En un momento crítico para Israel, cuando es dirigido por el mismo gobierno que trajo el mayor desastre de la historia del país, cuando es dirigido por un hombre sin honor y sin vergüenza, se le ha privado de una oposición. En lugar de una oposición, tiene un líder de izquierda que está corriendo por derecha al “gobierno totalmente de derecha”.
Yair Golan, presidente del partido Demócrata (fusión de los partidos Laborista y Meretz), volvió a pedir esta semana la ocupación de una zona de seguridad en territorio libanés. Ni siquiera un alto el fuego que garantice que Hezbolá sea empujado al norte del río Litani e incluya el fin de los combates en la Franja de Gaza y la vuelta a casa de los rehenes resulta atractivo para este opositor de “izquierda”. Como si de repente hubiera identificado procesos similares a los de los años ochenta, Golan piensa que “debemos prepararnos para una acción inmediata en una maniobra terrestre que permita controlar los altos libaneses que dominan nuestro territorio”.
¿Acaso la adormecida oposición israelí quiere derribar la coalición de Netanyahu?
Golan no apoya esa maniobra por razones mesiánicas e ideológicas, sino por motivos de seguridad. Pero en la conocida realidad israelí, en la que un asentamiento está destinado a convertirse en una “comunidad” y lo “temporal” está destinado a convertirse en permanente, Golan parece seguir pensando como un oficial del ejército y no como el líder de un partido que se supone que ofrece una alternativa de izquierda. Y de hecho, su plan es una nueva encarnación de un plan ideado años atrás por el Mando Norte del ejército.
Golan tampoco está solo. El líder del centro israelí, Benny Gantz, también anunció que apoyaría “una incursión terrestre en Líbano si es lo que se necesita”, mientras que algunos de sus socios políticos del bloque “pro-cambio”, que hace meses consideraban a Benjamin Netanyahu un primer ministro ilegítimo, se unieron a su gobierno (Gideon Sa’ar) o abogan por atacar a Irán y “llegar hasta el final” (Avigdor Lieberman).
Las operaciones del ejército no sustituyen a la diplomacia. Lo último que necesita Israel son propuestas para otra ocupación o nuevos objetivos para asesinar. Israel necesita una oposición decidida y moral que desafíe la arrogancia en materia de seguridad de la derecha israelí, que ahora siente que tiene la oportunidad de hacer lo que le plazca. Esa oposición es necesaria no sólo porque nuestros enemigos -desde Irán hasta Hezbolá y Hamás- aún pueden responder, sino también para pensar en el día después de la guerra.
La muerte y la destrucción no son objetivos en sí mismos, y la oposición no debe ser la que pida ampliar una guerra que acabaría con el ejército hundido de nuevo en el atolladero libanés.
El único líder de la oposición que sigue intentando promover otro tipo de pensamiento diplomático y no se ha alineado con el gobierno derechista es Yair Lapid. Pero no es suficiente. Israel necesita una amplia oposición que le recuerde lo que debería ser evidente: una guerra regional sería un desastre que debe evitarse. Israel debe trabajar en estrecha colaboración con sus aliados occidentales y árabes para promover acuerdos diplomáticos y alternativas sensatas para la vida en Oriente Medio. | 
