Nuestra breve historia está encadenada a la una red de agrupaciones que recorren países de América Latina, los EE. UU., Europa y Corea del Sur.
Las pioneras fueron nuestras compañeras de Argentina, cuna de la primera agrupación de mujeres Pan y Rosas que se gestaba mientras se expandían las fábricas ocupadas por trabajadores y trabajadoras durante la crisis del 2001. Y así, en el año 2003 se fundó una agrupación de referencia de un feminismo combativo y anticapitalista dentro del amplio y activo movimiento de mujeres de Argentina que reúne a múltiples y diversas expresiones políticas. La lucha de las obreras de la fábrica textil Brukman en la Ciudad de Buenos Aires ocupada por sus trabajadoras, fue un gran hito para este grupo de mujeres militantes del PTS (Partido de Trabajadores Socialistas) que apoyaron a las trabajadoras poniendo el cuerpo. La elección del nombre Pan y Rosas en Argentina fue inspirado en una huelga de obreras textiles y amadrinadas por las obreras de Brukman, lo que marcó la perspectiva de querer llegar con las ideas del feminismo socialista a las mujeres trabajadoras, apoyar su propia autoorganización en la lucha contra la opresión patriarcal y la explotación capitalista.
El nombre Pan y Rosas sigue el hilo rojo y morado del poema de James Oppenheim, en homenaje a los reclamos de las mujeres trabajadoras, publicado por primera vez en la revista American Magazine en 1911.
Y es esta misma perspectiva la que marcó el rumbo de una gran corriente internacional de feministas socialistas. En Europa, plantamos nuestra primera bandera en el Estado español en el año 2014. Pero nuestra aparición se fue gestando desde antes, tras la voluntad de un pequeño grupo de mujeres que no teníamos miedo a ser pocas, porque nos movía el firme convencimiento de que había que construir una corriente feminista socialista también en el viejo continente. Aquí un breve recorrido.
Nuestro feminismo es socialista: con las ideas del marxismo por delante
Con la identidad de un feminismo socialista, de clase y anticapitalista, tomando las experiencias de nuestras compañeras latinoamericanas, un puñado de compañeras de nuestro actual grupo trotskysta, la CRT (Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras), comenzamos a organizar talleres y charlas sobre marxismo y feminismo en las universidades, casales y ateneos. El movimiento de mujeres y feminista aún no se había desarrollado de manera masiva. Pero era necesario comenzar a construir nuestra identidad en un mar de teorías y tradiciones de mucho peso en el Estado español, en el cual el marxismo revolucionario había había desaparecido del horizonte ideológico tras el peso del posmodernismo que predominó durante las décadas de ofensiva neoliberal. O porque continuaba siendo identificado por el estalinismo.
Por eso comenzamos volviendo a las fuentes teóricas de los clásicos del marxismo, recuperando las biografías de las grandes mujeres socialistas de la historia, buceando en las experiencias políticas de las dirigentes marxistas durante las huelgas, los períodos de reacción y en los procesos revolucionarios. A la vez, intentamos crear puentes entre las ideas de la actualidad, entablar un diálogo entre la historia de la lucha de clases y la historia de los feminismos. Para ello, retomamos la elaboración colectiva de nuestra corriente internacional Pan y Rosas.
Empezamos organizando charlas o talleres sobre marxismo y género en las universidades, con libros fundacionales como el de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo, escrito por la fundadora de Pan y Rosas en Argentina, Andrea D’Atri (2004), que este año tradujimos al catalán. U otros libros como Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron Historia (2005) o “La mujer, el Estado y la revolución”, de Wendy Goldman, que hemos traducido al castellano.
Mientras, nos fuimos formando y escribiendo sobre los debates particulares del movimiento feminista de Europa y del Estado español. Estudiamos la enorme tradición de un feminismo atravesado por experiencias históricas como la Revolución española hasta la transición. Escribimos sobre las convergencias y divergencias que nos hacían parte del movimiento feminista, con nuestras diferencias particulares. Y así comenzamos a construir nuestra identidad como marxistas socialistas revolucionarias en el viejo continente. Fueron numerosos los artículos elaborados en base a las reflexiones y debates colectivos, junto a nuevas generaciones de jóvenes y trabajadoras que se fueron integrando a Pan y Rosas en ciudades como Barcelona, Madrid y Zaragoza.
