Pablo Solana
| Editor de la Revista Lanzas y Letras y Editorial La Fogata (Colombia)
Reproducimos la entrevista que realizara Pablo Solana para Contrahegemonía web a Andrea D’Atri, de La Izquierda Diario, quien comparte con el periodista la participación en la asamblea vecinal del barrio de La Boca, en la Ciudad de Buenos Aires.
Participa de la Asamblea de Vecin@s Autoconvocad@s de La Boca, barrio porteño en el que vive. Pero además integra la Dirección Nacional de la principal fuerza del Frente de Izquierda, el trotskista Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Su mirada sobre el proceso de luchas que se viene desarrollando desde que la ultraderecha asumió la presidencia del país.
En la última asamblea barrial alguien mencionó que ella era buena dibujante, entonces se aprobó encargarle un logo para la bandera que identifique a quienes nos reunimos semanalmente en la plazoleta de los Bomberos Voluntarios, a pocos metros de Caminito. Much@s vecin@s la conocen más ahora que participa en la Asamblea, aunque hace algunos meses fue candidata a la legislatura porteña. Cuando toma la palabra se presenta como integrante de la agrupación feminista Pan y Rosas y del “partido de Myriam Bregman”, como les gusta decir a los miembros del PTS.
Además de su activismo barrial y feminista y de su gusto por el dibujo, Andrea tiene una larga trayectoria política. Fue militante estudiantil en los ´90 y constructora de su partido durante más de 30 años. En diciembre próximo asumirá la banca que la izquierda ganó en la legislatura de Buenos Aires, un espacio institucional que el FIT rota entre los distintos integrantes del ese frente político. Además, integra la Dirección Nacional del PTS, una particularidad que no le impide mantener un perfil más bajo que el de otros dirigentes públicos. Ese rasgo personal empalma bien con el respeto hacia el espacio en el que participa, facilita la confianza y evita el reparo que suele haber a los “políticos” en instancias de base como las asambleas barriales.
Las líneas que siguen tienen por objeto dar a conocer su mirada sobre el proceso de resistencia que se viene desarrollando contra el gobierno de Milei y sobre las asambleas que se expandieron por algunos barrios de Buenos Aires, que su partido decidió acompañar e impulsar. A la vez, es justo dar cuenta del punto de vista de quien la entrevista: otro vecino de La Boca, también asambleísta, pero distante del trotskismo que identifica a Andrea, más cercano a la tradición de cierta izquierda “nacional y popular”. Esta aclaración se vuelve necesaria porque el diálogo que sigue no esquiva el contrapunto que surca diversos espacios de lucha en los que el trotskismo y otros sectores políticos del campo popular no terminan de hablar un mismo idioma. Sin embargo, cuando ese diálogo logra establecerse, las diferencias políticas e ideológicas no solo pasan a un segundo plano ante las urgencias de la lucha sino que, incluso, suelen enriquecer el debate y posibilitar la imprescindible unidad.
Entre los primeros cacerolazos de finales de 2023 y la movilización del 24 de marzo de este año, las asambleas barriales tuvieron un rol notorio, al menos en la Ciudad de Buenos Aires y alrededores. ¿Qué balance hacés de este primer momento de activismo vecinal?
A.D.: Hay una tradición en Argentina de asambleas que es evidente, que se recuperó el 20 de diciembre último. Ese día, por la tarde los movimientos sociales y la izquierda intentamos romper con la imposición del protocolo represivo de [la ministra de Seguridad Patricia] Bullrich, y se mostró que se podía; después, por la noche, hubo una respuesta espontánea que consideramos muy positiva. A diez días de la asunción del gobierno hubo una movilización y a la noche cacerolazos que convergieron en el Congreso en una concentración bastante importante. Desde allí, sin parar, hubo tres movilizaciones masivas: la del Paro General de enero, la del 8 de marzo y la del 24 de marzo, y un sinnúmero de paros parciales, incluso algunos paros nacionales por rama, de docentes, de ferroviarios, de metalúrgicos, además de las movilizaciones de los movimientos sociales por la emergencia alimentaria. A todo eso se sumaron las asambleas barriales.
