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La Izquierda Diario
2 de noviembre de 2024 Twitter Faceboock

El Talón de Hierro
Antonio Di Benedetto, el silenciero cautivo: periodismo, censura, cárcel y tortura bajo la dictadura militar
Lautaro Jimenez | Docente y dirigente del PTS @LautaroJ_PTS
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https://www.youtube.com/watch?v=xA7O-4aN_zU

Hoy hablaremos del gran escritor Antonio Di Benedetto desde su rol de periodista. Y para ello visitamos a quien fuera su compañero en la redacción del Diario Los Andes y en la oscura noche de la última dictadura cívico militar argentina: el gran periodista mendocino Rafael Morán. En aquellos años, el autor de Zama fue detenido, torturado y encarcelado en una experiencia que Ángel Bustelo supo narrar en su novela, como los años de El silenciero cautivo. En esta entrevista indagamos con el testimonio de Rafael Morán, sobre las causas de esta feroz persecución.

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Rafael Morán empezó su carrera de cuarenta y cinco años de periodismo, a los 21 años. Trabajó en Clarín, Los Andes, El Sol, Elevediez, donde llegó a ser gerente de noticias, y Canal 9 como analista político. La noche del 24 de marzo de 1976 lo detuvieron en la redacción de Diario Los Andes, junto a su pareja y compañera, la gran periodista Norma Sibila, el jefe de noticias, Pedro Lucero, y el gran escritor Antonio Di Benedetto. Morán fue parte de un periodismo perseguido, torturado y encarcelado. Pese a ello, no sólo retomó su profesión ganando un gran reconocimiento hasta su jubilación en el 2009, también fue y es un inclaudicable testigo por la memoria, la verdad y la justicia.

- Muchas gracias por recibirnos Rafael, ¿cómo estás?

- No, gracias a vos Lautaro. Les agradezco mucho la visita.

- ¿Podrías contarnos un poco cómo llegaste a vos a la pasión por el periodismo, el interesarte en la escritura, el mundo de los diarios?

- Bueno, eso es un proceso que nace cuando uno es niño. Yo me acuerdo cuando tenía 7, 8 años, relataba partido de fútbol entre mis amigos del barrio así que, fijate vos, ya me venía desde entonces esa inquietud. Estudiando en el secundario, yo ya me hacía mi tiempo para ir la Biblioteca San Martín, e informarme de muchas cosas que me gustaban, entre ellas el periodismo. Los primeros libros de periodismo, que eran muy precarios, estaban en la Biblioteca San Martín, el único lugar donde se podían conseguir. Así que yo los leí completos y me nació esa curiosidad, esa necesidad de ver, de contar, de mirar, de bucear. Era como una compulsión, digamos, una necesidad que me nacía espontánea. Terminé el secundario, hice el servicio militar y cuando salí del servicio militar ingresé en El Tiempo de Cuyo, con 21 años. El Tiempo de Cuyo era un diario muy interesante, vespertino, que había sido matutino también. Así que, bueno, ahí hice mis primeras armas y demás. Hasta que pasé al Diario Los Andes.

Foto: Daniela Higa
Foto: Daniela Higa

- ¿Allí es donde conoces a Antonio Di Benedetto? ¿Cómo fue para vos ese encuentro y como llegan a establecer ese vínculo en la redacción del diario?

- Mirá, fue muy interesante porque a mí me convocó Braceli, el escritor, que era periodista de Los Andes también. Rodolfo Braceli, gran amigo, un gran amigo. Y me convocó y me dijo, mira, vamos a hacer un suplemento deportivo que sea transgresor, diferente de lo que es Los Andes. Los Andes es muy acartonado, es muy conservador. Nosotros vamos a hacer un suplemento deportivo alegre, diferente, con entrevistas, vamos a hacer una cosa distinta. Bueno, con mucho gusto. En ese momento éramos cuatro, uno es Romero, el cabezón Romero famoso, actor también, Jorge Calle, Rodolfo Braceli, entre los cuatro si hicimos ese suplemento deportivo. Pero ¿qué pasó? A los dos o tres días de la convocatoria a hacer ese suplemento, Jorge Calle me llama y me dice: mirá, Di Benedetto quiere hablar con vos porque te va a ofrecer algo.

