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20 de agosto de 2024 Twitter Faceboock

Debate necesario
Grabois, Ciudad Futura y la "nueva generación" en la crisis del peronismo
Octavio Crivaro | @OctavioCrivaro
Patricio del Corro | @Patriciodc

El escándalo por las acusaciones de violencia de género que caen sobre Alberto Fernández profundizó la crisis abierta en el peronismo. En esta columna, queremos aportar algunos ejes para discutir con quienes, desde su lugar, apuestan a una política favorable a las mayorías.

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"Cuánto éxito para los fracasos" podría ser la bio del expresidente Alberto Fernández en sus redes sociales. La última trinchera que le quedaba a este experimento eran algunas "banderas culturales", sobre todo de género (bajo su gobierno se aprobó la ley del aborto legal), como taparrabos de ese desnudo material y social. El gobierno de Alberto fue "de todos/as" porque incluyó a Cristina, a la CGT, a las CTAs, a Grabois, a Patria Grande y Ciudad Futura, pero también a los Jaldo, los Insfrán y los gobernadores del PJ, no solamente a Alberto. Hoy, ese enorme radio de apoyo se ha desintegrado, y Alberto parece haber encabezado el "Frente de Nadie". Lo que se ha abierto es la batalla de los peronismos para ver quién puede quedar como el legítimo heredero de cara a las próximas contiendas electorales. Sin embargo, parece que estamos ante una crisis más profunda de lo que se está debatiendo. La misma ha golpeado la confianza de miles de personas que buscan mantener algunas banderas en alto frente a la lucha contra el gobierno "anarcocapitalista" que el anterior gobierno ayudó a concebir.

¿Vamos a debatir el balance?

El debate dentro del peronismo se ha desplazado tanto a la derecha que figuras como Guillermo Moreno, el antisemita Cúneo y hasta Pichetto son vistas con buenos ojos en las listas de los "recuperables". Dentro de ese polo, referentes del peronismo hardcore, como Moreno o Sergio Berni, hasta proponen "indultar" políticamente a la mismísima Villarruel. Ante la crisis de la moderación, proponen directamente un giro hacia el conservadurismo más abyecto, camuflado de nacionalismo.

El triunfo moral de la derecha sobre la mayoría del peronismo es evidente, como sostuvo Daniel Tognetti en esta presentación: "Antes, Cristina decía que a su izquierda estaba la pared; ahora dice que no es ni de izquierda ni de derecha, sino peronista". También ganó la sinceridad: digamos todo.

Otras propuestas no apuntan en ese mismo sentido, pero insisten en "volver mejores", proponiendo salidas generacionales o esbozando críticas por izquierda (aunque abstractas) a un sendero que viene desde mucho antes, desde mucho antes que 2019. Con ellos y, especialmente, con un enorme sector de compañeros y compañeras que están "recalculando" más profundamente frente al fracaso de las últimas apuestas del peronismo, porque tienen la voluntad de apostar por una sociedad que nos duela menos, queremos abrir esta discusión.

Un recambio, ¿pero recambio de qué?

Días atrás, Caren Tepp y Juan Monteverde expusieron una visión dentro de este debate. Sostienen que la derrota electoral también fue política y, ahora, directamente moral. Frente a esto, proponen una salida: un recambio generacional y un cambio de la "cultura política".

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Su nota busca tender una mano a quienes ya están hastiados de los fracasos que aceptaron en pos del "mal menor". Está encabezada por una sugerente frase del General Juan Domingo Perón: "Hay que hablar mucho de las ideas, poco de las cosas y nada de las personas". No es casual, ya que desde hace años, Ciudad Futura ha optado por vincular su destino y orientación a la unidad electoral y política con el peronismo, al que apoyaron en 2015, en 2019 y con el que directamente fueron a internas en las elecciones de 2023.

Sin embargo, nos parece que la nota no cumple con ese mandato de la cita. Aunque no menciona nombres, se enfoca en "jubilar" a toda una serie de figuras que representan esta derrota para dar paso a una renovación dentro del peronismo. Frente a esos referentes, creemos que el artículo sugiere una política "anticasta" dentro del peronismo. Pero, si bien las castas existen, el problema es que son la expresión de intereses económicos y políticos, no el problema en sí mismo.

Recordemos brevemente que el peronismo ya vivió un momento de "renovación" contra los "mariscales de la derrota" electoral de 1983, aquellos que estaban demasiado vinculados a los militares y ni siquiera pedían un juicio civil para sus cúpulas. La "renovación generacional" incluyó a Cafiero y Menem. El resto de la historia ya la conocemos.

