Por primera vez desde que existe la República Federal de Alemania (es decir, desde el final de la Segunda Guerra Mundial), un partido de extrema derecha es la fuerza más votada en elecciones regionales, obteniendo un 32,8 % en Turingia, y el segundo lugar en Sajonia pero a casi nada del primero, con un 30,6 %, apenas 0,9 puntos por debajo de la democracia cristiana (CDU). Björn Höcke y Alice Weidel, quienes encabezaron las listas de la AfD en ambas regiones respectivamente, aparecieron en los debates televisivos con un talante triunfalista. Bernd Baumann, presidente del bloque parlamentario de la AfD en el Bundestag, la cámara de diputados a nivel nacional en Berlín, declaró: “La AfD es influyente”. Lo demuestra el hecho de que tanto la recientemente fundada Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) [1] como la CDU “han adoptado nuestras principales posiciones en materia de inmigración”.
Pero la realidad es que no solo la CDU y la BSW han adoptado las posiciones de la AfD. El gobierno nacional, la llamada “Coalición del semáforo”, por los colores de sus respectivos partidos, la socialdemocracia (SPD), los liberales (FDP) y los verdes, también está en un curso de militarizar internamente el país y de divisiones, una situación que se profundizó tras el reciente atentado terrorista en Solingen. Junto con los malos resultados que sus partidos obtuvieron en Turingia y Sajonia, está abriendo las compuertas a la derecha. Ya está celebrando una reunión con la CDU para discutir medidas de mayor alcance. Por ejemplo, el presidente de la democracia cristiana, Friedrich Merz, exige que se prohíba por completo la admisión de refugiados de Siria y Afganistán, mientras que Markus Söder (gobernador de la región de Bavaria y presidente de la Unión Social Cristiana –CSU–, aliada a la CDU a nivel nacional) baraja la idea de modificar la Constitución para abolir por completo el derecho de asilo. Este tipo de reivindicaciones, hace diez años, solo podían escucharse en boca de partidos como el NPD, una pequeña organización neonazi y marginal.
Como era de esperar, los partidos de la coalición del semáforo a nivel nacional sufrieron una estrepitosa derrota: con un 10,4 % (Turingia) y un 13,3 % (Sajonia) para el SPD, el FDP y los verdes juntos, se reveló toda la magnitud de la crisis de representación a la que se enfrenta el gobierno federal. Sin embargo, al menos el SPD salió bien parado de la jornada electoral. A pesar de sus mínimos porcentajes, probablemente seguirá formando parte de los gobiernos de Sajonia y Turingia. Posiblemente ocurra lo mismo en la región de Brandemburgo, también en el Este, donde se celebrarán elecciones el 22 de septiembre. Es probable que esta terrible derrota sea en este momento un factor decisivo para saber si la coalición del semáforo se puede mantener. Así que después de la paliza en el Este no sobrevendrá la muerte, sino una agonía en cuotas. Los verdes sufrieron un golpe más duro que el SPD, al perder todas sus bancas en el parlamento regional sajón, lo mismo que los liberales, con un 1,1 % en Turingia y un 0,9% en Sajonia. En cambio, el partido nazi “Sajonia Libre” obtuvo el doble de votos. Tras las declaraciones críticas de algunos de los referentes liberales, como es el caso de Wolfgang Kubicki, el FDP será probablemente el mayor interrogante para la estabilidad de la coalición.
Fragmentación de los partidos
Mientras que en Sajonia parece estar al alcance de la mano una alianza entre la CDU, la BSW y el SPD, en Turingia la formación de un nuevo gobierno se ve complicada. Para lograr excluir a la AfD sería necesaria una gran coalición entra la CDU, la BSW, Die Linke y el SPD, una opción que la CDU ha descartado hasta ahora. La alternativa de un gobierno en minoría sin Die Linke no promete en absoluto más estabilidad. Los resultados electorales muestran una fragmentación del panorama de partidos, que probablemente también tendrá repercusiones en la política nacional. El diario Süddeutsche Zeitung escribe:
La democracia alemana sigue viva y coleando, como demuestra la participación en el Este, pero el país es cada vez más difícil de controlar y gobernar. Incluso la coalición del semáforo no es tanto un proyecto deseado sino más bien una alianza por conveniencia. El FDP dice bastante seguido que gobierna junto con el SPD y los verdes más por “responsabilidad de estadista” que por compartir convicciones.