Publicamos un libro que refleja muchos de estos debates y elaboraciones, Patriarcado y Capitalismo. Feminismo, clase y diversidad (2019), de nuestras compañeras Cynthia Burgueño y Josefina Martínez. Y, con el objetivo de seguir difundiendo, estudiando y conociendo las ideas fundamentales del feminismo marxista, hemos publicado otros libros como la biografía gráfica de Rosa Luxemburgo, La Rosa Roja (2017). Y también Mujeres, revolución y socialismo (2023), con textos de Marx, Luxemburg, Kollontai, Zetkin, Lenin y Trotsky, entre otros, prologado por Josefina Martínez y Diana Assunção.
Nuestra batalla de ideas no tuvo freno durante estos diez años y continuamos hasta al día de hoy realizando cátedras, talleres y charlas en las universidades. Mientras peleamos en los centros de estudio por una educación al servicio de las necesidades de la juventud, las mujeres, las personas LGTBI y la clase trabajadora en lugar de para las grandes empresas y el pensamiento neoliberal junto a la agrupación juvenil Contracorriente.
Las primeras banderas: la defensa del derecho al aborto que hizo dimitir a un ministro del PP
Nacimos en el año 2014, pero fuimos forjando nuestros cimientos meses antes. Era el año 2013 y gobernaba la derecha del PP bajo la presidencia de Mariano Rajoy. En diciembre de ese año, el Ministro de Justicia Ruiz Gallardón propuso lo que luego se aprobó en el Consejo de Ministros: la Ley de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada, un proyecto más restrictivo que la despenalización de 1985. Ello desató enormes manifestaciones protestas en todo el Estado.
Aún así, en febrero del 2014, el PP respaldó la Ley de Gallardón. En junio el Consejo Fiscal y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) apoyó la ley y exigió sanciones a las mujeres que abortaran. En el mes de septiembre se debía aprobar, pero caducó el plazo y quedó paralizada. Se desarrollan masivas movilizaciones para exigir la retirada final de la ley y la dimisión del Ministro. Finalmente Rajoy anunció la retirada de la Ley, y Gallardón presentó su dimisión.
En Barcelona, las activistas de la “Campanya pel dret a l’avortament lliure i gratuït” convocaron una manifestación con el lema “Jo decideixo, Jo desobeeixo per un Avortament Lliure i Gratuït”. Mientras tanto, un puñado de estudiantes y trabajadoras de Pan y Rosas estábamos apoyando activamente la histórica huelga de Panrico que duró ocho meses. Junto a las trabajadoras hicimos una pancarta en el piquete de la fábrica con el lema “Panrico en lucha por el derecho al aborto libre y gratuito”. Y así es como las obreras de Panrico, que llevaban más de cuatro meses de huelga, también formaron parte de esta gran movilización, exportando su conflicto y haciendo visible cómo su lucha iba más allá de la fábrica. Desde Pan y Rosas seguimos la manifestación junto a las obreras al grito de: “Nosotras parimos, nosotras producimos y por eso mismo nosotras decidimos”. Y, acompañadas por sus hijas, salimos a manifestarnos con la pancarta “No a la Ley de Fachardón, de la Iglesia, del Estado y del patrón”.
La ley de Gallardón significaba uno de los más graves retrocesos de los derechos básicos. Demostraba cómo cualquier conquista puede retroceder bajo un sistema que nunca irá ampliando evolutivamente nuestros derechos. Pan y Rosas aparecía en las calles reivindicando una perspectiva de clase en la lucha por nuestros derechos elementales como es el derecho al aborto libre, seguro y gratuito.
Nuestro feminismo es de clase: trabajadoras de Panrico, Coca Cola, Telefónica, de la limpieza de hospitales, Las Kellys… vuestra lucha es nuestra lucha!
