www.laizquierdadiario.com / Ver online / Para suscribirte por correo hace click acá
La Izquierda Diario
21 de julio de 2024 Twitter Faceboock

Ideas de Izquierda
Pensamiento fronterizo y “saberes subalternos”: un debate con Walter Mignolo
Iuri Tonelo | Campinas

Este artículo fue publicado originalmente en portugués el 14/7/2024 en Ideias de Esquerda de Brasil, parte de la red internacional La Izquierda Diario. Es la continuación de una serie del autor sobre los teóricos “decoloniales”, contando previamente con un artículo sobre Aníbal Quijano publicado aquí. El debate sobre las posibilidades y formas de conocimiento en las universidades se ha producido en un contexto internacional de importantes transformaciones. La crisis de la globalización neoliberal, con la intensificación de las tendencias nacionalistas y militaristas en los últimos años, ha llevado a cuestionar las viejas hegemonías en muchos ámbitos, en diferentes partes del mundo. Y entre estas cuestiones está la cultural, un deseo real, especialmente entre sectores de la juventud y los nuevos estudiantes universitarios, de ir más allá de los cánones y los clásicos, de cuestionar lo que el sistema considera oficial, de enfrentarse a los programas de estudio y a aspectos de la vieja industria cultural.

Link: https://www.laizquierdadiario.com/Pensamiento-fronterizo-y-saberes-subalternos-un-debate-con-Walter-Mignolo

Escribiendo desde el contexto latinoamericano, el interés de los jóvenes por temas como el indigenismo y la negritud no puede sino ser bienvenido. Se reivindica otra historiografía, otra forma de pensar el “saber”, referencias teóricas al “Sur global”. Lo que está en la raíz de todo esto no es nuevo, ni parte solo de iniciativas individuales: la situación de crisis e inestabilidad del capitalismo internacional abre espacio para un sentimiento antiimperialista, cuestionador de los poderes hegemónicos y, entre otras cosas, de su producción cultural, ideológica e incluso de memoria.

Frente a este fenómeno progresivo de búsqueda de alternativas a las formas materiales y culturales del imperialismo, se ha producido un movimiento de la corriente intelectual decolonial: proponer un proyecto de cuestionamiento de la ciencia y la epistemología occidentales. Apunta a alternativas a la ciencia producida, a las fuentes tradicionales de conocimiento, fuera de la “colonialidad/modernidad”. En definitiva, de la lógica de producción de conocimiento eurocéntrico, buscando abrir espacio a la producción de los países periféricos, o a un pensamiento de la subalternidad. Yendo más allá, Walter Mignolo, en su libro Historias locales / diseños globales, aboga por los “saberes subalternos” y el “pensamiento fronterizo” [1].

La idea es atractiva a primera vista, pero hay que preguntarse: ¿qué significan filosóficamente los conceptos de saberes subalternos y pensamiento fronterizo y cuál es su significado político? En otras palabras, más que un debate intelectual en los salones de la academia, ¿cuál es la consecuencia de estas categorías no solo para la producción de conocimientos subalternos, sino también para su emancipación?

Para responder a estas preguntas, profundizaremos en los conceptos propuestos por Mignolo, desplegaremos sus consecuencias filosóficas y políticas y, por último, su expresión en los acontecimientos contemporáneos, en particular el problema estratégico de los frentes amplios.

La solución gnoseológica: saberes subalternos y pensamiento fronterizo

Empecemos por intentar sintetizar el argumento de lo que apunta particularmente esta reflexión de Walter Mignolo. El debate que conducirá a la idea de “pensamiento fronterizo” y a la revalorización de los saberes subalternos tiene ciertamente una base teórica en la crítica a la modernidad realizada por la primera fase del pensamiento de Foucault, y en las reflexiones decoloniales latinoamericanas, que partieron de un diálogo con los teóricos del sistema mundo. Por ello, una categoría fundamental a partir de la cual se despliega el debate es la idea de “colonialidad del poder” de Aníbal Quijano (también podríamos pensar en la “transmodernidad” de Enrique Dussel).

