El pasado 29 de mayo la Universidad de Málaga (UMA) anunció la “suspensión temporal” de relaciones con universidades israelíes mientras persistiese “la ofensiva militar en la Franja de Gaza”. Apenas unos meses más tarde, tras iniciarse de nuevo el curso académico, la UMA ha anunciado que retoma las relaciones con las instituciones sionistas y las becas Erasmus a Tel Aviv. Ante el genocidio en Palestina y su extensión territorial por la ofensiva de Israel sobre el Líbano, Irán, Yemen y Siria, la institución malagueña no parece observar ninguna “vulneración de los derechos humanos” ni una “falta de compromiso por la paz” por parte de instituciones israelíes, dos condiciones que motivaban la supuesta suspensión de relaciones.
La propuesta de la UMA ante la presión de las estudiantes organizadas a través del movimiento de acampadas fue “la suspensión temporal de acuerdos de colaboración con universidades y centros de investigación israelíes mientras persista la ofensiva militar en la Franja de Gaza, o bien, reciba de los mismos un firme compromiso con la paz y el cumplimiento estricto del derecho internacional humanitario”.
Como señalaron inmediatamente las estudiantes organizadas, este acuerdo era de por sí completamente insuficiente. Por un lado, su carácter temporal y su planteamiento de que es “una ofensiva militar” desvelaba la negativa de la UMA a reconocer que lo que se está produciendo es un genocidio en Palestina y que la ruptura de relaciones con Israel debe ser permanente e inmediata. Por otro lado ¿se puede esperar seriamente un “compromiso por la paz” por parte de instituciones sionistas?
Teodomiro López, el rector de la UMA demostró al igual que otros rectores que en la búsqueda de defender los negocios y el blanqueo de regímenes imperialistas se puede intentar cualquier cosa menos apelar a la verdad. La UMA no solo mantiene vínculos con instituciones israelíes que son participes del genocidio del pueblo palestino, sino que se niega también a romper otros acuerdos económicos con empresas con vínculos con esta masacre, como sus convenios con el banco Santander, con los que acuerda becas y hasta un máster de liderazgo, innovación y emprendimiento.
Las acciones de la Universidad de Málaga son una muestra más de la complicidad de las instituciones académicas españolas con el genocidio en Palestina y su negativa a romper verdaderamente los lazos con el régimen sionista israelí. Y se suman a una dinámica que recogen otras universidades como la de Salamanca que, tras prometer otra serie de medidas insuficientes, promocionó el congreso Salamanca Tech Summit que contaba con la participación de empresas con estrechos vínculos con el régimen sionista como Microsoft o IBM. Empresas que, como denunció la acampada por Palestina organizada en la Universidad de Salamanca (USAL) colaboran con el ejército israelí y con los sucesos que se están produciendo en Palestina. Juan Manuel Corchado, recién elegido rector de la USAL, al igual que Teodomiro López, rector de la UMA, rompió su palabra a la más mínima oportunidad.
A pesar de que estas instituciones se presentan como espacios de producción de conocimiento concienciados y preocupados por la paz y la convivencia, dichas inquietudes desaparecen a la hora de mantener los negocios. Frente a los intentos de los rectores por desmovilizar y prometer una ruptura de relaciones que es parcial y no se cumple, es necesario seguir exigiendo que todas las universidades públicas rompan inmediatamente sus relaciones con todas las instituciones sionistas o cómplices del sionismo, así como con todas las empresas que invierten en armas y herramientas que se utilizan para exterminar al pueblo palestino.
Es necesario extender la movilización siguiendo el ejemplo de las acampadas universitarias y del potencial que expresó la jornada de lucha del 27S. No podemos permitir que las universidades aprovechen una bajada de intensidad de la movilización estudiantil para romper cualquier mínima medida a la que se habían comprometido. Ante esto, debemos estar atentos para denunciar cómo buscan continuar siendo cómplices de un genocidio y de una posible guerra regional que afecte a millones de trabajadores y de jóvenes lanzándolos a la trituradora de los conflictos imperialistas en beneficio de una minoría de ricos.
Para eso, es necesario que la juventud y los estudiantes sigan siendo la punta de lanza del movimiento antiimperialista de solidaridad con Palestina junto a la clase trabajadora, que por su posición estratégica en la producción y la distribución es la única que puede parar el envío de armas e imponer una ruptura total de relaciones.
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