Milei estuvo en San Juan, en la previa al que será el Pacto de mayo (de julio en Tucumán) y anunció un plan de alfabetización, entre otros puntos. El que aseguró querer "destruir el Estado desde adentro", se postula como heredero de Sarmiento y su proyecto de estado educador. Habló de educación, futuro y las infancias con Petovello al lado, la ministra que retuvo millones de kilos de alimentos destinados a familias que los necesitan, la ministra que tuvo que ver cómo millones de personas se movilizaron en defensa de la Universidad Pública, responsable de pretender destruir el sistema científico argentino y mantener a rajatabla salarios de pobreza, e incluso indigencia para los y las trabajadoras de la educación. Intentos de censura, mordazas y ataque al derecho a huelga mediante, si no fuera insólito y brutal, sería chistoso el nivel de incongruencia de los discursos y los actos.
Estamos ante un gobierno que ataca a la docencia no sólo en sus condiciones de vida y laborales, sino en el elemental derecho a la libertad de cátedra. El mismo que dice, sin explicación de lo hecho hasta aquí mediante, que: “evidentemente, el desarrollo económico y el desarrollo educativo van de la mano, de la misma forma que la decadencia económica necesariamente arrastra la decadencia educativa”.
Pero si niega la inflación, el estancamiento, la recesión, la pobreza y desocupación creciente, ¿qué coherencia y lógica podemos esperar?.
¿Podemos hablar de futuro y educación con un gobierno que dejó de pagar la conexión de internet en las escuelas y el ítem de conectividad para docentes que necesitamos de esa herramienta para enseñar y tareas administrativas? ¿Alguien recuerda que el proyecto de Ley Ómnibus hablaba de educación virtual desde los 9 años?. Insólitas contradicciones, mientras postulan la hipocresía de la esencialidad, para atacar derechos conquistados con luchas históricas.
El presidente “no hay plata” se autopercibe heredero de la tarea educativa de Sarmiento. El mismo que borró de un plumazo el Fonid y sostiene salarios bajos asegura que: los “incentivos a los docentes es clave para que los mejores vayan a enseñar a los lugares con peores indicadores de alfabetización”. ¿Cinismo o reforma laboral encubierta?. Hace mucho que se insiste con la idea de salarios por “productividad”, como si algo de esto fuera posible en la educación. Por algún lado, pretenderán avanzar.
Hablan de progreso, y las escuelas siguen explotando o se incendian. Es la realidad, de la que tanto huye este gobierno. Y mientras Milei pretende hablar en abstracto de educación, y decir que “en pocas décadas el desarrollo de la Generación del ’80 junto con las políticas educativas que Sarmiento y sus sucesores sacaron a la Argentina de la barbarie y la convirtieron en una potencia”, Alberto Benegas Lynch, sostenido como una voz autorizada para opinar, no olvidamos que sentenció que: "no creo en la obligatoriedad de la Educación”... “¿Cómo va a ser el Estado quien decida sobre el chico?”.
Hablar de Sarmiento presupone hablar de un plan y una política integral del estado, desde el estado y con fondos aportados desde el estado. Cada época tuvo su proyecto educativo al servicio de los sectores dominantes, o aquellos que pretendieron serlo. Sarmiento hizo el suyo. Milei va por el propio.
Más cerca del Remington y empréstitos que de la 1420
Milei no sostiene la visión liberal que afirma el papel decisivo del Estado en la definición de los objetivos de cambio económico-social. Aquella generación del ´80 aseguraba que el estado era el garante del progreso económico mediante una acción decidida y reguladora. En ese marco se desplegó la acción educadora. Ferrocarriles ingleses y escuelas con maestras norteamericanas y libretas de conchabo (farmers), iban de la mano por iniciativa e inversión estatal. Le letra con sangre (originaria) entró y el estado educador alfabetizó a una población que era en un 70% analfabeta.
Adriana Puiggros reflexiona que la noción de derecho a la educación es parte del liberalismo de fines del S XVIII y el SXIX, basada en una idea de universalidad, sin distinción social. En Argentina esto se materializó en la síntesis de la Ley 1420: educación común, obligatoria y gratuita. Con ello se establecieron las características de las profesionales (en términos abrumadoramente femininos) que asumirían la tarea.
El neoliberalismo (reivindicado por Mieli explícitamente) y en particular su forma concreta en la Reforma constitucional (1994) borra este concepto de derecho a la educación en el texto. Incorpora otros conceptos como los de equidad (tanto en el acceso, como la gratuidad). Esto borra el principio liberal de universalidad. En 1993 se sancionó la Ley Federal (24195), durante la presidencia de Carlos Menem. En su concepción significó un retroceso con respecto a la obligación presupuestaria por parte del Estado Nacional, ya que delegó toda responsabilidad educativa en las provincias. Se eliminó la noción de sistema educativo nacional. La ley 26206 del 2006 (presidencia Kirchner) sostuvo esta concepción.
