El 20D, en el aniversario de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, Bullrich pretende aplicar su protocolo antipiquetes como parte de una gran campaña del miedo que recordaba el memorable libro de J. Orwell 1984. Ese día, el desafío de los movimientos sociales y la izquierda a su plan represivo, permitió tirar el montaje televisivo del gobierno y mostrar que las calles no se abandonan. Hacia la noche (y reprogramando su anuncio) Milei se creyó monarca y anuncio el DNU para desregular la economía, derogar la ley de alquileres, avanzar con privatizaciones, entregar los bienes comunes naturales y retrotraer las relaciones laborales a la esclavitud. Automáticamente, y de manera espontánea, surgen en CABA cacerolazos desde las casas, los departamentos, los barrios, que rápidamente se trasladan a las calles y se replican en la PBA.
En la ciudad de La Plata, se hizo escuchar primero en Parque Saavedra y para eso de las 20hs miles de vecinos cortaron y llenaron la tradicional esquina de 7 y 50 . Muchos estaban pasando por ahí y al ver el cacerolazo se sumaron. Surgió la Comunidad del “Cacerolazo” que llegó a 2.000 miembros (su tope), porque todos entendimos que teníamos que seguir comunicados y así darle continuidad a la organización que comenzaba a surgir. Así, los cacerolazos se repiten día tras día, hasta convocar a 3.000 personas, durando hasta altas horas de la noche y haciendo de los cantos “unidad de lxs trabajadorxs” y “paro paro paro, paro general” los hits más escuchados de esos días.
Pero lo espontáneo también puede disiparse si no se organiza. Un primer paso fue la comunidad y el IG @Cacerolazo.LaPlata. Los grupos hervían de mensajes, discusiones y hasta saludos por las fiestas. Pero pasaban los días y se repetía la misma pregunta ¿Sirve hacer cacerolazos todos los días? . Había que ir más allá: realizamos la convocatoria a una primera asamblea el 3 de enero para preparar de manera activa el paro que le arrancamos a la CGT y CTAs. Ese día, más de 400 personas nos encontramos en 7 y 50 y votamos cortar ambas manos. Recuperamos las mejores tradiciones, el discutir y votar cada una de las acciones.
Así, comenzó a construirse en La Plata, entre todxs y poniendo el cuerpo, un espacio de coordinación de trabajadores, jóvenes, mujeres, trabajadores de la cultura, asambleas barriales, vecinxs y organizaciones de la izquierda, contra el gobierno de Milei. Encontrando lo que no hay en los lugares de trabajo y estudio porque quienes dirigen de manera burocrática los sindicatos y centros de estudiantes, niegan todo espacio de discusión democratico.
La asamblea surgió como un espacio político, y que exigió acciones directamente a la CGT. El reclamo popular se hizo escuchar, y ésta terminó llamando a un paro general el 24 de Enero. Faltaba todavía un mes, pero la espera no fue pasiva.
Nos acercamos a todo espacio que surgió: apoyando la lucha del CONICET, confluyendo con Unidxs por la Cultura (con quienes hicimos un festival enorme frente al Pasaje Dardo Rocha), espacios que ya existían como la Asamblea de Villa Elisa y la Asamblea de Inundados. Lo que muchos quieren separar como peleas que van por caminos distintos, nosotrxs buscamos unirlo.
La siguiente asamblea, llamada para el 19 de enero, nos encontró con la pregunta sobre cómo movilizar el 24: si manteniendo expectativa en la CGT o fortaleciendo una voz alternativa desde las asambleas. Era esta la sintonía de la columna independiente, que se organizó y discutió en el espacio de Ademys. Salió votado por unanimidad. Con el mismo espíritu, la bandera de la asamblea expresó que esto no terminaría después del 24. Su consigna fue, y es, “Asamblea La Plata. Plan de lucha hasta derrotar el plan de Milei”.
La asamblea salía a la calle, muchxs movilizaban por primera vez. Concentramos en la estación de trenes de La Plata más de 200 personas, y en Constitución confluimos con las asambleas de Zona Sur (Lomas de Zamora, Lanús, Glew, Etcheverría, Avellaneda, Burzaco, Claypole,Varela, Villa Elisa) con Unidxs por la Cultura La Plata y la coordinadora de terciarios.