Bueno, fui a la entrevista con Di Benedetto, era muy circunspecto. Di Benedetto era un hombre que metía un poquito de miedo, hay que decirlo. En el trato personal, te escrutaba de tal manera que… con esa seriedad, con esa majestad que tenía, esa aura de ese gran escritor, de personaje. Y ahí me dijo lo siguiente: Dígame, ¿usted lee a Roberto Arlt? Le digo: Sí, sí, Antonio, sí, sí. Bueno, muy bien -dice- yo también, es un gran escritor. Intercambiamos unas pocas palabras, y me dice: mire, venga conmigo. Entonces me lleva, en el viejo edificio de Los Andes que está en la calle San Martín, que da frente a San Martín, ese viejo edificio de balcones. Agarra una hoja en blanco, me la da, y me dice: escriba una crónica policial. Para lo cual le pidió a Bonardel, otro gran periodista que después sufrió escarnio, sufrió la persecución de los militares como ningún otro. Me cedió el lugar Bonardel para que yo pudiera escribir en la vieja Olivetti, la máquina es escribir, porque no habían computadoras, mucho menos a internet y esas cosas.

Entonces, le digo, bueno, ¿una ficción o una crónica de la realidad? Lo que usted quiera. Bueno, me puse escribir ahí, tres cuartos de carilla y se lo llevo. Él miraba lo que había escrito y me miraba a mí como diciendo… Era un personaje, escrutándome, tratando de... Y cuando leyó eso, me dice: venga conmigo. Me llevó hasta una habitación ahí, que era una oficina donde estaban los jefes de noticias, Adrián Coll y Burguet, eran los dos jefes de noticia. Y me dice y le dice a ellos: miren, el señor Morán, a partir de mañana es el nuevo jefe de la sección policial. Y así ingresé en Los Andes.

- A partir de Roberto Arlt se abrió todo el mundo, ¿no? ¿Estaba muy mezclada la literatura?

- Así es, sí, sí.

- Son publicados en los últimos años varios artículos de Antonio en relación a la cobertura de eventos culturales y también trabajos como corresponsal en el extranjero, pero es menos conocido quizás esta faceta que vos estás mostrando de su rol como director del diario. ¿Cómo era el Antonio Di Benedetto que dirigía esa orquesta del Diario Los Andes en aquellos años?

- Di Benedetto era un hombre, como todo intelectual, un hombre complejo, tenía sus complejidades, era muy riguroso, era muy puntilloso su estilo, ya lo sabemos todos por sus libros. Era de una calidad literaria suprema, digamos, porque era muy delicado para narrar. Él tenía sus facetas, había gente que lo acusaba un poco de que tenía gente en el sol y gente en la sombra. Es decir, la gente que tenía bajo el sol era la gente era que él favorecía, le daba prensa, le daba a escribir artículos, toda gente de sus vínculos literarios. Y gente en la sombra que, a veces, no asomaba a la cabeza porque decía: no, a Di Benedetto no le gusta. Puede ser que algo de eso hubiese sucedido. Yo no lo sé absolutamente. Pero puede ser que haya sucedido.

Di Benedetto era un tipo al que yo conocí siendo él Secretario de Reacción, el Subdirector era Moretti, no me acuerdo su nombre de pilar. Moretti, un hombre ya de edad que al poco tiempo murió. A los pocos meses, o al año, murió. Entonces, Di Benedetto pasó a ocupar la Subdirección del Diario.

¿Por qué la Subdirección y no la Dirección? Simplemente porque había tres dueñas, que eran las herederas de la familia Calle. Tres dueñas que estaban en el Directorio del Diario eran las directoras. Por eso, el Subdirector, el que manejaba el diario, era Di Benedetto. Cuando Di Benedetto fue Subdirector, subió de Secretario de Redacción Alberto San Martín, que era un editorialista.

Y bueno, era un hombre al que le tenía un poco de temor. Yo me acuerdo de que estábamos en la reacción, la vieja reacción que da a la calle San Martín, que tenía pisos de madera y una escala de madera que daba al primer piso, ahí estábamos nosotros. Y cuando estábamos charlando, hablando entre nosotros, y cuando sentíamos que crujían los escalones, era que ya venía Di Benedetto, entonces todos nos quedábamos callados y tratábamos hacer bueno el día, empezamos a escribir, a lo mejor escribíamos cualquier cosa, porque por que le teníamos una especie de temor, de reverencia hacia él. Y él solamente miraba, a veces se arrimaba y preguntaba por alguna cosa que le interesaba, que estamos escribiendo en ese momento. Era un hombre al que se le tenía un poquito de respeto.