Ya tuvimos oportunidad de iniciar este debate con Quijano [2], y señalar que esencialmente su crítica a la colonialidad se refiere a un sistema de clasificación de la población del planeta, basado en líneas de demarcación generadas por la matriz de poder europea, que utilizaba las definiciones de cultura, civilización y todo un marco conceptual, así como instituciones (aparato estatal, iglesias, etc.) que garantizan la supremacía de la “universalidad” epistémica, para reproducir la invisibilización de otras epistemes, saberes, conocimientos y culturas.

De ahí que Mignolo apunte a lo que denomina “pensamiento fronterizo”, una de cuyas tareas es la descolonización del pensamiento. De este modo, “el pensamiento fronterizo, desde la perspectiva de la subalternidad, es una máquina para la descolonización intelectual y, por tanto, para la descolonización política y económica” [3]. La innovación de Mignolo es que la propuesta no es solo un contrapunto formal entre lo que produce la epistemología occidental y el conocimiento local, el punto de vista de los subalternos.

La particularidad de la propuesta tiene un primer elemento destacable en tanto no asume como propio un sentido maniqueo de la colonialidad del poder en el que todo en la episteme europea moderna, incluida toda la producción científica europea, es dominación y lo que está fuera es resistencia. Una comprensión formalista del pensamiento decolonial que nos lleva a un callejón sin salida cuando pensamos que uno de los problemas cruciales de la Europa actual es la situación de los inmigrantes, o que en América Latina estamos viviendo fenómenos de extrema derecha como el bolsonarismo y el mileísmo, que están muy lejos de ser una negación de la “episteme europea”, sino que son formas radicalizadas de sus mayores problemas. En otras palabras, la mirada romántica hacia el “Sur global” o la mirada crítica unilateral hacia el conjunto de la “ciencia y cultura europeas”, desde fuera de las clases y sectores sociales oprimidos y opresores, en ambos polos, no deja de ser una nueva forma de positivismo (que, en general, termina perdonando mucho a los Estados Unidos, ya que el énfasis de la discusión está en la producción intelectual europea, dejando fuera del centro de la reflexión a la mayor potencia internacional durante décadas).

De este modo, Mignolo busca reivindicar el conocimiento subalterno, pero con la siguiente propuesta: “Considero el pensamiento fronterizo en la intersección de lo ‘bárbaro’ y lo ‘civilizado’, ya que la perspectiva subalterna se apropia y repiensa la doble articulación del conocimiento ‘bárbaro’ y ‘civilizado’” (Mignolo, 2000, p. 44). El punto central, por tanto, no sería apreciar las cualidades del pensamiento de la modernidad occidental y de los pueblos y etnias del Sur global, lo que los convertiría en objeto de estudio [4]. Por el contrario, busca trascender a ambos, desde una perspectiva subalterna, y proponer un “otro pensamiento”, una nueva gnoseología, que él denomina pensamiento fronterizo.

Como dijimos en la introducción, la propuesta, tomada en términos generales y abstractos, tiene un gran atractivo, en la medida en que los aspectos de la colonización europea y del americanismo permean el debate académico y cultural en el país, imposibilitando muchas veces la reflexión sobre la cultura popular, las expresiones culturales de la diversidad étnica, o los pensamientos que escapan al esquematismo académico de las potencias. En el caso de Brasil, el racismo contra la población negra, la poca reflexión sobre la historia de África, la poca presencia de intelectuales negros en el mundo académico y también las tradiciones indígenas, alimentan la necesidad de pensar en el problema de los legados de la colonización.

La cuestión es que las consecuencias de esta forma de gnoseología no siempre son claras, y hay que tener claro que hay una propuesta filosófica y teórica detrás de este pensamiento, y una consecuencia política. Como en otros casos, es en la praxis donde reconocemos la realidad de un determinado pensamiento, y el pensamiento fronterizo no podría ser la excepción.

