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24 de marzo de 2024 Twitter Faceboock

Ideas de Izquierda
Tres propuestas urgentes para luchar por un internacionalismo socialista: contra el genocidio en Palestina, el militarismo y el saqueo imperialista
Fracción Trotskista - Cuarta Internacional
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El mundo actual está signado por múltiples crisis y cambios bruscos. El triunfalismo capitalista y las ilusiones en una “globalización armónica” que marcaron el período de auge neoliberal han terminado. La crisis capitalista de 2008 abrió paso a tendencias hacia crisis orgánicas en diferentes países, crisis de los partidos del “extremo centro”, polarización política, nuevos ciclos de lucha de clases y neorreformismos. También vemos el crecimiento de la extrema derecha, tanto en la periferia –Milei en Argentina y Bukele en El Salvador, por ejemplo– como en los centros capitalistas –con el fortalecimiento de Trump en EE. UU. y el crecimiento electoral de partidos de extrema derecha en Europa, con discursos racistas y xenófobos–.

El capitalismo solo tiene para ofrecer más sufrimientos y miserias para la clase trabajadora y los pueblos oprimidos en todo el mundo. Mientras un puñado de súper millonarios acumula fortunas inconmensurables, más de 1.000 millones de personas sobreviven con menos de un dólar diario. Los capitalistas han transformado el mundo en un lugar inhabitable para la mayoría de la humanidad, e incluso amenazan con destruir el planeta. Desde el comienzo de la guerra de Ucrania, hace dos años, y ahora con el genocidio en Palestina, la guerra y el militarismo reaparecen en primer plano. En el marco del inicio de un cuestionamiento cada vez más abierto, incluso en el terreno militar, al orden mundial comandado por EE. UU., se abre una nueva etapa, caracterizada por la reactualización de las tendencias más generales de la época imperialista, definida por Lenin como de crisis, guerras y revoluciones.

Desde la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional luchamos por construir un partido mundial de la revolución socialista, la reconstrucción de la IV Internacional, porque no hay otra salida progresiva frente a la catástrofe a la que nos arrastra el capitalismo. Somos una corriente internacional, integrada por organizaciones presentes en 14 países de América Latina, Europa y EE. UU., e impulsamos la Red Internacional de Diarios La Izquierda Diario que actualmente cuenta con 15 diarios en 7 idiomas.

En esta declaración planteamos 3 campañas políticas que consideramos claves para la lucha internacionalista y antiimperialista en la actualidad. Extendemos esta propuesta a todas las organizaciones, militantes e individuos que compartan esta perspectiva, para pelear por bloques y coaliciones en diferentes países que puedan expresar un punto de vista de independencia de clase y socialista ante los desafíos más acuciantes del momento.

1. ¡Alto al genocidio y la intervención militar israelí contra el pueblo palestino! ¡Por el derecho a la resistencia y la autodeterminación nacional del pueblo palestino!

El genocidio perpetrado por el Estado sionista de Israel contra los palestinos de la Franja de Gaza es el símbolo más atroz de la opresión imperialista de nuestro tiempo. Más de 32.000 palestinos han sido asesinados en Gaza, 13.000 de ellos niños. En Cisjordania, el ejército sionista ha asesinado a centenares de palestinos tan solo en los últimos dos meses. El 85 % de la población de Gaza se ha visto desplazada de sus hogares por los bombardeos, con 1,3 millones de palestinos hacinados en la ciudad fronteriza de Rafah. Organizaciones internacionales como Human Rights Watch y Oxfam afirman que Israel está utilizando el hambre como táctica de guerra, destruyendo los sistemas agrícolas y de distribución de alimentos en Gaza. El bloqueo del acceso a recursos vitales como la electricidad, el combustible y los alimentos va acompañado del bombardeo de civiles que esperan la entrada de la escasa ayuda humanitaria. Esta verdadera campaña de exterminio contra los palestinos y la erradicación de Gaza es un capítulo más del largo proceso de limpieza étnica iniciado en 1948, cuya raíz es el carácter colonial y racista del Estado de Israel, vanguardia de la contrarrevolución mundial actual. Como parte de la lucha antiimperialista de los pueblos oprimidos del mundo, hoy es urgente movilizarse: ¡Alto al genocidio del pueblo palestino por el colonialismo racista de Israel!

