La cúpula de la CGT no tendrá sillas este 1 de Marzo en la Apertura de Sesiones donde hablará Milei. Pero tampoco reclamó su lugar en las protestas que se realizarán en las calles. Después del paro del 24E se tomó vacaciones. Otros dicen que eligió la "guerra de guerrillas". No estaría funcionando. Sobran motivos para convocar a un paro general. Es hora.
Este primero de marzo Milei hablará ante la Asamblea Legislativa. Hay expectativas sobre su discurso y posibles anuncios. Es posible que se vuelva a mostrar “acelerando contra todos y todas”, como parte de una estrategia que analiza Fernando Scolnik acá.
Pero millones le darán la espalda a la cadena nacional. O se les escapará un insulto cada tanto. Los que seguramente lo mirarán por TV son los dirigentes de la CGT. En las anteriores asambleas legislativas tenían sus sillas junto a ministros y jueces. Parece que este viernes no estarán. Pero esa no es la noticia. La noticia es que tampoco estarán afuera. Ni en las protestas que se esperan en la zona del Congreso, ni en los cacerolazos que vendrán después.
Seguramente harán tuits o declaraciones picantes en las radios de la mañana siguiente. Porque Milei viene tirando con motosierra y la CGT no levanta la guardia. Eso termina mal. Porque sobran motivos para pararse de manos.
Uno: la clase trabajadora sufrió un robo al bolsillo sin precedentes. Como contamos en esta nota, la masa salarial que perdimos solo en el mes de diciembre fue de 1,3 billones de pesos. Dos: el ajustazo genera un millón de nuevos pobres por mes. En su perversidad sin límites, Milei especula si son más pobres los abuelos o las niñas. Tres: la caída del consumo de alimentos y medicamentos, cosas básicas si las hay, confirma que estamos ante un plan criminal que hambre y enferma a millones. Cuatro: las paritarias que dependen del Estado vienen siendo a la baja. Estatales, docentes, salud, ferroviarios. En esa se anotaron los gobernadores, también los peronistas. Cinco: comienzan los despidos en muchas ramas afectadas por la recesión o donde las patronales buscan “disciplinar”: 100 mil en la Construcción, en Topper y otras fábricas de calzado, en las tercerizadas de Aerolíneas, Bridgestone, entre muchas. Además avanzan las suspensiones en siderúrgicas como Acindar y las grandes automotrices. Seis: el plan privatizador sigue en pie, con la mira en Aerolíneas Argentinas, los medios públicos, ARSAT y los trenes. Cierres, despidos y la sombra de los ’90. Siete: también atacan a los sectores más precarios. Las ministras chetas, otra vez, le niegan alimentos a los comedores y les sacan el Potenciar Trabajo sin alternativas de trabajo genuino. Ocho: a los jubilados y jubiladas les sacan el pan de la boca directamente. En abril le quieren licuar el 30% de sus haberes con la “nueva fórmula” y a un sector pasarlos a “beneficiarios de planes”. Nueve: a las “clases medias” también las están arruinando y endeudando y los inminentes tarifazos las van a dejar a oscuras. Diez: el DNU está suspendido y la Ley Ómnibus sufrió una primera derrota. Pero Milei ya dijo que volverá a insistir en imponer una reforma laboral por ley que vendrá atada a la criminalización de la huelga y la protesta.
La CGT paró… y después se paró
Podríamos seguir. Pero se entiende: sobran motivos para que la CGT y la CTA, y sus sindicatos, convoquen una medida de fuerza unitaria, contundente. El paro del 24E impactó por la bronca que se expresó por abajo más que por la contundencia de la jornada “oficial”. Pero Milei aceleró y la CGT bajó diez cambios. Según los dirigentes cegetistas, eligieron otra estrategia: “apoyar cada sector que entre en conflicto”. Algunos lo llamaron “guerra de guerrillas”, aunque de “guerra” tiene poco. “Apoyar” el paro de los ferroviarios o los aeronáuticos. “Manifestar la solidaridad” con la docencia. “Pedir una solución” para el reclamo de los pesqueros patagónicos. Y así.
Conflictos aislados que muestran la potencialidad de una clase que puede paralizar el transporte terrestre o aéreo, pero cuyas fuerzas son utilizadas de manera tímida y corporativa. Por eso no lograron, hasta ahora, ni siquiera ganar alguna de esas batallas. Es lógico. El gobierno nacional y los grandes empresarios pegan con dureza y unidad de criterios.
Si uno lo mide por los resultados, la estrategia cegetista es un desastre. Menos salario, menos trabajo, menos comida, más explotación. Encima ofrece sus servicios al peronismo político y los gobernadores de cualquier color político, que le pagan con la misma moneda que Milei, aunque en otras cantidades: paritarias a la baja, tarifazos, despidos y hasta ataques al derecho de huelga.
La huelga no se vende
Marzo va a ser caliente. El plan de guerra de Milei pegará un nuevo salto. Nadie lo duda. La CGT tampoco. ¿Van a seguir por el mismo camino? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que cobremos los peores salarios de América Latina? ¿Hasta que los pibes se mueran de hambre? ¿Hasta que los abuelos se desmayen en las guardias de los hospitales? ¿Van a decirnos otra vez que “hay 2027”? Miren que nadie les cree.
Si no quieren ser cómplices del “peor gobierno de la historia” tienen que salir de la tregua. Si convocan asambleas en los lugares de trabajo y los gremios, millones de trabajadores y trabajadoras podrán discutir cómo enfrentar los ataques, mostrar su bronca y sus fuerzas. Allí se podría votar, por ejemplo, la convocatoria a un paro general de 36 horas que arranque con una movilización masiva, con piquetes, junto a organizaciones sociales, centros de estudiantes y asambleas populares. Y luego una paralización total del país para poner en discusión: ¿quién lo maneja?
El PTS y sus agrupaciones clasistas apoyan cada conflicto, participan y se unen a las asambleas barriales, pero también impulsan un polo de los sectores combativos para imponerle a los sindicatos y centrales un plan de lucha hasta derrotar el “plan motosierra”. Sumate a militar con nosotros y nosotras por esta salida.