Yo, con mis 22 años, 23 años, era un poco irreverente a veces, en no haber tenido con él, digamos, una relación cercana. Primero por una cuestión generacional, él tenía 50 años y yo tenía 22, 23 años. Pero era un poquito irreverente, porque a veces no estaba de acuerdo y podíamos tener un pequeño intercambio. Nunca, nunca con mal educación, sino dentro de lo que cabía. En realidad, yo nunca fui amigo de Di Benedetto, en esa época no. Y cuando entraba en la redacción, todos hacían un silencio reverencial, le tenían un poco de temor y admiración al mismo tiempo. Porque era un hombre admirable sobre todo por su literatura. Yo no sé, trató de recordar, si como periodista haya sido tan relevante como escritor. Creo que no, no lo ha sido. Era menos como periodista que como escritor. Así que, ese era el Di Benedetto que yo conocí.

- Les tocan años que van a empezar a cambiar en la década en 70, y encontrarse procesos muy difíciles, dictaduras, el Mendozazo, intervención federal, juicios políticos, toda una serie de acontecimientos que se siguen y ustedes estaban en la redacción del diario más importante de la provincia. ¿Cómo era para ustedes tener que relacionarse con las fuerzas de seguridad, el jefe de la policía, los militares, en esa tensión que se daba entre lo que ustedes tenían que publicar por un lado y lo que ellos miraban?

- Mirá, hubo acontecimientos como el Mendozazo, por ejemplo, que tuvimos una libertad absoluta, publicábamos todo. Con la característica de que Los Andes, por su estilo, era un diario conservador que cuidaba mucho como se ponían las palabras, una detrás de la otra, pero bien puestas con cierta cautela. No nos apresurábamos en decir cosas que a lo mejor no estaban bien confirmadas o no estaban corroboradas. Pero en el Mendozazo nosotros, por ejemplo, publicamos todo, todo, todo.

En general, se publicaba todo, yo no recuerdo haber sido sometido a una censura en el diario, a lo mejor yo me contenía, tratando de ser cuidadoso en lo que escribía. Para no manchar ni el honor, ni la libertad, de las personas a las cuales aludía, cuidadoso. Y creo que todos éramos iguales.

Había un estilo que yo reconozco que era bueno, era bueno. Después salieron publicaciones más transgresoras como las revista Claves, que fue una bocanada de aire fresco para el periodismo en Mendoza, pero Los Andes siempre se caracterizó porque se publicaban todas las cosas. Y las relaciones que teníamos con los distintos dirigentes, ya sean de las fuerzas armadas, de seguridad o políticos eran bastante normales. Eran normales, yo no recuerdo episodios ingratos que me hayan tocado personalmente. Puede ser que los haya habido. Pero lo que yo recuerdo mejor es que teníamos relaciones normales.

-Y eso, de alguna forma, se va a terminar cuando empieza la represión más dura y la dictadura propiamente dicha. ¿Cómo recordás vos la noche en que los van a detener, cómo vivieron eso?

- Primero me gustaría aclarar que la represión comienza, no con el golpe militar del 24 de marzo del 76, sino que empezó a fines de octubre el 75, con el famoso decreto de la extinción de la guerrilla, aniquilación fue la palabra. Ahí empezó a actuar la fuerza de seguridad en combinación con los militares, porque ellos decían que tenían que sacar de los cubiles a los guerrilleros. Yo recuerdo cuando llegaron a Los Andes miembros de la Aeronáutica y me llamaba el Secretario de Redacción, me dijo: vení, que quieren hablar con vos. Y los tipos me dijeron: acá se acabó la joda -así, así- acá se acabó la joda, desde mañana vamos a sacar a todos los subversivos de sus cubiles, vamos a hacer estos procedimientos por la aplicación de la Ley de seguridad nacional. Y efectivamente empezó así, porque se lo llevaron a Bonnardel, me acuerdo, el día siguiente. Es un capítulo aparte lo de Bonardel porque… pobre Bannardel, lo recuerdo con todo cariño [1].

El 24 de marzo yo supe del golpe cuando fui a la jefatura de policías que quedaba aquí en la calle Patricia Mendocinas, que ahora es un lugar ruinoso porque está cerrado y es un lugar histórico al mismo tiempo, pertenece la Escuela Normal. Yo fui ahí como iba siempre porque yo era jefe de la sección policiales, y tenía vinculación con los jerarcas policiales, porque uno siempre tiene contactos para conocer noticias, ¿no? Y me acuerdo que había una luz a giorno en todas las instalaciones, en el patio, en las habitaciones, las oficinas. Y bueno, yo dije ¿qué pasa? Y uno que pasó ahí, un jefe me dijo: a las 12 es el golpe, a las 12. Vuelvo yo a la redacción y les digo: muchachos, el golpe es a las 12. Y ya ellos estaban recibiendo de Buenos Aires algún movimiento de tanques y de tropas, en las afueras de los cuarteles en Buenos Aires. Ya venía por las agencias de noticias, estaban llegando. Entonces cuando yo le digo a las 12 se golpe, ya corroboraron que era así. Y bueno, esperamos el desenlace.