De la arqueología de los saberes a la “nueva lógica”

Es un gesto honesto admitir que la noción de “saber”, tal y como es ampliamente utilizada por los críticos del eurocentrismo, no tiene un origen fuera de la propia Europa, al menos tal y como aparece en el pensamiento decolonial. La primera fase de la crítica de la modernidad del filósofo francés Michel Foucault está en la raíz de este concepto. En Las palabras y las cosas [5], el filósofo sienta las bases de lo que sería su crítica de la modernidad y desarrolla en sus obras posteriores el problema de lo “verdadero” y lo “falso” como uno de los fundamentos de la ciencia, que se utiliza para crear lo que él denomina “regímenes de verdad” y, por tanto, discursos de poder [6]. Frente a los “universalismos” de la ciencia, Foucault propone una genealogía, en la que la noción de “saber” gana protagonismo. De ahí el ejercicio genealógico de una arqueología del saber [7]. En diálogo directo con estas elaboraciones, Walter Mignolo cita la conferencia inaugural de Foucault en el Collège de France, en la que Foucault habla de la “insurrección de los saberes subyugados” (Mignolo, 2000, p. 19); efectivamente, una noción muy próxima al concepto de saber subalterno.

El propio autor argentino aclara que, con una noción diferente a la que él utiliza, una de las referencias para la introducción del concepto de “subalternidad” fue Antonio Gramsci [8] –aunque el marxista sardo lo utiliza pensando en las relaciones de clase–. A la vista de estas referencias (y por supuesto de otras fuentes, del Sur global), Mignolo deja claro que no puede adherirse a los desarrollos típicamente posmodernos que, en su rechazo de la modernidad, terminan en la “deconstrucción” unilateral, en la creación de un “nuevo relato” (o la crítica del metarrelato europeo), ya que parte de la emergencia del capitalismo y sus efectos en América Latina, del problema del racismo, incluyendo la formación de sus bases epistémicas, y también de conceptos y categorías que tienen expresión en la crítica europea. Esto para que podamos entender inicialmente el concepto de “saber subalterno” en su historicidad, no como una forma romántica, una “pureza” antieuropea, como se le ha atribuido.

La cuestión es que, aunque no se dirija inicialmente al camino de la posmodernidad, en su propuesta de pensamiento fronterizo Mignolo da una cierta continuidad a la base filosófica de Foucault cuando afirma lo siguiente:

“Pensamiento fronterizo” es la noción que presento ahora con la intención de trascender la hermenéutica y la epistemología y la correspondiente distinción entre aquél que conoce y lo que es conocido, en la epistemología de la segunda modernidad. Describir en la “realidad” ambos lados de la frontera no es el problema. El problema es hacerlo desde su exterioridad (en el sentido de Levinas). El objetivo es borrar la distinción entre el sujeto que conoce y el objeto que es conocido, entre un objeto “híbrido” (la zona fronteriza como lo conocido) y un sujeto disciplinario o interdisciplinario “puro” (el que conoce), no contaminado por los asuntos fronterizos que describe. Para cambiar los términos de la conversación es necesario superar la distinción entre sujeto y objeto, por un lado, y entre epistemología y hermenéutica, por el otro. El pensamiento fronterizo debería ser el espacio en el que se pueda pensar esta nueva lógica. (Mignolo, 2000, p. 18)

Si “soy lo que pienso”, como dice uno de los capítulos del libro, la gran cuestión para “otro pensamiento”, un pensamiento fronterizo, es una nueva lógica.

Y aquí llegamos a un punto fundamental del debate. La superación de la distinción entre sujeto y objeto, a pesar de toda la pompa vanguardista de la reflexión, no es una propuesta nueva, sino que se remonta al menos a cientos de años y tiene como base filosófica el idealismo europeo, en el que la “superación” se produce a través de “otro pensamiento”, por lo tanto, con el predominio de este por sobre la materia y la praxis.

