Fotografía: Esquerda Diario
Lula definitivamente aparece como el protagonista del gobierno después de haber sido uno de los artífices del mayor peso ganado por el PMDB (partido aliado del PT) con la reforma ministerial, llegando a quedarse con el poderoso Ministerio de Salud, y reposicionando a aliados fundamentales en el alto escalafón ministerial como Berzoini y Jaques Wagner.
Por eso el ex-presidente no habló como alguien ajeno al gobierno o que mantiene diferencias con Dilma (como se comentó en algún momento). Al contrario, uno de los principales objetivos de Lula fue dar al discurso de la presidenta un contenido que no tuvo en realidad, al afirmar que a partir de ese Congreso “Dilma comenzaba a hacer historia como una gran líder política del país”.
De este modo, tratando de dar continuidad entre "lo que fue hecho en el pasado y lo que será hecho de aquí al futuro", Lula sostuvo que el error fue ofrecer un discurso durante la elección presidencial y luego en la práctica hacer como “Aécio” (presidenciable del partido neoliberal opositor PSDB). Lula recordó que tuvo la oportunidad de enseñar a Obama (EEUU) y a Hollande (Francia) que la clave del gobierno es hacer lo que se dice en las elecciones y que ahora es el momento de retomar la perspectiva de crecimiento, del empleo, de las “demandas del pueblo” y no de la oposición o de los bancos como el Bradesco o Itaú.
¿Será tal vez que Lula quiere convencernos de que va a cambiar la política económica de ajuste, de la que él mismo fue y es un paladín? Por increíble que parezca, así es. ¿Y cuál es la idea?
La clave no fue tanto hablar sobre el supuesto golpe de Estado en si mismo, sino plantear que Dilma debe gobernar y así mostrará su liderazgo. Desde el punto de vista de la política económica, estableció un diálogo con la CUT afirmando que el programa de crédito y consumo que sostiene la central sindical debe salir del papel y convertirse en un programa de gobierno, aludiendo directamente al Ministro de Trabajo y Seguridad Social presente, Miguel Rossetto.
Lula completa así su fórmula mágica intentando construir una hegemonía que va de la burocracia sindical hasta sectores de la izquierda. Es decir, monta una escena para fingir un ajuste más amigable, un giro del gobierno más popular para, con este discurso, hacer acuerdos espurios con el PMDB, aplicar un ajuste aún más firme e incluir, además de la burocracia sindical que es aliada, a sectores de la izquierda en ese "bloque hegemónico" contra el conservadurismo, el ajuste, el golpe y un largo etc.
Lamentablemente estaba presente una de las personalidades de la izquierda, Guilherme Boulos, el jefe del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST). Esta figura es uno de los principales articuladores del Frente “Pueblo Sin Miedo” que logró reunir a la CUT, a la Central de Trabajadores y Trabajadoras de Brasil (CTB), al MTST y movimientos sociales y partidos como el PSOL, en una jugada ofensiva del PT buscando separar el discurso “de oposición a los ajustes” al combate contra el gobierno del PT.
Esta es toda la esencia del discurso de Lula porque no pueden quedar dudas de que va a continuar aplicando el ajuste. Es un discurso que sólo sirve para disciplinar a la burocracia, a los movimientos sociales y sectores de la izquierda.
Entonces, ¿cuál fue el papel de Dilma? Realizó, una vez más, un discurso protocolar pero cumplió con su parte. Se refirió al golpe, al tercer turno, justificó las “bicicletas” fiscales como “actos administrativos” que todos los gobiernos realizan y que en su gobierno no existía otro interés que no sea el de las políticas sociales (Lula había ido más allá y repitió toda la noche que las “bicicletas” fiscales sirvieron para pagar el plan Bolsa Familia y Minha Casa Minha Vida).
Dilma también mencionó a los “moralistas sin moral" y en el “pico” de su discurso anti golpe de Estado preguntó: “¿Quién tiene fuerza moral, reputación intachable y una biografía limpia para atacar mi honor?” En otras palabras, habló del golpe de Estado y le dejó a Lula el tema del ajuste, que conoce mejor cómo jugar con palabras. La clave era dejar todo un poco ambiguo, continuar con la política económica en curso y que Lula resolviera el resto.
Pero aún faltan dos interlocutores importantes: a Vagner Freitas, llamado Vagnão, lo podemos resumir en pocas palabras: hay ajustes, tenemos propuestas, vamos a hacer las críticas... pero estamos juntos… El “programa económico alternativo” de la CUT, frente al ajuste de Dilma, sirve para preservarlo pero controlando los despidos y los ataques en la industria.
El otro interlocutor que falta es el ya “célebre” Pepe Mujica, quien ha movido legiones en las universidades para presenciar sus discursos. Cumplió un papel importante para el conjunto de la puesta en escena. Primero porque habló de cosas como “combatir la cultura burguesa”, “aprender a navegar en una sociedad de clases, los que sueñan con una sociedad sin clases”, se opuso al capital financiero, etc. Fue un adorno de izquierda pero dio con su particular manera de hablar una base fundamental a Lula y Dilma: dijo que ya se había caído muchas veces en la vida y que “la peor batalla que se pierde es la que no se lucha”. En otras palabras, la fórmula ideológica perfecta para el discurso general de Lula, que era: sufrimos algunos ataques, caídas, tropiezos hasta aquí, pero vamos a levantar cabeza.
Mujica, que es uno de los menos afectados entre los gobiernos latinoamericanos del fenómeno "posneoliberal", actualmente en decadencia, gobernó contra las huelgas de los maestros a las que reprimió y conoce el valor que tiene contener la lucha de clases en el país. Felicitó además al gobierno que dice estar asediado por una base de derecha.
Sólo en las frases poéticas de Mujica y en el discurso de Lula la realidad puede aparecer así, como a las puertas de un cambio positivo del gobierno. Con un país que según algunos economistas podría alcanzar el 10% de desempleo, récord de inflación, un 40% de los adultos sin poder afrontar sus deudas, despidos masivos en fábricas, un PIB en retroceso al mínimo del 3%, las metáforas y los juegos de palabras pueden confundir a algunos sectores de la izquierda organizada (como al MTST y al PSOL, que terminan dando cobertura por izquierda a la política de Lula) pero está lejos de convencer a los trabajadores y a la juventud del país. |