Todo esto, podríamos decir, pertenece a una primera “etapa”, la de la emergencia de los cacerolazos, en la que surgen las asambleas en la capital y GBA y que termina en el “paro a medias” que la CGT usó como forma de “descomprimir y negociar”. El paro no incluyó a los sectores precarizados porque se garantizó el transporte para las patronales y no para los que nos manifestemos. De todas maneras hicimos sentir el paro en una masividad que las conducciones de los sindicatos no esperaban.
Esto abrió a una segunda “etapa”, la de organizar la continuidad de un “plan de lucha” para efectivamente derrotar la Ley Ómnibus, que ya se discutía en las comisiones del Congreso, el DNU y todo el plan de Milei. Pusimos en pie más de diez comisiones de la asamblea: trabajadorxs estatales, de salud y usuarixs, estudiantil, ambiente y soberanía alimentaria, inquilinxs, de autocuidados, de redes y difusión, género, de trabajadores precarios e informales, y hasta de ciberactivismo. Además, se ponía en pie la asamblea de Sicardi.
Frente al clima de miedo que buscaba el gobierno, mostrándose fuerte cuando en realidad tenía muchas dificultades para imponer su plan; contra la “oposición silenciosa” de los referentes del peronismo y las direcciones sindicales, que planteaban “esperar”; la asamblea propuso un espacio activo para politizarse, juntar fuerzas y llevar adelante la defensa de nuestros derechos, manteniendo siempre la clara exigencia de paro y plan de lucha. Llegaría el turno de “un solo paro no va a alcanzar, necesitamos una huelga general”.
Realizamos la tercera asamblea el 29 de Enero. Discutimos sobre las negociaciones de los bloques del PRO, la UCR, Pichetto y los tres diputados peronistas que se dieron vuelta por negociación del gobernador de Tucuman. Quedó claro que no podía haber confianza en esta casta que negociaba darle superpoderes a Milei y salvarle el negocio a los empresarios de sus provincias. Resolvimos movilizar el miércoles y así, la asamblea volvió a la calle y tuvo una primera “prueba de fuego”.
Desde el miércoles 31/01 hasta el martes 6/02, movilizamos en cada uno de los días que sesionó la Cámara de Diputados. Contra todos los que aconsejaban esperar a que se trate en el Senado, dando la pelea en diputados por perdida, o directamente dejar pasar más tiempo para que sectores de la población “hagan una experiencia” con el gobierno del ajuste que habían votado, las asambleas de todo el AMBA demostramos que, como nos enseñaron las Madres de Plaza de Mayo, la única lucha que se pierde es la que se abandona. Nuestra presencia en las calles todos los días en los que sesionó el Congreso fue un factor actuante en el resultado final.
Bullrich, no estando cómoda con nuestra presencia, hizo escalar la represión de gases que hacen arder la piel y los ojos, pasando por palazos y motos con escopetas, hasta que la represión llegó a la propia Plaza de los Congresos, incumpliendo su propio protocolo. Finalmente, disparando balas de goma, incluso a la cara como demostraron las heridas de muchos manifestantes, entre ellos el Abogado del CeProDH Matía Aufieri que lucha por recuperar la visión de uno de sus ojos.
Pero de nuestro lado, en la plaza, en las charlas cuando volvíamos en el tren en cada jornada y preparábamos la participación para el día siguiente, también fue creciendo la capacidad de respuesta, la solidaridad y la organización. La Posta de Salud no solo ayudó a todos los que nos manifestamos para poder recuperarnos de los efectos brutales de los gases y las balas de goma, sino también para demostrar y repudiar el accionar represivo del gobierno.
Ese martes cayó la Ley Ómnibus (y por cosas del destino cayó también el helicóptero de Piñera). Llovieron felicitaciones y simpatías por haber estado en las calles. Dentro del Congreso, la voz que se escuchó fue la de las y los diputados de la izquierda, que defendieron sin concesiones el derecho a la manifestación y se opusieron a toda negociación de nuestros derechos. Fueron también los únicos aplaudidos al bajar del recinto a las calles.
