Benito Quinquela Martín, el pintor de La Boca, fumando | Facebook fundación Benito Quinquela Martín
Según contó el mismo pintor, sus compañeros en el puerto de La Boca lo apodaron "mosquito" por su voluntad y agilidad en el trabajo. En una infancia pobre y sacrificada, empezó a dibujar el barrio con carbón.
Benito Quinquela Martín, el reconocido pintor de La Boca, se cree que nació el 1º de marzo de 1890. Su propuesta artística da cuenta del trabajo del hombre en el puerto y en los astilleros, en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, a principios del siglo XX.
Surge como artista respirando ese barrio y reproduce su estética. “El puerto, los barcos, las grúas, los astilleros, los obreros, la vida afiebrada del trabajo, eran temas que yo llevaba adentro y los trataba fácilmente”, dijo una vez.
“Entre mis lecturas literarias y comunistas de la época tropecé con un libro de arte, ‘El Arte’ de Rodin …El descubrimiento de ese libro aclaró mis experiencias personales sobre la facilidad y la dificultad en el arte…allí decía que ‘el arte es fácil’…este concepto estético de Rodin cayó en terreno abonado y terminó por decidirme a tomar el camino más fácil. Lo fácil, para mí, era inspirarme en lo que me rodeaba. La Boca estaba allí brindándome un panorama preñado de temas, de paisajes, de tipos, de motivos localistas y profundas sugestiones. La Vuelta de Rocha era ya por sí misma una obra de arte, un cuadro natural y magnífico, siempre igual y siempre diferente. Cada hora del día daba una tonalidad distinta…”, decía el mismo Benito.
“A La Boca le debo lo que soy. No nací aquí pero aquí me trajo un día la mano de dios, aquí he trabajado, aquí he sufrido, aquí he soñado, aquí he vivido”, sentenció.
La dura vida de Benito Quinquela Martín
Cuando tenía apenas 20 días de vida, sus padres lo dejaron en la “Casa de los Niños Expósitos” (hoy conocida como “Casa Cuna”) envuelto en un manto con una inscripción en su pañuelo de seda: “Este niño ha sido bautizado y se llama Benito Juan Martín”.
A los siete años fue adoptado por Manuel Chinchella (genovés) y Justina Molina (entrerriana de origen originaria).
La familia Chinchella, del barrio porteño de La Boca, era muy humilde. Se dedicaban a la venta de carbón. Benito utilizaba este material como elemento de pintura, práctica que lo ayudó a desarrollar su capacidad artística sobre el papel.
Desde la infancia tuvo que ayudar a su familia en el trabajo de la carbonería. Por esto tuvo que abandonar el estudio primario a muy corta edad. Apenas alcanzó a aprender a escribir, leer, sumar y restar.
Se cuenta que su padre le pegaba cuando era niño, por eso solía escaparse y pasar mucho tiempo en la calle con grupos de otros jóvenes migrantes de la zona. También, se cuenta que su padre le reprochaba el activismo político y le decía que si tenía tiempo para la política, también tenía tiempo para trabajar en el carbón.
En la adolescencia, trabajó como peón en el puerto de La Boca y empezó a tomar sus primeras clases de dibujo.
“Me fui vinculando en el ambiente obrero de La Boca. Yo era un obrero de tantos y lo que menos soñaba yo entonces era con ser artista. Dibujar, sí que hacía tiempo que dibujaba. Pero aquellos garabatos de un muchacho carbonero, que ignoraba por completo las más elementales reglas del dibujo, poco o nada tenían que ver con el arte. Eran dibujos toscos, intuitivos, rudimentarios, que no me atrevía a hacer ni a exhibir en público, no tanto porque fueran malos como porque me ‘cachaban’ mis amigos y compañeros del puerto. En cambio, me conquisté su estimación por mi voluntad, mi agilidad en el trabajo. Aunque flaco y de apariencia insignificante, era ágil y resistente. Me colgaron el alias de el ‘Mosquito’, acaso porque picaba fuerte a la hora de meter el hombro”, relataba Benito.
El despegue de Mosquito Quinquela Martín
Convencido de cuál era su camino, costea sus estudios en el Conservatorio Pezzini Sttiatessi, en la Unión de La Boca. Allí perfecciona su arte bajo la supervisión de Alfredo Lázzari.