La AfD se está convirtiendo así en un problema estratégico para los “partidos del estabishment”. Tanto el gobernador de Sajonia, Michael Kretschmer, como Sahra Wagenknecht cuestionan ya el “muro de contención”. Sin querer incluir a la AfD directamente en los gobiernos, ambos son partidarios de una vía “pragmática”. Con más del 30 % de los votos, la AfD está demasiado presente como para ignorarla por completo. A nivel municipal, ya se plantea en muchos casos la cuestión de cómo lidiar con la AfD. Y la capacidad de actuar como una minoría que vete los proyectos de los demás que puede ejercer ahora en el Parlamento de Turingia obliga a los demás partidos a negociar con la AfD cuando se trata de enmiendas constitucionales o de nombramientos para el Tribunal Constitucional. Así es como se está normalizando e integrando aún más en el sistema político. Dos gobiernos regionales claramente de derecha bajo el liderazgo de la CDU en Sajonia y Turingia podrían convertirse también en un faro para la derecha que se proyecte por toda Alemania.
El otro problema estratégico es la BSW. A nivel regional, es probable que la CDU pueda llegar a un acuerdo con el nuevo partido de Wagenknecht. La BSW quiere establecer la cuestión de la paz [2] en un lugar destacado en las negociaciones de coalición. Sin embargo, no está nada claro qué implicancias tendría a nivel regional. Es poco probable que la exigencia de no instalar misiles de alcance medio en Sajonia y Turingia intimide a la CDU, si de todas maneras se colocan en otros lugares.
Sin embargo, si la BSW y la AfD obtienen buenos resultados en las próximas elecciones federales podría dificultarle a la democracia cristiana de Friedrich Merz –o Markus Söder– encontrar un socio de coalición. Queda por ver hasta qué punto la BSW resultará “incómoda” para los demás partidos. Pero su ascenso por sí solo, con su rechazo a la guerra y a la política migratoria, es un foco de incendio que se extiende para el sistema de partidos en Alemania.
La política gubernamental “de izquierda” ha fracasado definitivamente
En Turingia, donde Bodo Ramelow de Die Linke fue gobernador apoyándose en una coalición entre su partido, la socialdemocracia y los verdes durante los últimos diez años, con una breve interrupción, la organización autodenominada “La Izquierda” tuvo la peor caída: solo alcanzó el 13,1 %, una pérdida de 17,9 puntos porcentuales. Sus votantes emigraron en masa a la BSW, a la CDU e incluso a la AfD. En lugar de ser un baluarte seguro contra la derecha, la política de gobierno “de izquierda” ha allanado el camino a la derecha. El hecho de que la AfD local, encabezada por una figura con un discurso fascista como Björn Höcke, haya podido afirmar que representa “al pueblo” contra “el establishment” es una prueba pasmosa de la ausencia de una verdadera oposición de izquierda –ni hablemos de una anticapitalista–. En Sajonia, Die Linke solo pudo mantenerse gracias a los buenos resultados de sus candidatos elegidos por sistema de mandato directo en Leipzig; las dos bancas que ganó por esta vía, no como lista partidaria en toda Sajonia sino de forma directa a nivel municipal, le permitieron permanecer en la legislatura regional como grupo parlamentario, aunque perdió más de la mitad de sus votos en toda la región y no superó la barrera del cinco por ciento que estipula la ley para obtener representación parlamentaria como partido.
Die Linke no solo perdió su reputación de “partido de la justicia social” (por ejemplo, solo el 9 % de los encuestados en Sajonia estaban de acuerdo en que Die Linke era el partido “más proclive a la justicia social”). Además, con sus posiciones mayoritarias a favor de la OTAN y de Israel, se trata de una oposición más que domesticada. Bodo Ramelow ha pasado los últimos cinco años en el cargo en la aparentemente ingobernable Turingia haciendo recortes presupuestarios y, últimamente, en labores de integración y proyectos para promover la democracia, mientras grupos de nazis ganan cada vez más de las calles.
Su gobierno ha terminado. Sin embargo, su camino sin salida en lo estratégico, como partido incapaz de llegar a un acuerdo en cuestiones clave de política exterior, no ha quedado atrás. Su eje excluyente en la participación gubernamental –y, por tanto, en la gestión del Estado capitalista– ha erosionado en gran medida su credibilidad a lo largo de muchos años.
