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La Izquierda Diario
6 de octubre de 2015 Twitter Faceboock

Teatro
Teatro en el penal
Emiliano Lobo | Trabajador gastronómico
Gabriela Ram

Resistencia de los cuerpos en libertad ante el cuerpo dócil. La traición de la sociedad hacia los presos es la continuidad de la dramaturgia de Shakespeare en nuestros días. Hoy sus muros fueron trascendidos por una de sus obras, Otelo.

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Lunes 9 A.M. La maquinaria de la mañana se diferencia rotundamente de la nocturna. Tanto el ritmo; como los olores, las caras y los ruidos del mundo son otros. Se respira un aire de comienzo que poco se asemeja a la fiesta del teatro. Si nos pensamos como espectadores del rito teatral, nos pensamos en la noche. La posmodernidad nos acostumbró al teatro que rompe espacios convencionales, que rompe la valla escenario - platea, que rompe la cuarta pared y la distancia, que rompe los roles y los géneros e incluso los días de exhibición. Pero aún hoy el teatro, se nos configura con la noche. Es lunes 10:30 A.M, según el calendario comienza la primavera y estamos entrando a una cárcel dónde la puerta está abierta; y no es una metáfora. La compañía teatral “Los Resilientes” de la U19 (Ezeiza) estrena su versión de “Otelo” en el marco de ESCENARIOS CARCELARIOS 2015, “Clásicos Inmortales”, obra realiza en su totalidad por la compañía teatral de los internos.

En el Teatro de la crueldad, Artaud afirma que “No podemos seguir prostituyendo la idea del teatro, que tiene un único valor: su relación atroz y mágica con la realidad y el peligro”. Otelo, como todas las tragedias clásicas, fue analiza en la historia con enfoques psicoanalíticos, sociológicos, antropológicos o bien desde la mera espectacularidad del hecho teatral y su vigencia temática. ¿Importa en este caso la tragedia representada? Un grupo de actores privados de su libertad purgan la tragedia con tragedia, la realidad con la representación. ¿Hay tragedia mayor para el ser humano que la privación de la libertad? Al mismo tiempo, la impronta fervorosa y lúdica de estos cuerpos en escena tiene un carácter libertario que ningún sistema, ni siquiera el penitenciario, puede frenar. Son hombres jugando con seriedad y convicción a poner bombas de palabra, gestos, cuerpo, música, ficción y realidad. Ya sea intencionalmente o por consecuencia, si hay algo que esta puesta logra sin lugar a dudas es mantener una relación atroz y mágica con la realidad y el peligro. ¿Existe algo más atroz y mágico que un cuerpo libre jugando a la representación en un escenario de encierro? El clima que se vive entre los actores, los talleristas, el público interno y externo, está verdaderamente alejado de la angustia, la pena o el sufrimiento. Hay disfrute y compartir. Se aplaude y canta con fuerza.

Los actores terminan su primera función transpirados y agitados. Reciben su diploma por el desempeño tanto en el taller de teatro al cual asisten todo el año, como por sus papeles desempeñados en la obra, un marco institucional de agradecimientos se apodera del espacio por unos minutos y viene la próxima ruptura. Luego de las felicitaciones nos sentamos a charlar con el actor que representó con tremenda garra al personaje de Yago, quien previamente había dado unas palabras de agradecimiento a todos los presentes. En la charla habla del sostén que es para él el taller de teatro, los ensayos, el estudio de un texto y el logro de ponerlo en escena. Habla de lo importante que es para ellos la existencia de ese espacio dentro de la unidad. Destaca que ahí, ya sea por el tipo de régimen y las salidas transitorias o bien por la cercanía a la salida definitiva las cosas son un poco más livianas. Habla sobre su pronta salida, para la cual aún falta un año y medio, y su temor a no conseguir trabajo por el peso de su pasado. Habla sobre su producción literaria, sus hijos, su barrio.

Pero también habla de un servicio penitenciario en el cual los internos son oprimidos, no escuchados, torturados, violados y matados. Habla de la cárcel como ese espacio en el que no quieren que abras la cabeza, dónde la educación formal que se brinda es alienante y tiene la clara intención de mantenerlos ignorantes. Dice que el sistema penitenciario lo único que hace es reproducir lo que vivieron afuera, y así cuando los larguen “larguen a alguien peor de como entró”. Contó que toda la vida robó porque es lo que le enseñaron. Hablo sobre los compañeros que no podían comunicar lo que sentían o les pasaba respecto a esto, que no encontraban la forma. Habló sobre lo que tuvo que luchar para que el taller de teatro suceda, porque los de arriba no quieren que abran la cabeza. Habló de todo aquello por lo cual vale la pena que pongamos una bomba poética a la realidad atroz, y una literal a la realidad mágica. La cárcel es un símbolo claro del ejercicio del poder del Estado.

Michel Focault habla de la necesidad del Estado de justificar el control permanente bajo el deber de velar por la seguridad de la sociedad. Para ello necesita del delito. Desde 1820 se cuenta con claras pruebas de que la prisión está muy lejos de transformar a los delincuentes en ciudadanos, sino que reproduce el infierno que antes vivían en el suplicio de sus cuerpos. Una vez que el Juez, a través de la sentencia, condena al individuo a estar privado de la libertad, éste ingresa en un proceso de transformación y desintegración de su cultura, para convertirse en lo que es: un delincuente con pocas posibilidades de re-inserción social. Se inicia de esta manera un proceso de deconstrucción del individuo que finalizará con la aparición de uno nuevo. El reo sólo ES en la cárcel, el pasado queda archivado para que la soledad sea más intensa y el futuro directamente impensable. La cárcel es un eterno presente, los días se suceden igual, no existe la diferencia entre el ayer y el mañana, las reglas son claras. El guardia, el preso y el afuera son lo indefinido. Asistimos de esta manera a la aparición de lo que todo el servicio penitenciario denomina, elemento. El detenido pierde su condición de persona para convertirse en una cosa, cuya esencia es naturalmente negativa por definición. Este proceso de transformación se evidencia, entre otras cosas, en la incorporación de un nuevo lenguaje que expresa y da sentido a esta nueva realidad, la realidad del preso y de la cárcel.

De todo esto, y de aquello otro, habló el actor que encarnó a Yago con la irreverencia de un cuerpo en libertad; lo contrario a un cuerpo dócil. También habló de los cuentos para niños que escribe. Cuentos que de algún modo, dentro de poco, todos vamos a leer.

 
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