Yo tomé mis precauciones. Le dije a mi esposa, que era periodista ahí, Norma Sibila, mirá, te pongo un auto que te lleven a la casa de tus padres, donde están nuestros hijos, no vayas a nuestra casa, que no te lleven a la casa porque posiblemente nos van a hacer un allanamiento, nos van a llevar. Entonces ella fue a la casa de los padres y estuvo con sus hijos. Y ella ve desde ahí, porque era una cuadra de mi casa, que a las 4 de la mañana me hacen allanamiento en mi casa. Pero con tal torpeza, que los tipos -me lo contaron los vecinos después- tiraron una granada de gas lacrimógeno, me rompieron un ventanal que tenía y tenía una linda biblioteca yo. Y no pudieron entrar, no pudieron entrar porque se había inundado de gas, y los tipos lloraban, tuvieron que asistirlos los vecinos. Y decían, cuidado, cuidado que estos tipos son peligrosos, son del ERP, decían los propios tipos. Yo nunca conocí un tipo del EPR, ni a Montoneros, ni a nada, nunca los conocí. Y bueno, se tuvieron que ir sin que me llevaran nada. Porque se roban las heladeras, los lavaropas, las bibliotecas, se roban todo, hacen un latrocinio total. Y eso es lo que nosotros habíamos publicado en el Diario Los Andes y también el Diario Mendoza después.

Habíamos roto la censura que ellos nos habían impuesto por la Ley seguridad nacional en octubre del 75. Rompimos la censura y publicamos. Y después, cuando nos detuvieron, nos acusaron de que habíamos manchado el honor de las fuerzas armadas publicando ese tipo de cosas.

A mí me fueron a buscar a las 6 menos cuarto de la mañana, por artilugio de un personaje que se llama Erbio Bragadín, Raúl Erbio Bragadín periodista de Radio Nihuil, pero el mismo tiempo Jefe de Prensa del Comando de la VIII Brigada de Infantería de Montaña, que fue a ver si yo estaba en el Diario. Porque habían ido a mi casa y no me habían encontrado. Y cuando me ve, él sube a la redacción baja y se va. Y a los 15 minutos vienen y me detienen, 6 y menos cuarto de la mañana del día 24 de marzo.

Me llevaban al Liceo Militar General Espejo, antes me palpan de armas en plena calle frente al Diario Los Andes. Y uno de ellos, del Departamento de la inteligencia de la Policía, el D2, me dice: mirá, quedate tranquilo porque es una simple averiguación de antecedentes y en 24 horas estás en libertad. Sí, pase 4 meses y medio, desde luego. Mi mujer [Norma Sibila] logró de evadirse, se fue a la casa un tío, estuvo ahí protegida. Mathus Escorihuela, el político radical, y Alfredo Mosso, que fue Secretario de Defensa de Alfonsín, los dos muy amigos nuestros y de ella, la iban a visitar todos los días y le llevaban información de como venía la mano. Hasta que le dijeron mirá, Mosso dice yo estoy en una lista, me les tomo a Perú, me voy a Perú a esconderme allá en Perú, se fue.

Y, efectivamente, ella se presentó a trabajar. Cuando se presentó a trabajar, había habido una especie de mediación del cura Gimeno, que era Capellán del Liceo Militar General Espejo, que nunca supe, si verdaderamente, el padre Gimeno hizo buenos oficios a favor de ella, o realmente la delató después, de dónde estaba. Eso no lo supe nunca, pero bueno… Le mandaron un telegrama que si no se presentaba a trabajar sería declarada en rebeldía y la despedían. Así que ella se presenta a declarar y a los dos días la detienen y la llevan presa como llevaron presos a otros periodistas.

- ¿Y a Antonio lo llevan directamente desde el Diario?

