Imágenes: Dron de La Izquierda Diario
La movilización en defensa de la Universidad y la educación pública, reunió centros de estudiantes terciarios (como el de Teatro o la ESAV), estudiantes universitarios, docentes y no docentes de la UNS y la UTN, investigadores y sindicatos de trabajadores del estado y de privados, de los más diversos sectores.
A lo largo de unas 8 cuadras se extendieron las columnas, que incluyeron a la Asamblea Abierta de Bahía Blanca y muchas organizaciones sociales, políticas, barriales, estudiantiles, etcétera. En los principales medios de la ciudad se recalcaba lo impactante de la movilización, que superó al menos las marchas más grandes de los últimos 20 años. La demanda principal tenía que ver con la brusca reducción presupuestaria (mismo presupuesto nacional que el del año pasado, que ya era ajustado, con una inflación interanual que lo redujo a casi un tercio) que pone en serio riesgo el funcionamiento de las universidades nacionales.
De hecho, por la extrema emergencia presupuestaria, en departamentos como Humanidades ya dejaron de dictarse las clases que estaban pautadas después de las 20 hs, cuando muchas y muchos estudiantes ya salieron de trabajar y podrían cursar. Por eso también tuvieron que convocar, casi unánimemente en todo el país, rectorados que prácticamente nunca habían apoyado los reclamos estudiantiles y docentes
La demanda por el presupuesto universitario fue de algún modo un catalizador del descontento social con las medidas del gobierno, que no han hecho más que profundizar aceleradamente el ajuste y la pobreza que ya venía arrastrándose prácticamente de la última década.
No sólo los docentes y muchos sectores de trabajadores “formales” han perdido mucho de su poder adquisitivo bajo la motosierra de Milei (y la ayuda de los gobernadores que contienen y dejan pasar sin tomar medidas de fondo). El sector informal, no registrado, en el que la juventud que muchas veces quisiera seguir estudiando es mayoría, fue el más golpeado por la pérdida de ingresos.
Es urgente unir todas las demandas de quienes enfrentan despidos, empeoramiento de sus condiciones de vida, o directamente falta de pago como las trabajadoras y los trabajadores de los hospitales privados. También la desidia ante los problemas graves que atravesó la ciudad los últimos meses: destrozos por el temporal con poca o nula respuesta del Estado en muchos barrios populares, la falta de agua potable recurrente y cada vez más grave (salvo para las empresas del polo y el puerto que la tienen garantizada).
No hay salida individual frente a los ataques, el ajuste y la crisis, como se escuchó mucho en las conversaciones que tuvimos desde este medio con las y los manifestantes. Por eso es urgente la unidad que, como vimos este martes 23, puede desatar una potencia muy importante. Y es necesario organizarla desde abajo, no esperar los tiempos de dirigentes que sólo quieren negociar, para poder ponerle un freno al poder y a los dueños de todo, que siempre quieren más.
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