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11 de septiembre de 2024 Twitter Faceboock

Internacional
Movilización en Francia contra el nuevo primer ministro de derechas ¿Qué perspectivas para derrotar a Macron?
Ariane Anemoyannis

Créditos de las fotografías: Tonny Linke (CC BY-NC 2.0)

Las manifestaciones convocadas por La Francia Insumisa (LFI) movilizaron a sectores de la juventud y de los trabajadores en contra de la nominación de Barnier para ser primer ministro. No obstante, estas movilizaciones también plantearon una falta de perspectivas frente a la crisis del régimen francés y los límites de las estrategias parlamentarias de la izquierda institucional.

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Nota originalmente publicada en francés en Révolution Permanente, medio en Francia de la Red Internacional Izquierda Diario.


Más anti-Barnier que pro Castets: El 7 de septiembre hubo 150 manifestaciones en Francia

El pasado 7 de septiembre tuvo lugar una movilización estatal convocada por la Francia Insumisa y sus sindicatos estudiantiles “L´Union Étudiante” (organización universitaria) y la “Union Syndicale Lycéenne” (organización en institutos) en contra del golpe de ano realizado por Macron. Con 110.000 manifestantes en todo el país según el Ministerio de Interior francés y 300.000 según los organizadores de la marcha, y con manifestaciones de varios miles de personas en grandes ciudades que tienden al voto de izquierdas: 3000 en Nantes y Burdeos o 5000 en Rennes. La jornada de movilización que había sido convocada a inicios de veranos y que se preveía que no iba a tener un gran impacto ha sufrido un pequeño aumento de la participación movilizando a una parte del electorado del Nuevo Frente Popular (NFP) enfurecidos por la decisión de Macron.

Dos meses después de las elecciones legislativas, la nominación de Michel Barnier como primer ministro ha permitido reactivar la movilización, pero cambiando levemente el contenido de la jornada. Aunque las numerosas pancartas de la LFI repetían el lema oficial de la manifestación: “Lucie Castets (candidata del NFP a primera ministra) a Matignon o Macron dimisión” el abuso de poder del presidente ha provocado que la rabia se centre en el monarca republicano y el nuevo gobierno que cuenta con la aprobación de la extrema derecha más que ser un plebiscito en favor de la candidata del NFP.

A pesar del ambiente “familiar” numerosos jóvenes, trabajadores y jubilados han expresado un gran descontento como recogían los periodistas presentes. “Manu (Macron) está acabado, nosotros somos la democracia” afirmaba una pancarta en Auxerre, mientras que en París, Emma, enfermera, denunciaba un “ataque la democracia” en los micros de la emisora de radio RTL: “Todas las personas que se movilizaron de forma excepcional para las últimas elecciones, y que algunas votaron por primera vez, no han sido respetadas”. Un sentimiento de impotencia compartida por Hortense en París, y descrito por los periodistas del diario Monde: “Hemos militado, pegado carteles. Teníamos la sensación de haber invertido una gran cantidad de energía. Y ahora vemos a la derecha llegar a Matignon”.


¿La Francia Insumisa se plantea algo más aparte de elecciones?

Pero tras la movilización el sábado por la noche la combatividad no estaba particularmente presente en la marcha, y las dudas sobre qué hacer a continuación eran omnipresentes. “Hace tiempo que no se nos escucha saliendo a las calles, ahora tampoco se nos escucha si acudimos a las urnas” afirmaba Alexandra, directora de proyectos. Algo similar expresaba Manon, estudiante, que decía: “De todas formas votar no sirve de nada si Macron sigue en el poder”. Un estado de ánimo que refleja los pensamientos de una parte importante del electorado del Nuevo Frente Popular.

Mientras que una parte de la población votó con la nariz tapada ante el miedo a que Jordan Bardella, candidato de Agrupación Nacional (extrema derecha) se convirtiese en primer ministro y la extrema derecha tomase el poder. Esta misma extrema derecha ahora controla el futuro del próximo gobierno y se prepara para hacer valer su peso político, lo que marca los límites estrechos de la estrategia de “cordon sanitario” en las urnas. No obstante, ante las dudas sobre la eficacia del voto como arma contra Macron y la extrema derecha, así como ante la preocupación de cómo afrontar la crisis política, la izquierda institucional responde una vez más prometiendo una futura victoria electoral en los próximos comicios.

En su blog, Manuel Bompard (dirigente de LFI) asegura “la estrategia electoral de los Insumisos es victoriosa”. En X (Twitter), el nuevo diputado de la LFI por Seine-Saint-Denis Aly Diouara afirma confiado: “¡No hemos votado en vano! Tan solo debemos intensificar las movilizaciones para ganar decisivamente como izquierda de la ruptura en las urnas”.

Por su parte, Jean-Luc Mélenchon ha elevado el tono tras la manifestación, afirmando que el pueblo francés “entro en revolución” …. ¿Contradictorio? En realidad, no. El líder de la LFI busca dialogar con la rabia despertada por las políticas de Macron al mismo tiempo que coloca en el centro del discurso la voluntad de respetar el estrecho límite de las instituciones. “Hay que respetar las formas de la democracia, porque es la vía por la que se expresa la voluntad popular. Sin respetar esto no seríamos más que una fuerza descerebrada, ciega, incapaz de gobernar”, ha explicado, recordando que la estrategia de la LFI de usar el artículo 68 de la Constitución francesa para cesar a Macron respeta por completo el marco de la legalidad francesa. Detrás de una verborrea radical, Mélenchon busca contener y canalizar el profundo y legítimo descontento de una parte de las clases populares dentro de los límites que permite el régimen.