- Lo llevan desde el Diario, pero a las 10 y media u 11 de la mañana. Se presentan los tipos ahí, de las fuerzas armadas, y lo quieren llevar. Entonces Di Benedetto, que era propio de Di Benedetto, tenía sus particularidades de personalidad, quería salir por la puerta de atrás para evitar la vergüenza de que lo vieran salir por la calle San Martín, entre otras cosas. Entonces había dos personajes ahí, Juan Carlos Schiappa de Azevedo, que era uno de los directores del diario, del Directorio y el doctor Lima, que era asesor laboral, que estuvieron ahí intercediendo para evitar la detención de Di Benedetto. Bueno, al final los llevaron a los tres detenidos, a los tres detenidos. Los llevaron al Liceo Militar. Me acuerdo que yo, con toda inocencia, me asomo por un barracón de madera, que todavía existe, en el Liceo Militar. Estábamos en ese barracón, me asomo a la puerta y veo que viene de Di Benedetto con estos dos personajes, entonces entro y digo: muchachos, nos vienen a sacar. No, venían presos también. Bueno, estuvieron ahí menos de 24 horas los dos personajes, que acompañaban a Di Benedetto, que les dieron su bolsa de rancho. La bolsa de rancho era una bolsa donde vos metías el plato, el jarro, todos los utensilios para comer. Bueno ellos comían y también se tenían que lavarse de sus cosas con el barro de una acequia, ahí no había el detergente. Un poco de barro, se frotaba y se limpiaba. Y ellos lo hacían, estuvieron detenidos. Pero después, como no tenían por qué detenerlos, no había una causa. Tampoco había causa para detenerme a mi, ni a Di Benedetto, ni a nadie, solamente era una especie de venganza. Y bueno, los largaron a menos de 24 horas. Y con Di Benedetto quedamos detenido ahí. No sé si querés que te siga contando.

Foto: Daniela Higa
Foto: Daniela Higa

- Sí, vos has contado algunas hipótesis, de por qué los dejan detenidos. En el caso de ustedes, del equipo de periodistas, como ellos venían marcando, los identificaban, con determinada orientación política y en el caso de Di Benedetto, bueno, es como uno de los grandes interrogantes que él mismo se preguntaba ¿no? ¿Vos a qué le atribuís este ensañamiento, esta persecución que hubo con él?

- Mira, Di Benedetto ha dicho siempre hasta el final que nunca supo por qué fue detenido. Yo creo que él sí lo supo. Yo siempre he tenido la impresión de por qué fue detenido Di Benedetto. Era un tipo al que, no sé si decir la palabra odio, al que lo odiaban a las fuerzas armadas, no. No lo querían, no lo querían las fuerzas armadas y seguridad. Entonces fue detenido por varias razones, para mí, desde mi punto de vista.

El primero es que él pertenecía al viejo Partido Socialista argentino de Repetto y de Palacios, que aquí representaba el Dr. Montbrún. El Dr. Montbrún una bellísima persona, lo recuerdo con mucho respeto. Y Montbrún era muy amigo de Di Benedetto también. Así que Di Benedetto cuando él estudiaba abogacía en Tucumán, estuvo un par de años en Tucumán, en la Universidad de Tucumán, estuvo militando un poco en el socialismo argentino. Pero fue una cosa fugaz que no trascendió. Ese fue un elemento, es decir, le sacaron la ficha de cuando él estaba en el socialismo argentino, el socialismo argentino era lo más democrático que había, era un partido muy democrático.

En segundo lugar porque lo que acusaban de que había convocado a periodistas comunistas para trabajar en los Andes, renovar los redaccion, el caso mío, caso de mi esposa, Norma Sibila, en el caso de... Bueno, Bonnardel fue antes, un poco antes. A varios, no recuerdo ahora los nombres, no te podría recordarlos, pero eran 4 o 5, éramos. Que nos habían puesto, tipo de izquierda ahí, para copar la reacción, y los acusaban de eso. Una tontería total, porque era por mérito, una cuestión de mérito, no, no, una cuestión ideológica.

Después lo acusaban de que, esto me enteré cuando estaba detenido, que era tesorero del ERP en Mendoza, del Ejército Revolucionario del Pueblo, ¿por qué? Porque a él le llegaban unas regalías, cada tanto de Alemania, de Francia, de otros países, porque le traducían los libros y llegaban esas regalías que eran chicas, eran regalías que no eran importantes, pero que le servían van. Y además él se relacionaba con los intelectuales franceses en aquella época, él tenía muchos amigos franceses, grandes intelectuales, tipos muy conocidos, con es cuales se carteaba y qué se yo. Entonces lo acusaban de que recibía esas regalías, pero que no eran regalías literarias sino que eran contribuciones de las redes internacionales de la subversión para los propósitos de la subversión argentina. Una cosa trasmochada, sin ningún valor de ningún tipo, era mentira, era mentira.