Benjamin Netanyahu tiene cómplices privilegiados para llevar a cabo el genocidio contra los palestinos. No solo el imperialismo ha apoyado la ocupación del territorio palestino históricamente. En estos meses, los sionistas han sido financiados y apoyados políticamente por la administración demócrata de Joe Biden en EE. UU., unificando al establishment bipartidista demócrata y republicano en el apoyo al sionismo. En Europa, los gobiernos imperialistas de Olaf Scholz en Alemania, Emmanuel Macron en Francia, Rishi Sunak en Inglaterra o Pedro Sánchez en España justifican la ofensiva de Israel. Detrás de los cínicos llamamientos al alto el fuego, estas potencias no sólo persiguen a los jóvenes estudiantes y trabajadores que se manifiestan en las calles en defensa del pueblo palestino, sino que siguen vendiendo las armas utilizadas por el gobierno de Netanyahu en la masacre. Según la propia ONU, EE. UU. y Alemania son los principales proveedores de armas a Israel, seguidos de Francia, Inglaterra, Canadá y Australia. Estamos ante la fusión de la violencia colonial y genocida de Israel con armamento pesado de última generación.

Esta ayuda armada de las potencias imperialistas ha llevado a Oriente Próximo al borde de una guerra regional. Prácticamente todos los aliados de Irán en el llamado “Eje de la Resistencia” ya han participado en acciones militares a diferentes escalas: Hezbolá en Líbano y las milicias vinculadas al régimen iraní en Siria, Irak y Jordania. Los houthies han estado interceptando y atacando con drones buques comerciales que tienen vinculación con Israel o sus aliados en el Mar Rojo, ante lo que EE. UU. y Gran Bretaña han bombardeado Yemen. La brutal guerra del Estado de Israel contra el pueblo palestino podría conducir en última instancia a una guerra entre EE. UU. e Irán. Tras la devastación causada en Irak y Afganistán por la ocupación militar estadounidense, Oriente Próximo vuelve a estar asediado por las potencias imperialistas.

Aunque no compartimos ni los métodos ni la estrategia de Hamás, sus acciones han vuelto a poner en el centro de la atención mundial la lucha histórica del pueblo palestino contra la opresión del Estado de Israel. Durante siete décadas, los sionistas han estado construyendo –con la ayuda del imperialismo occidental y del estalinismo tras la Segunda Guerra Mundial– un régimen de apartheid social extremadamente racista. El colonialismo de colonos es un tipo de dominación que depende de la ocupación continua del territorio oprimido, la sobreexplotación de la mano de obra nativa y la deshumanización de la población sometida a un estado de terror permanente. No por otro motivo la política de “los dos Estados” se mostró fallida, ya que la existencia de un Estado palestino independiente es inviable en los marcos de la arquitectura de dominación imperialista en Medio Oriente.

Sin embargo, la brutalidad del genocidio ha desatado un enorme movimiento antibelicista en los países imperialistas, como no se veía desde las movilizaciones contra la guerra de Irak o contra guerra de Vietnam en los años 1970. Manifestaciones masivas en las principales capitales de Occidente, como Nueva York, Washington, Londres, París, Madrid y Berlín, en las que participaron cientos de miles de personas. En muchas universidades como Harvard, Oxford y otras se han realizado acciones de apoyo, cuestionando los pactos de las autoridades académicas con empresas que financian al Estado de Israel. Y algunos sindicatos combativos o plataformas de trabajadores en apoyo a Palestina varios países han realizado acciones de “bloqueo” frente a empresas que venden armas a Israel. Acciones que, si bien aún son puntuales, muestran la potencialidad que tiene la clase obrera si los sindicatos tomaran esta lucha de forma decidida para frenar el genocidio.

En varios países se han movilizado también importantes sectores de la población de origen judío, que rechazan la política sionista. En Oriente Medio, millones de personas desafiaron a los gobiernos regionales cómplices y salieron a las calles en Iraq, Siria, Yemen, Egipto, Arabia Saudí y Líbano para repudiar el genocidio y defender al pueblo palestino. Este es un enorme punto de apoyo para una política antiimperialista y anticolonialista en la actual etapa de agotamiento del ciclo neoliberal, que puede impulsar una nueva conciencia de clase que se oponga a la barbarie capitalista y luche por reorganizar la sociedad sobre nuevas bases.

