Desde septiembre del año pasado Claudia Sheinbaum fue anunciada como coordinadora de los comités de defensa de la Cuarta Transformación, una argucia legal para adelantar las campañas electorales e ir colocándola como figura para los comicios de este año siendo la candidata de la alianza del Morena con el PVEM y PT; al poco tiempo Xóchitl Gálvez también fue anunciada como la futura candidata de la coalición Fuerza y Corazón por México que impulsan el PRI-PAN-PRD. Esto anunciaba un escenario particular, pues las dos principales candidaturas son encabezadas por mujeres, algo que de entrada marcaba que la próxima presidencia sería ocupada por una mujer; en fechas recientes la mayoría de las encuestas señalan a Claudia Sheinbaum como quien lidera las preferencias para las elecciones de junio.
En el caso de Sheinbaum fue preparando terreno, no sólo con la autopropaganda iniciada previo a su nombramiento, sino con eventos donde buscaba colocarse como un referente dentro de las “lideresas” de algunos de los gobiernos autonombrados progresistas; uno de ellos fue el Encuentro de la Internacional Feminista. Aunque este no era un perfil que explotó durante su mandato como jefa de gobierno, lo cierto es que es un gesto enorme para con las miles de mujeres que han salido a movilizarse contra la violencia y en fechas como el 8 de marzo. Es así cómo fue construyendo la retórica de “es tiempo de mujeres”.
Por su parte, los partidos de la oposición de derecha, ante su enorme crisis luego de las elecciones de 2018, apuntaron a un perfil menos “típico” de la derecha, con el impulso de Xóchitl Gálvez quien no termina de encantar a la derecha tradicional, pero que trata de resaltar su “origen popular” y también su figura como mujer. Esto no sorprende, pues ante las movilizaciones de mujeres de los últimos años, la derecha ha intentado montarse en el descontento, vía algunas figuras públicas de dichos partidos o con organizaciones aparentemente independientes, pero que en realidad tienen detrás a esa derecha.
Este panorama que busca resaltar el supuesto protagonismo femenino contrasta con la realidad mexicana, en la que, pese a la retórica de la 4T, lo cierto es que la violencia y la precarización contra las mujeres, lejos de detenerse se ha intensificado. Esto, por supuesto, no solo es responsabilidad del gobierno actual, sino que hablamos de una crisis de violencia de larga data que se maximizó con la supuesta “guerra contra el narcotráfico” lanzada por los gobiernos panistas y priistas previos; hoy a todas luces es evidente que ha sido la política de militarización la que elevó los índices de violencia, que en particular se asentó contra las mujeres, multiplicando y extendiendo el fenómeno del feminicidio.
Es esta gran contradicción entre las expectativas de cambio que buscan un alto a la violencia y la cruda realidad que marcamos, la que ha llevado a que las movilizaciones de mujeres se sigan nutriendo de miles de jóvenes, trabajadoras y mujeres de los sectores populares, junto a disidencias, con un hartazgo hacia la violencia.
Lejos de la retórica que estas figuras intentan mostrar, de ser parte de esa búsqueda de transformación para la vida de las mujeres, lo cierto es que tanto la derecha ha demostrado que sus políticas no ponen en el centro las necesidades de las mujeres de sectores populares y de la clase trabajadora, y que por el contrario, ha atacado constantemente nuestros derechos; y por su parte, la 4T ha tenido momentos muy incómodos y de fricciones con ese movimiento en las calles, la misma Claudia Sheinbaum ha sido responsable —junto a Harfuch— de la represión hacia las movilizaciones de mujeres; en tanto que sus políticas no han cambiado lo esencial de las condiciones laborales y de vida que afrontamos.
¿Se rompe el techo de cristal?
El techo de cristal es un término acuñado para ejemplificar las barreras que las mujeres tenemos para acceder a puestos de poder, en una estructura institucional, sea en una empresa o en instituciones estatales. La pregunta sería, que una mujer esté en puestos de poder ¿conlleva necesariamente mejoras para la mayoría de las mujeres? Y la respuesta puede ser confusa, podríamos decir que sí, porque muestran los derechos que las mujeres han conquistado —que huelga decir que fue gracias a la lucha en las calles— como el derecho a votar y ser votadas; y no, porque el hecho de que las mujeres ocupen cargos de representación no significa una mejora hacia la mayoría de las mujeres, trabajadoras o de los sectores populares, en tanto que, a lo que responden no es a un género, sino al proyecto que representan o defienden.
Vayamos con algunos ejemplos. Margaret Thatcher dijo “El feminismo es un veneno”, fue la primera mujer que encabezó el gobierno del Reino Unido, siendo punta de lanza para la implementación del neoliberalismo a nivel internacional; impuso políticas de un duro plan económico contra la clase trabajadora que, a nadie sorprende que haya afectado principalmente a las mujeres, y no sólo a las clases trabajadoras de los países imperialistas, sino que los supuestos avances de igualdad para las mujeres, en los países centrales, se dieron a costa de la pauperización de la vida de las mujeres en los países semicoloniales y coloniales.