Entonces, el primer análisis es que es muy auspicioso que exista eso. Las asambleas rápidamente se organizaron, participaron de la lucha contra la Ley Ómnibus, enfrentaron la represión de una manera bastante dura.
Después, la preocupación que surgió fue que la inflación siguió avanzando, los tarifazos, etcétera, pero las asambleas no crecieron. Esto fue una primera preocupación: cómo lograr que las asambleas se amplíen por la base, se amplíen en participación de vecinas y vecinos. Por supuesto que eso no es algo “natural”, entre comillas, sino que hay también corrientes políticas actuando en el sentido de pasivización o, por lo menos, no incentivando la ruptura con esa pasivización que en nuestro país llevaba más de 6 años, desde las últimas grandes manifestaciones de 2017.
¿Por qué creés qué las asambleas no crecieron? ¿Ves que, en cambio, están decreciendo, o que aún sin crecer se están consolidando cualitativamente?
A.D.: Hay algunas que decrecieron en participación, pero hay otras que se mantienen. Incluso se mantiene bastante un sector más amplio que no participa presencialmente de las asambleas, pero que está vinculado por los chats de whatsapp. Puede ser que alguna asamblea haya retrocedido más o menos, pero en ese estancamiento se consolida un sector. Hay un avance político en eso, porque se van sacando conclusiones de las cosas que van pasando; se consolidó un sector que se hace más militante, más activista.
¿No ven el riesgo de que algunas asambleas terminen reducidas a la militancia del FIT y a una periferia que les acompaña? En La Boca hay muchos sectores populares organizados que se movilizaron masivamente en la Marcha de Antorchas previa al 24 de marzo, por ejemplo, pero que no se sienten interpelados por la Asamblea del barrio. ¿No ven válida la idea de establecer un acercamiento, impulsar algún tipo de multisectorial con organizaciones barriales que no se identifican con la izquierda?
A.D.: Yo no veo el riesgo que mencionás. La gente independiente que está participando no tiene una relación con el PTS, ni siquiera tienen un acuerdo político en todas las ocasiones. Depende de las asambleas, porque, por ejemplo, hay otras donde hay más participación de sectores más afines a la base kirchnerista. Acá en La Boca esos sectores decidieron no participar de las asambleas y, bueno, estamos los que estamos.
El problema con las multisectoriales es que bajo ese nombre siempre se hacen frentes con sectores patronales, cámaras de comercio…
Me refiero a un espacio multisectorial con organizaciones populares que no se asumen de izquierda sino peronistas, o kirchneristas, o simplemente vecinales.
A.D.: Te cuento cuál es nuestra visión en términos más teóricos de la asamblea, o del método de asambleario. Nosotros les dimos tanta importancia a pesar de ser pequeñas, porque venimos de décadas de un Estado que ha impuesto su hegemonía a través de la creación de nuevas burocracias, de la burocratización y estatización de los sindicatos, la creación de nuevas burocracias de los movimientos sociales, y también hasta en el feminismo, durante el kirchnerismo. Otro ejemplo: la integración de los organismos de Derechos Humanos al Estado. Entonces, a las organizaciones de masas tenés que tenerlas de tu lado, pero al mismo tiempo tenés que enfrentar a sus direcciones que son burocráticas.
Por eso a veces surgen en la historia herramientas como las asambleas, el consejismo, o coordinadoras que en cada país tienen su nombre. En Chile fueron los cordones industriales, en Argentina fueron las coordinadoras en los años 70, en Italia fueron los consejos. Esas formas que surgen casi espontáneamente por fuera de las burocracias pueden cumplir un rol sumamente importante para unir lo que esas burocracias mantienen separado. La burocracia sindical expulsa de su organización a todos los sectores nos sindicalizados, el trabajador precario no tiene posibilidad de luchar en unidad con otros trabajadores, y así sucesivamente. Entonces las asambleas, que es la democracia por abajo, permiten unir lo que lo que está separado.