Hoy, después de tantos años de crisis capitalista y golpes a la clase trabajadora más feminizada, hablar de género y clase es mucho más común. La visibilidad de las trabajadoras en múltiples conflictos laborales contra la precariedad “con rostro de mujer” impactó en el movimiento feminista. De invisibles pasaron a ser las “esenciales”, durante la pandemia. Se han desarrollado más debates sobre la relación entre la explotación y las opresiones, que retoman algunas ideas marxistas para analizar la centralidad de las mujeres en las luchas de reproducción social.
Sin embargo, esto no era sí cuando Pan y Rosas nació. Contra la corriente y sin miedo a ser pocas por nuestras ideas, fuimos persistentes en construir un feminismo de la clase trabajadora, que fuera parte de sus luchas; cuestión que nos identificó siempre como agrupación anticapitalista, antirracista y de clase. Recordamos con mucho honor, aquel día en el que hicimos nuestro primer taller de género y marxismo en las aulas de la Facultad de Historia y Geografía de la UB, con la presencia de Maria Moreno, obrera textil de Terrassa y protagonista de una de las huelgas y ocupación de fábrica más importante de la clase trabajadora de este sector. Ese día nos regaló una manta lila, tejida con la lana de su fábrica.
Con nuestras pequeñas fuerzas, participamos de manera decidida en las huelgas y procesos de organización de las trabajadoras como en la huelga de la panificadora Panrico en Catalunya durante ocho meses (2013-2014), en la que un nutrido grupo de mujeres que fabricaban los donuts de toda la vida, pasó a destacarse entre las más aguerridas junto a sus compañeros. También apoyamos de manera decidida la larga lucha de Coca Cola en Fuenlabrada (Madrid) que había comenzado en 2014, una fábrica que, aunque muy masculinizada, las mujeres de fuera y dentro de la factoría tuvieron un papel fundamental frente al cierre. También en la gran huelga de las subcontratas de Telefónica Movistar (2015) en varias comunidades, donde las trabajadoras gritaban “¡No somos esclavas!”. También organizadas junto a y como trabajadoras migrantes. Acompañando y siendo parte de las luchas de las trabajadoras de la Sanidad y la Educación, sobre todo en el sector más precario como las monitoras de tiempo libre.
Durante los años siguientes se desarrollaron procesos de organización y lucha de las trabajadoras de la limpieza, de cuidados, trabajadoras del hogar, así como las recolectoras del campo, quienes comenzaron a crear sus propios sindicatos o asociaciones. Las huelgas de las trabajadoras de Telemarketing en varias ciudades. También hemos saludado y difundido las de residencias de Bizkaia y otras comunidades de Euskadi. Hemos acompañado la persistente lucha de “Las Kellys”, las que limpian los hoteles se organizaron en todo el Estado, convocando huelgas en varios hoteles y diversas protestas. O las de las trabajadoras del SAD, de atención domiciliaria. Muchas de estas experiencias las fuimos registrando en folletos y una gran hemeroteca de fotos y artículos.
Con nuestra firme convicción, nos enfrentamos a todos los prejuicios que consideran al feminismo como un movimiento encerrado en los espacios académicos o pequeños círculos de mujeres de clase media. Y nos dirigimos a la mayoría de las mujeres, las jóvenes precarias, a las trabajadoras, migrantes para animarlas a salir por sí mismas a luchar por su emancipación. Pero a la vez, no dejamos de confrontarnos a quienes consideran que la lucha contra el machismo divide a la clase trabajadora y que, por lo tanto, las violencias o la discriminación sexista que se reproducen en las relaciones entre los propios explotados, son algo secundario o sin importancia.
Siempre hemos estado y seguiremos estando en todas las luchas de la clase trabajadora, impulsando la autoorganización, alentando a las trabajadoras invisibles para los medios de comunicación o la burocracia sindical, a romper el aislamiento de los hogares para estar al frente como en tantas gestas han estado las mujeres a la vanguardia de la lucha de clases.
La emergencia del movimiento feminista y las primeras huelgas de mujeres
Toda esta nueva energía no podía ser percibida aún por ese feminismo enclaustrado en la academia y cooptado por las migajas que el régimen había cedido cuidadosamente para docilizar, durante los años ’80 y ’90, a aquellos movimientos que habían irrumpido en las décadas anteriores.