Además, la nota habla poco de "las cosas" y aún menos de "las ideas". Reduce el debate a una renovación y un cambio de "prácticas". Si el problema fuera generacional, habríamos visto en el Congreso Nacional choques mucho más fuertes dentro de la bancada peronista. Por ejemplo, Grabois ahora rehace retroactivamente un perfil opositor al gobierno anterior y a los grandes empresarios, y en una entrevista en Cenital se lanza contra el empresario Marcos Galperin. Sin embargo, toda la bancada peronista, incluidos los diputados que responden a Grabois, votaron las exenciones impositivas para el magnate. "Miren lo que hago y no lo que digo", dijo Néstor Kirchner hace dos décadas.

En los momentos clave, donde sí estaban en juego las ideas, siempre fue así. Por ejemplo, cuando el joven diputado Itaí Hagman cedió su puesto en la Comisión de Presupuesto para que llegara al recinto el pacto con el FMI, donde se sabía que sería aprobado con los votos de las derechas. Ahí podemos darnos cuenta de que el problema no era generacional. Lo mismo podría decirse de decenas de temas, como la Ley de Humedales, nunca tratada debido al lobby de mineras y gobernadores, o al observar cómo jóvenes referentes como Santoro u Ofelia siempre votaron igual que todo el bloque peronista. En 2023, en Jujuy, la senadora Carolina Moisés también se postulaba como una renovación del peronismo servil a Gerardo Morales, para cubrir ese flanco ante el peso logrado por Alejandro Vilca y el FITU en esa provincia. Terminó siendo uno de los votos clave para que Milei sacara el Rigi en el Senado. ¿Cuál es la relación entre esto y levantar las banderas de la independencia nacional? Otra bandera que dentro del peronismo solo tiene uso para postear algo en Instagram en fechas emblemáticas.

Limitar la discusión a un tema cultural y generacional es como decir que lo que hace falta es "una lloradita, un cambio de modales, un par de rostros más jóvenes y a seguir".

Con Alberto no fracasó un hombre, ni una franja etaria, ni un porteño. O sí. Pero, junto a ello, fracasó la apuesta a un programa de gobierno donde la clave era acercarse a los "poderes reales". A decir verdad, una apuesta que había sido la misma en 2015 y en 2023.

¿Qué hacer?

La discusión sobre "por qué" fracasó lo que fracasó no es un regodeo intelectual, sino una necesidad para pensar salidas de fondo en el contexto actual crítico en el que nos movemos. Y para accionar y elegir un rumbo, claro, hay que pensar qué "cosas" hay que resolver y desde qué "ideas" encararlo.

"Cosas" a encarar, es decir, agendas para el combate, sobran. Por ejemplo, no solo Milei, sino la sucesión no virtuosa de gobiernos desde 1983 hasta hoy han provocado, con la colaboración de todos los partidos en su justa medida y armoniosamente, la inmoralidad de que 7 de cada 10 chicos vivan en hogares pobres. Ni siquiera luego de la "década ganada" la pobreza bajó del 25%, cuando a inicios de la dictadura se estimaba en menos del 5%. Aún pesa la "democracia de la derrota".

A los dueños del poder, ningún gobierno se les animó, a pesar de que, además de enriquecerse a base de nuestros bienes comunes naturales y de nuestros padecimientos, contaminan y, en el caso de las grandes exportadoras, están siempre relacionadas al narcotráfico. Estas líneas, de hecho, las escribimos en medio de un impasse en la lucha entre las empresas y los trabajadores que sí se les animan, y que prenden y apagan las teclas trascendentes de ese gran conglomerado.

Podríamos hacer un pergamino de agravios que se multiplican: la imposibilidad de tener una casa propia, la extrema dificultad de alquilar ante esto, la situación inhumana de los jubilados y jubiladas, etc. ¿Vamos a discutir un plan para enfrentarlos o la clave es fingir demencia y armar un "frentón antiderecha" para que todo siga más o menos como viene?

Sobre utopías deseables y realismos irrealizables

Nos dirán: “Ustedes, troskos, siempre con su programa de máxima, que es utópico”. Pero, ¿cuál es la alternativa a lo que proponemos ante una crisis nacional cada vez más aguda y un contexto internacional que se electriza? Incluso antes de que asumiera Alberto, Nicolás del Caño, durante el debate de candidatos, insistió en que era falso que se pudiera priorizar a los jubilados sin "jubilar" al FMI. Lamentablemente, eso resultó ser cierto. Como dice Hermética: “Nadie da nada de balde, sabelo”. No pretendemos que nos den la razón, pero sí es importante señalar que cualquier idea de salir de la crisis sin atacar intereses es una ilusión, y ante eso no podemos quedarnos callados.

