Este miércoles 25 de septiembre dieron inicio las XVII Jornadas de Economía Crítica y VI Jornadas de Economía Feminista del 2024, organizadas por la Sociedad de Economía Crítica, el Espacio de Economía Feminista de la SEC, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y CONICET. La pre jornada y el panel de apertura se dieron en la Universidad Nacional de San Martín y las próximas jornadas repartirán sus mesas entre la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, la UNSAM y la Universidad Nacional de General Sarmiento. En este artículo realizaremos una pequeña reseña del panel de apertura.
Coordinado por la Sociedad de Economía Crítica y titulado “La actualidad de la discusión programática económico-política en el contexto de crisis de la sociedad argentina”, el panel de apertura contó con la presencia de Juan Graña (investigador de EIDAES UNSAM - CONICET), Christian Castillo (Diputado nacional por el PTS-FITu, docente de UBA-UNLP), Mara Ruiz Malex (ex Ministra de Trabajo de PBA - TE) y Martin Mosquera (editor de la Revista Jacobin Latinoamérica - UBA). Las Jornadas de Economía Crítica, que tienen lugar desde el año 2007, este año se vieron atravesadas por el paro universitario de este jueves 26 de septiembre por los recortes presupuestarios y de salarios docentes, por lo que su cronograma sufrió modificaciones hasta último momento. Este primer panel, inició con unas palabras de apertura del Decano de EIDAES, el sociólogo Ariel Wilkis quien ubicó el contexto de las jornadas en la lucha docente y no docente que se viene desarrollando por el ajuste del gobierno nacional de Javier Milei.
Con este título complejo, se enmarcó la discusión de la necesidad de un programa económico político para poder salir de la crisis argentina, dentro de un contexto internacional cambiante.Si bien la propuesta plantea la discusión de diversos programas, más bien la única propuesta concreta de salida a la crisis que se pudo escuchar fue la de una transformación histórica, una revolución donde la clase trabajadora sea la que dirija el futuro dando vuelta las prioridades, hecha por parte de Christian Castillo, en un panel potencialmente interesante pero rodeado de dudas y derrotismo.En esta nota te contamos por qué y cómo fue este inicio de las Jornadas.
Juan Graña, que inició el debate, ubicó la discusión en la situación actual del país en tanto un balance crítico de la economía, junto al modelo económico nacional que promueve el gobierno de Milei. Esto, junto a la etapa de la acumulación de capital en la que nos encontramos a nivel internacional abre el interrogante ¿cuaja el modelo que intenta imponer el gobierno libertario con las realidades del momento? ¿Por qué las propuestas planteadas surgen de “la nostalgia de mitos económicos” del pasado? ¿son repetibles?. Y, por sobre todo, una pregunta central que atravesó esto y que suele estar menospreciado por gran sector de economistas y el arco político en este análisis, ¿se tiene en cuenta la necesidad de un mejor futuro para las grandes mayorías?.
El economista ordenó su intervención a partir de los cambios en la “Nueva” División Internacional del Trabajo, que abrió la posibilidad de ampliarse a nuevos mercados por medio de la geolocalización de producción en nuevas zonas sobre todo de Asia, priorizando la mano de obra más barata, junto a los nuevos países que se sumergen en este plano por servir a la dinámica de ahorro capitalista (hasta que se instalan en esta división del trabajo y ya pasan a ser más caros que otros). Esta novedad histórica internacional, que se dió a fines del siglo XX de la mano de la consolidación de la globalización, ya dejó de ocurrir como novedad expansiva. La tendencia actual tiende a consolidar este modelo internacional, en vez de seguir en apertura con nuevas economías en desarrollo, más bien estos países tienden a sumarse a esta cadena de valor, pero en cuanto se desarrollan y escalan, dejan de crecer y tienden a automatizarse. China, en este caso, plantea según Graña, una variante a este modelo, donde la búsqueda de mano de obra más barata se da dentro de sus propias fronteras: las industrias se movilizan al interior, lejos de la costa y logran reducir sus costos. A su vez, es el país con mayor robotización de procesos productivos con una robotización de 290mil industrias al año, estando Japón en el segundo lugar con 50 robots en la industrialización de su economía. Ahora bien, el costo de su mano de obra no es el mismo que el de Japón, Europa o Estados Unidos. Es decir, a nivel internacional, la división internacional del trabajo pasó a estancarse luego de años de expansión. Lo que el economista no retomó en su análisis sobre el país asiático, son las contradicciones internas que trajo este desarrollo de la mano de un régimen político económico en base a la recentralización del poder y refuerzo del control por parte del PCCh.