Esa es la importancia que le damos como germen. Nosotros vamos a militar, impulsar y alentar toda formación de asambleas, ya sea en una fábrica, ya sea en un barrio, ya sea donde sea, porque es la posibilidad de que los de abajo se coordinen con los sectores en lucha y puedan establecer una relación de fuerza ante las respectivas burocracias. Entonces vos tenés en nuestra asamblea barrial a un trabajador sindicalizado de ATE como Patricia, y tenés gente que está desocupada como Coco, por ejemplo, gente que participa del movimiento feminista como yo. Tenés la posibilidad de unir lo que siempre aparece separado. En esta coyuntura es brutal esa división, un día salen unos, otro día otros. Eso es desgastante y prepara la derrota de todos. Ya lo vimos, nosotros que somos un poco más grandes, en el menemismo: primero derrotaron a los estatales, después fueron sector por sector y así te liquidan, ¿no? Entonces para mí lo importante de las asambleas no es lo que son, sino lo que potencialmente encarnan como como posibilidad.
Por eso, aunque ahora no tengan el protagonismo que tuvieron en las movilizaciones contra la Ley Ómnibus, por ejemplo, no se disuelven, se mantienen. Hay que darse una permanente política para que participen más vecinos, intentar que las asambleas coordinen con más sectores, con sectores de los trabajadores sindicalizados que están luchando, es decir, que tengan una participación que permita hacer el aguante hasta el momento en que esa masificación sea posible, o no, no sabemos… Nosotros militamos para que eso pueda suceder.
Es muy interesante la diferenciación que hacés entre las direcciones burocráticas y las bases. Ahora bien, volviendo al barrio: ¿consideran que los liderazgos barriales de, por ejemplo, la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular), esos compañeros y compañeras referentes de base, son “burocracias” a evitar? Porque mi pregunta sobre la posibilidad de coordinar multisectorialmente con sectores ya organizados apuntaba a eso, a reconocer a las organizaciones ya constituidas, que en un barrio como La Boca son decenas, con arraigo y legitimidad.
A.D.: No los conozco personalmente, pero no hago una caracterización de los militantes de esas organizaciones de La Boca… El problema es que son militantes orgánicos de organizaciones ligadas y referenciadas en el peronismo, y no hay nada más verticalista y anti-asambleas en Argentina que el peronismo. Ellos no son responsables, pero responden a una orientación política. No es que no van a las asambleas de La Boca porque no los interpelan, no participan porque el peronismo no participa, ni Grabois ni los otros sectores como La Cámpora. Tienen una orientación política que no es solamente no participar de las asambleas, sino también no hacer demasiado quilombo, salvo participar en las movilizaciones de masas que fueron políticas, como la de 24 de marzo y la del 8 de marzo.
Esas grandes movilizaciones que mencionás se nutrieron de la izquierda y de sectores populares del peronismo. ¿Eso no les da a ustedes un dato a analizar, una valoración de esa confluencia?
A.D.: Por algo hubo diferencias políticas en esas movilizaciones, que fueron de carácter político, no medidas de lucha. Eso no le quita mérito. El 24 de marzo siempre hay una gran movilización, a veces más grande, a veces menos grande, pero justamente hubo un debate político entre si tenía que ser una conmemoración o si existía el permiso para poder decir cómo llegamos hasta acá y hacer un cuestionamiento a la pasivización que está imponiendo la burocracia. El peronismo se pone como oposición política, pero después no actúa incentivando la movilización de masas con medidas de lucha como paros y planes de lucha. Hay una orientación política que la pueden transmitir de muchas maneras, no necesariamente es una orden. Por ejemplo, la justificación que hacen los dirigentes peronistas de que la gente no sale, que todavía le da tiempo a Milei, entonces que hay que esperar.
