La imagen que precede a estas líneas NO corresponde a un encuentro de la farándula local (¿O sí?). El presidente actual de la República Argentina organizó un asado en la quinta presidencial de Olivos para celebrar el veto a la ley de reforma jubilatoria. Participaron diputados oficialistas y otros que apoyaron el veto a la ley, entre ellos algunos que la habían impulsado.
Vemos asombro en muchos, no sólo por el veto a la ley sino por el asado de celebración. ¿Por qué? Un gobierno que viene haciendo del insulto y el desprecio una práctica cotidiana; llaman “mogólicos” a los que no adscriben a sus políticas (provocó el rechazo de asociaciones de padres de niños con síndrome de down, y no sólo no hubo disculpas, se reiteró el comportamiento). Llaman excremento a la izquierda. ¿Qué se hace con el excremento? En ningún lado es una calificación civilizada, menos en Argentina, como lo indica nuestro pasado. Festejar los ataques a los jubilados, agresiones que se expresan en los salarios y con gases y palos en la calle.
Detestan no sólo a la universidad pública, sino al conjunto de la educación pública (Benegas Lynch y la Ley 1420 como vocero). El único actor social válido parece estar conformado por los empresarios afines a la actual administración.
El “festejo” del otro día es una prueba más de las características que copian del fascismo: no buscan apoyo pasivo, sino que se exprese la adhesión pública a estas políticas.
Cada día es más necesario hablar, expresarse con aquellos que los votaron y plantarse frente a la administración. Tener presente todo el tiempo: es el PRIMER gobierno desde el 10 de diciembre de 1983 que hace explícito su respaldo a la dictadura de 1976.
Jubiladas, jubilados, jubilades: UNÍOS, entre sí y con todos los oprimidos, humillados y ofendidos. |