Bajo un régimen democrático de monarquía parlamentaria que tan “atado y bien atado” había dejado la llamada transición democrática, parecía que ya no había motivos para enfrentarse al sistema, dominando la falsa ilusión de que los derechos conquistados -que los hubo y muy importantes- habían caído mágicamente de los ministerios y que luchar y organizarse ya no era necesario. Esta era la marca de los diversos movimientos como el feminista, aún muy alejado de los problemas de la mayoría de las mujeres, de las más humildes, las inmigrantes, las trabajadoras, las jóvenes precarizadas, para quienes romper un techo de cristal es inimaginable cuando, desde los suelos pegajosos les había tocado hacer malabares frente a la preocupación de pagar la luz, el gas y alimentarse.
Poco a poco, estas preocupaciones tan básicas se convirtieron en las chispas que encendieron a las mujeres para pasar de la amarga queja a la acción, para cambiar el destino de sus vidas. Empezaron a organizarse, mientras nacían o se visibilizaban otras organizaciones feministas que, a contracorriente del espíritu individualista y dócil de la época, acompañaban insistentemente a estas mujeres.
Mientras nuestras humildes fuerzas iban creciendo, el movimiento de mujeres emergía en el Estado español masivamente, acompañando el grito de Ni una Menos que retumbaba en todo el mundo. Comenzaron la grandes huelgas de mujeres que conmovieron al mundo entero en 2018 y 2019 y las movilizaciones del Estado español fueron las más grandes del planeta. El movimiento de mujeres había logrado imponer a las burocracias sindicales la convocatoria de huelga feminista, que mostró la potencialidad de este método de lucha para hacer efectiva la idea de “paralizarlo todo”.
Junto a las huelgas surgieron los Encuentros estatales de mujeres para organizarnos. Las trabajadoras, estudiantes, migrantes de Pan y Rosas, fuimos parte de este gran proceso de autoorganización, en el que surgieron grandes debates que expresaban diferentes estrategias de emancipación: ¿Cómo y qué carácter deberá tener la huelga? ¿mixta, no mixta? ¿de mujeres, feminista, general, ambas? La relación con los sindicatos y otros sectores de la sociedad en lucha. La jerarquía de los ejes de la huelga: cuidados, laboral, estudiantil y consumo.
El debate, a modo de síntesis, giraba en torno a dos posturas. Algunas voces decían que, las huelgas laborales clásicas ya no nos sirven, que invisibilizan las tareas de cuidados que sólo hacemos las mujeres o que los sindicatos no sirven. Otras tendían, en cambio, a hacer eje solo en la huelga laboral, delegando o diluyendo las reivindicaciones de las mujeres como los cuidados o derechos democráticos básicos.
Para nosotras, la huelga general tenía que demostrar que la clase trabajadora no es sólo masculina y que representaba a una gran mayoría de mujeres. Y que, aunque este sistema nos quiso condenar al encierro de los hogares e invisibilizar el trabajo asalariado femenino considerándolo “complementario” al “principal”, el del jefe del hogar, nosotras representamos más del 40% de personas ocupando nuestro tiempo en centros de trabajo productivos y de servicios. A su vez, planteábamos que una huelga de mujeres que no visibilizara explícitamente nuestro “trabajo no remunerado”, es decir las tareas de reproducción del capital, no será total o general.
Además, era el momento de luchar por otras reivindicaciones históricas: educación gratuita y obligatoria de 0 a 3 años, a cargo de la patronal y el Estado en centros de trabajo y estudios superiores durante las 24 horas. O residencias para personas dependientes gratuitas; apuntando así a la socialización de estas tareas a cargo del Estado, para acabar con el trabajo sin contrato de miles de mujeres, mayoría inmigrante, sin absolutamente ningún derecho, arrojadas permanentemente a la discriminación, abusos de todo tipo y jornadas de explotación.
Mientras, las direcciones de CCOO y UGT, se negaban a convocar huelgas o sólo llamaban a paros de dos horas, los sindicatos de la izquierda sindical apoyaron la huelga de mujeres convocando a 24 horas de huelga. Nosotras, como trabajadoras y jóvenes precarias, planteamos que las mujeres también podemos revolucionar las direcciones de los sindicatos que abandonan a los sectores de la clase trabajadora más vulnerables -como las mujeres, la juventud o las personas migrantes-, imponiéndoles una gran huelga general encabezada por las mujeres y el movimiento feminista.
