Las trabajadoras de la educación tenemos muchas razones para organizarnos y exigir derechos como guarderías y comedores gratuitos en cada escuela, reparación de escuelas dañadas por el sismo de 2017, la construcción de más institutos educativos, espacios libres de violencia y un alto a las represalias por organizarnos y manifestarnos, entre otros.
Las mujeres somos una fuerza laboral importante en el país, sobre todo en el magisterio mexicano donde, de los 2 millones 19 mil 632 docentes en 255 mil escuelas de nivel básico, media y superior en el país, el 69.9 % somos mujeres, mientras que 30.1 % son hombres, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Esto significa que, de 1 256 000 (257 mil de prescolar, 644 mil de primaria, 314 mil de secundaria, 25 mil de enseñanza especial y 16 mil de la enseñanza bilingüe) las maestras somos un enorme músculo de 877 944 mujeres, al menos.
¿Por qué es importante saber estas cifras? La respuesta parece estar ahí, aunque muchas veces nosotras mismas no la veamos: por el rol que podemos jugar en la lucha de clases construyendo un gran músculo magisterial, que nos permita garantizar derechos plenos y defender la educación pública.
Las maestras somos uno de los pilares fundamentales y necesarios para la educación, donde dejamos nuestras energías y arduo trabajo. Gobiernos, van y vienen implementando sus propias políticas educativas e ideológicas (sean neoliberales o con un discurso progresista dentro del capitalismo que nos explota) cargándolas sobre nuestros hombros, imponiéndonos una mayor carga administrativa, con salarios precarios, sin acceder a cursos de actualización gratuitos ni capacitación suficiente dentro de nuestras jornadas de trabajo, siendo que, la mayoría de nosotras somos también madres y jefas de familia, lo que implica la profundización de la explotación y opresión en nuestra contra; ya que, al no alcanzar derechos laborales, como puede ser el salario suficiente para el gasto familiar y personal, comedores y guarderías gratuitas y de calidad, más y mejores escuelas, entre otros, debemos trabajar dobles jornadas y hasta triples por el trabajo en casa que, además, no tiene paga, lo que se traduce en menos tiempo para nosotras y para estar con nuestra familia, experiencia que no acumulamos, cuerpos y mentes agotadas en deterioro de nuestra salud y materia clave de la violencia machista y patriarcal.
Opinamos que no es casual que las demandas de las maestras estén desdibujadas e, incluso, que las autoridades impidan que nos organicemos y manifestemos libremente, puesto que esto evita que nos organicemos en asambleas democráticas en cada escuela para que nuestra voz sea escuchada. Aunado a que el Estado presta cada vez menos (y peor) servicios públicos, ya que esto nos mete en cuatro paredes, en la casa o en el trabajo, y profundiza la explotación en nuestra contra para impedir que seamos esa gran fuerza en las calles exigiendo derechos plenos y mejoremos nuestras condiciones de vida. De ese tamaño es el miedo que nos tienen las autoridades al servicio del capitalismo.
De trabajadoras precarizadas a sujetos protagónicos
Para que nuestra voz sea escuchada necesitamos construir, paso a paso, ese músculo hasta ser miles de maestras en las calles para hacer efectivas nuestras demandas, como el aumento salarial acorde a la canasta básica (que incluya bienes y servicios) y la abrogación de la reforma educativa peñista, entre otras, conquistando la fuerza para generar un gran movimiento magisterial altamente feminizado.
Un primer paso, es que podamos realizar asambleas en cada escuela, uniéndonos para exigirlas a nuestros delegados sindicales y donde dialoguemos sobre cómo impulsar el movimiento magisterial en defensa de la educación pública junto a nuestros compañeros, así como con las madres y los padres de nuestros estudiantes, que también son trabajadores, imponiendo paros escalonados efectivos a las direcciones charras del SNTE e ir más lejos con una huelga que reúna tal solidaridad para paralizar la economía capitalista que nos precariza, oprime y explota a diario, hasta lograr todas nuestras demandas.
Y ya que las autoridades subordinadas a este sistema capitalista intentan acallarnos con más represalias cuando nos organizamos en nuestras escuelas, infundiendo miedo y desconfianza con reportes de inasistencia, descuentos que son muy sentidos en nuestros gastos familiares y personales, etc., es necesario que, unidas y organizadas, conquistemos espacios democráticos para llevar adelante nuestras ideas y demandas y desde donde contrarrestemos estos ataques en nuestra contra.
Al respecto, nos unimos a la propuesta de la CNTE sobre organizar Comités de Lucha en las escuelas como un espacio democrático donde podamos ver el avance del movimiento, que sirva para organizar una gran fuerza y pensemos, juntas, cómo hacer efectivos los paros, los bloqueos, la búsqueda de solidaridad, la propia extensión del movimiento y las múltiples acciones que la asamblea general defina por votación de los delegados y lleguen con sus mandatos de base, con las movilizaciones y las huelgas como herramientas para conquistar nuestras justas demandas y con pliegos petitorios unificados.
Necesitamos impulsar estos comités de lucha y otros espacios democráticos para comenzar a articularnos entre escuelas convocando a asambleas por zonas y regiones, interseccionales donde confluyan trabajadores administrativos y académicos, de públicas y privadas, que aporte en fortalecer la organización del movimiento; pero, para que no terminen siendo políticas impotentes debemos poner toda la fuerza de esas 877 mil maestras en las calles, con diversas tácticas como foros, talleres, espacios de debate para extender el movimiento y hacer efectivos los paros y huelgas como herramientas de lucha.
Las maestras, además, podemos nutrir el movimiento de mujeres para emerger nuevamente como un actor político en defensa de derechos democráticos conquistados con la lucha y la movilización para hacer frente al capitalismo, que nos explota, y al patriarcado, que nos oprime con más violencia machista. Para esto, es necesario construir la más amplia unidad con otras trabajadoras de la educación, madres y estudiantes, así como exigir a los sindicatos y otras organizaciones democráticas, que abandonen la pasividad y se ponga al frente de la lucha.
Para lograrlo, desde Nuestra Clase-Pan y Rosas proponemos impulsar Comisiones de Mujeres en cada trabajo, que también aporte en combatir la violencia machista, sistemática y patriarcal, incrementada en pandemia, demostrando que ni en casa estamos seguras, cuya máxima expresión son los 11 feminicidios diarios que acontecen en México, al menos los que se denuncian, cuyos niveles de omisión y negligencia de las autoridades y la falta de una política pública para resolver los casos, son escandalosos, por lo que podemos decir, claramente, que se trata de crímenes de Estado.
¡Unidad de todas las mujeres trabajadoras!
Como líderes en nuestra comunidad escolar, organizadas y pensando juntas es como las maestras podemos aportar a extender, unificar y fortalecer el movimiento de mujeres anticapitalista, antiimperialista, donde pongamos en juego todas nuestras fuerzas con cientos de miles en las calles para pelear, codo a codo y en unidad con la juventud y el conjunto de trabajadoras y trabajadores del país por todas las demandas de las mujeres mexicanas y pongamos un alto a la violencia patriarcal. A la par de fortalecernos como sector para conquistar mejores condiciones de trabajo y de vida, con más y mejores escuelas, donde haya educación sexual integral como asignatura, sin aulas hacinadas, con personal suficiente, guarderías y comedores gratuitos.
Todo esto es posible desviando el presupuesto que se asigna, actualmente, a los militares y fuerzas policiales, así como gravando mayores y progresivos impuestos a las grandes fortunas y el no pago de la infame deuda pública (externa e interna).
¡Hagamos que nuestra voz sea escuchada y seamos miles unidas y organizadas!