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3 de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

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Lenin, la hegemonía obrera y el partido revolucionario
Yara Villaseñor | Socióloga y latinoamericanista - Integrante del MTS - @konvulsa

Participación de Yara Villaseñor en la Jornada Marxismo 2024 “Lenin para pensar América Latina”, realizada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM el pasado 9 de mayo.

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El pensamiento leninista se caracteriza ante todo por una constante preocupación sobre problemas de estrategia revolucionaria, es decir, sobre la posibilidad y las vías y medios para que la clase trabajadora se apropie del poder. Así como por la construcción de la herramienta necesaria para tal fin: el partido revolucionario y su relación con otras instituciones de las clases populares para autogobernarse, como los consejos obreros. El leninismo es entonces teoría para la acción al calor de la Revolución Rusa y el primer estado obrero de la historia.

¿Qué dijo Lenin y para qué nos sirve hoy su pensamiento? Me concentraré en dos aspectos, no los únicos, pero sí de los centrales. Por un lado, el rol de la clase trabajadora en la dinámica de la revolución y la necesidad de la hegemonía obrera. Por otro lado, la necesidad de la Revolución la vigencia de construir un partido revolucionario, así como la relación entre el partido y las clases populares en la Rusia zarista.

El rol de la clase trabajadora y la hegemonía obrera

La clase trabajadora rusa, minoritaria frente a 150 millones de campesinos, era joven, pero venía de experiencias muy variadas. Había tenido la Revolución de 1905, que dio origen a los soviets y que fue derrotada por la represión y por el aislamiento de la revolución en las ciudades, había vivido la guerra ruso-japonesa y atravesaba la Primera Guerra Mundial y había conocido distintas expresiones políticas de la lucha revolucionaria, desde el terrorismo individual de los populistas hasta la construcción de sindicatos. En el desarrollo de la lucha de clases, Lenin dio peleas en el partido bolchevique contra quienes opinaban que la clase trabajadora debía ir detrás de la naciente burguesía nacional, que buscaría desarrollar el capitalismo y por esa vía las condiciones para la lucha posterior por el socialismo. Para Lenin, al contrario, la burguesía había demostrado su rol reaccionario con la guerra y no podía dar salida a las demandas de las mayorías. Lograr la resolución íntegra y efectiva de las demandas más elementales requería una perspectiva anticapitalista y socialista que enfrentara a las clases dominantes en los países semicoloniales, coloniales y en los imperialistas, pues el proletariado no iba a detenerse en los albores de la propiedad privada.

Pero esto conllevaba la lucha por un gobierno obrero que acaudillara a las masas campesinas y populares, para avanzar en liquidar la propiedad privada de los capitalistas y en construir un estado de otro tipo, revolucionario. Era la única dirección independiente, capaz de retomar las demandas y resolverlas íntegra y efectivamente al no detenerse en el umbral de la propiedad privada, es decir de repartir la tierra, de acabar con la explotación asalariada, con el saqueo, con la guerra, de continuar el proceso revolucionario más allá de las fronteras y expandirlo a todos los rincones de la vida, como diría Trotsky en la Teoría de la Revolución Permanente.

Todo eso planteaba la necesidad de una estrategia para superar la contradicción entre las condiciones objetivas y subjetivas, es decir, entre las condiciones materiales que podían empujar a las masas a la lucha revolucionaria y la fortaleza de sus organizaciones revolucionarias. Frente a esto, la pelea contra el rol de las direcciones burocráticas en los sindicatos y en los movimientos, y por construir fuertes corrientes revolucionarias que peleen por una perspectiva anticapitalista, antiimperialista y por un programa socialista para que la clase trabajadora y las grandes mayorías gobiernen es fundamental. Pero eso va de la mano, desde la perspectiva de Lenin y Trotsky, de la necesidad de la toma del poder político para poner la economía al servicio de la población. Y en todas esas tareas el rol del partido revolucionario es indispensable.

La visión de Lenin fue enriquecida por la experiencia de la Revolución Rusa, pues, aunque no adoptó la concepción permanentista de Trotsky, a partir de la dinámica de la revolución planteó que los soviets y la clase trabajadora podían tomar el poder y lograr la resolución íntegra y efectiva de las demandas de las grandes mayorías, en su ley sobre el desarrollo desigual. Para Lenin, echar a andar la capacidad de la clase trabajadora de constituirse como sujeto político y de emerger como clase creadora en función de sus propios intereses depende de que asuma todas las luchas que hoy afectan a las clases populares, a lucha contra la opresión, por reivindicaciones políticas, por demandas democráticas, etc. Y ese pensamiento atravesó el desarrollo y la intervención de la Tercera Internacional en sus primeros congresos. En una época convulsiva, de guerra imperialista, hambrunas y crisis, Lenin logró una forma novedosa de pensar el desarrollo y la relación entre las crisis del capitalismo y las intervenciones de la clase trabajadora, logrando moldear una vanguardia revolucionaria que protagonizó la revolución de octubre, donde la clase trabajadora conquistó su hegemonía, una nueva visión del mundo y una nueva relación entre las clases, entre las que se llevó como dirigente y a partir de los soviets reorganizó la producción social tras liquidar de la propiedad privada capitalista.

