Se cumplen 119 años del momento en que un grupo de jóvenes estudiantes deciden el nombre de su club representativo del popular barrio de La Boca: Boca Juniors.
El xeneize cumple 119 años: te contamos cómo nació en aquel 1905 y la búsqueda de los colores que le terminaron de dar identidad al pueblo boquense y al club más poderoso de Argentina.
Un 3 de abril de hace 119 años aparecía por primera vez la idea de Boca Juniors en un a casa con techo de chapas (“cedidas” sin autorización de las inmediaciones de la estación de trenes Solá). Un grupo de alrededor de 30 pibes que en su mayoría estudiaban en el colegio de Bartolomé Mitre al 1300, empujados por los entusiastas hermanos Farenga (Juan Antonio y Teodoro) junto a Santiago Sana, Esteban Baglietto y Alfredo Scarpatti, el quinteto que venía craneando la idea de fundar un club representativo de esa juventud del populoso barrio de La Boca. Las clases de lo que hoy conocemos como “Educación Física” eran dictadas por un escocés, Paddy McCarthy, según relata el periodista Alejandro Fabbri en su libro El Nacimiento de una Pasión. Historia de los Clubes de Fútbol: era lógico que en el entorno del puerto al que arribaban marineros de diversas nacionalidades haciendo tiempo mientras pateaban una pelota improvisada con cartones o trapos (en el contexto de un principio de siglo XX hegemonizado por el imperio Británico), alumnos de un colegio que conocieron las primeras reglas del “football” quisieran fundar su propio club. Lo que ni hubieran imaginado ni siquiera en sus sueños más afiebrados es que ese Boca Juniors sería 100 años después el club más poderoso del prestigioso fútbol argentino.
Ya desde el 1° de abril convocaron a una primera reunión fundacional en la plaza Solís, a pasos del Riachuelo, en la manzana de lo que hoy son las calles Suárez, Caboto, Olavarría y Ministro Brin: no se ponían de acuerdo con el nombre y aunque predominaba el de Defensores de La Boca, no convencía. La Boca era un barrio poblado por cantidades de inmigrantes orgullosos de sus orígenes, mayormente italianos y genoveses para más detalle ¿De qué había que “defenderlos” si hasta consideraban que podían establecer su propia República de La Boca, inspirada en la experiencia de la República de San Marino? Los debates continuaron al día siguiente, en la casa de Baglietto (que pasaría a la historia como el primer presidente del flamante club de Boca), pero se vieron forzados a mudarse de nuevo a la plaza: la madre de Esteban los sacó “carpiendo” por el “bullicio”. Como en cada uno de los núcleos juveniles de los que nacieron clubes de fútbol en aquellos años, las primeras discusiones giraban en torno al nombre y en cómo conseguir la plata para comprar un sello de goma que dejara constancia del nacimiento y -lo más importante- para obtener la preciada pelota de cuero. El ocaso agarró a los purretes todavía departiendo y tuvieron que pasar a un cuarto intermedio.
Para el 3 de abril, el papá de los Farenga les dio permiso para juntarse en su casa. Pero muy posiblemente hayan finalizado la jornada en la Plaza Solís que los cobijó sin objeciones. Lo que sí es seguro es que aquel día apareció el nombre: parece que fue Santiago Sana el que propuso que tenían que ser Boca Juniors, los jóvenes de La Boca. Tenía el toque inglés necesario para ser aceptado en alguna liga o campeonato sin inconvenientes. Todos estuvieron de acuerdo. Algunas semanas después, para el 21 de abril de ese 1905, consumarían su debut en una cancha. Fue un comienzo prometedor, como preanunciando la gloria futura: goleada por 4 a 0 a la Asociación de Foot Ball Mariano Moreno.
En este período, el fútbol no solamente era totalmente amateur, sino que todavía no era el deporte que acaparaba la mayor atención popular, aunque crecía rápidamente. Es por eso que no existen muchos registros que dieran cuenta de los hechos tal cual fueron: todo está mezclado con recuerdos y relatos orales que a duras penas se pueden contrastar con alguna crónica en algún periódico de la época. Por eso hay versiones diversas respecto a los colores, pero todo parece indicar que en aquel partido inicial Boca Juniors vistió una llamativa camisa rosa, que más adelante consiguieron unas de un color celeste bastante brilloso, hasta que la hermana de alguno de los futbolistas/dirigentes confeccionó unas blancas a rayas azules, como vestían muchos clubes de la época. Eso fue lo que motivó un primer gran desafío: la leyenda distorsionada presume que Boca tuvo que definir con River quién se quedaba con los colores, pero es una deformación que se adelanta al gran superclásico que aún no se producía. Los colores los ganó un tal club Boedo, por lo que Boca Juniors tuvo que buscar otros: en algún momento de 1907, en el puente 2 del Riachuelo puerto de Buenos Aires se sentaron algunos jugadores/fundadores a pensar esta cuestión cuando un buque sueco pasó con su bandera azul y oro flameando en cielo celeste. Parece que al grito de “¡Eureka!” -como Arquímedes- tomaron la decisión por unanimidad: según algunos historiadores hay registros de barcos suecos ingresando al puerto de Buenos Aires en los primeros meses de 1907, con lo que podemos suponer que desde esos días Boca, el barrio de La Boca y los colores azul y oro quedaron fusionados en un todo.
Claro, en aquel tiempo todo era a mano, con lo que el primer partido en el que Boca Juniors usó camiseta azul tuvo una franja amarilla dispar: en la mayoría de los casos atravesada en diagonal (como River con su banda roja), en otros cruzando a la altura del pecho en forma horizontal. Hubo que unificar criterios y se impuso la forma que conocemos en nuestros días: la camiseta que triunfo tras otro, con estilo aguerrido combinado con la aparición de algunas estrellas fulgurantes, se fue imponiendo como una de las más importantes del fútbol mundial.
Ya configurado y pese a la búsqueda de terreno en donde afincar una cancha (que los llevó a un breve período de estadía en Wilde hasta volver rápidamente al barrio que está en su ADN), Boca Juniors fue haciéndose grande de las manos de su arquero de la década de 1910 Américo Tesoriere, de la contundencia de sus equipos de la mano del explosivo Roberto Cherro que en los años ´20 (campeón en torneos de 1919, 1920, 1923 y 1924) que lo llevaron a ser considerado para la primera gira de un club argentino en 1925 donde ganó 15 partidos sobre un total de 19 que disputó (con victorias ante el Real Madrid, el Atlético o el Celta de Vigo, entre otros); y de consagrarse como el primer campeón de la era profesional -ya con un único campeonato unificado de Primera División- en 1931 con el eterno goleador Pancho Varallo.
Luego vendrían los Atómico Boyé, Ángel Clemente Rojas, Rattín, el Loco Gatti, Silvio Marzolini, Mouzo, las primeras Copas Libertadores con el Toto Lorenzo como DT, los años de crisis y vacas flacas en la primera parte de los años ´80 luego del campeonato con el Diego y Brindisi, el resurgimiento en 1992 con el Maestro Tabarez y el Manteca Martínez, la costumbre de ganar cuanta copa se les pusiera adelante con Bianchi en el banco y Riquelme, el optimista del gol Martín Palermo y el mellizo Guillermo. Hasta llegar a lo más reciente con Carlitos Tevez y los campeonatos locales -uno tras otro- que motorizan la obsesión de volver a acariciar de nuevo y por séptima vez la Copa Libertadores (esa que estuvo tan cerca en la final del año pasado ante Fluminense. Pero esa es otra historia. Y grande. Demasiado grande como para abarcarla en una sola nota.