Tengo la imagen en la cabeza de la tapa del disco Wish you were here de Pink Floyd: dos hombres de traje que se dan la mano, uno de ellos se quema al fuego vivo en un paisaje opaco entre galpones, el asfalto caliente y el apabullante sol. Según cuenta la leyenda, el álbum de 1975 está dedicado a Syd Barrett que por un corto período de tiempo dio vuelta la historia del Rock & Roll con su sustancia lisérgica. Pienso en ese álbum desde que salió al público La lógica del escorpión de Charly García y me imagino que esos dos hombres son él y John Lennon, aunque todavía no decidí cuál de los dos está prendido fuego.
La especialidad del rol de Charly en la música argentina es tomar la materia prima de afuera y devolverla manufacturada. Desde los inicios de su carrera, con Sui Generis (que tiene gran presencia en este nuevo álbum), García tomó el rock inglés y estadounidense para aportar el semblante melancólico del tango y la fusión con todo tipo de sonidos criollos. Sin embargo, en una etapa post Say No More, especialmente desde el disco en vivo de su alter ego femenino, Casandra Lange, el cover traducido se convirtió en la prueba explícita de este gesto: casi disfrazado, Charly hizo suyas las palabras de Todd Rundgren, verdadero autor de “Influenza”, un funk rock de 1982, publicado en el disco cuya tapa tiene escrito el título en fileteado porteño: The ever popular tortured artist effect (El siempre popular efecto del artista torturado). Parece un diálogo entre grandes que atraviesa vastos kilómetros de continente.
“Influencia”, de García, le dio nombre a su disco de 2002. En el caso de La lógica del escorpión, la versión de un original también es la pieza central del álbum. Hasta reformula la letra de “Watching the Wheels”: “Dicen que soy vago, que solo hago covers”. Esta canción fue publicada por Lennon en su último álbum Double Fantasy, que construyó junto a su esposa, Yoko Ono, antes de ser desconsoladamente asesinado en 1980 a sus cortos 40 años. Charly pudo obtener los derechos para hacer esta versión en castellano prestados directamente por la familia de Lennon y por Yoko, a quien llevó a pasear por Argentina cuando vino, porque no se los ceden a nadie más.
El carácter de “Watching the Wheels” es el de ese yo que pide que mejor no lo ayuden, que prefiere mirar las ruedas pasar que escuchar consejos. Es la canción de alguien que se encuentra en un punto de la vida más allá del bien y del mal. El diálogo con John Lennon es tan central en el nuevo disco de Charly que el cover se continúa con la fábula de “El escorpión y la rana”, relatada sobre el fin de ese tema que está unido al mítico piano de “20 trajes verdes”, un leitmotiv protagónico de García que nació en la época de Peperina (1981). En este sentido, a Lennon Charly le pide medicina (la de “Revolution N° 9”). Es la que necesita para hacer canciones porque “a veces con vivir no alcanza” para una leyenda viva del rock, como sugiere en ese tema.
El disco recoge otros retazos fantasmáticos que provienen de distintos momentos de su vida. Un ejemplo es el otro resucitado en La lógica del escorpión, Luis Alberto Spinetta, que permite la entrada de otra fábula: “La pelícana y el androide”. Esta vuelve sampleada en una canción incómoda desde el punto de vista del choque de audio viejo y nuevo. Sus primeros segundos son los del violín distorsionado (o el del sintetizador con ese sonido) de la introducción de “No me verás en el subte”, por lo que se puede hipotetizar que la grabación original es de 1989. Pero no. La canción salió a la luz por primera vez en el álbum Privé (1986) de Spinetta y fue compuesta en 1984 cuando El Flaco y Charly tenían el proyecto de un disco juntos que nunca sucedió, supuestamente porque se quemaron las cortinas y se encendieron de amor.
Otros amigos de García que aparecen en el disco son Fito Páez, también con un cover sesentista en español de The Byrds, “So you want to be a Rock and Roll star” (1967), con exagerados gritos fanáticos de rock que son de alegría, pero parecen también de dolor. El arte de tapa de la histórica Renata Schussheim, ya un pilar de las visuales de Charly. También los Serú Girán: David Lebón, con una participación sutil en el blues “El club de los 27” -que si bien incluye a Cobain, alude a esa generación de los 60’s donde están Janis Joplin, Jim Morrison y Jimi Hendrix, entre otros- y “Medicina N° 9”, así como Pedro Aznar en “América”. Al contrario de los temas que había compuesto la dupla en otros momentos, como la disparatada “Peluca telefónica” o el meloso “Tu Amor” y todo Tango 4, “América” es un hard rock folclórico y es una canción de protesta metafórica: “Valle del futuro/ es un oscuro callejón/ tierra del mañana/ vende el alma en un billón”.
En la evocación de los retazos de espíritu hippie se reúnen los amigos, se reúnen los fantasmas, se reúnen las canciones de protesta, como retazos de un mensaje que vuelve en otra época. Aparece con fuerza una canción que formó parte de ese álbum tajeado de censura que Sui Generis sacó en un país marcado por el accionar de la triple A en 1974, Pequeñas anécdotas de las instituciones. “Juan represión” es una canción en tono paternal pero que augura el fin de este personaje: “Pobre Juan/ el odio te hace muy mal./ Y esperas a tu muerte/ justo en la madrugada/ en manos de la misma sociedad”. Se escuchan durante la versión de 2024 unos tajos metálicos y exagerados de aquel sonido de un long play que está rayado o se escucha al revés. En este sentido, reversionar esta canción en la Argentina gobernada por quienes reivindican la última dictadura militar, Javier Milei y Victoria Villarruel, y esos sonidos de un disco roto o que va para atrás es otra forma de decir aquello que escuchamos ya en Clics Modernos (1983), “los carceleros de la humanidad no me atraparán dos veces con la misma red”.
Llamativamente, esta versión de 2024 comienza con Charly diciendo “Lado B”, como si cambiara la posición del Long-play que estamos escuchando, aunque es obvio que más del 90% de los oyentes lo hará desde plataformas digitales. Mientras el Lado A pareciera estar repleto de canciones clásicas estructuralmente, el lado B es mucho más fragmentario y muestra esa disposición de elementos discordantes como la voz de un amigo sampleada, un cover traducido al español, un relato de una fábula que rompe con la voz a ese leitmotiv pianístico vastamente escuchado en la obra de García, una canción que amaga con ser el calco de “Chipi Chipi” (“Estrellas al caer”), más otros retazos de canciones que aparecen a lo largo del disco. El lado A termina con “Te recuerdo invierno” una canción compuesta en la época de Sui Generis pero que fue grabada en vivo para el álbum Estaba en llamas cuando me acosté (1995). En esa versión en vivo, la guitarra eléctrica se apaga en un momento, pero la canción sigue: está roto pero continúa cantando. Esta nueva versión no tiene batería sino caja de sonidos, que recuerda a la base de “Inconsciente colectivo” y es un tango que con la nostalgia del pasado y la voz entrecortada dice “esperaré tu vuelta”, acompañado de los coros ochentosos.
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En el último disco de Charly García es claro que el músico tiene una voz rota. Pero en la música, y especialmente la que él escuchó e hizo en la época donde el rock era un gesto subversivo e incómodo para el sistema dominante, encontró esos narcóticos necesarios para seguir cantando. Los amigos y las influencias: ellos ayudan a que las voces sigan cantando. La protesta: es la voz que resiste al paso del tiempo.