También planteamos la necesidad de tejer alianzas. Partimos de la idea de que, sin el enorme ejército de mujeres, vital para el funcionamiento del sistema de reproducción social y económico no podría funcionar el centro del sistema capitalista, el de la producción, el del trabajo asalariado que explota a las mujeres y a todo el conjunto de la clase trabajadora. Tejer alianzas con todos los sectores de la clase trabajadora, para paralizar la totalidad de los servicios de transporte y telecomunicación, por las reivindicaciones de las mujeres. Si nuestros compañeros y la juventud apoyaban activamente la huelga de mujeres y feminista, cuestionando también el machismo dentro de los centros de trabajo y estudio, le podíamos dar otro golpe aun más fuerte al centro de este sistema patriarcal tan necesario al sistema capitalista. Un sistema que se nutre de la división a base de múltiples opresiones, de género, de raza, para sostener los pilares del sistema de explotación.
Por tanto, junto a la huelga laboral y estudiantil se podía lograr paralizar toda la producción capitalista, afectando sus ganancias, paralizando el transporte, los bancos, las empresas y las comunicaciones. Y, haciendo piquetes, ocupación centros de trabajo y estudio, pondríamos en cuestión en los hechos el dominio capitalista de la producción, mostrando el potencial de “las mujeres al frente” de las demandas de la mayoría, las pobres, trabajadoras, inmigrantes, jóvenes, amas de casa, precarias y del conjunto de la clase trabajadora y la juventud. Así como también las posibilidades de luchar por otro tipo de sociedad, sin explotación ni opresiones.
Nuestro feminismo es independiente de las instituciones y en combate contra el feminismo ministerial
Cuando surgió Podemos en el año 2014, la mayoría de los movimientos sociales pasaron de una “ilusión social” –la idea de que se podía transformar el mundo desde las plazas del 15M, sin necesidad de ir más allá en la lucha política contra el Estado y el capitalismo– a una “ilusión política”. Esta era la esperanza de que los cambios llegarían por la vía electoral y con la acumulación de posiciones parlamentarias en los marcos de esta democracia liberal. La llegada de Podemos-IU al Gobierno, primero en los llamados “Ayuntamientos del cambio” y después en la coalición con el PSOE, ocupando varios ministerios y una vicepresidencia, fueron la culminación de esa ilusión. Y también la concreción de su fracaso, como constata su total asimilación al Régimen monárquico del 78, subordinados a las instituciones del Estado capitalista español: las empresas del Ibex35, la monarquía, la Iglesia, las fuerzas represivas, la judicatura, etc.
En el movimiento de mujeres se ha producido un desplazamiento similar. De las grandes huelgas de mujeres del 2018-2019, se pasó a una gran desactivación del movimiento, tras la ilusión de que los cambios vendrán desde los ministerios. La negativa posterior a convocar una huelga de mujeres significó un retroceso respecto a las jornadas de los años anteriores. Y no casualmente este reflujo se producía meses después de la formación del gobierno de coalición entre el PSOE, Podemos e Izquierda Unida. Desde el año 2021 se acabaron las convocatorias a la huelga feminista a nivel estatal, aunque aún los sindicatos de la izquierda sindical como CGT e IAC (de Catalunya) continuaron haciéndolo en Andalucía, Catalunya y Alicante. O el Sindicato de Estudiantes vienen llamando a la huelga estudiantil feminista en todo el Estado, siendo secundada por otros colectivos estudiantiles y juveniles como nuestras compañeras de Contracorriente y Pan y Rosas.
Desde Pan y Rosas siempre luchamos desde una perspectiva independiente del Estado, sus instituciones y partidos representantes de la clase capitalista. Esta perspectiva de clase nunca ha sido un postureo, sino que nos guía en nuestra práctica como militantes revolucionarias.
