En el marco de un nuevo aniversario del Día Mundial de la Salud mental (10 de octubre), La Izquierda Diario comparte con sus lectores la primera parte de una extensa conversación con el psicoanalista Enrique Carpintero, director de la revista Topía. Revistar a Freud, y también, a Spinoza y Marx. Relecturas que, lejos de ser retorno, funcionan como inspiración para pensar el presentar, y continuar contribuyendo a una crítica política de la cultura contemporánea. |
Ese ruido de fondo
Tarde de calor en Buenos Aires. Enrique Carpintero acepta el convite de recibirnos en su casa, situada en el barrio porteño de Abasto. En bermudas y sandalias, el psicoanalista que desde hace 25 años dirige la revista Topía se resiste a que el clima agobiante le quite el buen humor. Recién llegado desde Córdoba, este cronista comenta trivialidades mientras el ascensor asciende hasta el departamento donde vive. La charla comienza informal, el grabador aún no se ha encendido cuando Carpintero ofrece algo fresco de beber, mientras realiza una serie de comentarios sobre la coyuntura política del país. Ya sentados en su estudio, rodeados de libros y revistas y gran cantidad de papel, comienza formalmente la entrevista.
“Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ella”, escribió alguna vez Ítalo Calvino. Tal vez pensando en esa frase, o en alguna de las tantas subrayadas en el libro de Carpintero (La alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud), este cronista abre su libreta y realiza la primera pregunta de la tarde.
A pesar de que no figura en el título, junto con los autores mencionados, en todos los análisis que hacés en este libro se nota una mirada marxista de la sociedad. La pregunta, entonces, es la siguiente: Freud, Spinoza y Marx, ¿resultan una tríada fundamental para pensar los problemas de la Argentina y el mundo contemporáneos?
Si bien en el libro intento establecer una relación entre el pensamiento de Freud y Spinoza, en relación a las pasiones y el poder, por mi formación los análisis de la sociedad parten de Marx. Aún más, la lectura que realizo de Spinoza tiene los presupuestos teóricos del pensamiento tanto freudiano como marxista. Más allá de que los tres autores se ubican en lugares epistemológicos diferentes, me parece importante llegar a ese borde de encuentros y desencuentros entre sus formulaciones, ya que abre posibilidades para desarrollar un pensamiento crítico ante algunos problemas de la actualidad de nuestra cultura.
En el libro hay una idea fuerte: la que entiende a la cultura como “espacio-soporte”, que se vería hoy en día erosionado por las formas del capitalismo contemporáneo. Veo allí una contribución teórica importante en cuanto a pensar lo cultural (con sus leyes económicas, políticas y sociales) como uno de los tres aparatos que constituyen el cuerpo, junto con el aparato orgánico (con sus leyes físico-químicas y anátomo-fisiológicas) y el aparato psíquico (con sus leyes del proceso primario y secundario). Desde el campo del psicoanálisis, ¿considerás que son aportes que pueden contribuir a fortalecer una mirada crítica de las sociedades actuales?
Para Freud, la cultura consistió en un proceso al servicio del Eros que a lo largo de la historia fue uniendo a la humanidad toda. A este desarrollo se opone como malestar, la pulsión de muerte que actúa en cada sujeto. Es por ello que la cultura permite crear lo que llamo un espacio-soporte intrasubjetivo y transubjetivo donde se desarrollan los intercambios libidinales. Este espacio ofrece la posibilidad de que los sujetos se encuentren en comunidades de intereses, en las cuales establecen lazos afectivos, imaginarios y simbólicos que permiten dar cuenta de los conflictos que se producen. Es así como este espacio se convierte en soporte de los efectos de la pulsión de muerte. Es decir: la violencia destructiva y autodestructiva. De allí que el poder es consecuencia de este malestar en la cultura: las clases hegemónicas que lo ejercen encuentran su fuente en la fuerza de la pulsión de muerte que permite dominar al colectivo social. En este sentido la subjetividad se construye en la relación con un otro en el interior de una cultura. Esta cultura depende en cada etapa histórica de los sectores sociales hegemónicos que establecen una organización económica, política y social cuyo objetivo es reproducir las condiciones de dominación. De esta manera, ejercen una dominación simbólica para reproducir el orden social hegemónico