Al decir de Puiggros : “la gratuidad será equitativamente aplicada, una premisa de la política educativa neoliberal que niega el principio de universalidad del liberalismo decimonónico”. Entonces, ¿quién reniega de Sarmiento?.
Educación, estado, son una tensión histórica. El presidente aseguró en San Juan que “Sarmiento decía que todos los problemas son problemas de educación. Los desafíos que enfrentamos hoy tienen sus raíces en la educación o en la falta de ella” Son perros que no paran de correr buscando su cola. Porque sobre la “crisis educativa” todo el mundo habla y ha hablado. Desde hace décadas, todos reprochan herencias pasadas. El anterior gobierno de Unión por la Patria apuntó contra el macrismo. El macrismo contra el kirchnerismo. El kirchnerismo contra el neoliberalismo. El punto en común es que todos y todas atacan y apuntan contra la docencia.
Encima, en medio de este conventillo, curiosamente, destacan el caso de Mendoza. Sobre esto ya hablamos aquí.
¿La educación en sí lo es todo?
El mandatario dijo también que así como el desarrollo depende de “una economía estable, con una moneda sana”, no puede haber mejoras en el desarrollo educativo “sin antes garantizar que los protagonistas sepan leer y escribir”. Toda esta fundamentación para presentar el programa “Comprendo y Aprendo”. Pero también agregó que:“Un chico que no come es un chico que no puede estudiar, un chico que no estudia es un chico que no puede progresar”, y agregó: “el analfabetismo es a la educación y al desarrollo del capital humano lo que la inflación es a la economía”, aseguró, sin referirse a la realidad. La pobreza infantil hace rato y particularmente ahora, es alarmante y brutal. resultado de las políticas del gobierno actual, pero también de todos los anteriores. Se trata de una lamentable cifra: siete de cada diez niñas, niños y adolescentes en Argentina, son pobres. Los datos surgen del último informe de UNICEF.
Los pibes no saben leer, entonces…
En torno a la alfabetización hay todo un debate legítimo acerca de la necesidad o no de la cursiva, más allá de su casi total desuso, pero que es interesante. Hay un debate necesario sobre la gradualidad, sobre los tiempos esperables para el proceso de alfabetización. Y hay una alarma basada en resultados de los “resultados” de las distintas pruebas estandarizadas que impulsa el gobierno nacional y los gobiernos provinciales.
La voz que resolvieron como autorizada en el tema es la de Ana María Borzone. La misma que opina que “los chicos no aprenden a leer y escribir porque no les enseñan, porque se cambió la metodología”. Su reduccionismo ya tiene historia. Viene sosteniendo que en Argentina, hay una metodología de no enseñanza. “El método global retrasa el aprendizaje”.
Para Borzone directamente, “hace treinta años se dejó de enseñar a leer y escribir” y agrega que en la Argentina “se impuso a fines de la década del ´80 y se consolida en la década del ´90. A partir de eso, empezamos a tener el el fracaso escolar actual”. Detrás de esta periodización hay un cuestionamiento a la reacción pos dictadura a las teorías, métodos y cercenamiento de la libertad de cátedra. Esta perspectiva que levantan es muy reaccionaria en sus fundamentos. Debaten cuestionando una visión, que fue una conquista, en la que educador y estudiante sean tratados como sujetos del proceso de aprendizaje. Esta vuelta a la tábula rasa, también esconde una visión de naturalización de las diferencias sociales, de las diferentes posibilidades de acceso a la cultura y los bienes culturales.
Otra vez la “quellera de los métodos”
“La Querella de los métodos en la enseñanza actual” fue un ensayo muy importante de Berta Braslavsky. Fue escrito en el marco de los debates pedagógicos y didácticos hace décadas (1962).Tiene una actualidad impresionante.
Allí se desarrolla su postura sobre el llamado “fracaso escolar” y sobre los debates dicotómicos sobre los métodos de enseñanza. “La inquietud más aguda, desde el punto de vista de la técnica profesional de los maestros primarios, ha estado determinada por la decisión entre dos métodos para enseñar a leer en primer grado inferior: el que habitualmente se llama -“fonético”- con las confusiones que esta designación implica (...) y el tan popularizado método-“global”-. Y cita, a continuación de una revista francesa de 1956.
“Sra P.: yo, señora, a lo cuatro años ya sabía leer, mientras que mi hijo, a los seis años, no sabe ni una letra…. ¡salvo las que yo misma le he enseñado!.
Sra R.: Ah, señora, no me hable de eso! ¿Cuándo tendremos un ministro que prohíba a puñetazos el método global?