El resultado es una búsqueda de “soluciones gnoseológicas” que acaban siendo, en contra de lo que anunciaban, estrictamente académicas y, por otra parte, adaptadas al estado actual de las cosas. Esto es evidente en la medida en que la crítica decolonial se disocia en la práctica de los problemas flagrantes de la colonización contemporánea. Basta ver cómo la noción de “genealogía de los saberes” o de “narrativas cambiantes” de los europeos Foucault y Lyotard son conceptos cotidianos y preocupaciones fundamentales contra la epistemología europea, pero un genocidio a cielo abierto en Palestina, una de las políticas imperialistas más colonizadoras y brutales del último periodo, moviliza muy poco o casi nada en las discusiones académicas, por no hablar de las acciones políticas [9].

El problema es que a la “nueva lógica” no se la defiende en el contexto de la “razón europea”, sino de la irracionalidad cada vez más evidente del capitalismo, y de ahí la pregunta: ¿cuál es la propuesta política?

El contexto de las guerras y los genocidios: ¿frentes amplios y multipolaridad del capital?

La cuestión palestina es hoy una piedra de toque, pero no es la única y pone de relieve el problema de la solución gnoseológica. Vamos hacia un mundo con tendencias militares cada vez más intensas, que amplifican las desigualdades económicas y sociales, con datos aterradores de hambre y miseria y, para quienes trabajan, vemos prácticas de explotación que se remontan a los inicios del capitalismo. Y no solo con la dimensión humana y la amenaza de nuevas guerras, la postura depredadora del capitalismo es más evidente que nunca ante las catástrofes ambientales y el calentamiento global. Todos los conocimientos alternativos, los “saberes subalternos”, las cosmovisiones que cuestionan esta lógica del “pueblo blanco de la mercancía”, como sostiene el yanomami Davi Kopenawa, deben ponerse de relieve y enriquecer el debate. Lo mismo ocurre con los aspectos de la cultura popular, especialmente la cultura negra en Brasil, tan rica y fuente de historia de resistencias y luchas. Lo que no corresponde es imaginar una solución alternativa, de una “burbuja” epistemológica utópica, mientras las comunidades indígenas, como las de Brasil, están siendo exterminadas por el agronegocio, que no solo tiene a su favor una epistemología europea, sino también ametralladoras “alemanas o israelíes” para llevar a cabo genocidios en tierras indígenas, tal como está ocurriendo en otras partes del Sur global.

Y este límite de la “solución gnoseológica” está ligado a la idea de los nuevos movimientos sociales durante el apogeo del neoliberalismo. Por supuesto, es necesario contextualizar la obra que hemos elegido tratar en esta elaboración, escrita en 1999 (pero con persistente influencia conceptual, no por casualidad reeditada en portugués en los últimos años). En ese contexto, lo que para el autor aparecía como “pensamiento fronterizo” en su expresión política era el zapatismo. Según Mignolo:

“El zapatismo”, en México, ha definido un espacio más allá tanto del indigenismo como del indianismo y un espacio nuevo, al que llamé en otro lugar “la revolución teórica de los zapatistas” (...) es un logro y al mismo tiempo un nacimiento del pensamiento fronterizo: un nuevo espacio que surge de una doble traducción, una traducción del marxismo a la cosmología amerindia y de los amerindios a la cosmología marxista, involucrando en el proceso tanto a intelectuales amerindios como a criollos urbanos (Mignolo, 2000, p. 149).

A pesar de su menor relevancia hoy en día, es sorprendente que Mignolo, después de todo su análisis y crítica de las epistemologías, trate lo que él llama la “revolución zapatista” como un ejemplo práctico del nacimiento del pensamiento fronterizo. Lo que permanece metodológicamente en esta afirmación es lo que John Hollaway expresó muy bien en el título de su libro, la idea de “cambiar el mundo sin tomar el poder”. Se trata de pensar en la idea de crear zonas autónomas, en las que, al igual que los experimentos del socialismo utópico del siglo XIX, se desarrollarían experiencias en una dirección alternativa al capitalismo, absteniéndose de enfrentarse al Estado por comprender que no concentra el poder, dejando una “guerra de baja intensidad” para contrarrestar la acción represiva del Estado en las fronteras de los territorios autónomos; de ahí la idea de cambiar el mundo sin tomar el poder.

