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18 de enero de 2025 Twitter Faceboock

Trotskismo y liberación de Palestina
La lucha revolucionaria de los pueblos oprimidos del mundo: un motor fundamental de la revolución
Yara Villaseñor | Socióloga y latinoamericanista - Integrante del MTS - @konvulsa

"Acabar con la opresión del pueblo palestino conlleva como condición necesaria la liquidación de las bases materiales del poderío israelí, así como del apoyo imperialista que lo sostiene." Reproducimos aquí la intervención de la camarada Yara Almonte, en el foro "La actualidad de Trotsky: La lucha contra el imperialismo y la liberación palestina".

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Hola camaradas, compañerxs, qué gusto estar aquí con todos ustedes. Aquí, en esta casa, donde hace 84 años fuera asesinado a manos de un sicario estalinista Lev Davidovich Bronstein, mejor conocido como León Trotsky. En ese entonces los gobiernos imperialistas habían desatado una segunda guerra mundial. Como señaló Lenin, esta época deparaba guerras, enfrentamientos entre potencias que se disputaban los territorios para la expoliación y el despojo ─todo para descargar la crisis del capitalismo mundial sobre las espaldas de la clase trabajadora─ e imponer más miseria a los pueblos del mundo. Pero también era una época que deparaba revoluciones.

En ese momento ─que Víctor Serge llamó “la medianoche del siglo”-, Trotsky, el gran dirigente de la revolución rusa junto a Lenin, aquél que fundó y dirigió al ejército rojo en el combate contra 14 ejércitos imperialistas que buscaban aplastar al primer Estado obrero de la historia, seguía el pulso de la situación internacional. A partir de este análisis de las tendencias mundiales, trazó los ejes fundamentales de una estrategia revolucionaria bajo la cual se formó la 4ta internacional. Como ya adelantó Flora en su participación, la lucha de los pueblos coloniales y semicoloniales contra la opresión imperialista. y sus potencialidades para empujar hacia la revolución internacional ocupaban, un lugar central en su pensamiento.

Para Trotsky, la lucha revolucionaria de los pueblos oprimidos del mundo era un motor fundamental de la revolución, no solo en sus propios países, sino a nivel internacional. En contra de cualquier concepción fatalista o mecánica, él consideró desde inicios del siglo XX que la clase obrera rusa podía llegar al poder antes que el proletariado de un país de capitalismo desarrollado, aunque llegase más tarde a la construcción del socialismo. En la década de los 20 y ante la derrota y el retroceso de la revolución en Europa, Trotsky consideró que los pueblos de Asia y Medio Oriente podrían empujar la dinámica de la revolución mundial, pues las cobardes burguesías lacayas en estos países semicoloniales, se negaban rotundamente a enfrentar a los gobiernos imperialistas y no dejaban otra alternativa: sólo el proletariado podría encabezar las demandas más sentidas de las masas y empujar la lucha revolucionaria hasta su resolución íntegra y efectiva. Para lograrlo, una condición necesaria era enfrentar y acabar con la expoliación imperialista. Allí donde algunos, como los estalinistas, dijeron que la revolución proletaria era imposible, Trotsky vio su posibilidad y sostuvo que sin la clase obrera en alianza con el numeroso campesinado pobre, no habría forma de materializarla.

Esta lógica no fue solo una genialidad de Trotsky, la experiencia de la gran revolución de octubre se condensó en programa y lecciones que la Tercera Internacional discutió y recuperó en sus primeros cuatro congresos, un legado que a su vez, fue nutrido y contrastado con la lucha de clases en cada país donde surgieron partidos comunistas y núcleos revolucionarios, desde la India y Azerbaiyán, hasta Egipto, Irán o China. En las tesis de oriente, discutidas en el congreso de Bakú en 1920, la 3ra internacional buscó construir un puente entre la experiencia soviética en Rusia y los movimientos nacionalistas revolucionarios anti coloniales que tenían como enemigo común al imperialismo. Ya que en Asia y Oriente Medio se concentraba la mayor parte de la población mundial que gestaba una lucha revolucionaria, las y los comunistas entendieron que ahí se jugaba el destino de la revolución rusa y mundial. Sabiendo las enormes diferencias con el occidente industrializado, discutieron las especificidades del desarrollo capitalista y las formaciones económicas que conjugaban la expansión del capitalismo, y la apropiación y el aprovechamiento que hacía de los modos feudales-patriarcales antiguos en la región, para extender la explotación a estos países.

