El miércoles 14 se aprobó en la Cámara de Diputados la ley que declara a la educación como “servicio esencial”; aún falta que se apruebe en Senadores. Las bancas del Frente de Izquierda llamaron a una audiencia pública para rechazarlo. Coincidiendo con todo esto, en estos días se dio a conocer un informe de Unicef, el cual da cuenta que más de un millón de niños se van a la cama sin cenar en nuestro país.
Los docentes que viven cotidianamente las realidades del colegio ven cómo día a día el ajuste pesa no solo en sus hogares, sino también en el de sus alumnos, lo cual no es ninguna novedad pero se va tornando cada vez más grave.
Es cada vez más común recibir mensajes de las familias avisando que los chicos no asistirán a clase porque no tienen para darles de comer o no tienen para el pasaje. El informe de Unicef plantea que muchas familias utilizan como estrategia última el hecho de saltarse la cena; antes de eso, se endeudan o restringen el consumo en salud, transporte y educación.
Si realmente la educación es esencial, debería ser esencial que los chicos que acceden a ella tengan las condiciones dignas para hacerlo y surge la pregunta: ¿no sería entonces esencial que los chicos no eliminen la cena de sus comidas diarias?
Está claro que con la ley de esencialidad lo único que quieren hacer es limitar el derecho a huelga de les docentes, y de esa manera evitar que se reclame por todas las problemáticas que surgen a diario en las escuelas, como lo son las viandas poco nutritivas y escasas. El informe de Unicef plantea que de siete millones de pibes un 90% dejó de consumir carnes y lácteos ¿No sería entonces esencial que se destine mayor presupuesto a mejorar la alimentación en comedores y viandas de todas las escuelas del país?
La esencialidad trucha no quiere que en los reclamos docentes esté incluido el de todas las familias en las que los ingresos han desmejorado producto de la ola de despidos que se dieron en varios sectores y del encarecimiento que traen las subas de precios y las condiciones cada vez más precarias de trabajo de la inmensa mayoría de la población. O que se reclame frente al aumento de transporte que para muchas familias hace que sea cada día más imposible llegar al colegio.
Como se dice por ahí, las escuelas son “cajas de resonancia” de todo lo que sucede en la sociedad. Entonces: ¿qué prioridad le quiere dar el gobierno a la educación pública, sin aumentar el presupuesto educativo e intentando quitar el derecho a reclamar de la docencia? Claramente ninguna: lo único que se pretende es avanzar sobre el derecho democrático a protestar,y acallar todos los reclamos que surgen porque cada día se hace más insostenible la vida en este país: seis de cada 10 niños y niñas viven en la pobreza por tener ingresos insuficientes.
La docencia no puede quedarse de brazos cruzados, pero tampoco puede pelear en soledad. Los sectores de docentes de izquierda pudieron arrebatar un compromiso de paro por parte de las centrales sindicales para el día que se trate la ley en Senadores. Pero ese día no deben ser solo los maestros los que salgan a las calles, sino que debe ser el conjunto de la comunidad educativa con las familias, auxiliares, docentes, diciéndole NO a esta ley de esencialidad trucha y exigiendo que se vote el aumento de presupuesto educativo. Que se deje de destinar plata a pagar al FMI y se priorice la educación, ya que si es tan esencial debería de ser esa la prioridad.
Es clave que las familias acompañen y se sumen al reclamo de los docentes, porque si no pasa esta ley van a estar en mejores condiciones para seguir luchando y organizándose para que los chicos y chicas de cada escuela del país tengan la educación que se merecen. Hay una frase que dice que “La educación es el arte de hacer visibles las cosas invisibles”. Que se visibilicen entonces el ajuste y la persecución contra los que luchan por un futuro mejor. |