De forma más institucional, vemos experiencias internacionales que también apuntan en esta dirección estratégica, aunque de forma diferente. Se habla de nuevos movimientos sociales, ONG, experimentos, comunidades, etc., que tienen en común el abandono de la confrontación con el poder estatal. O alternativas populistas, como vemos en el caso brasileño, que combinan el compromiso académico con una “apelación a la periferia”, pero que, por fuera de un proyecto de transformación anticapitalista, muchas veces terminan en soluciones individuales o académicas de crítica epistemológica combinadas con propuestas de “emprendedorismos” alternativos y políticas públicas dentro de los límites de la institucionalidad.

El problema crucial es que pensar en comunas agrarias e indígenas, espacios periféricos, con saberes subalternos, por fuera de tener como norte estratégico enfrentar al Estado y al imperialismo –lo que puede hacerse desde las grandes concentraciones del proletariado internacional junto a otros sectores oprimidos– termina adaptándose a alternativas reformistas, o haciendo la vista gorda ante los peligros de guerra mundial, nuevos genocidios, colonizaciones y otros procesos. La ilusión de una “zona autónoma” o de un espacio para vivir en paralelo a las atrocidades internacionales que amenazan a los diferentes pueblos y etnias no son más que ilusiones, y no resisten la prueba de grandes procesos como el genocidio en Palestina.

El problema se complica en la medida en que las formulaciones de Mignolo, escritas en el contexto del movimiento anticapitalista “No Global”, parecen ultracríticas en comparación con las manifestaciones actuales del autor. También para él, tras el advenimiento de la extrema derecha, todo está permitido en filosofía y política. Ilustremos con dos citas del autor sobre la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina, que me parecen emblemáticas de hacia dónde puede ir el “pensamiento fronterizo”. En primer lugar, en sus fundamentos filosóficos, descarrila completamente en la posmodernidad cuando sostiene que “La situación local en Argentina no está ni puede estar aislada, se insista en ello o no, de las dos macro-narrativas que están en pugna en el mundo”. (Walter Mignolo, “El balotaje en Argentina y el cambio del orden global”, Página 12, 4/11/2023, énfasis de Mignolo). Divide la situación mundial y sus problemas entre dos grandes “narrativas”. ¿Y cuáles serían? Mignolo argumenta a partir de la situación argentina:

El clamor por el cambio es habitual en los discursos de Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza. El cambio doméstico que claman va a contrapelo del irreversible e imparable cambio en el orden mundial: el conservadurismo unipolar defendiendo los privilegios conseguidos durante 500 años de expansión occidental, esforzándose por contener la creatividad e inventiva multipolar. En contraste, el proyecto de la Unión por la Patria marcha al son de los cambios del reformismo multipolar: un gobierno de coparticipación no es ya un gobierno de una ideología sino de una pragmática que altera la ideologización de la grieta que surgió de los gobiernos anteriores y de la promoción del odio que difunde la derecha (ibíd., énfasis de Mignolo).

Parece mentira que después de una “crítica incisiva” a la epistemología occidental, Mignolo termine reivindicando el proyecto de Sergio Massa por no ser un gobierno de una ideología, sino de una pragmática que altere la ideologización de la “grieta” (polarización) –cuando se enfrenta nada menos que a Javier Milei (!)–. Pero el propio proyecto reivindicado, la propuesta, no puede ser más institucional e inofensiva, cuando entendemos que el pensamiento fronterizo se ha convertido en la defensa de un “macrorrelato” como parte de un gobierno de “unidad nacional” (!), de pragmática de la antipolarización y la multipolaridad capitalista internacional:

Sergio Massa propone un gobierno de unidad nacional y de asociación con la multipolaridad. Lo beneficia la pertenencia de Argentina a los BRICS+ y de compartir destinos con Lula da Silva, presidente de Brasil y co-fundador de los BRICS. De hecho, un gobierno de Massa (también por sus recientes viajes y relaciones con Beijing) llevaría adelante un proyecto nacional de futuro compartido paralelo con la propuesta China de construir la comunidad global de futuro compartido (ibíd., énfasis de Mignolo).