Consejos obreros y partido revolucionario

Uno de sus textos más conocidos es sin duda el ¿Qué hacer? en donde Lenin desarrolla la pelea en ese momento, en 1902 contra la perspectiva de un sector de la socialdemocracia alemana encabezada por Bernstein que peleaba por pequeñas reformas dentro del régimen político. En el caso ruso, esta posición la retomaron los mencheviques, frente a los cuales Lenin discutió la necesidad de un partido con fronteras delimitadas, cuya militancia compartiera definiciones comunes sobre el momento y la intervención política y la relación entre esto y los objetivos, es decir sobre las tareas como organización revolucionaria para pelear por la revolución socialista.

Un partido que estuviera constituido por cuadros marxistas, forjados y preparados para el combate, con férrea convicción y comprensión de sus tareas, con militantes de hierro que forjara y moldeara a los sectores avanzados de la clase trabajadora, en particular construyendo corrientes clasistas y combativas en las organizaciones obreras y de masas, en los sindicatos, en los movimientos, construir círculos concéntricos conforme los que amplía su influencia y hace experiencia común a partir de batallas comunes. Cuadros formados profundamente en el marxismo y la teoría revolucionaria, pues como diría Lenin en su ¿Qué hacer?: “no hay no hay práctica revolucionaria”, contra el populismo ruso que despreciaba la teoría. Un combate clave contra el economicismo (una postura que daba prioridad a la lucha por objetivos económicos en vez de los políticos), contra el sindicalismo o corporativismo, que separaba las luchas, que convertía esas batallas aisladas en el objetivo en sí mismo, cuando tendrían que estar al servicio de desarrollar la lucha de la clase trabajadora por el socialismo.

También, un partido tan democrático como para permitir debates internos, tendencias -el más democrático de la historia dura el historiador Pierre Broué-, pero lo suficientemente centralizado para cambiar la táctica en 24 horas y responder a la represión, al trabajo clandestino. Es decir, una organización que interviene en las luchas de clases, en sus capas más oprimidas y explotadas, a partir de forjar un sector de vanguardia consciente y probada en el combate desde donde se pelea por dirigir a la mayoría, lo que no puede suceder sin desarrollar sus propios órganos de autoorganización y autodefensa. Buscando aportar al desarrollo de acciones históricas independientes del movimiento de masas, que se traducirán como grandes choques contra la burguesía y su régimen, sus fuerzas armadas y sus cohortes contrarrevolucionarios.

Esta visión se profundiza con la experiencia de la revolución de 1905, donde surgen los soviets, los consejos obreros donde confluían representantes de cada gremio, con representantes rotativos, revocables, los más determinados escogidos por sus compañeros. En “Nuestras tareas y el soviet de diputados obreros” discutía en 1905 con los bolcheviques que contraponían a los soviets con el partido, y dice la clave es articularla. Soviets y partido, para articular la intervención del partido a la dinámica de los soviets, de esos espacios de autoorganización, donde cada organización podía plantear determinada idea, perspectiva para lograr las demandas de las mayorías.

Aquí empieza a confluir con Trotsky en una visión que se consolida en 1917, cuando los soviets toman el poder, y en ese proceso es donde se desarrollan organismos de autodeterminación de las masas, de frente único de las masas en lucha donde los revolucionarios puedan empujar a los sectores más decididos frente a los más conservadores, más pasivos, y frente a las direcciones reformistas que quieran paralizar y retrotraer esa energía revolucionaria de las masas. Los consejos obreros los podemos ver como tendencia del movimiento de masas en lucha revolucionaria con su surgimiento en los cordones industriales chilenos, en los que pudo haber sido la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, etc. Mismos órganos que serán la base del nuevo gobierno revolucionario, que sustituirá al Estado capitalista que destruirá la revolución obrera, cuya esencia es la explotación asalariada a partir de la propiedad privada de los medios de producción.

Esto va vinculado a la idea de la transición al socialismo y lo que pasó con Rusia y otros estados obreros al burocratizarse, al no avanzar el autogobierno de las masas.

