El Presidente hizo un acto ante un número de fans apenas superior al que hubo el miércoles en el Luna Park y muy inferior al que convocó en su cierre de campaña. La Policía de Llaryora reprimió una manifestación a pocas cuadras y no dejó acercarse al Cabildo a quien no mostrara oficialismo explícito. Un brindis entre amigos para homenajear el ajuste brutal y la entrega "patriótica" del país.
No era lo que Javier Milei pretendía y había anunciado el 1° de marzo, cuando dijo en el Congreso que llegaría a esta fecha con su Ley Bases promulgada y firmaría un “Pacto de Mayo” con todos los gobernadores del país. Ni ley, ni pacto. Es que casi tres meses después, en el Congreso sigue trabado el engendro con el que La Libertad Avanza busca legalizar su plan de saqueo en beneficio de las corporaciones nacionales y multinacionales, aumentando la ya altísima pobreza recibida de manos del Frente de Todos.
Milei llegó al 25 de Mayo en el peor momento de su corta gestión. Aún no consiguió que el Congreso le apruebe alguna ley. A la demora de la Ley Bases se suma el rechazo al DNU 70/2023 que ya votó el Senado y que puede terminar sepultado en Diputados. Hasta sus periodistas amigos hablan de cambios en el Gabinete, empezando nada menos que por Nicolás Posse. Su espadachín financiero Toto Caputo sigue esperando que la burguesía se comprometa con el “plan”, pero el empresariado responde con más dudas que certezas. Y hasta sectores del poder concentrado repudian su idea de conchabar a Ariel Lijo en la Corte Suprema.
Así las cosas, este sábado el único gobernador que recibió al Presidente y su comitiva en la docta fue Martín Llaryora, la autoridad competente por jurisdicción. El majestuoso Palacio de Justicia de la capital cordobesa, donde había prometido firmar el “pacto”, fue cambiado por el histórico Cabildo provincial, ubicado en Independencia y 27 de Abril. Y la “multitud” que él pretendía convocar terminó en algunos miles concentrados en la calle y no ocupando más que media Plaza San Martín.
Fue un número de fans apenas superior al que hubo el miércoles en el Luna Park. “No fue más que la mitad de lo que convocó hace meses, cuando hizo el cierre de campaña, que creo que fueron unas 16 mil personas”, dijo a este dario un conocedor de las movilizaciones y concentraciones populares en Córdoba.
El evento estuvo impregnado de toda la metodología privatista que encarna La Libertad Avanza. Una transmisión exclusiva a través de una señal manejada por el Gobierno. Se prohibió instalar cámaras o móviles que pudieran registrar imágenes propias en torno al escenario. Y quien quisiera atravesar el vallado perimetral debía abstenerse de llevar carteles o pancartas, mucho menos algún distintivo no libertariano que a la Policía pudiera parecerle “sospechoso”.
Una previa llena de mensajes
Desde temprano Milei tuvo que lidiar con palabras e imágenes que no le gustaron. En la Catedral de Buenos Aires recibió en primera fila un crítico tedeum en boca del arzobispo Jorge García Cuerva, un bergogliano de paladar negro. Allí el clérigo dijo ante Milei y su Gabinete que “hay que acompañar con hechos y no solo con palabras”. Criticó algunas de las políticas oficiales, pero sin ponerles nombre y apellido. Típico de la dirigencia eclesiástica (que debería estar separada del Estado pero sigue atada a él desde hace siglos). Ese púlpito está manchado por históricos tedeum de los más encumbrados colaboradores de crímenes de lesa humanidad. El pedido de “autocrítica” del señor Cuerva queda vaciado cuando viene de la institución menos autocrítica de la historia de la humanidad, cómplice de genocidios y saqueos en todo el mundo.
Al salir de la Catedral Milei vio por televisión cómo trabajadoras y trabajadores estatales lo “esperaban” frente al aeropuerto de Córdoba, cortando parte de la autopista lindera. Por orden de Patricia Bullrich, la Gendarmería intentó reprimir, dejando una nueva postal de violencia del Estado contra la protesta social.
Pasadas las 15:30 Milei subió al escenario acompañado por los sones de la fanfarria militar Alto Perú del Regimiento de Granaderos a Caballo. Tras la entonación del Himno, saludó con su ronco “hola a todos”. Luego empezó a leer su discurso. Se sabe que cuando tiene que decir cosas realmente importantes necesita un machete. La exposición natural de ideas no es su fuerte. Sólo improvisó para devolver algún que otro grito de la fanaticada.
El Presidente dijo que “mayo” para su Gobierno “es un concepto, es una idea que resume en dos principios: libertad y democracia”. Y se autosopló aires de estadista al buscar entablar un “hilo conductor” entre los criollos de 1810, los constituyentes de 1853 y su rabiosa gestión ultraderechista. En ese sentido, diversos analistas destacaron que todo su speech tuvo un tono curiosamente conciliador con el régimen político de conjunto. Efecto directo de su complicado momento político. Por caso, no sonrió ni arengó cuando desde la concurrencia se cantó en varias oportunidades “¡la casta tiene miedo!”.