Siempre tuvimos claro que, por más discursos “progres” que se hagan desde el Ministerio de igualdad, la vida de las mujeres en el Estado español no iba a mejorar. Y así fue, durante todos estos años, nuestras condiciones han empeorado. La pandemia visibilizó la gestión del gobierno de coalición. Las cifras no podían ocultar los datos del paro, los índices de precariedad, los contratos a tiempo parcial, temporalidad y reducción de jornadas con “rostro de mujer”. El Gobierno había dejado completamente desprotegidas a las trabajadoras, las migrantes y las víctimas de violencia de género, sin ingresos y sin alternativas de vivienda, mientras inyectaba ayudas multimillonarias a las empresas.
Para las migrantes la situación siempre ha sido aún peor, porque además de la violencia patriarcal y la precariedad laboral, se enfrentan al racismo institucional, a los CIEs y a la xenófoba Ley de extranjería que les impide ejercer sus derechos. Ellas son las que ocupan la mayor parte de los trabajos “de cuidados” en condiciones de extrema precariedad y expuestas a múltiples violencias.
Siempre desenmascaramos el doble discurso del Gobierno y del Ministerio de igualdad, porque no hay políticas “feministas” sin derogar las leyes laborales, sin anular la Ley de extranjería y regularizar a las personas migrantes, sin terminar con las externalizaciones y sin aumentar los presupuestos de sanidad y educación, sin romper los pactos con la reaccionaria Iglesia católica, para impartir educación sexual en todos los niveles educativos y combatir la violencia de género con alternativas habitacionales y de vivienda a las mujeres que lo necesiten.
Por otro lado, fuimos parte de las miles de mujeres que nos movilizamos contra la justicia patriarcal y contra la violencia de género, defendiendo la necesidad de que el consentimiento sea la base elemental de cualquier delación sexual. Pero cuestionamos a la Ley de “solo sí es sí”, alertando sobre las derivas punitivistas de una legislación que se propuso resolver con el Código Penal, lo que son expresiones de una violencia patriarcal estructural, y que de ningún modo se resolverá aumentando las penas y el poder de las instituciones policiales racistas y represivas.
Cuando el feminismo “progresista” prohibió las manifestaciones del 8M: “Salgamos a las calles y que nos detengan a todas si se atreven”
Fue en el año 2021, cuando se estaba preparando el 8M y la Delegación del Gobierno de Madrid prohibió las concentraciones con aforo reducido a no más de 500 personas, que se estaban preparando en cuatro puntos de Madrid. Con la excusa es que se expandían los contagios de COVID, en un comunicado la Delegación del gobierno en esta comunidad, es decir, el representante del gobierno “progresista”, sentenció: “Se ha tomado la decisión firme de prohibir todas las manifestaciones y concentraciones convocadas”. Esto significaba una vulneración escandalosa del derecho de manifestación. Pero Pan y Rosas no dudó en llamar a la movilización igualmente con todas las medidas de seguridad necesarias y no acatar la prohibición, tal como lo denunciaban nuestras compañeras.
Nuestras compañeras de la CRT y Pan y Rosas, llamaron a desobedecer las prohibiciones al grito de, “salgamos a las calles igual y que se animen a detenernos a todas”. Y así lo hicimos, exigiendo todas las medidas sanitarias necesarias, cuando además durante la pandemia se manifestaban los negacionistas sin mascarilla o los ultras de VOX sin ninguna prohibición del gobierno.
Ese 8 de marzo, al final de la manifestación de Madrid, fuimos detenidas e identificadas con el orgullo de haber desafiado la prohibición junto al movimiento feminista de Madrid y bajo el silencio cómplice de Irene Montero. Porque si los derechos se conquistan luchando, no íbamos a dejar que nos quiten uno tan elemental como el de manifestación.
Nuestro feminismo es internacionalista y antiimperialista
Junto a las trabajadoras y jóvenes precarias, nos hemos posicionado también con nuestra perspectiva internacionalista y antiimperialista contra la guerra en Ucrania y contra el genocidio en Palestina. Y así nuestra agrupación Pan y Rosas se fue extendiendo por diferentes países y continentes, siendo parte de una red de agrupaciones internacionalista.