Así, en países con un frente amplio como Brasil o Argentina, ha quedado claro dónde termina la discusión. Hacen toda la crítica a la episteme europea para distanciarse de las posibilidades de la revolución social anticapitalista y del proletariado como sujeto (siempre en busca de un nuevo sujeto o movimiento) como su foco de combate académico, y lo combinan, en el contexto de la confrontación con la extrema derecha, con un cierto entusiasmo por los frentes amplios y las formas de hacer política que son primordiales para el “patrón europeo” que supuestamente critican, con un barniz de “multipolaridad” –de hecho, de subordinación a China, que según investigaciones recientes ha penetrado en el continente africano, reproduciendo los métodos capitalistas occidentales de brutal opresión y explotación de la población en ejemplos como la prospección de petróleo en Nigeria, la de cobre en el Congo y la extracción de litio en Zimbabue [10]–. Al tomar este camino, la crítica decolonial permanece incuestionablemente dentro de los confines de la institucionalidad burguesa, haciendo el juego a aquello contra lo que parecía luchar.

El punto fundamental, por lo tanto, es que al no tratar las prácticas imperialistas y coloniales como un fenómeno histórico, sino como un fenómeno epistémico, desembocaron necesariamente en formas de incongruencia teórica y política cuando se enfrentaron a cuestiones prácticas. Así, en diferentes contextos, la búsqueda de nuevos movimientos sociales puede revitalizarse, con resoluciones “utópicas” en el sentido crítico que le dieron Marx y Engels, pensando en espacios, lugares, experiencias, cooperativas, en los que se ejerza un “nuevo pensamiento fronterizo” y “saberes subalternos”, combinado con la búsqueda de una “nueva episteme académica” (manteniendo las bases de las estructuras de poder en la universidad, en un momento en que el movimiento estudiantil se levanta en todo el mundo para cuestionar por qué el conocimiento sirve efectivamente al genocidio de Israel contra Palestina).

Este caso, de las movilizaciones estudiantiles a nivel internacional, muestra cómo la lucha de clases y el marxismo apuntan a un camino concreto de confrontación anticolonial, en la medida en que una de las reivindicaciones internacionales del movimiento es romper los acuerdos universitarios con el Estado de Israel en todas las universidades, una reivindicación concreta contra el genocidio, con efectos prácticos en la vida de las personas que están siendo expulsadas de sus casas por las bombas. En la clase obrera, por ejemplo, estibadores de diferentes países del mundo se negaron a enviar armas a Israel, un pequeño pero significativo ejemplo de que la clase obrera, junto con estudiantes, negros, indígenas, LGBT+, pueblos originarios y otros sectores oprimidos, puede ofrecer una alternativa real a las prácticas coloniales e imperialistas.

Teniendo esto en cuenta, la crítica de Marx en sus Tesis sobre Feuerbach sigue siendo inevitable. No se trata de reinterpretar el mundo, sino de transformarlo. Y, por tanto, no se trata solo de criticar los fundamentos epistemológicos de Europa, sino de estar en primera línea, como hace el marxismo revolucionario, de todas las luchas al servicio de los sectores oprimidos, apoyando activamente la lucha contra el genocidio del pueblo palestino a nivel internacional ahora, y con la estrategia de derribar no solo los fundamentos ideológicos (o epistémicos), sino todo el edificio de este sistema del capital, de sus potencias, formas de acumulación, colonización, explotación y opresión.

Traducción: Guillermo Iturbide

 
Izquierda Diario
Seguinos en las redes
/ izquierdadiario
@izquierdadiario
Suscribite por Whatsapp
/(011) 2340 9864
[email protected]
www.laizquierdadiario.com / Para suscribirte por correo, hace click acá