Las organizaciones que conformamos la FT-CI somos parte e impulsoras de estas movilizaciones en todos nuestros países y a nivel internacional. Como decimos en nuestra declaración de la Fracción Trotskista, es necesario impulsar una gran campaña internacional de solidaridad con el pueblo palestino, organizar la lucha entre los pueblos oprimidos del mundo para terminar con este genocidio y enfrentar al imperialismo, y promover que la clase trabajadora intervenga con sus propios métodos de lucha, mediante huelgas y bloqueos, contra el envío de armas y las empresas imperialistas que apoyan al sionista Estado de Israel. En especial consideramos clave multiplicar los esfuerzos en los países imperialistas que han sido claves para sostener el genocidio en Palestina. La juventud que está tomando las calles y organizándose en escuelas, universidades y lugares de trabajo, no solo es clave para la lucha contra el genocidio y por la liberación de Palestina, sino también para continuar desarrollando un movimiento antiimperialista que le ponga freno al rearme de las potencias y a las tendencias crecientes a conflictos militares. Frente al fracaso de la política de “dos Estados” y ante la nueva ofensiva de la ultraderecha es necesaria una lucha masiva de todo el pueblo palestino, junto con la clase trabajadora árabe y judía en Israel que rompa con el sionismo. Y es clave la alianza con los trabajadores, jóvenes y mujeres que en el Medio Oriente están saliendo a la lucha, como la juventud iraní, contra el Estado gendarme de Israel y el imperialismo. Para terminar con el régimen de apartheid, es necesario desmontar el Estado sionista de Israel. Contra el colonialismo sionista y el imperialismo, nos ubicamos de forma incondicional con la resistencia del pueblo palestino, desde un programa de independencia política respecto de todos los sectores burgueses en la región.

Defendemos el derecho a la autodeterminación nacional del pueblo palestino y luchamos por una Palestina obrera y socialista, en el marco de una federación socialista en el Medio Oriente. Solo un Estado que se proponga terminar con toda opresión, explotación y reacción imperialista podrá garantizar la recuperación territorial de la Palestina histórica, el derecho al retorno de los refugiados palestinos y una convivencia democrática y pacífica entre árabes y judíos. Los nacionalismos burgueses árabes de ayer y de hoy han mostrado su incapacidad para llevar adelante estas tareas. Las burguesías y monarquías árabes, que explotan y oprimen a los pueblos, no son aliadas para la liberación del pueblo palestino. Estas son tareas que deberán ser emprendidas por la clase trabajadora y los pueblos de toda la región. La unidad de las masas palestinas y las masas árabes cuyos gobiernos han normalizado relaciones con el Estado sionista o los que se aprestaban a hacerlo, es clave en este camino.

¡Alto al genocidio del pueblo palestino! ¡Abajo la intervención militar israelí y la ayuda financiera y militar del imperialismo estadounidense y europeo! Ruptura de todos los acuerdos políticos y militares con Israel. Por una gran campaña internacional en defensa del pueblo palestino y su derecho de autodeterminación. ¡Por una Palestina obrera y socialista!

2. Contra el militarismo imperialista y la militarización de las fronteras

En los últimos años, fuertes tambores de guerra resuenan en el mundo, en el marco de la descomposición del “orden (neo)liberal” dirigido por EE. UU., que ha regido la geopolítica de la posguerra fría. El brutal genocidio en Palestina se suma a la guerra en Ucrania, que ya lleva más de dos años. Las tendencias hacia mayores choques militares emergen también en conflictos regionales que adquieren dimensiones globales: los ataques de las milicias hutíes a barcos que surcan el Mar Rojo fueron respondidos por bombardeos de EE. UU. y Reino Unido en Yemen. Y mientras que no puede descartarse un salto hacia una guerra abierta en Medio Oriente, un tercer frente amenaza con abrirse en Asia, donde el conflicto entre China y Taiwán se encamina hacia una colisión mayor.