Tengo cercanía con algunos espacios que estás describiendo y creo que, más allá de las posibles orientaciones desde arriba, influye una cultura política que mantiene el divorcio entre los sectores del campo nacional y popular con la izquierda trotskista, y que en ese divorcio hay responsabilidad de parte y parte: macartismo de un lado, antiperonismo del otro. ¿Ustedes no ven válido, entonces, tender puentes de encuentro con la militancia del campo nacional y popular para buscar en la práctica superar algunos prejuicios mutuos?
A.D.: Yo creo que los encuentros se dan. Nosotros pensamos que la unidad se da por la base, no se da por las cúpulas, por las direcciones, por sentarse a mesas de organizaciones. Nosotros somos fanáticos defensores de las asambleas, de los mandatos de base de las asambleas, no somos amigos de los acuerdos de cúpulas ni siquiera cuando pensamos bastante parecido y tenemos un programa parecido. No estamos de acuerdo con que las cosas se resuelvan en mesas multisectoriales donde son organizaciones, dirigentes de organizaciones, los que se ponen de acuerdo. Somos defensores de la democracia de base. Entonces, para mí, volviendo a La Boca, no pasa porque yo me siente con Johnny [referente barrial de la UTEP]. Es un problema que excede a Johnny.
En este contexto, ¿cómo definirías las tareas de tu partido?
A.D.: Yo creo que un pequeño partido de vanguardia, un pequeño partido de cuadros como el nuestro, tiene que plantearse, en una situacióncomo ésta, ver cómo alienta, impulsa y acompaña una experiencia de la vanguardia de los sectores de masas. Que los sectores más amplios posibles avancenen una experiencia de ruptura con sus direcciones históricas peronistas. Desde un punto de vista más histórico, si querés, un partido revolucionario tiene que intentar que en estas circunstancias más sectores hagan esa experiencia y avancen en la construcción de una propia herramienta, de un partido propio o algo por el estilo.
Nosotros hemos logrado… Yo no conozco otro país en el mundo donde vos digas izquierda y la izquierda sea el trotskismo. En España dicen “tenemos un gobierno de izquierda” y es el PSOE imperialista. Entonces, desde ese logro superestructural, nosotros estamos intentando ver cómo cada conquista nos sirve para potenciar la organización por abajo; cómo hacemos que la figura de Myriam Bregman, por ejemplo, que es tan potente por sí misma, promueva la organización en las asambleas en el barrio, en los sindicatos, es decir, cómo usar esa influencia que conquistamos.
Nosotros no estamos para ver cómo sacamos de la Asamblea del barrio gente que milite en el PTS. Lo que nos interesa es ver cómo lo que logramos hasta ahora como partido lo ponemos al servicio de impulsar lo más posible la organización de una vanguardia que, a su vez, influencie a sectores de masas.
Respecto a la situación ante el gobierno actual, a pesar de haber sido recientemente electo vemos que Milei no logra hegemonía por abajo, pero tampoco la logra por arriba. Las clases dominantes también tienen diferencias, por eso los forcejeos permanentes de la negociación del DNU, de la Ley Ómnibus. No veo que haya una hegemonía de la derecha todavía conquistada. Pero Milei es un tipo que da la pelea, que avanza con un programa neoliberal a ultranza, que intenta cambiar la estructura del país y cambiar la relación de fuerzas a un punto que nadie logró hasta ahora. La respuesta de las organizaciones de masas todavía no tiene esa intensidad. Por eso creemos que es fundamental impulsar, apoyar y empujar todo lo que tienda a fortalecer la organización por abajo que le imponga a las direcciones de masas que sí tengan que salir. En esas tareas, ahí siempre vamos a estar.