no cobramos, la repartimos entre formación y horas de codocencia con otros docentes, además de preparación de clases, correcciones, etc.
Con estas condiciones ¿Por qué nos apuntaron voluntariamente en un programa como este? La mayoría lo vimos como una oportunidad de poder entrar en la educación pública con cierta estabilidad y más rápidamente. Las bolsas de profesorado de muchas especialidades, como por ejemplo sociales, son interminables y el tiempo de espera para poder tener un primer destino de todo un curso pueden ser años, lo que supone una situación de precariedad e inestabilidad insostenible para muchas personas. También, lo hicimos porque, para muchos, tener que pasar la inspección de interinos es un problema si no tienes el apoyo del centro y suspenderla implica salir de la lista y perder tu posición.
Entonces, si ya sabíamos las condiciones en las cuales tendríamos que trabajar ¿De qué nos quejamos ahora? Pues, para empezar, de que el programa se puso en marcha sin la estructura acabada. No tuvieron la normativa de evaluación hasta noviembre, cuando empezamos a trabajar en septiembre, con toda la desazón y la incertidumbre que esto supone.
También, porque la media jornada de formación, que tenemos que hacer obligatoriamente para poder superar el programa, nos lo han impuesto fuera del horario de permanencia en el centro. Es decir: nosotros en el centro estamos unas horas determinadas a pesar de no tener clase, como el resto de docentes. Y estas formaciones las tendríamos que hacer dentro de estas horas, pero en vez de esto, las hacemos en horario de tardes cuando ya no estamos en el centro. Además, que estas comportan más trabajo que tenemos que hacer y que se suma a todo el papeleo que tenemos que llenar del programa. Entonces, la media jornada acaba siendo jornada entera destinada a la formación y la elaboración de sus tareas y de los documentos administrativos referentes al programa, que consumen un montón de tiempo y que hacen que no podamos destinar el tiempo necesario a la preparación de clases y actividades.
Y, por otro lado, que tenemos cuatro horas de codocencia, obligatorias y dentro de la jornada no remunerada, pero que tendría que remunerarse porque es atención directa que hacemos al alumnado. Entonces hay un agravio comparativo con la tarea que hacemos nosotros y la que hacen el resto de docentes con quienes trabajamos.
Estas y otras cuestiones, las han llevado desde la CGT a reuniones con el Departamento, donde este se comprometió a cambiar el tema de la formación en horario por la tarde, lo cual ha quedado en palabras bonitas y en ningún hecho concreto porque continuamos teniéndolas. Además, el sindicato ha pedido diferentes documentos relacionados con la selección de los participantes, las bajas que se han producido una vez iniciado el programa, así como otras vinculadas a la normativa, y desde el Departamento hoy en día no los han facilitado nada.
Somos pocos y dispersos. No interesamos ni al Departamento ni a los medios. Muchos incluso nos consideran estúpidos por haber cogido un trabajo con condiciones tan precarias. Pero la situación de la educación pública viene en bajada las últimas décadas a causa de los recortes y la privatización y esto hace que pocos sectores sean ajenos a esta precariedad y sobreexplotación.
Muchos de nuestros compañeros docentes consideran que no tendríamos que estar trabajando en este programa, pero sus motivos no se basan en nuestras condiciones laborales, sino porque consideran que quitábamos trabajo al personal interino y que los centros nos usan para tapar los agujeros estructurales que tienen. La última parte es una realidad en muchos centros, a pesar de que el programa no está planteado así, porque nuestras jornadas salen del horario del docente que nos hace de tutor o tutora. Pero esto, en todo caso tendríamos que señalar a las direcciones de los centros que tienen esta lógica, no a los compañeros que están trabajando en educación.
Y esto no es más que las consecuencias de dividir a los trabajadores y las trabajadoras de la educación en bloques cada vez más pequeños, corporativos, que solo piensen que tienen que luchar por los derechos y las condiciones que los afecta directamente en vez de luchar por las condiciones de todo el sector como una lucha propia para conseguir mejores condiciones generales.
Esto también pasa con el personal externalizado de la educación: vetlladores, apoyo NEE, monitoras del ocio; sectores que muchas veces han sido olvidados y considerados fuera del personal educativo. ¿Y de quién es la culpa? Además de estas políticas neoliberalistes y de privatización, las políticas de las direcciones sindicales de los grandes sindicatos (CCOO y UGT) de mantener todo en estas parcelas y de no unir las diferentes luchas que durante estos años ha habido.
Ante esto, es de vital importancia unir fuerzas y sortear la división que hay dentro del personal docente entre el personal fijo, el funcionariado, las que hacen sustituciones o las interinas, además de los sectores externalizados. Y también en el caso del personal del programa Sensei, que son docentes bajo situación de precariedad que nadie eligió. Son condiciones impuestas, del mismo modo que nos impusimos la precariedad a los interinos, sustitutos o personal NEE. Por lo cual nos convocamos, en 2022, las huelgas y las movilizaciones unitarias más grandes de los últimos treinta años con el objetivo de revertir los recortes que arrastramos, mejorar nuestras condiciones laborales y aumentar los recursos necesarios para la calidad de la educación pública en nuestro país (6% del PIB). Este es el camino. |