La guerra de Ucrania ha dejado hasta el momento cientos de miles de muertos, heridos y millones de desplazados y refugiados. Se trata de la primera guerra de gran envergadura en territorio europeo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La reaccionaria invasión de Rusia a Ucrania constituyó el mayor desafío al orden mundial de los últimos 30 años y a la crisis de hegemonía norteamericana. Las potencias de la OTAN intervienen en la guerra mediante su apoyo financiero y militar a Zelensky. Según fuentes del Ukraine Support Tracker, hasta el momento EE. UU. ha aportado más de 37.000 millones de dólares en ayudas directas y la UE se ha comprometido a ayudas por más de 144.000 millones de euros. Desde el punto de vista militar, la guerra está estancada hace meses y se ha transformado en un “agujero negro” para las ayudas occidentales. En este marco, el trumpismo ha bloqueado en el Congreso de EE. UU. el nuevo paquete de ayudas a Ucrania. Una posible presidencia de Trump implicaría dejar a la UE a cargo del sostén del ejército ucraniano y la financiación de la posguerra.

Desde los grupos que integramos la Fracción Trotskista hemos sostenido una posición de independencia de clase ante esta guerra reaccionaria, en la cual tanto Putin como Zelensky, subordinado al OTAN, buscan someter Ucrania en función de sus intereses geoestratégicos. Planteamos la necesidad de un movimiento internacional contra la guerra, por la retirada inmediata de las tropas rusas de Ucrania y contra el intervencionismo militar de la OTAN en Europa del este y el rearme imperialista. Con esta posición independiente para enfrentar la ocupación rusa y la dominación imperialista hemos participado en las movilizaciones y acciones contra la guerra, especialmente en Europa y EE. UU.. También hemos propuesto la formación de bloques y plataformas unitarias para pelear por esta perspectiva, apelando a la unidad internacional de la clase trabajadora.

En los últimos meses, jefes de Estado y ministros de las potencias imperialistas agitan cada vez más el fantasma de la guerra (incluso del peligro de la guerra nuclear). Llaman a las poblaciones a hacer “sacrificios” hoy, para prepararse para las guerras de mañana. En el nuevo escenario global, las potencias mundiales incrementan su gasto de defensa y preparan una nueva industria de guerra. En 2022, el gasto militar global ha llegado a una cifra récord de 2,2 billones de dólares, a partir del incremento de los presupuestos de los países de la OTAN. Una cifra que ha continuado creciendo desde entonces. Las empresas de armamento y equipo militar con mayores ventas en el mundo son las estadounidenses Lockheed Martin, Raytheon Technologies, Boeing y Northrop Grumman. Le siguen en el ranking empresas chinas, británicas, francesas y alemanas. Mientras las tensiones geopolíticas se conjugan con el riesgo de recesión económica en varios países, uno de los antídotos del capitalismo es desarrollar una economía de guerra que permita la expansión del gasto público y cierto incremento de la demanda en los países productores de armas. Se preparan para mayores choques geopolíticos y militares. Se alistan también para una disputa más abierta por los recursos y zonas de influencia, a costa de los pueblos oprimidos, que transformará al mundo en escenario de nuevas guerras y saqueos.

La otra cara de esta ofensiva militarista son los discursos nacionalistas reaccionarios, la militarización de las fronteras y el endurecimiento de las políticas represivas contra los migrantes. Miles de personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares producto del saqueo de las propias guerras y ocupaciones imperialistas de sus países. Es decir, el mismo imperialismo que provoca los desplazamientos luego, internamente, ataca a los migrantes que huyen del desastre. Mientras la extrema derecha crece en varios países –como el fortalecimiento de Trump hacia las elecciones presidenciales en EE. UU., o Alternativa para Alemania (AfD)–, los partidos del “extremo centro” están adoptando gran parte de su agenda racista. Leyes antimigratorias, deportaciones “exprés” y construcción de nuevos centros de internamiento para extranjeros sin papeles. En este caldo de cultivo, crecen los discursos racistas contra las poblaciones migrantes, que son una gran parte de la clase trabajadora más precaria. A los migrantes se los acusa de usufructuar fondos públicos (para justificar así la falta de fondos en educación o sanidad), se los señala como responsables de violencia contra las mujeres o del tráfico de drogas en los barrios, etc. Estas políticas reaccionarias se sostienen también gracias al papel de las burocracias sindicales, que defienden posiciones corporativas, negándose a luchar por un programa que unifique a la clase obrera, para superar las divisiones entre fijos y contratados, las divisiones de género y el racismo.