Llamamos a enfrentar las políticas de la extrema derecha, pero también denunciamos ese “feminismo imperial” de ministras como Yolanda Díaz que no tuvieron vergüenza en apoyar de forma incondicional el envío de armas a Ucrania. Es el gobierno de Sánchez el que encabeza la ofensiva guerrerista de la OTAN. Nosotras nos proponemos recuperar la tradición de las mujeres internacionalistas y antiimperialistas como Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin que se opusieron a la barbarie de la guerra imperialista de 1914.
Nuestro feminismo es parte del movimiento LGTBI: contra la extrema derecha y el feminismo liberal
En los últimos años, se fue consolidando un bunker feminista transfóbico y cada vez más reaccionario que ataca los derechos de las personas trans, de las prostitutas y los colectivos antirracistas como forma de proteger sus propios espacios institucionales en el feminismo gubernamental. Mientras, el protagonismo de la derecha fue ganando terreno, siendo las mujeres y las personas LGTBI su blanco predilecto de ataques. Y así, vimos como se fueron acercando posiciones cada vez más conservadoras desde los sectores del PSOE, del partido (anti) feminista de Lidia Falcón hasta los sectores de la derecha y la extrema derecha.
Por eso, este tipo de “restauración patriarcal” de la mano de los discursos y las políticas antifeministas de VOX, no caen del cielo. El pin parental de VOX es continuación del ataque al aborto del PP de Gallardón, de la FP de ama de casa del y la oposición al matrimonio igualitario del PP, o de la violencia no tiene género de Ciudadanos. Desde hace años, estos partidos y sectores conservadores, vinculados en muchos casos a la Iglesia, como Hazte Oír, se dedicaban a hacer campaña contra el derecho al aborto, la educación sexual, la ley de violencia de género, el matrimonio homosexual, y a todo lo que engloban en la “ideología de género”.
Desde Pan y Rosas somos parte, en cambio, del movimiento de mujeres que defiende los derechos de las personas trans. Y aun cuando planteamos los límites de la Ley trans, apoyamos su aprobación porque implica una ampliación de derechos para un colectivo oprimido que viene luchando por ello, aunque también denunciamos sus carácter insuficiente cuando la extrema derecha emerge con toda su transfobia, a la vez que deja fuera a quien no tiene nacionalidad española.
Siempre tuvimos claro que el auge de posiciones de extrema derecha y conservadoras, incluso dentro del movimiento feminista, no nos puede llevar a conformarnos con el mal menor del feminismo de sillones y despachos, que un día se reúne con las trabajadoras del hogar para hacer promesas vacías y al otro día se sienta en la mesa de la banquera Ana Botín para negociar las ayudas para las grandes empresas.
Con las jóvenes al frente: ¡trabajadoras y estudiantes!
Hoy nuestra agrupación Pan y Rosas se sigue renovando con una juventud que es parte del movimiento estudiantil, universitario, de secundaria y FPs. En los centros de estudios nos organizamos cada 8 de marzo, 25N y todos los días por una universidad libre de machismo y lgtbifobia. Proponemos construir verdaderas comisiones de trabajadoras y estudiantes que sustituyan las unidades de igualdad oficiales, que solo sirven para lavar la cara a la institución y proteger a la casta universitaria. Y junto a nuestros compañeros de la agrupación juvenil Contracorriente, peleamos por una universidad radicalmente democrática, feminista, gestionada por estudiantes y trabajadoras, donde no quepa la extrema derecha, el machismo, la lgtbifobia ni el racismo y por un movimiento estudiantil junto a la clase trabajadora.
Las jóvenes de pan y Rosas también plantaron en los centros de estudios y en las calles su bandera antiimperialista y internacionalista. Y se propusieron formar comités activos contra el genocidio al pueblo palestino en las universidades y centros de secundaria, participando de todas las movilizaciones.
También Pan y Rosas se nutre de una juventud trabajadora combativa. Juntas, hemos participado de los encuentros estatales, huelgas estudiantiles, seguimos siendo las luchas de la juventud precaria. Por ejemplo hoy tenemos el orgullo de participar de la huelga de las jóvenes de FPs en Madrid y contar con mujeres jóvenes que se proponen ser un altavoz de la lucha contra la precariedad en Sanidad.