Argentina, en este aspecto, tiene por ejemplo un costo de salarios similar a Malasia, pero una robotización de la industria mucho menor. En este contexto, frente a un cambio de gobierno con un poder ejecutivo que plantea la desregulación del Estado, la propuesta va de la mano de esta situación internacional jerarquizando “aquello en lo que somos buenos y nada más” que nos genera ventajas absolutas en comparación con otras localizaciones, de la mano del RIGI, Vaca Muerta, el desarrollo del litio y la megaminería. Más allá de los múltiples problemas que esto puede generar (y que la pregunta sigue siendo si “saldrá bien” o no), Graña plantea que esto fortalecería ciertos enclaves económicos pero dejando a la mitad del país por fuera. La derecha, entonces, estaría en sintonía con el proceso internacional, pero para pensar a Argentina en cuanto a competitividad hay que pensarla en una perspectiva donde se recupere un futuro posible para las mayorías, lo cual este modelo no generaría. La propuesta del investigador es entonces ubicarse desde una libertad a pensar una salida programática desde cero, ya que los programas del gobierno actual y los anteriores intentan repetir modelos del pasado a partir de cierta nostalgia por una economía internacional que ya no es. “Hay que reconocer que desde la década del ´70 la clase trabajadora argentina no tiene claro cuál es su modelo de desarrollo, ni tampoco que ese modelo vaya con los tiempos que corren. Previo a esa década, con la ISI hubo una ligazón al modelo internacional de división del trabajo, pero luego los tiempos cambiaron, no hubo un acomodamiento a esto y, ahora que vuelven a cambiar, nos quedamos sin modelo mientras que la clase trabajadora no recupera su situación de mejor desarrollo que se dió alrededor del ‘74. Volver al 1900 o al ISI, no es opción en un panorama cambiante como el actual.” Una vez expuestos los puntos nodales y estructurales de la crisis programática económica nacional, el resto del panel tomó la palabra con distintas propuestas de salida a las preguntas planteadas por Graña y la situación internacional.
El primero fue el sociólogo Christian Castillo, que tomó los elementos internacionales y los ajustes de China para plantear que efectivamente el desarrollo tecnológico debe ser parte de los elementos centrales para los análisis de las distintas economías, siendo el caso de Argentina uno de los más atrasados en este aspecto. Ahora bien, retomando la necesidad de repensar un plan de salida que genere un futuro a las grandes mayorías, fue categórico al plantear que “la salida alternativa sólo es a través de una transformación histórica, una revolución”.
Repasó la llegada del gobierno de Milei al país de la mano de años de un modelo económico acabado propuesto por el kirchnerismo y las variantes del PJ, que fueron cambiando de candidato en las últimas décadas hasta proponer a un Massa que también se alinea con la posición de Argentina como productor primario a nivel internacional. “Toda esta política de contemporización con el capital que fueron estos últimos cuatro años de Alberto, fue una catástrofe. Entonces un sector en la superestructura peronista saca la conclusión ‘no fuimos lo suficientemente de derecha’, incluso la propia Cristina saca esas conclusiones de la necesidad de contemporización del capital, exportadora, etc. Pero una parte de la base está sacando como conclusiones que hay que irse más a la izquierda. Y esa es la posibilidad que hay de que surja una izquierda socialista que juegue un papel en el elemento de la lucha de clases que hay, a una altura mayor de lo que somos al dia de hoy que somos una minoría pero significativa”. Esas fuerzas de la clase trabajadora argentina que al gobierno de Macri le planteó límites claros por ejemplo de la mano de la reforma previsional. Síntomas similares se pueden ver con la combatividad de algunos sectores que enfrentan las políticas actuales de ajuste como son los jubilados, estatales y universitarios.
Luego siguió Martin Mosquera, que se centró en un análisis coyuntural de la llegada de Milei al sillón de Rivadavia pero, también a las posibilidades de escapar a sus políticas de ajuste. En un contexto en el que el “empate hegemónico” en el que se venía desarrollando la política nacional llegó a cierto límite, se trataría de un ataque estructural de la derecha sin derrota clásica a la clase trabajadora. La visión que planteó el filósofo y docente, fue que el modelo que el ejecutivo intenta plantear tiene un nivel de peligrosidad mayor al tratarse de un intento de la derecha de desarticular las relaciones de poder de la democracia argentina de la mano de su política más autoritaria, represora y la persecución política a les que luchan. También, tomó con reparo lo expuesto por Castillo, al plantear que si bien las grandes movilizaciones a Macri le impusieron un gradualismo en su plan económico, se dió en un contexto donde cada ataque “generaba una respuesta y movilización”, que ahora no se ve, la base no se moviliza frente a los ataques actuales. Se trataría entonces de un clima de desmovilización por apatía política luego de los frutos amargos de los gobiernos anteriores, que nos deja en la encrucijada de reveer las perspectivas de lucha para evitar este nuevo intento de la derecha, en un momento que la juventud no sería un actor de movilización activo.