Pero en algunos países, esta ofensiva reaccionaria contra las personas migrantes está encontrando respuesta. Francia fue escenario de una imponente manifestación de más de 150 mil personas en enero de 2024 contra la Ley de Inmigración. En Alemania, en el mismo mes, se desarrollaron importantes movilizaciones contra la AfD y las políticas antimigratorias. En muchos países hay sectores de vanguardia que en movilizaciones defienden la idea de que “nativa o extranjera, es la misma clase obrera”.

Contra el militarismo y el nacionalismo reaccionario de las potencias imperialistas es urgente luchar por la unión de los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo, junto a los pueblos oprimidos, contra el imperialismo. En los países imperialistas, retomamos las banderas de los internacionalistas como Rosa Luxemburgo, Lenin y Trotsky que sostenían: “¡No a la guerra, el enemigo está en casa!”. Buscamos desarrollar, en unidad con los trabajadores y pueblos de los países coloniales y semicoloniales, un verdadero internacionalismo proletario.

Al mismo tiempo, advertimos contra el engaño de quienes proponen falsas alternativas para alcanzar un supuesto multilateralismo en el orden mundial. Hay quienes depositan ilusiones en el papel “regulador” de instituciones internacionales como la ONU, que una vez más ha mostrado su estrepitoso fracaso para impedir el genocidio en Palestina. Mientras otros se subordinan a las aspiraciones imperiales de potencias reaccionarias como Rusia o China. También son utopías pacifistas reaccionarias las propuestas de los reformistas europeos como La France Insoumise o Podemos, que defienden una “Europa democrática y de los pueblos" contra las tendencias belicistas. Europa cuenta en su historia con la mayor cantidad de genocidios y masacres contra los pueblos coloniales del mundo, además de dos guerras mundiales. El militarismo y las guerras son hijos directos del capitalismo y el imperialismo, en Europa y en todo el mundo.

La tercera arista la constituye el desarrollo en América Latina de una espiral de violencia y pobreza como consecuencia de la aplicación de los planes neoliberales y las odiosas deudas externas. Integrantes de cuerpos policiales y militares entrenados en la Escuela de las Américas –donde se formaron quienes dieron golpes de Estado orquestados desde Washington– se contaron luego entre fundadores de “cárteles” del narcotráfico. La respuesta del imperialismo fue imponer a través de los gobiernos locales políticas de seguridad interior que implican financiamiento y entrenamiento de las corporaciones militares, la venta y tráfico de armas y la participación de las fuerzas armadas en tareas de “seguridad pública”.

Así se llegó a la militarización, que junto con la violencia estatal, paraestatal y narco, son mecanismos de control social y allanan el camino para un nuevo periodo de saqueo de los bienes naturales en la región, con desplazamientos forzados de comunidades, desapariciones, ejecuciones y femicidios. Esto es lo que se dio con el Plan Colombia y con la Iniciativa Mérida –para México y Centroamérica, hoy reconvertida en Entendimiento Bicentenario– a nivel bilateral entre México y EE. UU.. Es el caso de El Salvador, con el derechista Nayib Bukele, que decretó el estado de excepción, inauguró las megacárceles y avanza con la criminalización de la pobreza, un modelo que copian Daniel Noboa, presidente de Ecuador, y Xiomara Castro, mandataria de Honduras, y que el ultraderechista argentino Milei pretende imponer también dando “carta libre a la policía” en los barrios populares o enviando militares a zonas donde actúan fuertes redes de narcotráfico. No son solo los gobiernos de derecha. En Chile, el gobierno de Gabriel Boric también propone el uso de militares para la seguridad pública reviviendo propuestas como la “ley de infraestructura crítica” que fue usada por sectores conservadores contra la clase trabajadora, buscando el fortalecimiento del aparato represivo para prevenir nuevas rebeliones populares en el continente. En Venezuela, el régimen que expresa la decadencia y degeneración del falso “socialismo” del chavismo, aprovechó los diferentes intentos reaccionarios aupados por el imperialismo, para militarizar al extremo la gestión y lógicas de la “seguridad ciudadana”, llegando a ser la intervención armada del Estado la responsable de un tercio de los homicidios en el país. Haití vive una situación de caos social, con el avance de las bandas criminales fomentadas desde los gobiernos títeres de ese país y EE. UU., y ahora enfrentará una nueva intervención militar-policial, de corte securitario. A su vez, un sector del partido republicano pugna por designar al narcotráfico como terrorismo, para allanar el camino a la injerencia militar directa.