Tomaron en cuenta las tradiciones culturales, religiosas y étnicas, y denunciaron el uso faccioso que burguesías imperialistas como la inglesa o la francesa hacían de la ignorancia y los prejuicios racistas y machistas que las clases populares encarnaban para confrontar a los pueblos entre sí y debilitar sus luchas, avanzando sobre sus territorios y recursos. La Internacional Comunista declaró su apoyo activo a cualquier movimiento nacional revolucionario que enfrentara al imperialismo, mientras bregaba por la ruptura de las masas rebeldes con sus direcciones nacionalistas burguesas. Tal era el caso de direcciones como las del panislamismo y el panmongolismo, que alentaban el pacifismo burgués y desperdiciaban la energía combativa de las masas, oponiéndose a la solidaridad internacional de la clase trabajadora y a su cooperación internacional.

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La Internacional Comunista también se plantó por el triunfo de toda lucha encabezada por los campesinos pobres contra el despojo, por la demanda de la tierra contra la gran propiedad de los señores feudales, para empujar así la lucha revolucionaria en el campo, pues solo con el apoyo de las masas campesinas podría triunfar la revolución en las ciudades. En este sentido, la perspectiva de unificar las luchas contra todo tipo opresión, desde el combate al patriarcado hasta la lucha contra el colonialismo, así como el combate por una democracia más generosa que permitiera mejores condiciones para la organización política y social de la clase trabajadora, eran, para las y los comunistas, parte de un solo embate contra los capitalistas y su orden social mundial. Se trataba de la misma lucha entre trabajo y capital. Demostraron que si la lucha antiimperialista no va de la mano de combatir a las burguesías locales y su supuesta defensa de la soberanía nacional, estará destinada a fortalecer a los mismos garantes de la opresión colonial.

Frente a la necesidad estratégica de unificar la lucha de la clase trabajadora, alentaron la confraternización entre pueblos, etnias y religiones. Ejemplo de esto fue la Liga de Trabajadores Judíos, el Bund, organización de comunistas judíos que hizo grandes esfuerzos por organizar a la clase trabajadora judía a partir de su cosmovisión, cultura e idioma, combatiendo el nacionalismo al que aspiraban franjas de la clase obrera judía en distintos países. También combatieron otras tendencias reaccionarias como el sionismo ─incluyendo a los sionistas “socialistas”─ y alertaron del riesgo de hacer eco de los discursos fundamentalistas religiosos que confrontaban a trabajadores entre sí y alentaban el anitsemitismo, mientras fortalecían a las élites capitalistas y en particular a la burguesía judía en una época donde la mayoría de la clase trabajadora judía consideraba reaccionaria la idea de colonizar Palestina. Ya entonces Palestina era un territorio con amplia historia de asentamientos musulmanes, cristianos y minoritariamente judíos, y para las y los comunistas, el deseo de conquistar la libertad religiosa y el fin de la opresión tenía que concretarse no solo en una supuesta “tierra prometida” sino en todo el mundo.