Después hubo un elemento que me parece que fue clave, esto me lo contaron dos corresponsales en aquel momento, Dante Di Lorenzo que trabajaba en Clarín y Doblado Calzada que era corresponsal de La Razón, los dos me contaron la anécdota. El General Santiago, que era Jefe del VII comando del ejército, acá en Mendoza, convocó a periodistas a una reunión en el comando, corresponsales de diarios nacionales y directores de diarios locales. Y les dijo como era el asunto de la represión, que la subversión había copado al país, blah blah… Y Di Benedetto toma la palabra y le dice: General Santiago, yo quisiera saber, quisiéramos todos los que estamos acá, ¿qué es de la vida y de la suerte de Jorge Bonardell, que ha sido detenido y que no sabemos dónde está? Y el general Santiago le dijo de eso no se habla aquí. Entonces, Di Benedetto palabras más o palabras menos, le replica y le dice General, lo que pasa es que ustedes de los militares no entienden, porque son muy brutos para entender, para entender lo que... Y bueno, ahí radicó la venganza personal de Santiago y del ejército. Esa fue una de las razones poderosas por las cuales lo detuvieron a Di Benedetto.

Y yo agregaría otra, la última, que es que nosotros cuando ellos impusieron la censura en octubre y noviembre del 75, con la intervención de las fuerzas de seguridad y de fuerzas armadas por efecto de la ley de seguridad nacional. Hubo una censura durante muchos meses y finalmente nosotros la rompimos por un elemento... Porque familiares de un detenido, o de una persona, me habían ido a ver a mí y me habían dicho que no encontraban a su hijo, y bueno se pusieron a llorar, todos los días iba gente a llorar al diario, todos los días, eso era un calvario.

Y bueno, al final, hablé con Di Benedetto. Mire Di Benedetto, toda esta gente, este chico que no aparece, que lo han detenido pero no figura ningún lado, ¿qué hacemos, qué hacemos, qué hacemos? Y ya varias veces, Di Benedetto me había dicho no, no publiquemos nada porque nos van a clausurar el diario, porque ese era la amenaza: clausurar y detener a los que escribían. Y ¿qué pasó? No sé por qué, Di Benedetto dijo: bueno, mire, hagan un recuadrito, chico y tráigamelo, vamos a ver si podemos. Yo le hice un recuadrito, me corrigió un par de cositas y dice bueno, tome publíquelo. Y ahí se rompe la censura de las fuerzas armadas.

Y después empezamos a publicar todo los latrocinos que cometían las fuerzas armas y de seguridad que se llevaban lavarropas, heladeras, dólares, pesos, violaban las empleadas domésticas, encerraban en el baño a los niños. Era una cosa terrible que no se podía ignorar, eso había que decirlo. Ese elemento provoca también que lo detengan a Di Benedetto.

Entonces ya tenemos cinco cosas por las cuales a Di Benedetto lo detienen, según mi punto de vista, que no ha sido refutado por otros. Yo creo que lo han aceptado como posibilidad verdadera, no sé, aunque a Di Benedetto haya dicho siempre, yo no sé por qué me llevaron. Pero sí, objetivamente, puede haber sido lo que yo he contado. Como yo sé por qué me llevaron a mí, me llevaron a mí por lo que escribía yo, haber rota la censura y a ver escrito esas cosas.

-Bueno, has contado un poco el compromiso del para defender a periodistas como Bonnardel, que estaban secuestrados, desaparecidos en ese momento, esa tensión por las condiciones que imponía la censura y esa barrera ética de decir: no, esto lo vamos a publicar, sabiendo que estaban en peligro. ¿Cómo era el otro lado? Me refiero a la empresa Los Andes y ese otro actor, que es el actor civil de las dictaduras militares. Algunas han sostenido que ellos no han tenido nada que ver. Pero, por el otro lado, hay muchos señalamientos de que fueron, en muchos casos, empleados, trabajadores y periodistas como el propio Antonio, probablemente entregados por la empresa. Lo que contaste más temprano sobre la detención de Norma, haciéndola ir a la empresa... ¿Cómo lo vivieron ustedes?