Estuvimos en la primera línea convocando y siendo parte de las huelgas de la juventud precaria de comida rápida como en Telepizza en Zaragoza. O en las huelgas de las trabajadoras precarias de la educación, TMB, o las grandes huelgas educativas en Barcelona. Luchamos por el derecho a la vivienda de la clase trabajadora y por ello ponemos el cuerpo en los desahucios, como las últimas semanas en Barcelona.
También nos sumamos a la lucha por los derechos democráticos contra las leyes mordazas y todas las demandas sociales que pongan en cuestión al Régimen del 78, sus instituciones y sus partidos. También compañeras de Pan y Rosas han sido perseguidas o encausadas. A su vez, hemos sido parte activa de la lucha contra la represión al pueblo catalán y por el derecho a decidir el 1O, ocupando colegios para poder votar y en la primera línea enfrentando los palos de la policía nacional y autonómica.
Estamos convencidas de que la potencial alianza del movimiento de mujeres con el conjunto de los sectores en lucha de la clase trabajadora y la juventud puede hacer temblar al sistema patriarcal y capitalista, empezando por el decadente régimen del 78, monárquico y reaccionario.
A diez años de Pan y Rosas en el Estado español: nuestro feminismo es revolucionario, marxista y socialista
La construcción del futuro empieza en el presente y siempre es una tarea colectiva. Y esto es un buen motivo para celebrar el 10º Aniversario de la agrupación Pan y Rosas en el Estado español.
Nacimos en una época en que las luchas feministas no ocupaban las primeras páginas y mucho menos un feminismo de clase, antiimperialista e internacionalista. Pero nuestro anticapitalismo recoge las experiencias revolucionarias del feminismo marxista, del legado que nos dejaron Rosa Luxemburgo, Inessa Armand, Kollontai, Zetkin, en continuidad con las ideas del marxismo de Lenin y Trotsky por la emancipación de la mujeres y de las clases oprimidas.
Nuestro feminismo socialista se construye siendo conscientes de que en el marco del sistema capitalista, los adelantos y retrocesos en la lucha antipatriarcal van en concordancia con los periodos de reformas, revoluciones o reacción. Y que, así como las derrotas de las las grandes revoluciones impusieron postergaciones y enormes retrocesos en los derechos básico de las mujeres y a todas las clases oprimidas de la sociedad, los procesos revolucionarios conquistaron transformaciones inusitadas, y a una velocidad inesperada, en la vida cotidiana y a las instituciones sociales y políticas.
Como decimos en nuestro manifiesto: "El patriarcado es algo más que uno, varios o muchos individuos violentos: es un modo social de reproducción de las relaciones entre los géneros, basado en la subordinación y opresión de las mujeres. A la vez, no debemos hacer caso omiso al hecho de que entre las clases explotadas existe también la opresión de unos sobre otras. Lo que proponemos es romper las cadenas de un orden social capitalista que pesa sobre millones de seres humanos en todo el planeta.
Nuestras convicciones no nacen de un odio personal, individual. Es el odio social que, como una chispa, encendió la lucha de clases a lo largo de la historia. Y porque los derechos que hemos conquistado con nuestra lucha, pueden retroceder si no luchamos bajo la perspectiva revolucionaria de acabar con este sistema basado en la más abyecta de las jerarquías: en la que un puñado de personas vive a expensas de la explotación descarnada de millones de seres humanos. Y hoy más que nunca, porque en pleno siglo XXI, para legitimar las desigualdades de clase cada vez más evidentes, el capitalismo necesita de las múltiples opresiones hacia las mujeres del sistema patriarcal, necesita guerras y acabar con el planeta. Por eso retomamos la tradición de las mujeres revolucionarias, como Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo y muchas otras, que se propusieron organizar a las mujeres trabajadoras en una gran organización revolucionaria junto a sus compañeros de la CRT y la juventud Contracorriente, para luchar contra la explotación capitalista y todas las opresiones".
Nos verán siempre en las calles, en los centros de estudio y de trabajo, junto a la clase trabajadora en lucha contra el sistema patriarcal y capitalista. Porque nos negamos a ser oprimidas desde que nacemos hasta que morimos queremos el Pan, las Rosas y una sociedad sobre nuevas bases.