Pensemos ahora en ejemplos más cercanos y de esta administración. Basta con nombrar a Sanjuana Martínez que echó a la calle a 200 familias de la agencia de noticias Notimex, siendo el 80 % de los despidos aplicados a mujeres; o el caso de Estela Damián, directora del DIF, que aplicó la llamada austeridad republicana a trabajadoras y trabajadores estatales, y además, despidió a aquellas y aquellos que levantaron la voz contra los despidos injustificados y las formas de contratación que imperan en las dependencias estatales.
Ni hablemos de ejemplos de partidos de la derecha como Lilly Téllez o América Rangel que abiertamente han atacado nuestros derechos, con posturas “pro-vida” —antiderechos— y transfóbicas.
Entonces, que una mujer ocupe puestos de poder, no se traduce en que haya mejoras para la mayoría de las mujeres, porque no se trata de una cuestión de género, sino, en última instancia, de los intereses a los que responden y que representan esas mujeres cuando ocupan puestos de poder.
Pero esto no es algo nuevo, el mito del feminismo liberal —pese a que las figuras feministas de la 4T digan no pertenecer a este— desplazó la lucha de las mujeres en las calles a la gestión estatal, pasando de la lucha colectiva a la liberación individual, y mostrando la llegada de figuras femeninas a los puestos de poder como un “triunfo de todas”.
Se trató de un proceso de asimilación y cooptación de la lucha feminista, con el discurso de la “ampliación de derechos” y la “igualdad de oportunidades” para poder cortar con el filo del feminismo que buscaba cuestionar de fondo el sistema de desigualdad, opresión y explotación. Convenciendo de buscar la liberación individual en la que sólo unas pocas son las beneficiadas dejándose de lado la transformación radical de la sociedad. No sólo eso, incluso el feminismo liberal ha sido utilizado como pretexto para cometer atrocidades como la ocupación en Afganistán o en otros tantos territorios, so pretexto de la búsqueda de la “libertad de las mujeres”.
Promesas de campaña ¿llegamos todas?
De Xóchitl Gálvez no hay mucho que decir. En su presentación de campaña no sólo jugó con una de las crisis más fuertes que atraviesa el país, como lo es la crisis de desaparecidxs, obviando que fue en los gobiernos de los partidos a los que representa que se volvió este país una fosa clandestina. Centró su presentación en hablar de la seguridad, y de manera contradictoria, mientras aseveró que no continuará con la militarización, afirmó que va a hacer que la Guardia Nacional se duplique y se dedique a tareas de seguridad.
Por su parte, Sheinbaum dedicó uno de sus puntos a hablar sobre programas para las mujeres, centrándose en el tema de seguridad, sobre todo, prometiendo replicar el modelo que implementó en la CDMX con fiscalías especializadas de género, participación de más mujeres en el MP y aunque no lo dijo en ese punto, reafirmó que en temas de seguridad seguirá fortaleciendo a la Guardia Nacional, es decir, la militarización continúa. Por otro lado, habló de la paridad sustantiva y la representación de las mujeres en el gabinete (bandera del propio AMLO). Y dos cosas que se podrían destacar, la promesa de salud sexual y reproductiva —así, en términos generales sin hablar de la despenalización del aborto, aunque Sánchez Cordero desde que llego AMLO a la presidencia dijo que se dejaba de llamar así si no se legalizaba al aborto— y prometiendo un sistema de cuidados, aunque solamente habló del cuidado de los hijos (que comprende solo una parte de todo el trabajo reproductivo que realizan diariamente las mujeres). Además cerró con la frase “llegamos todas”.
Aún queda por ver cuál será la relación entre retórica y realidad, pues, si nos guiamos por su gestión en la CDMX, no se avizora un cambio real para la mayoría de las mujeres.
¿Qué feminismo necesitamos?
Los ejemplos de la región de los gobiernos progresistas encabezados por mujeres son un espejo para ver el escenario del probable gobierno de Claudia Sheinbaum, como lo mostró, por ejemplo, el mandato de Cristina Fernández de Kichner, ferrea opositora a la despenalización del aborto en Argentina. Por tanto, tampoco muestran una gran diferencia para las mujeres, y esto es porque, aunque hablan de la igualdad, continúan con una política que precariza la vida de las grandes mayorías, de la cual las más afectadas precisamente somos las mujeres.
Para entender esto, hay que dar cuenta que la opresión hacia las mujeres —de la cual la violencia y el feminicidio son uno de los puntos más preocupantes— no deviene de una buena o mala gestión de la democracia burguesa, sino que es un pilar fundamental del sistema capitalista. Por ello, pese a que un gobierno se llame progresista o incluso feminista, en tanto sostiene las bases de la explotación capitalista, no puede pretender trastocar los pilares que sostienen la opresión hacia las mujeres.
Lo cierto es que una mujer presidenta representará una presión muy importante para el movimiento de mujeres; el reto de mantener nuestra independencia y recuperar un feminismo anticapitalista y de la lucha de clases que se apueste a cuestionar las bases de este sistema será una tarea fundamental para los próximos años. |