Ante esta situación, una salida a favor de las clases trabajadoras y los sectores populares pasa por la ruptura de la subordinación de América Latina a los designios del imperialismo estadounidense y los organismos internacionales. Es necesario poner un alto a la militarización y que los presupuestos asignados a las fuerzas represivas se destinen a salud y educación. Solo la clase trabajadora y los sectores populares pueden garantizar la seguridad de comunidades y ciudades, porque no tienen intereses en común con el crimen organizado ni con los ejércitos ni las policías.

Hay que enfrentar toda la reaccionaria campaña de las potencias para hacernos aceptar su carrera armamentista y militarista. Las nuevas generaciones no tienen por qué ser sacrificadas en el altar de las catástrofes militares capitalistas en función de sus ganancias; sin embargo, puede ser ese el futuro, si no nos ponemos en pie con toda la fuerza posible. En todo el mundo, los choques y antagonismos internacionales entre los Estados capitalistas son el complemento de los antagonismos de clase, así como la militarización y la criminalización de la pobreza, los sectores populares y las migraciones, y solo podrán ser superados desde un punto de vista internacionalista y socialista.

¡No a la guerra y al militarismo imperialista! Ni un euro, ni un dólar más para financiar el envío de armas. ¡Ni Putin, ni OTAN! Por una posición independiente en la guerra de Ucrania.
¡Basta de militarización de las fronteras! Regularización inmediata de todas las personas migrantes. Por la unidad internacional de la clase trabajadora de todos los países, contra el imperialismo.

3. Por la anulación de las deudas externas de los países oprimidos. Basta de saqueo imperialista

La deuda global viene batiendo récords históricos. Desde la crisis financiera de 2007-2008 no ha dejado de aumentar, siendo los denominados “países emergentes” los que han tenido el mayor crecimiento. La deuda de estos pasó del 10% del total antes de la crisis al 25 % en 2019. Un nuevo salto se produjo durante la pandemia. En 2021, la deuda mundial, según informa el FMI, alcanzó la cifra de 303 billones de dólares. Para tomar dimensión histórica, diferentes estudios calculan que en el período que va desde el año 2000 solo las transferencias financieras netas de los mal llamados “países emergentes y en desarrollo” a los países imperialistas representaron al año en promedio más de 8 % del PBI de los países afectados.

La historia de la deuda soberana es la de la expoliación en beneficio de los centros financieros. Todas las naciones emiten deuda para solventar el desenvolvimiento del Estado y las crisis de deuda ocurren en todas partes. Pero lo que caracteriza a las economías dependientes es que una porción significativa de la deuda pública (históricamente la abrumadora mayoría) es deuda externa (es decir con acreedores extranjeros) y en moneda de reserva internacional (dólar, euro, yen). Esto las diferencia de economías ricas con importante deuda externa que acumula pasivos en su propia moneda. El caso paradigmático es EE. UU., potencia por excelencia que utiliza este mecanismo de endeudamiento para capturar la riqueza a nivel mundial gracias al dominio del dólar.

En los países dependientes el flujo es el contrario. Por su débil estructura económica y el peso en ella del capital extranjero. Esto vuelve al capital dinerario que circula internacionalmente en una fuente de financiamiento privilegiada. La deuda externa no solo financia al tesoro sino que juega el papel de compensar los déficits en divisas ocasionados por un comercio exterior deficitario o por la sangría de las remesas al exterior de empresas extranjeras o de sectores de las burguesías locales. Esto crea un nuevo drenaje, vinculado a los servicios de deuda, y por eso estos intentos se vuelven a la larga insostenibles. La deuda que permite ganancias extraordinarias al capital financiero se traduce para el pueblo trabajador de los países oprimidos en ataques a sus condiciones de vida: brutales planes de ajuste, empobrecimiento, recortes de presupuestos en servicios públicos, privatizaciones, etc. Es la historia de gran parte de los países oprimidos de América Latina, África y Asia.