Los desastrosos resultados de Die Linke y de la coalición del semáforo demuestran que no se puede confiar en estas formaciones parlamentarias para luchar contra la derecha. Junto con la CDU, ellas mismas son responsables de los ajustes, del clima de racismo, de fomentar divisiones y militarización tanto a nivel interno como externo. Ni la BSW ni la AfD representan una respuesta al problema de la guerra. La propia AfD quiere que Alemania se rearme aún más. La BSW se posiciona a favor de la paz, pero al mismo tiempo quiere reforzar el aparato de seguridad y de la “Fortaleza Europa”. Es precisamente esta militarización interna y el racismo lo que hace posible, desde el vamos, la guerra y las políticas de austeridad, a la vez que promueve el ascenso de la derecha.
Al mismo tiempo, queda claro que la AfD no fue votada únicamente como “partido de protesta”. Una proporción significativa de los votantes de la AfD está de acuerdo con las posiciones de extrema derecha, especialmente en lo que respecta a la política migratoria y a las posturas racistas, antifeministas y anti LGBTQ. E incluso, más allá de la AfD, los llamados a incrementar las deportaciones y la exclusión no solo encuentran eco en el personal político, sino también entre los votantes de los partidos “democráticos”. Una gran mayoría está a favor de las deportaciones a Afganistán y Siria, un sector más reducido pero importante opina que no se deberían aceptar más inmigrantes. En este panorama, la CDU y los liberales están aprovechando para plantear la cancelación de las prestaciones sociales para los “extranjeros que deben abandonar el país”. También en este caso, Die Linke ha hecho su parte aplicando esta política como gobierno, mientras que la BSW se suma al coro racista. En la medida en que las organizaciones de izquierda y de trabajadores sirvan de correa de transmisión de estas posiciones –o eviten el debate limitándose a las reivindicaciones económicas–, dejan el campo libre a la derecha. Solo persistiendo, de forma paciente pero decidida, a favor de la solidaridad y la unidad de todos los explotados y oprimidos en oposición a la política capitalista de dividirnos puede poner freno a la AfD y compañía.
Por movilizaciones contra el giro a la derecha en lugar de un frente popular “democrático”
Tras las elecciones regionales en Sajonia y Turingia, la CDU de Merz, que ya ha girado bastante a la derecha, se perfila como la fuerza dirigente del campo “democrático” contra la AfD. Pero incluso si la CDU mantiene firme el “muro de contención” –aunque todo indica que lo más probable sea que ocurra lo contrario–, no se puede combatir el ascenso de la derecha con este partido. Por el contrario, la adopción cada vez más ofensiva de las posiciones de la AfD por parte de los partidos burgueses solo servirá para fortalecerla aún más. Es importante movilizarse no solo contra la AfD, sino también contra todas las políticas que defiende la ultraderecha y que aplican los partidos del establishment. Las fuerzas de izquierda no pueden “tolerar” un gobierno encabezado por la CDU, y menos aún hacerse cargo de sus políticas. En lugar de un amplio frente popular “democrático”, lo que se necesita es una coalición de organizaciones obreras y de izquierda con actos y movilizaciones contra la AfD y las políticas de los gobiernos.
Los sindicatos y las fuerzas de izquierda deben encabezar las movilizaciones contra la derecha y oponerse sistemáticamente a las políticas llevadas a cabo por el gobierno nacional, la BSW, la CDU y la AfD. Tenemos que bloquear las manifestaciones de la AfD, interrumpir sus actos, realizar reuniones y acciones en lugares de trabajo y universidades contra el giro a la derecha y la militarización. Hace falta movilizaciones masivas, bloqueos y huelgas contra una eventual participación de la AfD en el gobierno. Un ejemplo alentador han sido los 400 empleados de las empresas Zeiss, Jenoptik y Jena-Optronik en Jena, quienes se hicieron eco del llamado de los delegados sindicales, luego de las elecciones, para protestar contra una posible coalición gubernamental que incluyera a la AfD. Hay que ampliar estas acciones y apuntar también contra las políticas antiobreras del gobierno nacional y de los nuevos gobiernos regionales en su conjunto. La lucha contra el giro a la derecha comienza en las calles y en los lugares de trabajo, las escuelas y las universidades. Pero también es necesario el desarrollo de una alternativa socialista y anticapitalista coherente, con un programa de autoorganización y movilización, tanto contra la extrema derecha como contra el gobierno.
Traducción y adaptación: Guillermo Iturbide |