Ahora estamos casi cinco años peor que en ese debate. La crisis del gobierno del Frente de Todos abrió las puertas a Milei. La idea de construir junto a una “burguesía nacional”, que aplaude a Milei hasta sangrar sus manos, es cada vez más desquiciada. Sin embargo, parece que es un camino inexorable que hay que recorrer nuevamente. Eso es lo que parecen decirnos Axel Kicillof con su "Rigi bonaerense" o incluso los referentes de Ciudad Sin Miedo-Ciudad Futura visitando Agroactiva un día después de Milei, como un gesto, asumimos, para eliminar cualquier sombra amenazante sobre el mal llamado campo, aunque todo se haga con un discurso productivista.

Sin cuestionar la herencia viva de un capitalismo dependiente, neoliberal y sometido por los grandes capitales internacionales, en medio de una crisis capitalista mundial, no se puede aspirar a nada bueno, aunque se cambien todos los nombres por otros nuevos y pulcros. Esto implica luchas que hoy nadie parece plantear dentro del peronismo. Enfrentar la realidad también significa aceptar que es difícil pensar que Axel Kicillof, que prefirió mandar a Berni a derribar las casillas de Guernica para que un country pudiera construir canchas de rugby o de golf, se perfile como alguien que enfrentará al poder económico real.

Las Madres nos dijeron siempre que si el presente es de lucha, el futuro es nuestro. Agregamos que, si no es de lucha, la única alternativa será apoyar a nuevas caras o a los mismos degenerados de siempre, cada vez más derrotados política y moralmente, parafraseando a la nota de Monteverde y Tepp.

Optimismo de la voluntad, pesimismo de la razón, derrotismo de la resignación

Esta discusión no es forzada. En su serpenteante descargo en redes sociales tras el estallido del affaire Alberto, Juan Grabois reconoce el desastre del gobierno anterior. Se jacta diciendo que "ya sabía" que Alberto sería una catástrofe (lo hubieras dicho, Juan), pero que volvería a hacer lo mismo que en 2015 con Scioli, en 2019 con Alberto y en 2023 con el desaparecido empleado de fondos buitre, Sergio Massa. Ni con la evidencia irrefutable de que Alberto terminó como terminó, que Scioli es el ministro estrella de Milei y que Massa es Massa, Grabois modifica su política de apoyar a males menores, que dejan a su paso la tierra yerma de males menores y allanan el camino a derechas cada vez más vengativas, destructivas y antipopulares. El mal menor no es táctica. Es una estrategia.

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Pero, por otra parte, ¿no es un poco de mal gusto estar hablando de elecciones y candidatos en medio de un combate en curso? Ante un gobierno que nos ataca 24/7, ¿no corresponde discutir cómo derrotarlo, cómo ganar la calle, cómo reorganizar las fuerzas sociales ante el rol cómplice del peronismo y las conducciones sindicales? No parece ser la preocupación de Grabois y de muchos dentro del peronismo. Si antes hubo un "hay 2019", siempre se encuentra un reemplazo a ese apotegma, poniendo un año más adelante: "hay 2025" o "hay 2027", o el año que sea.

Muchas veces se nos acusa a quienes militamos en el socialismo de que nuestras ideas son utópicas. El latiguillo tiene variantes, desde el “correte trosko, estamos gobernando” (frase que envejeció muy mal y muy rápidamente) hasta el más amigable pero envenenado “sus ideas son nobles, pero son utópicas”. Grabois ha decidido ponerse al frente de enhebrar argumentos para exorcizar las ideas de izquierda. Sus planteos son a menudo contradictorios: a veces trata de explicar que Perón no era capitalista sino socialista (je) y, otras veces, que el socialismo es imposible o que los trotskistas "plantean cosas imposibles". Incluso se atreve a opinar sobre si lo hacemos con más o menos convicción. En fin.

Pero en definitiva, gran parte de sus espacios televisivos, en redes o discursos, los dedica más a criticar a la izquierda que al capitalismo, que muestra claros signos de fracaso, o a un peronismo aferrado a un tronco en alta mar, cantando “La balsa”.

Muchas veces, cuando propugnamos la idea del combate como articulador de la resistencia y de cualquier proyecto político transformador, surgen voces realistas que nos gritan que “no da la relación de fuerzas”. Leandro Santoro se ha convertido, por mérito propio, en el portaestandarte de ese eslogan de la resignación inapelable. Supongamos que la famosa "relación de fuerzas" no permite romper con el FMI, ni cuestionar a los grandes terratenientes dueños de las mejores y mayores tierras, ni a las cerealeras ni la especulación consuetudinaria de los bancos. Ok. ¿Pero cómo pretenden resolver las necesidades más elementales, el hambre, las jubilaciones de indigencia, la crisis habitacional? Olvídense de nuestro “programa radical”, ¿cómo pretenderíamos resolver los problemas más acuciantes de la “gestión de la vida cotidiana” en un país con la mitad de su población en la pobreza? ¿Puede un país como el nuestro encabezar un proceso de transformación social (¡o menos!, de resolución de esas necesidades) sin tocar esos intereses, simplemente cambiando la “cultura política”? No parece que seamos nosotros los utópicos en esta discusión...