Sra Q.: Se debiera hacer una petición, señora….”
Parece mentira, pero seguimos en el mismo punto. Y estos comentarios de puerta de escuela se trasponen y generalizan y se pretenden discusión científica. Ahora, hace 20 años, hace 50, hace 100 o cuando Comenio escribió su Didáctica Magna en el SXVII. “Se supone que hay Programa y programa constitutivos, que para cumplirlos solo falta voluntad política por parte de los gobiernos, más dedicación y responsabilidad del personal docente, y acatamiento de sus obligaciones por parte de los niños, niñas y jóvenes. Hay una culpa, y se requiere culpable”, dice Adriana Puigross [1].
Y hay una política conciente, desde hace décadas de apuntar a un culpable: el que tiene que trabajar de enseñar. “Vagos”, “ignorantes”, “adoctrinadores”. Una constante de ataque a quienes vienen sosteniendo las escuelas y la educación pública contra un ataque en toda la línea por parte de todos los gobiernos.
Para Ferreiro: “Leer y escribir son construcciones sociales. Cada época y cada circunstancia histórica da nuevos sentidos a esos verbos”. Y hay un “ 80% (que) conjuga todos los indicadores de dificultad para la alfabetización: pobreza endógena y hereditaria; baja esperanza de vida y altas tasas de mortalidad infantil; malnutrición; multilingüismo”. Ante lo que llaman, una y otra vez “fracaso escolar”, aparecen quienes suponen tener el plan original, salvador. “Hoy, la discusión se limita a rimbombantes titulares que hablan de los “fracasos educativos”. Sacan conclusiones de evaluaciones estandarizadas que miden la cantidad de palabras por minuto que es capaz o no de leer un estudiante. Frente a estos planes, que además se improvisan, cambian con cada gestión o incluso dentro de la misma, mecánicos, recordamos una idea, simple pero punzante: “los niños tienen la mala costumbre de no pedir permiso para empezar a aprender”. Emilia Ferreiro puso en cuestión (hace 50 años),y al cuestionar los métodos, verdaderamente la noción de “tabula rasa” atribuida al estudiante”.
Con ella coincidimos en la necesidad imperiosa de cuestionar todos los sentidos comunes y en su reflexión de que “...durante décadas hemos escuchado expresiones tales como "lucha contra el analfabetismo", lenguaje militar que caracteriza, además, a quienes son rechazados por el sistema escolar, como "desertores". Ese lenguaje militar sugiere un enemigo a vencer, y el desliz desde el abstracto "analfabetismo" hacia el concreto "individuo analfabeto" como enemigo visible es casi inevitable, sobre todo cuando la imagen militar es asociada a la imagen médica y se habla de "flagelo social", "plaga social" y similares…” … “es evidente que no puede haber "lucha contra el analfabetismo (o el iletrismo)" sino acciones destinadas a elevar el nivel de alfabetización de la población (...) y con el mismo espíritu militar y militante.” Excesiva actualidad.
Allí sostenemos la convicción que la adquisición del lenguaje es un proceso que comienza con el nacimiento y continúa a lo largo de toda la vida, y no se trata sólo de uno o dos años de escuela primaria. El antecedente de la Ley provincial de Alfabetización de Mendoza es muy elocuente. Fue fuertemente cuestionada por especialistas y uno de los puntos es que “no establece una clara conceptualización de alfabetización y no se menciona en ninguno de los artículos la alfabetización temprana ni la familiar, consideradas de vital importancia en los estudios actuales”. Lejos del discurso que quieren imponer, no se trata de una actividad cerebral aislada, neutral e individual sino que es profundamente compleja, política y social.
Los paladines del ajuste y el déficit cero opinan que pueden presentar un proyecto de alfabetización sin hablar de presupuesto para desarrollar bibliotecas, herramientas audiovisuales, multiplicar el acceso a ambientes alfabetizadores, a experiencias de alfabetización, a libros, a propuestas culturales. Es decir, ¿qué proponen? Más de lo mismo, pero profundizado y con motosierra: reforzar los mecanismos de “evaluación” y “control” y más “control”, estándares y más evaluación, desarrollar planes de “fluidez lectora”, jornada extendida. Una idea insostenible, bajo cualquier paradigma ideológico: frente a la desigualdad, pasar por el mismo rasero a todos y todas. Frente a la desigualdad social, cultural, regional, un método único.
La escuela no solo puede, sino que debe ser un gran ambiente de alfabetización para leer y escribir. A pesar de los -cada vez más- escasos recursos con los que se cuenta, producto de una política educativa subordinada, entre otras cosas, al pago de deuda externa, y la injerencia de organismos de crédito internacional como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, quienes transitamos las aulas no dejamos de pensar cómo lograrlo.