en el reconocimiento y desconocimiento de la arbitrariedad que lo funda. Esta dominación se basa así en los procesos de subjetivación donde la felicidad se puede comprar en cómodas cuotas mensuales. En el individualismo donde el consumo es la medida de nuestro bien-estar. Por ello la subjetivación se realiza por lo que uno tiene y no por lo que es o lo que hace. Es decir, intenta producir un sujeto-mercancía pasivo a los dictados del “mercado”. Es así como el poder de la cultura hegemónica se inscribe en nuestra subjetividad de manera invertida. Es decir, la fuerza del poder de los sectores hegemónicos no potencia nuestro ser, por lo contrario, nos lleva a la impotencia al transformarnos en mercancías. En este sentido los procesos de subjetivación devienen de los anudamientos entre los tres aparatos que constituyen el cuerpo tal como planteas en tu pregunta. En tanto toda producción de subjetividad es corporal en el interior de una determinada organización histórico social. Esta subjetividad -que en otro texto llamo corporsubjetividad- da cuenta de la singularidad de un sujeto en el interior de un sistema de relaciones de producción. Pero lo social como marca en nuestros cuerpos no lo debemos entender como una imposición, sino como el resultado de la relación del sujeto con sí mismo y con los otros. De allí la importancia de gestar un pensamiento crítico que permita generar espacios de experiencias transformadoras para enfrentar los valores de la cultura hegemónica.
Ciudades invisibles
Cada tanto Carpintero deja que su pipa se apague. Queda pensativo. La enciende nuevamente y retoma la conversación. La ciudad neoliberal aparece como tema de la charla, junto con las huellas que el terrorismo de Estado ha dejado en la cultura democrática. La pregunta gira en torno a la relación que pueden establecerse a partir de ciertas fechas: 2003, cuando el libro mencionado se publica por primera vez; en 2007, cuando se reedita.
¿Pensás que hubo cambios sustanciales en esto que algunos analistas denominan como pasaje del neoliberalismo al pos-neoliberalismo?
Yo diría que las lógicas de funcionamiento en las grandes ciudades, al menos, no han cambiado. Ayer las del liberalismo conservador o neoliberalismo, hoy las de un liberalismo progresista. Ambas siguen la lógica del capital. Tomemos el ejemplo de la ciudad de Buenos Aires, el proyecto de Macri y el modelo kirchnerista. Se basan en el consumismo. La ciudad aparece dividida claramente en dos sectores sociales. Los ricos por un lado, y los pobres por otro lado. Los barrios de clase media quedan marginados o transformados. A las villas miseria se les restringen los presupuestos para su urbanización.
Carpintero pone como ejemplo la lógica que rige a los shoppings, en tanto espacios en donde la gente no solamente consume, sino que se aísla del resto de las personas de la ciudad. “Funcionan con su apogeo en Buenos Aires, pero también en todas las grandes ciudades del país”, comenta. Y luego agrega: “incluso en medianas y pequeñas ciudades también se produce este fenómeno en torno a los miedos, la sensación de inseguridad, etcétera, en donde lo que se ve, en relación a los 90, es que estos fenómenos no solo no han desaparecido sino que se han profundizado”.
Para el director de Topía la situación estructural es la misma. Y señala que si bien la ciudad de Buenos Aires la gobierna Mauricio Macri, con una política privatista, es desde la Legislatura porteña desde donde se legitiman grandes negocios de la ciudad, y hace hincapié en el hecho de que allí las medidas sean votadas de manera conjunta entre el macrismo y el kirchnerismo. “Por ejemplo, todo ese proyecto de extender Puerto Madero a Barracas y Parque Patricios. Si bien en cierta manera ese proyecto entró en crisis, fue por querer avanzar en espacios como el del hospital Borda, para transformarlo en un gran proyecto comercial. Esto fue parado por toda la lucha que se dio con los profesionales e incluso los pacientes, que fueron duramente reprimidos”, comenta. Y cierra su reflexión problematizando sobre la relación entre espacio urbano y subjetividad:
Los miedos y las angustias, la desarticulación y la ruptura del lazo social aparecen tanto en la ciudad como en nuestra subjetividad. Por supuesto, los 90 implicaron un cambio radical y el menemismo produjo todo lo que ya conocemos. Hoy hay una política de querer atemperar sus efectos, pero no de plantearse un cambio de estas lógicas de funcionamiento de las ciudades. |