- Los Andes tuvo cosas verdaderamente miserables, siempre lo he dicho, lo voy a seguir diciendo mientras me lo preguntan. Ha tenido cosas muy miserables, nos abandonó completamente Los Andes a nosotros. Ellos crearon una alianza con las fuerzas armadas, el diario Los Andes y otros medios también, en menor o mayor medida, posiblemente en la mayor medida haya sido Los Andes. Que era una alianza, bueno… Veían con beneplácito el golpe, estaban de acuerdo, las fuerzas armadas le plantearon en una serie de factores, entre ellos, van a ir presos los que escriban, van a ir presos los directores, le vamos a cerrar los diarios, es decir, metían presión. Pero Los Andes estaba de acuerdo. Estaba de acuerdo porque el pensamiento de los directivos era ideológicamente parecido, eran conservadores, tenían una vinculación ideológica.

Entonces cuando caímos nosotros detenidos, que nos llevaron, empezaron a decir: bueno, menos mal se llevaron a los comunistas que teníamos nosotros acá. Los mismos directores, entre ellos Elvira Calle de Antequeda, después tengo una anécdota muy interesante que se podrá contar o no más adelante, muy interesante, que trata de reivindicarme ella personalmente a mí. Pero ella consideraba que los comunistas, menos mal que se los llevan, que los sacan de acá. Y nos abandonan completamente, tanto es así que hubo personajes que no quiero nombrar, porque ya han muerto además y no valen la pena, que ni siquiera preguntaron por nosotros detenidos, ¿cómo están?, ¿qué fue de la vida de ellos?, ¿siguen detenidos?, ¿se los han llevado a una cárcel? Nada, nada, nada, un silencio absoluto.

Tanto es así que Di Benedetto estuvo totalmente censurado en Los Andes hasta que yo lo traigo a Mendoza años después, y Los Andes se anima a publicar un recuadrito que decía: Está en Mendoza el escritor Antonio Di Benedetto. Mientras yo le dedicaba a una página en el Diario Mendoza, ellos publicaban un recuadrito con esa leyenda. Ahí se rompe esa censura contra Di Benedetto.

-¿Estamos en qué año?

- Eso fue en el año 84.

-¿Ya había terminado la dictadura, pero seguía…?

- Seguía, seguía. No, no, siguió, siguió, siguió. A mí no me nombraron nunca más, yo estuve proscripto dos años prácticamente, y mi mujer estuvo proscripta 8 años, más de 8 años. Es decir, no podíamos trabajar en el periodismo. Teníamos que hacer cualquier tipo de trabajo para poder sobrevivir. No, no pudimos. Después sobre eso hay miles de anécdotas interesantísimas pero que no vienen al caso ahora. Pero la actitud de Los Andes fue muy miserable. Tanto es así, que yo me presento, cuando salgo en libertad. Me dan la libertad, personalmente el Segundo Comandante de la brigada que era el coronel Yapur, personalmente me dice: usted está pasado por las aguas del Jordán, ha sido investigado, usted no tiene ninguna vinculación con nada, puede irse en libertad. Después de cuatro meses y medio eh, a disposición del poder ejecutivo. Entonces yo le pregunto: ¿puedo volver a trabajar al diario Los Andes? Porque estaba en una situación legal flotante. Me dice: sin ningún problema, usted puede trabajar en su actividad sin problema. Me presento al diario Los Andes y ahí fue cuando me dicen no. Juan Carlos Schiappa de Azevedo y este personaje Lima, me dicen: no, no, no, Rafael mejor te tomás seis meses de licencia sin goce de sueldo y cuando pase todo
este lío, ahí puedes volver. Entonces yo le digo, mirá, no tengo ningún problema, pero por escrito, pónganmelo por escrito que me dan seis meses sin goce de sueldo y que en tal día me reincorporo. Me dice: no, no, esto es un pacto de caballero. Entonces le digo, no. Yo mando el telegrama diciendo que me rincorporo, y me mandan telegrama y ponen que no me pueden retomar y que me despiden, me despiden, se rompe el contrato laboral, porque usted está a disposición del Poder Ejecutivo bajo decreto número tal. Es decir, a mí me habían dejado el libertad de facto, y resulta que tenía un decreto donde figuraba que seguía a disposición del Poder Ejecutivo, es decir, que estaba en libertad y estaba preso al mismo tiempo. De las barbaridades que ha hecho este gobierno, esas eran las menores, ¿no? Pero eran cosas increíbles.

Y después, a mi mujer, le exigieron que desde la cárcel mandara un telegrama reunciando al Diario Los Andes para no pagarle la indemnización, presionado también por las fuerzas armadas, pero en connivencia absoluta con Los Andes. Los Andes encontró esa vía, para no pagar la indemnización, y mi mujer se vio obligada a hacer eso porque tenía hijos chiquitos, que no veía desde hacía ocho meses y medio. Creo que hizo bien, hizo bien. Y bueno, esas son las cosas miserables que hizo Los Andes.