Hoy, muchas transformaciones han habido en la estructura social del mundo respecto a inicios del siglo XX. El desarrollo de la clase obrera es mucho mayor, logrando ser la clase mayoritaria, la más extendida y diversa. En el caso del imperialismo, no queda duda del rol reaccionario que juega, ni en la subordinación que tienen la mayoría de los gobiernos capitalistas más allá de si se llaman progresistas o no, a los intereses de la economía financierizada y los mercados internacionales, donde las corporaciones parecen elevarse sobre los Estados para imponerles la agenda de los grandes capitalistas. También tenemos una reactualización en la lucha de las clases, con nuevas gestas de la clase trabajadora a nivel internacional, con escenarios de paros, huelgas y revueltas que aún tienen que convertirse en revoluciones. La visión leninista de partido revolucionario es más que vigente y tiene que servirnos para preparar los combates futuros en el desarrollo de una vanguardia revolucionaria que enfrente al imperialismo y a la burguesía y que levante las banderas de la construir el partido mundial que luche por extender la revolución social a nivel internacional.

Apuntes para un debate sobre organización revolucionaria en América Latina

En América Latina, no podemos dejar de mencionar la discusión sobre la organización revolucionaria y la tradición guerrillera de inspiración estalinista y maoísta, que contraria a la visión de Lenin, aboga por un partido-ejército, ultra centralizado y jerárquico, donde el destacamento militar de vanguardia sustituye la acción independiente de las masas y la necesidad de desarrollar sus organismos de autoorganización y autogobierno mediante (soviets), sustituyéndolos por acciones militares aisladas de las masas. Así, la potencia de la acción revolucionaria de las masas termina funcionando de base de maniobra, que a lo mucho puede ser apoyo en las ciudades, centrando en la mayoría de los casos, la acción revolucionaria en zonas rurales a partir del rol del campesinado en la historia de la lucha de clases de la región, sin plantear claramente la necesidad de desarrollar la hegemonía de los trabajadores sobre el campo y las clases populares.

Bien podríamos recuperar el ejemplo del EZLN, que confluyó con el horizonte de las autonomías y mantiene hoy control territorial sobre los caracoles, que enfrentan el asedio y hostigamiento paramilitar del Estado -mismo que repudiamos-, pero que no podrá ser derrotado sin avanzar más allá de las demarcaciones de las zonas autónomas, en una dinámica revolucionaria que toque a las ciudades y que sea encabezada por la clase trabajadora, que pueden paralizar la economía capitalista y ponerla a producir bajo control de quien produce, acaudillando al campesinado y a los pobres urbanos.

Como decía, la noción de hegemonía obrera que pelea el partido revolucionario en su relación con los soviets significa la pelea por un programa para que la clase obrera encabece la lucha revolucionaria, no para sustituirla. Partido que avance y retrocede con la clase, su dinámica interna y lucha política interna, con minorías y mayorías, donde los dirigentes muchas veces eran minorías. Extensión de la revolución.

Podríamos mencionar el caso cubano quizá como emblemático, primero por el rol que juega la clase trabajadora cubana, los trabajadores de los ingenios azucareros que en Santa Cruz y en la Habana hacen huelga general para golpear de muerte a la dictadura de Batista, para luego entregarle el poder a la guerrilla. La revolución cubana por su dinámica a contra golpe, en la que el gobierno revolucionario avanzaba en medidas más claramente anticapitalistas y socialistas conforme el imperialismo apretaba la contrarrevolución, el bloqueo, etc. Sentó las bases para la nacionalización de la industria estratégica, la liquidación de la propiedad privada y la redistribución de la riqueza en función las necesidades de las grandes mayorías laboriosas y campesinas.

Sin embargo, las direcciones guerrilleras que se hicieron del poder, como en Cuba o en Nicaragua, desplazaron a las masas populares de la toma de decisiones en la economía y de la participación del gobierno, avanzando a distintos ritmos en un proceso de burocratización que les valió un rol cada vez más reaccionario, prohibiendo las tendencias, declarando partidos únicos y persiguiendo a la disidencia política, incluso llegando a aniquilarla físicamente para dirimir o acallar esos cuestionamientos, como puede rastrearse en la historia de la guerrilla en México durante la guerra sucia, o como vemos hoy con el gobierno de Díaz Canel o los Ortega, reprimiendo luchadores sociales y movilizaciones populares. La tradición filo estalinista y maoísta que ha influenciado a las guerrillas impuso una visión bastante conservadora sobre el rol de las mujeres y la lucha contra la opresión, con aberraciones como el abandono de militantes lesbianas en territorio enemigo por parte de guerrillas centroamericanas.

 
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