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31 de julio de 2024 Twitter Faceboock

Ciencia y tecnología
Científicos de Conicet nuevamente en las calles: protesta por recortes y eliminación de becas
Santiago Benítez | Dr. en Biología - Conicet - @santiagombv1

Este 31 de julio se realiza una nueva jornada de protesta de los trabajadores de CONICET. La fecha no es casual: por recortes en las nuevas becas y no renovación de las prórrogas, cientos de científicos en formación se verán expulsados. ¿Cuáles son las perspectivas en el sector?

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A principios del mes de julio, un correo electrónico exultante del presidente de Conicet, Dr. Daniel Salamone, dirigido a las autoridades de institutos del organismo, anunciaba una ampliación presupuestaria “que nos permitirá llegar muy bien a fin de año”. Lejos de esto, un simple análisis de los números considerando la inflación, muestran una caída real de más del 30% en los fondos destinados a ciencia y técnica. Pero, además de la discusión sobre el monto y el destino de esos recursos, el destino de quienes trabajan en la ciencia pública es la cara más feroz del ajuste.

Un breve resumen del ajuste

El personal de gestión, encargado de las tareas administrativas de Conicet, fue el primer blanco del gobierno. A una situación que se arrastra desde hace años, con contratos de renovación anual bajo la forma conocida como “artículo 9”, el decreto de necesidad y urgencia 84/2023 de Javier Milei le agregó una nueva incertidumbre, al convertir los contratos en trimestrales. A esto se le suma la desvinculación de 130 trabajadores, de una planta ya de por sí con sobrecarga laboral.

El achicamiento de la planta de trabajadores abarca también a becarios doctorales y posdoctorales, investigadores en formación a los que históricamente se les han negado derechos laborales. La reducción abarca tanto el ingreso como la continuidad, resultando en un sistema aún más precario. Respecto a los ingresos, en la convocatoria 2023 estaban previstas 1300 becas doctorales, de las cuales solamente se otorgaron 840. De las becas posdoctorales, solo se otorgaron 470 de las 800 previstas. Esta es una situación crítica, ya que 1233 doctores estaban en situación de solicitarlas, lo que implica que quienes no las obtuvieron quedan excluidos del sistema científico.

Por otra parte, quienes habiendo realizado su posdoctorado solicitaron el ingreso a la carrera de investigador, dejarán de percibir sus becas antes de conocer el resultado de sus concursos. Dado que tampoco existe fecha para la publicación de estos resultados son, simplemente, despedidos. Estos resultados son lejanos, incluso para quienes ya obtuvieron dictamen favorable: 850 ingresantes a la carrera de investigador y 105 a la carrera de personal de apoyo continúan sin ser designados. Más de 100 de ellos se encuentran en situación crítica.

Para sumar a este panorama, la financiación de las tareas de investigación es, básicamente, inexistente en estos momentos. Lo que se encuentra acompañado de una pérdida histórica en la capacidad adquisitiva de los salarios (situación común a la inmensa mayoría de los trabajadores del país).

¿Y si Salamone tuviera razón?

Los razonamientos ingenuos del tipo: “perdimos por…”, donde los puntos suspensivos son alguna política mínimamente progresista, se ven acompañados de una vuelta a supuestos valores tradicionales. Para vencer a tu enemigo únete a él o al menos vuélvete muy parecido, parecen clamar. Un eco de estas discusiones en ámbitos políticos se replica, a su modo, en Conicet. ¿No desperdiciamos recursos en las ciencias sociales, siendo que el país necesita una inyección de dólares, que la tecnología aplicada al extractivismo puede aportar? ¿No dejamos que se investigue "cualquier cosa", incluso cuando estas investigaciones desnudan la agenda extractivista? Finalmente, ¿no debimos adecuar la investigación científica al capitalismo, que es el mejor sistema al que podemos aspirar, promoviendo una ciencia emprendedorista y empresarial, como decía Barañao y Salamone nos recuerda?

El resumen de esta resignación al supuesto “espíritu de época” (del que este gobierno sería un emergente) se convierte en una forma de hacer ciencia y, en consecuencia, una imagen de cómo debe ser su principal organismo público. Imagen que, sobre decirlo, es muchas veces una profundización de los problemas ya existentes.

Veámoslo en detalle: los sucesivos cuellos de botella del sistema meritocrático y la becarización de los trabajadores de la ciencia no es un fenómeno nuevo. La duración de las becas aumenta, la demora en pasar a la planta permanente es cada vez mayor (incluso, como en este momento, sin fecha). La negativa a incluir a los becarios en un convenio colectivo de trabajo y otorgarles los beneficios de alguna forma de contratación ha sido una constante de todas las gestiones de Conicet. Las becas son, sencillamente, baratas, y aseguran una mínima forma de conservación del sistema.

La mano muy visible del mercado (y sus fundaciones y demás organizaciones caritativas) en el direccionamiento de los subsidios de investigación es otro aspecto muy claro. “Ese cambio de set-up es fundamental”, como dijo el presidente de Conicet en el AmCham Forum Business Transformation, evento organizado por la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina. ¿Podemos oponer otra perspectiva?

Aclarar hasta que desensille

Esperar hasta que pase Milei, esperar el próximo “ciclo”, parece ser la forma que toma la resignación. Pero, como enseña la experiencia económica, cada derrota nos deja en un nivel más bajo de desocupación, de pérdida de derechos, de pobreza estructural que ya nadie parece querer debatir. Y en ciencia y tecnología, la política de la resignación nos deja con un sistema de trabajadores precarios, mal pagos y, crecientemente, dedicados a brindar servicios a tal o cual empresario.

¿Eso es todo lo que podemos hacer? Estamos entrando en una nueva fase del conflicto universitario, que viene de desarrollar una de las mayores movilizaciones que se recuerde. Ámbito natural para los trabajadores de Conicet, que además se desempeñan, en su mayoría, dentro de las universidades nacionales. Conflictos como los SRT (Servicios de Radio y Televisión de la Universidad) en Córdoba o los de FATE y el hospital Posadas en Buenos Aires muestran un despliegue de solidaridad que pone en duda la supuesta nueva era geológica del individualismo.

La jornada de lucha de los trabajadores del CONICET vuelve a poner en agenda, y reclamar a la CGT y las CTAs, la necesidad de un paro general de 36 horas para pelear de forma coordinada contra los despidos en la industria y el sector público. A la complicidad abierta de UPCN y la impotencia y divisiones que imponen las conducciones de ATE a nivel nacional y en diferentes seccionales, es necesario oponerle otra cosa por abajo.
El rescate de la organización, contra toda resignación, es el panorama inmediato. Lejos de darle la razón a los ajustadores, discutir cuál es el tipo de ciencia que queremos (incluso ahora ¿por qué esperar?), es el horizonte que le puede dar sentido a esta lucha.

 
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