¿Y ahora? Para expulsar a Macron es urgente plantear un plan de lucha consecuente

El deseo de echar a Macron del gobierno es legítimo, pero si se intenta lograr a través únicamente de manifestaciones ciudadanas como las del pasado sábado, o de maniobras parlamentarias y confiando en futuros comicios como plantean LFI esta rabia va hacia un callejón sin salida. Es lo que se ha demostrado estos últimos meses en los que el NFP ha servido para revivir al Partido Socialista, en los que el “frente republicano” ha salvado el escaño en la Asamblea a diputados macronistas y de conjunto estas maniobras han terminado abriendo la puerta a un gobierno de derechas bajo los caprichos de la extrema derecha.

Si las movilizaciones del pasado sábado no han tenido el impacto deseado, con Mélenchon apelando a los ausentes: “¿Por qué no estáis aquí?”, es porque ni la candidatura de Lucie Castets como primera ministra ni el proceso de cese de Macron aparecen como una cuestión clave para las aspiraciones frustradas de las clases populares y la juventud, mientras que la esperanza de lograr imponer un gobierno de izquierdas se ha visto derrotada. En este marco, una parte del electorado del NFP comienza a tomar lecciones de esta experiencia.

La lección más importante está siendo: para derrotar a Macron y a la extrema derecha hay que usar los métodos adecuados, que no es la “guerrilla parlamentaria” que se ha revelado inútil. Sino retomar los métodos de la lucha de clases, desde centros de trabajo y de estudio, con los que construir un movimiento de masas capaz de imponer una correlación de fuerzas favorables. Aunque el nombramiento de Barnier plantea nuevas ofensivas contra las clases populares, su gobierno será frágil y puede ser derribado, pero para ello hace falta romper con las ilusiones institucionales vendidas por el NFP.

Esta perspectiva requiere, además, de hacer un balance del último ciclo de la lucha de clases en Francia. En concreto, de la derrota de la batalla de las pensiones de 2023 para explicar el amplio sentimiento en la población de que “las huelgas ya no sirven”. Sin embargo, si uno de los movimientos interprofesionales más poderosos de las últimas décadas no doblegó a Macron es para empezar porque la estrategia de jornadas de huelgas aisladas planteada por las direcciones sindicales y su rechazo a la huelga general reconductible llevó la movilización al desastre. Ahora que la CGT propone en el comienzo del curso una nueva movilización rutinaria el próximo 1 de octubre, aislada de cualquier plan de combae, hay que oponer a esta lógica de “presión” otra estrategia.


¿Qué programa frente a la crisis?

Para derrotar a Macron, un presidente radicalizado qua ha demostrado estar dispuesto a golpes antidemocráticos hace falta construir un movimiento que agrupe al conjunto de trabajadores, de la juventud y de las clases populares. Un movimiento autoorganizado, sin ilusiones en el diálogo con Macron y dotado de un programa para afrontar la situación. Una huelga general política, del mismo tipo que podría haber surgido en la batalla de las pensiones si las direcciones sindicales y las fuerzas políticas que se dicen “ de la izquierda de la ruptura” hubieran adoptado esta tarea.

Un movimiento que debería articular una serie de reivindicaciones sociales: expropiar los beneficios de la patronal para aumentar salarios; imponer la jubilación a los 60 años; reducción de la jornada laboral. Y también articular demandas democráticas. El pasado julio, un sondeo de la agencia Ifop para el periódico Politis señalaba que un 63% de la población aspira a superar la V República y cambiar el régimen, una cifra que ascendía al 73% entre las clases populares. Frente a la crisis actual, el nombramiento de Michel Barnier está lejos de acabar con este sentimiento, una cuestión radicalizada por el odio a Macron y a una burguesía antidemocrática que tiene una importante potencialidad como se demostró con fuerza con el movimiento de los Chalecos Amarillos.

Frente a esta situación, la izquierda política y sindical se niega a formular cualquier reivindicación que ponga en duda al régimen. Desde hace dos meses, LFI propone en los hechos reemplazar a Macron por un “monarca de izquierdas” o de imponer el fenómeno de la “cohabitación”, evitando defender seriamente su proyecto ambiguo de una “Sexta República”. Por su parte, la CGT evita este problema por completo. Contra esta lógica, la construcción de un movimiento de masas contra Barnier y Macron pasa por la defensa de un programa democrático radical, que parta de la reivindicación de la dimisión de Macron, y vaya más allá añadiendo la abolición de la Presidencia de la República y el Senado. Hay que acabar con estas instituciones autoritarias, cuya fragilidad actual es una oportunidad histórica.

No obstante, reivindicar todo esto no es suficiente. Frente a aquellas y aquellos que quieren vendernos nuevas versiones de la III y IV República compatibles con una democracia limitada, hay que exigir un modelo más allá. Una asamblea única que concentre el poder legislativo y ejecutivo, y cuyos diputados sean elegidos por dos años con un salario medio y revocable en todo momento. Dicha reivindicación no es suficiente para acabar con la dictadura de la burguesía, pero sería un importante punto de apoyo para la construcción de un movimiento obrero político, que plantee la cuestión de la toma del poder y que lo haga a través de la movilización y la autoorganización para arrancar un programa de demandas que permita avanzar en una perspectiva revolucionaria.

 
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