Ya en 1923 los comunistas judíos en Palestina peleaban por una Palestina soviética, es decir, socialista, y fundaron el partido comunista palestino para pelear contra el imperialismo británico y empujar la revolución en toda la región, esfuerzos que para la década de los 30’s, el estalinismo aplastó mientras revivía el antisemitismo con los Juicios de Moscú, encarcelando a comunistas por el supuesto delito de “haber ocultado sus nombres judíos”. Aun así, la persecuión no acabó con la épica militancia de miles de judíos trotskistas que lucharon contra el fascismo haciendo trabajo clandestino en las tropas alemanas para convencer a los soldados de enfrentar los planes de los nazis en la segunda guerra mundial y por unificar la lucha de trabajadores musulmanes y judíos para impulsar huelgas insurreccionales contra el Estado de Israel como la de la gran revuelta árabe de 1936. En los 40’s, cuando el imperialismo británico y estadounidense buscaron dar una salida reaccionaria a la cuestión judía al impulsar el proyecto de un Estado para el pueblo judío, invirtiendo miles de millones de dólares en su fundación, el estalinismo ayudó activamente a colonos judíos y su proyecto reaccionario para Palestina. Este apoyo a la fundación del Estado sionista de Israel en 1948 se tradujo en el envío de armas para las milicias sionistas y su limpieza étnica. Frente a esto, las y los trotskistas palestinos buscaron formar sindicatos de musulmanes, cristianos y judíos para ampliar su influencia sobre la clase trabajadora, militantes entre los que destacan Jabra Nicola o Yigael Gluckstein, mejor conocido como Tony Cliff. Entre los israelitas también hubo resistencia, y en los 60’s se fundaron grupos como el Matzpen o las Panteras Negras israelíes, que si bien no eran comunistas, buscaron siempre fortalecer los lazos de solidaridad entre trabajadores árabes y judíos desde una perspectiva antisionista.

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Como bien demuestran estos ejemplos, la práctica militante de generaciones de revolucionarios está marcada por la Teoría de la Revolución Permanente, en la cual Trotsky planteó los fundamentos para la revolución socialista en los países semicoloniales y la necesidad de articular la revolución en los países imperialistas a la de los países de capitalismo menos desarrollado y dependiente. Una perspectiva que liga permanentemente y como condición para el socialismo, la extensión de la revolución a escala internacional y en particular a los puntos neurálgicos del capitalismo. Es a partir de la lucha por las demandas democráticas más sentidas, que las y los revolucionarios empujamos sin titubeo, la lucha contra todo tipo de opresión y por aniquilar el poder político de los capitalistas para construir un socialismo revolucionario desde abajo, es decir, para vincular esas demandas democráticas a las tareas propiamente socialistas. Para Trotsky la dinámica de la revolución permanente estaba orientada a trastocar todas las esferas de la vida, en el plano de “la economía, la técnica, de la ciencia, de la familia, de las costumbres, que se desenvuelven en una compleja acción recíproca que no permite a la sociedad alcanzar el equilibrio” marea que sentará las bases para la superación del capitalismo y el desarrollo de una sociedad comunista.

Hoy la dinámica de la situación internacional, si bien no es la de los tiempos de Trotsky, plantea un escenario muy convulso que significa una gran oportunidad para las fuerzas revolucionarias. Un capitalismo decadente pero despiadado que busca con nuevos mecanismos de despojo y super explotación ganar años de vida; una geopolítica intensa con conflictos entre potencias capitalistas regionales bajo la sombra del declive de la hegemonía estadounidense, donde la carrera entre China y Rusia, y las salidas bélicas como la Guerra de Ucrania en las fronteras de Europa, solo reactualizan que estamos en efecto en una época de crisis, guerras y de lucha de clases que sin duda llevará a nuevas revoluciones.

A pocos días de cumplir un año de la brutal ofensiva militar sobre territorio palestino desatada el 7 de octubre del 2023, ya son más de 41 mil personas asesinadas, la mitad niños y niñas. Un genocidio que se ha ensañado particularmente con las infancias y las mujeres como parte de un plan de limpieza étnica para acabar con el pueblo palestino y colonizar su territorio. Una política de exterminio que el sionismo israelí y los imperialismos estadounidense, británico, francés, español, alemán ─y organismos como la OTAN y el discurso de paz de la ONU─ han sostenido desde el inicio de la Nakba en 1948. Desde entonces, hace 76 años que Israel ocupa Palestina y asesina a su pueblo, con la complicidad y el apoyo de los gobiernos imperialistas, encabezados por el estadounidense, mismos que han desembolsado miles de millones de dólares para apoyar política y militarmente a Israel. Hoy resulta estratégico para ellos mantener a su enclave imperialista en una región con alta inestabilidad política, que ha presenciado el fracaso del ejército yanqui en Irak y Afganistán, el fortalecimiento de grupos fundamentalistas reaccionarias pero también revueltas que mantienen vivo el fantasma de la Primavera Árabe y la revolución. Es claro que los intereses de las burguesías árabes y judías están entrelazados con los de las potencias imperialistas. Por eso el legado de Trotsky y la IV Internacional sigue vigente para gritar ¡abajo el colonialismo y el imperialismo, viva la lucha de los pueblos oprimidos, viva la lucha del pueblo palestino!