- ¿Qué cosas, a partir de toda esta experiencia, a vos te parece que son valiosas como valores, como ideales, como legado por parte de esa generación de periodistas que con la que vos compartiste en general y de Antonio Di Benedetto en particular, para transmitirles a las nuevas generaciones, los chicos que hoy empiezan a querer tomar en sus manos el oficio del periodismo?

- Y mira, ¿qué podría decirte? Nosotros éramos una generación que nos tocó en suerte ese momento histórico. Tal vez otras generaciones hubieran hecho lo mismo, porque nosotros teníamos ese sentido de la libertad, luchar por la justicia, por los derechos humanos, por las libertades, eran cosas que anteponíamos ante cualquier cuestión de tipo material, ¿te das cuenta? Teníamos ese sueño de ser… Y resulta que nos vimos envuelto en esta vorágine de violencia, primero con la subversión que empezó desde Tacto Ralo ya en la época de Illia, hasta que se produjo el golpe y más allá del golpe militar. Nos tocó en suerte eso, y estuvimos envueltos en esa situación y teníamos que hacer lo que siempre hicimos, defender las libertades y defender a las personas que eran injustamente atacadas, esa es la función del periodismo.

No teníamos escape, no podíamos escondernos, ¿cómo íbamos a sacarle el bulto a ese problema, a ese tema tan... Si venía gente todos los días a llorar al Diario, por los que le habían detenido un hermano, un cuñado, el sobrino, el padre y se ponían a llorar ahí en el hall del diario Los Andes, ¿cómo soportabas eso? Entonces nosotros actuamos en consecuencia, eran barbaridades las que se hacían. Y bueno, un poco como deber y otro poco por inconsciencia, porque nos jugábamos la vida y no sabíamos que nos estábamos jugando la vida. No éramos conscientes verdaderamente que nos jugábamos la vida. Pero muchas veces teníamos que salir por la parte de atrás del diario, porque teníamos miedo de salir por adelante, que nos mataran con una ametralladora. O, yo recuerdo que dejaba mi auto en la Plaza Independencia y todos los días cuando lo iba a buscar a la noche, invocaba que se yo, a dios o al azar, o lo que fuere, cuando tenía que darle llave. Porque no sabía si una bomba me lo... porque ya me habían amenazados de que me iban a poner una bomba en el auto, los servicios de inteligencia. Me habían hecho llegar ese detalle, y todos los días yo le levantaba el capot, miraba a ver si había el algo raro y después decía bueno, que sea lo que Dios quería. Tap, y daba contacto, y cuando arrancaba el auto y no pasaba nada, nos aliviábamos. Nos subíamos mi esposa y yo, los dos.

Así que no sabíamos conscientemente que nos jugamos la vida, lo hacíamos por un impulso, por una compulsión a favor de las libertades y a favor de la dignidad de las personas, era así. Era una generación muy interesante, muy idealista además también. Pero yo me siento satisfecho de haber hecho eso. Porque, así como estoy acá quizás no estaría, me tocó por azar ser uno de los que se salvó y no sé por qué yo y no otros, otros que murieron. Tal vez no fue suficiente mérito para nos militares lo que yo he hecho, eso fue todo.

-Bueno, nosotros queremos agradecerte mucho por toda la defensa que has hecho de la verdad, no solo en esa época sino después, manteniéndote siempre, hasta el presente como un testigo constante de lo que pasó como una voz que nunca se acobardó de contar lo que ha sucedido y defender esa verdad. Y por supuesto, por recibirnos aquí en tu casa y a todo el equipo del Talón de Hierro para hacer este programa. Vamos a dejarte como presente este libro que te acercan las ediciones del Instituto del Pensamiento Socialista. Es sobre tu generación, la del 68 y el Mayo Francés, esperamos que te guste, muchísimas gracias Rafael.

- Muchas gracias, gracias a vos.

-Los esperamos en un próximo episodio del Talón de Hierro.

Para seguir indagando en este tema, te invitamos a leer este valioso trabajo de la Doctora en Historia, Laura Rodríguez Agüero, publicado por al Revista de Historia de la Universidad Nacional del Comahue, titulado: “Los Andes, Antonio Di Benedetto y la violencia paraestatal. Mendoza, 1973-1976”

Los Andes Antonio Di Benede... by La Izquierda Diario

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