No tenemos certeza del futuro, pero a veces conviene empezar por saber qué es lo que uno no quiere o qué cosas no se pueden. Hoy, los grandes empresarios, incluso aquellos que expresan disidencia con Milei, aplauden la agenda anti derechos, de liquidación de conquistas, de saqueo y de beneficios inauditos a los capitales. Es decir, nos odian y quieren vernos morder el polvo. No parece que sean sectores que se conmuevan con cambios de “cultura política” o renovaciones generacionales sin poner sobre la mesa qué cuernos queremos disputarle. Por otra parte: ¿por qué no empezar a preguntarse si acaso la verdadera renovación de una nueva generación frente a la crisis del peronismo no es cuestionar la propia identidad peronista?

¿Este rumbo es inevitable?

Esto se conecta con un punto más abstracto, pero no menos importante. El autor Rodrigo Nunes dice: “El nuestro es un tiempo en el que convive un sentimiento difuso de que, por diversas razones, las cosas no pueden continuar como están (y que, si continúan así, es simplemente porque quienes se benefician de ellas tienen la fuerza necesaria para imponer su voluntad); y la sensación de que las cosas no podrían ser de otra manera, apoyada en el hecho de que la forma en que vivimos, nos relacionamos y nos entendemos está completamente atravesada por dispositivos como el consumo, el individualismo, la competencia, el ‘emprendedorismo de sí’ y el punitivismo” (...) Si tuviéramos que reducir a simples fórmulas los dos caminos que se abren desde la coyuntura actual, podríamos decir que mientras la izquierda tendría que proponer un juego alternativo al que se ha agotado, la extrema derecha se limita a asumir que, cuando la competencia se vuelve cada vez más una cuestión de vida o muerte, excluir a los oponentes se convierte en una opción válida”.

Entonces, ¿quién se ve fortalecido cuando desde sectores del progresismo o la centroizquierda se tildan de “utópicas” las ideas anticapitalistas o socialistas? Anular un horizonte de superación del capitalismo solo empuja a los jóvenes y sectores más desesperados hacia la desmoralización o una radicalización de la selva capitalista. Vivimos un momento en el que las centroderechas se pelean por pasarse a las filas de los Milei, los Trump y las extremas derechas, y reivindican sus ideas de ataque sobre las mayorías, mientras los progresismos se dedican a explicar por qué no es viable una superación del capitalismo. Bajan la agenda de lo deseable y anulan la posibilidad de lo peleable, todo en un país con 7 de cada 10 pibes pobres.

No hay un rumbo inevitable, hay apuestas políticas. De nuestra parte, no se trata de traer “verdades reveladas”, sino de poner sobre la mesa dos puntos que son pilares del debate. Primero, ¿vamos a apostar a la autoorganización de la clase trabajadora, de las juventudes, del movimiento de mujeres y de los sectores populares? ¿Vamos a apostar en que en el camino de esa organización para la lucha contra las políticas de este gobierno se recuperen las comisiones internas, los sindicatos y los centros de estudiantes que hoy están en manos de las burocracias colaboracionistas? ¿O volverá a primar la apuesta a un candidato/a salvador que vuelva a proponernos un futuro de la mano de esta CGT o de instituciones como la Iglesia Católica, y que subordine toda autoactividad a los designios que bajen de las cúpulas? Segundo, frente a los grandes problemas estructurales como la pobreza, la falta de vivienda, la crisis de la salud y la educación o el cogobierno del FMI, ¿vamos a detenernos en las puertas de los mandatos “posibles” bajo el capitalismo o vamos a buscar soluciones, aùn si para lograrlo tenemos que afectar los intereses y la propiedad de los dueños de todo?

Está claro donde nos posicionamos en este debate. Está claro también que el mismo no se detiene ahí, la construcción de una gran fuerza política socialista y de la clase trabajadora, que sea parte de impulsar y pelear su política en los organismos de autoorganización de nuestra clase y de los sectores populares para nosotros también es clave. Para que esa fuerza comience a tener más peso es central que todos y todas quienes crean que hay que abrir ese camino tomen también las riendas del destino en sus propias manos y que no se nos proponga un capitalismo, aún en sus versiones humanas, como destino inevitable, y la resignación como la filosofía de la derrota.

 
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