Los títulos de deuda pública externa son una vía por la cual los grandes centros financieros obtienen una afluencia de riqueza desde los países oprimidos hacia los países imperialistas. Para las economías imperialistas, esta deuda genera, junto con las rentas que obtienen las corporaciones transnacionales, importantes flujos de riqueza. Los ciclos de endeudamiento externo en las economías dependientes surgen por decisión de los gobiernos tanto como por necesidad del capital global para volcar su liquidez y garantizarse buenos negocios cobrando tasas altas. Las masivas emisiones monetarias para enfrentar la crisis de 2008 significaron un flujo enorme de dólares a las economías dependientes. La emisión de deuda, así como la reestructuración después de cada crisis, abre una oportunidad de grandes negocios para el capital financiero internacional en asociación con intermediarios locales.

Son deudas que se adaptan a la amplia jurisprudencia que utiliza el concepto de “deuda odiosa”. Es decir, son tomadas por gobiernos o regímenes en contra de la voluntad popular y donde esta situación contraria a la soberanía popular es conocida previamente por los acreedores. Estas deudas pisotean a placer la “soberanía popular” de estos pueblos: mientras votan gobernantes cada tantos años, las verdaderas decisiones se toman en los países imperialistas, en las oficinas de los organismos y gobiernos acreedores, con las burguesías locales como socias, condicionando e imponiendo las decisiones económicas que afectan la vida de millones. Dando pie a regímenes políticos nominalmente “soberanos”, pero en realidad sometidos a la tutela del capital financiero internacional.

Para las potencias imperialistas, la deuda externa y las crisis son vehículos para impulsar agresivamente la agenda del capital trasnacional. Los acreedores presentan un frente unificado. El FMI actúa como especie de acreedor colectivo. En esto no hay grietas entre EE. UU. y China, que lejos de la fábula de la “potencia más benigna”, subordina cualquier acuerdo financiero al cumplimiento de los parámetros del FMI. Los préstamos de “salvataje” actúan para imponer la disciplina del capital. Sus planes de “ajuste estructural” pugnan por la apertura de la economía, la liberalización financiera y de los movimientos de capitales, privatizaciones, la flexibilización de la fuerza de trabajo y habilitación para el saqueo a gran escala de los bienes comunes naturales.

Bajo este paraguas las multinacionales imperialistas han avanzado en apropiarse de las empresas de servicios públicos, de transporte, de energía, así como de los bienes comunes naturales e, incluso, de bienes extraterritoriales de los países deudores. Ejemplos sobran. La multinacional Telefónica del Estado Español, con su holding Telefónica Latinoamérica ha acaparado buena parte de los servicios de telecomunicaciones en la región. En el caso de China, sus préstamos están vinculados a acuerdos políticos de facilitación de la entrada de sus empresas para explorar recursos naturales en Latinoamérica y África. Se trata de uno de los grandes mecanismos de saqueo de los países oprimidos. En África, organismos internacionales como el FMI poseen alrededor del 35% de la deuda, China el 20 % y entidades privadas, incluidos bancos, empresas de comercio de materias primas y fondos de inversión otro tercio. Durante la pandemia de Covid, el FMI abrió nuevos programas de deuda para países africanos: programas que incluyen medidas de austeridad, impuestos a los alimentos y al combustible y recortes al gasto público. Actualmente, el 60 % de los países africanos gastan más en el pago de la deuda que en sanidad. 14 países africanos, excolonias francesas, aún utilizan el franco CFA como divisa, lo que Francia aprovecha para expoliar sus recursos. Las multinacionales instaladas en África, Asia y América Latina aprovechan también una mano de obra más barata y las ventajas del “dumping ambiental” al producir en países con menos regulación ambiental o para actividades extractivistas.