Por último, cerró este panel Mara Ruiz Malec, ex ministra de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, que planteó retomando estos elementos desmovilizantes que dentro de la juventud hay que prestar atención a las mujeres que fueron en los últimos años actores centrales en grandes movilizaciones. Luego, realizó cierta autocrítica en cuanto al rol del peronismo que peca de conciliador con sectores del empresariado para poder hablarle a un caudal de gente mayor, pero que abre ahora la necesidad de repensar el proyecto nacional porque las grandes mayorías no estarían viendo sus necesidades básicas satisfechas desde 2015 aproximadamente. En 2019 se intentó tomar la nostalgia por ese pasado que “fue mejor” para que Alberto Fernández llegara a la presidencia, pero su gobierno no frenó los problemas económicos en los que se estaba sumergido. Con algunos supuestos elementos positivos, como haber podido gestionar acuerdos salariales conciliando sectores. En la provincia actualmente también se impulsa un RIGI que plantea distinto al del gobierno nacional, pero el eje seguiría siendo dentro de las posibilidades, mejorar algunas condiciones de la clase trabajadora que vive este brutal ajuste y ve sus condiciones de vida cada vez más bastardeadas.
Seguido a esto, se abrió a preguntas diversas que no lograron responderse de manera puntillosa dado que el panel ya se había extendido por más de dos horas. Los elementos centrales que surgieron se dieron alrededor de las posibilidades de movilización de distintos sectores de la sociedad tomando los casos latinoamericanos, el rol desmovilizador de las dirigencias sindicales y la posibilidad de avanzar en una salida programática clara. Respecto a lo primero, se nombraron diversas movilizaciones sobre todo contra los regímenes del FMI latinoamericanos, sobre lo cual Mosquera planteó que tienen cierta forma de estallidos que decantan en gobiernos de centroizquierda o progresistas que, al no llevar hasta el final sus políticas contra las burguesías, dan espacio a la reacción para adelantarse y avanzar. También, sobre el problema de la movilización de las centrales sindicales, planteó que más allá de que hay que exigir su convocatoria y paro, hay un límite en cuanto a qué tan convocantes pueden llegar a ser también. Malec retomó esto al plantear que había cierta crisis de dirección. Luego, al ser consultada por la posibilidad de pensar un plan de salida con el empresariado como aliado planteó que sería “una alianza a los palos, donde te genero condiciones para que inviertas pero te mando mil inspecciones”. La respuesta si bien nos guía hacia cierta necesidad de un Estado presente que audite y promocione, no profundiza (ni tampoco en su intervención inicial) sobre cómo resolver el problema programático de la crisis económico-política argentina, que fue la consigna que convocó al panel.
Juan Graña, retomando un poco la posibilidad de movilización de las masas pero también el rol de los sindicatos que son cómplices en la desmovilización actual, nombró el cambio histórico de reafiliación sindical que se está dando en Estados Unidos, donde nuevas generaciones están siendo actores centrales en huelgas que intentan imponer a las patronales y burguesía nuevas formas de trabajo con derechos laborales a la altura. Un ejemplo claro de que, frente a cambios en las formas de producción que priorizan el plan internacional de la derecha, la clase obrera retoma ciertas tradiciones en búsqueda de la construcción de un futuro que priorice sus necesidades.
Castillo, por su parte, volvió a recalcar que la posibilidad de una salida a la crisis que genere un futuro positivo para las grandes mayorías, sólo se dará de la mano de una revolución socialista, pero que esto era una posibilidad dentro de las que están puestas sobre la mesa. El modelo internacional actual tiene más límites que promesas para estos sectores, pero así como el proceso que se viene dando en EEUU que comentó Graña, la clase trabajadora argentina comienza a buscar otras salidas. Puso de ejemplo algunos síntomas, como la simpatía que dentro del mundo obrero que se empiezan a ver en nuestro país hacia agrupaciones antiburocráticas en grandes fábricas del país como Kraft-Mondelez o en el histórico Astillero Río Santiago, que tuvieron elecciones con amplia cantidad de votos hacia listas de izquierda como no se veía en mucho tiempo. Así como también la imagen positiva de Myriam Bregman en mediciones amplias como elementos a tener en cuenta sobre la movilización de las grandes mayorías.
Negar la necesidad de una transformación profunda del régimen capitalista actual, es negar un futuro promisorio para las grandes mayorías, pero en una situación internacional y nacional tan particular, el diputado dejó en claro que sólo será de la mano de la construcción de una salida de la clase trabajadora y una revolución socialista.
El debate quedó abierto, las jornadas junto a los concurrentes profundizarán en diversos debates durante el 27 y 28 de septiembre, con múltiples paneles de economía critica y feminista, pero la discusión sobre el programa económico-social de nuestro país atravesado por la crisis actual (e internacional) es más vigente que nunca. Para seguir el resto de los paneles, click acá.