Hoy las principales direcciones de la resistencia palestina sólo tienen salidas impotentes. Por un lado, la Autoridad Nacional Palestina y su política de dos Estados, imposible frente a la agenda de exterminio sionista, colabora con las Naciones Unidas, garantes de los intereses de Estados Unidos mientras calla la denuncia de la responsabilidad del imperialismo en esta guerra. Por otro lado, Hamas, que sostiene un programa fundamentalista reaccionario cuyo ataque fue instrumentalizado por Israel para desatar esta brutal ofensiva y sostiene una estrategia enemiga de la autoorganización obrera y popular.

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Para las y los trotskistas, la lucha contra el colonialismo es inseparable de la lucha contra el imperialismo y del impulso de una perspectiva revolucionaria para las masas palestinas. Lejos de construir alianzas con las oligarquías locales, con las monarquías teocráticas y élites fundamentalistas, estamos por la organización independiente del pueblo palestino de estas direcciones. Por la unidad entre los palestinos y las masas obreras y campesinas musulmanas y cristianas y judíos antisionistas y con la clase obrera judía.

Creemos que luchar por una Palestina libre significa garantizar el derecho al retorno de más de 4 millones de palestinos de la diáspora y por la devolución de sus tierras, la reconstrucción de sus viviendas y la infraestructura destruida por los sionistas. Una Palestina libre significa terminar con el régimen de apartheid para los trabajadores y trabajadoras palestinos y con los árabes que son utilizados como mano de obra de “segunda” en Israel, garantizando plenos derechos civiles, laborales y sociales para todos, independientemente de su origen nacional, etnia o religión. Una Palestina libre implica cuestionar una fuente importante de ganancias de los grandes grupos económicos y financieros de Israel como parte del combate al Estado sionista. Acabar con la opresión del pueblo palestino conlleva como condición necesaria la liquidación de las bases materiales del poderío israelí, así como del apoyo imperialista que lo sostiene. Esto no podrá lograrse sin la acción organizada de la clase trabajadora a nivel internacional, sin la extensión de la revolución socialista en la región y en los países imperialistas.

Es claro que la tesis de Lenin y la tercera Internacional sobre la agonía del capitalismo y sus inherentes crisis que llevan a la guerra es correcta. De esta barbarie surge con nuevos bríos la posibilidad de la revolución y de que la clase trabajadora tomen el cielo por asalto para lograr la emancipación de la humanidad. Como vimos en distintos videos de mis camaradas de Argentina, EU y Francia, en este movimiento, el MTS y la militancia de las distintas organizaciones que formamos parte de la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional, participamos peleando desde una perspectiva socialista. En aras de aportar a esta tarea, queremos convocarles a continuar la movilización y las acciones en defensa del pueblo palestino, y les invitamos a conocer, discutir y abrazar este gran legado revolucionario, cuya riqueza programatica y estratégica está inscrita en las banderas de la IV Internacional. Quienes militamos en el MTS nos jugamos a construir en México una gran organización socialista, revolucionaria e internacionalista que recree este legado y se juegue a ser la pluma que incline la balanza en la lucha del proletariado por la victoria.

Camaradas, desde aquí gritamos fuerte ¡Viva Palestina obrera y socialista! ¡Viva la IV Internacional! ¡Viva el legado del gran revolucionario León Trotsky!

 
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