Milei volvió a repetir su idea, nunca demostrada empíricamente, de que Argentina fue “primera potencia mundial” a fines del Siglo XIX. Según él, “la explosión de riqueza, crecimiento y progreso que generó la adopción de los principios de mayo no ha tenido ni tuvo (sic) parangón en la historia”. A lo sumo, insistió, sólo la “revolución” de Estados Unidos puede equipararse con lo hecho por liberales como “Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca y Pellegrini”.
También reiteró que, “lamentablemente, en algún momento”, se abandonaron esos principios y “nos dejamos engañar por los cantos de sirena de aquellos que sepultaron durante décadas a la Argentina en la más profunda de las oscuridades”. Según él, ahora gobiernan “los descendientes directos de la tradición de los revolucionarios de mayo”.
En uno de sus habituales arrebatos místicos, Milei dijo que “en vano la tiranía, la fuerza bruta y las preocupaciones (sic) nos harán guerras y nos pondrán obstáculos invencibles. Nada será capaz de desalentarnos, la fe que nos anima es incontrastable. Dios, la Patria, el grito de nuestra conciencia y de nuestra razón nos imponen el deber de consagrar nuestra fuerza y derramar, si fuera necesario, nuestra sangre por la santa causa de la libertad democrática y por la emancipación completa de la tierra en que nacimos”. Sale meme, dijeron por ahí.
Sobre el ya frustrado “Pacto de Mayo”, el mandatario dijo con gesto adusto que reitera la convocatoria (a los gobernadores, aunque sin nombrarlos) a firmar ese acuerdo. Desde abajo los fans coreaban “¡ley de bases!”. Y anunció que seguirá “trabajando” en pos de la firma de ese acuerdo, a la vez que prometió, luego de la sanción de la ley del paquete fiscal, la creación del “Consejo de Mayo” integrado por todos los poderes del Estado a nivel nacional y provinciales, sumando a representantes empresarios y sindicales, para “completar esta sagrada tarea”.
También prometió que, si se aprueban las leyes que quiere, habrá una “reducción significativa de impuestos”, empezando por el Impuesto País (aplicado a quien compra dólares) que él y Caputo acrecentaron apenas asumieron en diciembre. Un puñado de fieles cantaron entonces “olé, olé, olé, Toto, Toto”, a quien Milei llamó “crack”. Bizarro.
Con palabras calcadas de otros discursos suyos (hasta se plagia a él mismo), habló de la supuesta hiperinflación que logró frenar a base de ajuste extremo (“el más grande de la historia de la humanidad”) y la licuación constante de salarios y jubilaciones. Según él, ésa es la muestra de “la responsabilidad” asumida por su gobierno.
De los efectos devastadores de esa política, ni una palabra. Aunque como reflexión final, Milei posó de sensible. Dijo reconocer que “estos cinco meses han sido difíciles para todos, fundamentalmente para la mayoría que heróicamente está poniendo el cuerpo”. Pero enseguida culpó de esas dificultades a “buena parte de la dirigencia política, empresarial y sindical” a la que a su vez llama a firmar su pacto.
En medio de una crisis económica y social que su propio gobierno no vino más que a profundizar, Milei dice proponer “un nuevo sueño argentino”, encarado por “una nueva generación de patriotas” que tenga “el coraje de hacer lo que la historia demanda, incluso si el costo es el de nuestra propia reputación”. En una misma frase, anuncia una épica dudosa y reconoce que cada vez más menos gente cree en el patriotismo berreta de un tipo que entrega el país a las multinacionales y admira a Margaret Thatcher.
Sabedor de que la durísima realidad, material y concreta, que le está haciendo pasar a las mayorías trabajadoras deja poco margen para prometerles un futuro alentador, el Presidente terminó pidiéndole a Dios “que bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen”. Luego de gritar junto a sus acólitos “¡viva la libertad carajo!”, la banda de Granaderos le hizo un cierre al son de la típica fanfarria militar. A metros suyo, sonreía placenteramente Victoria Villarruel, admiradora de Jorge Rafael Videla y defensora de genocidas.
Tanto antes del acto como durante la desconcentración, los móviles de los canales de televisión nacionales entrevistaron a muchos concurrentes. Hubo desde nacionalistas conservadores que ven en Milei a un recuperador del viejo partido militar, hasta jóvenes que siguen al gatito mimoso del poder económico (Bregman dixit) creyéndolo un león que se comerá al Estado.
También hubo evangelistas que resaltaron la conexión de Milei con el más allá. Y hasta hubo entrevistados que dijeron haberlo votado pero hoy se arrepienten y sólo fueron al acto “a ver a este payaso”.
Resignados a no conseguir una foto que muestre un “pacto” nacional con los gobernadores y la oposición patronal, Milei y su troupe se contentaron con tener un colorido cumpleaños junto a una variopinta e incondicional fanaticada.
Terminado el acto en el Cabildo cordobés, en la Ciudad de Buenos Aires seguían deliberando las comisiones del Encuentro convocado en Plaza Congreso por el sindicalismo combativo, asambleas vecinales, organizaciones sociales, de mujeres y la izquierda. Algo mucho más parecido a un “cabildo” que lo vivido en la docta, de donde se espera que salga una vigorosa coordinación obrera y popular para darle pelea al plan de guerra y antinacional de la banda libertariana. Hasta vencerlos.