Rápidamente gana reconocimiento por su carrera pictórica. En 1910 realiza su primera exposición, en la Sociedad Ligure de Socorros Mutuos de la Boca, junto a Vento, Maggiolo y Stagnaro, entre otros. Desde entonces, tuvieron lugar nuevas exposiciones en los más importantes centros de arte nacionales e internacionales:
En 1914 expone en el Primer Salón Nacional de Recusados del Salón Nacional.
En 1916, vende su primera obra a partir de una publicación en la Revista Fray Mocho.
En 1918, expone en la Galería Witcomb y en 1919, por primera vez, expone en el Jockey Club.
Tras obtener el tercer premio en el Salón Nacional de 1920, Benito Chinchella, decide que “hay una chinche que me molesta”, y cambia su nombre a “Quinquela”, con el que es reconocido universal y eternamente. En ese momento realiza su primer viaje patrocinado como artista a Río de Janeiro.
En 1922 traslada su taller a Pedro de Mendoza 2087, donde comparte trabajo y momentos con Miguel Carlos Victorica y Fortunato Lacámera. Un año después, realiza su primera exposición en Europa, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
El mundo entero lo reconoce: París en 1926, Cuba y Nueva York en 1928, Italia en 1929, Londres en 1930.
En 1933 compra y dona los terrenos que pertenecen actualmente a la Escuela Museo Pedro de Mendoza, inaugurada en 1936.
En 1938 se inaugura el Museo de Bellas Artes de La Boca, y Benito instala definitivamente su taller en uno de los pisos altos. Enfrentó grandes dificultades para poder donar y crear el Museo, debido a la oposición de otros artistas de su época. Pero esto no fue impedimento para lograr sus objetivos: “La lucha fue brava. Pero a mi juego me llamaron. En otras luchas más bravas me había visto, empezando por aquellas batallas campales de la calle Patricios, que se libraban a cascotazo limpio entre los pibes de La Boca y Barracas, y en las que yo luchaba mano a mano junto a los mellizos García, que eran dos malevos de raza y categoría. Y tuve que vivir después, sin miedo y sin alarde, entre los punguistas y asaltantes de la Isla Maciel, que dirimían sus cuestiones a punta de cuchillo. Y tuve que alternar también con los obreros del puerto, que tenían brazo fuerte y mano larga. Y sobre todo, me había visto obligado a luchar desde niño con la pobreza, con el trabajo y con la vida. Toda mi existencia había sido una lucha continuada, y después de tan largo entrenamiento no iba a salir achicándome ante dos rivales de academia y guante blanco que se cruzaban en mi camino para interceptarme el paso”.
En 1944 dona un terreno para la edificación de un Jardín de Infantes, inaugurado en 1947 junto con el Lactarium Municipal Nº 4.
En 1947 funda la “Orden del Tornillo”, comienza sus famosas reuniones y otorga dicha distinción a diferentes personalidades.
En 1950 inaugura la Escuela de Artes Gráficas para Obreros. A partir de 1952 dona el dinero para que anualmente se entregue el Premio adquisición en el Salón Nacional del Museo de Bellas Artes de La Boca.
Continúa exponiendo durante años más, en lugares como la Galería Witcomb de Buenos Aires, el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa de Córdoba, la Asociación de Gente de Artes y Letras impulso de La Boca.
En 1959 se inaugura, por su iniciativa, el Pasaje Artístico “Caminito” y una de sus nuevas donaciones, el Instituto Odontológico Infantil.
En 1966 inaugura las Terrazas del Museo de Bellas Artes de La Boca. El mismo año entrega la “Orden del Tornillo” a Charles Chaplin a través de su hija Geraldine
En 1972 sufre una apoplejía que lo mantiene alejado de los encuentros sociales. Es declarado miembro Honorario de los Claustros por la Universidad de Buenos Aires.
En 1974, tras haber padecido una apoplejía, contrae matrimonio con Marta, su incondicional compañera e histórica secretaria.
Muere a los 86 años, el 28 de enero de 1977. Él había pintado su propio cajón, para llevarse consigo los colores de su amado barrio, La Boca.