Muchos trabajadores que, frente al miedo y la impotencia, no se animaban a ir, o que por la ausencia de medidas de fuerza de las conducciones sindicales no podían marchar por sus laburos, reflejaron el apoyo a la movilización que se mantuvo firme. Decenas de trabajadores esperaron, realizando cacerolazos en 7 y 50 cada día, a quienes volvían de la movilización en Capital y, todos juntos, coronamos cada una de estas largas jornadas con una nueva asamblea en esa tradicional esquina platense, que ha sido protagonista de grandes festejos pero también de innumerables luchas. La publicación al final del día refleja miles de mg y comentarios diciendo “gracias por estar poniendo el cuerpo”. La conclusión que se hizo evidente fue que “luchar sirve”.
De acá en adelante, luego de un triunfo parcial, se abre una tercera “etapa” para la asamblea. Ahora es evidente la necesidad de un momento de reflexión para reorientar nuestros esfuerzos a una tarea central: la de extender, construir y masificar la asamblea. El desafío es conquistar las fuerzas suficientes para unificar las luchas que las burocracias buscan dividir, y así tirar abajo el DNU y todo el ajuste de Milei.
La asamblea que venimos construyendo colectivamente, tiene la potencialidad de convertirse en el “espacio de organización democrática, desde abajo, y de coordinación, de todxs los sectores en lucha”. De transformarse en una “institución reconocida”, que “atraiga” a todos los trabajadores, sectores populares, jóvenes, mujeres, afectados por las distintas caras de este brutal plan de ajuste, como por ejemplo frente al no inicio de clases en secundarias, el congelamiento del presupuesto en universidad y los brutales aumentos de transporte y tarifazos.
A cada lucha que surja contra Milei, tenemos que llevarle el planteo de que coordinando y llevando sus demandas a la asamblea, su fuerza se multiplica. El mayor desafío es no ser derrotados por separado, sino que triunfemos uniendo fuerzas.
En este camino el rol y la actividad de cada uno de los militantes de la asamblea es crucial. Muchxs compañerxs juegan un rol muy importante, en la moderación, la organización de los autocuidados, la coordinación con otras asambleas, la difusión de las resoluciones y las acciones de lucha, la invitación a más y nuevos sectores. Hay que potenciar y sumar a más compañerxs a ser quienes tomen en sus manos el desarrollo de la asamblea.
En perspectiva, hay que apostar a pasar de un momento de “defender derechos” a uno de recuperar lo arrebatado a lo largo de todos estos años de ajuste, y hacer que la crisis realmente la paguen los grandes empresarios. No queremos hacer esto para que venga después un nuevo gobierno, peronista o del signo que sea, que busque administrar la miseria y la tierra arrasada. Al contrario, para nosotros las asambleas son el inicio de algo nuevo que, si crece, puede ser la llave para construir una salida de lxs trabajadores.
Estamos recuperando activamente el legado de las asambleas del 2001, donde se votaban consignas y exigencias generales, pero también se llevan adelante acciones concretas desde abajo. Y de la Asamblea Regional, que uniendo a trabajadores ocupados y desocupados, junto al movimiento estudiantil, protagonizó en nuestra ciudad las combativas jornadas de diciembre de 2001 y se convirtió en una referencia y espacio de organización para muchos activistas, delegados de base y trabajadores de la región. Yendo más atrás en la historia, la clase trabajadora de nuestro país tiene tradición de autoorganización y coordinación, y es la que en los 70 puso en pie las coordinadoras interfabriles (con gran peso en La Plata a traves del ARS) que tiraron abajo el plan Rodrigo.
Esta tradición tenemos que recuperarla. Es lo que necesitamos si queremos, en la próxima etapa, derrotar el plan de guerra de Milei y sus aliados. Unificar y coordinar a todos los sectores en lucha, desarrollar las asambleas como espacios anti burocráticos, de reflexión y acción de todos los sectores que quieren enfrentar el ajuste del gobierno, para exigir a las conducciones sindicales que rompan su pasividad y den continuidad a un verdadero plan de lucha, en la perspectiva de recuperar los sindicatos para los y las trabajadoras, y no ser nosotros esta vez los que paguemos el costo de la crisis. |