A este mecanismo consuetudinario de saqueo están plenamente adaptadas, y son partícipes, las clases dominantes y sus regímenes políticos en los países deudores. A menudo, estas deudas funcionan también para subsidiar ganancias del capital local y apalancar ciclos de fuga de capitales, significando enormes transferencias de recursos públicos a las burguesías criollas, que se llevan al exterior –a los países imperialistas, de nuevo– porciones considerables del potencial “ahorro nacional”. Son deudas contra los pueblos en las que se dan la mano las burguesías de los países imperialistas y las de los países deudores, aunque estas últimas sean una suerte de rehenes voluntarios de las mismas.

Hoy Argentina se ha transformado en un laboratorio de la aplicación de los planes del FMI, que solo benefician al capital financiero, las multinacionales y los capitalistas más ricos del país. La pobreza llega casi al 60 %. El salario perdió el 25 % de poder de compra en solo tres meses. Las tarifas ya aumentaron y serán impagables, mientras sigue la degradación de los servicios públicos como sanidad y educación. Milei quiere profundizar el ajuste con despidos, privatizaciones y reformas laborales, un plan de guerra contra el pueblo trabajador. Para seguir pagando la deuda con el hambre del pueblo. Pero, desde que asumió, empezó a organizarse la resistencia. Surgieron asambleas barriales donde se organizan de forma democrática sectores de trabajadores y estudiantes. La burocracia sindical se vio obligada a llamar a un paro nacional el 24 de enero. El protocolo represivo ha sido desafiado varias veces en las calles, y ya tuvo una primera derrota con la caída de su Ley Ómnibus –que durante tres días fue repudiada por combativas manifestaciones–. Importantes movilizaciones de mujeres el 8M en todo el país, dejaron claro que no van a retroceder en los derechos conquistados. Diferentes sectores de trabajadores enfrentan los intentos de cierres o despidos. Tendencias a la lucha y la organización desde abajo, que chocan con la pasividad y las divisiones que imponen las burocracias sindicales y el peronismo. Desde la Fracción Trotskista impulsamos en todos los países donde estamos acciones de solidaridad con el pueblo argentino, participando de plataformas unitarias con argentinos residentes en el exterior y con sectores de la izquierda política y sindical. Apoyamos la lucha de nuestros compañeros del PTS por desarrollar la movilización independiente de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud, contra Milei y el poder económico saqueador. Defendemos el más amplio frente único de las masas trabajadoras y oprimidas para derrotar a Milei y sus ajustes.

Hay que cortar de cuajo con las correas de transmisión de la disciplina de la deuda y terminar con el saqueo imperialista apoyado por todos los gobiernos capitalistas. Apostamos a desarrollar la más amplia movilización por:
¡Anulación de las deudas públicas externas de los países oprimidos con los Estados imperialistas y el capital financiero internacional! ¡Desconocimiento soberano de las mismas en los países dependientes!
¡Abajo el FMI y todas las instituciones financieras globales al servicio del capital financiero internacional! ¡Expropiación sin pago y bajo control de los trabajadores de las empresas imperialistas que saquean los recursos económicos y naturales en los países oprimidos!

Por el internacionalismo socialista

Desde la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional consideramos que es urgente poner todas las fuerzas para el impulso y el desarrollo de un gran movimiento internacionalista y antiimperialista, que consideramos que hoy se concentra en estas campañas que proponemos.

Para esto, es clave pelear en los lugares de trabajo y estudio, en los sindicatos y movimientos sociales, contra la influencia pasivizadora y divisionista de las distintas burocracias que colaboran con los gobiernos capitalistas. En todos los países donde actuamos, en la medida de nuestras fuerzas, nos proponemos impulsar las tendencias a la autoorganización y coordinación de las luchas desde las bases.

Como señalamos al comienzo, a través de esta declaración, queremos extender la propuesta de llevar adelante estas campañas internacionalistas a todas las organizaciones, militantes e individuos que compartan estos puntos. Buscamos desarrollar bloques y coaliciones en diferentes países que puedan expresar un punto de vista de independencia de clase y socialista.

Esta pelea la damos como parte de la lucha por construir partidos revolucionarios de vanguardia y un partido mundial de la revolución socialista, que para nosotros implica la refundación de la IV internacional sobre bases revolucionarias. Este es el gran desafío que tenemos por delante, ante un capitalismo imperialista que busca hundirnos cada vez más en la barbarie.

 
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