El triunfo del gobierno en el Congreso, logrando obtener la minoría necesaria para sostener el veto a la ley de presupuesto universitario, fue el puntapié para despertar a un movimiento estudiantil que le sale al cruce.
En las paredes de una universidad nacional se lee un grafiti: “las redes no son las calles”. La inscripción está acompañada por el stencil de una imagen que se volvió icónica por haber sido la primera reacción ante el veto del Congreso Nacional el pasado miércoles 9 de octubre: un youtuber libertario (un tal Fran Fijap) sale corriendo y se esconde despavorido en una tienda de empanadas luego de que las personas que estaban allí repudiaron sus provocaciones contra las universidades y los estudiantes.
“Las redes no son las calles” podría entonces querer decir dos cosas. Desde un punto de vista más literal, que la “valentía” de los llamados “libertarios” para atacar y difamar a la educación pública en redes sociales, contrasta con una calle que, según encuestas recientes, rechaza los dichos de Milei sobre las universidades. Este sondeo señala que un 76 % rechaza la afirmación de que “los pobres no llegan a la Universidad Pública”. Lo interesante es que casi el 60 % de los votantes de Milei en el balotaje también rechazan esa idea. A su vez, según datos propios, el 73 % de los encuestados tiene una imagen positiva de la universidad pública.
Por otra parte, en un sentido tal vez más amplio, la frase viene a decir que lo que se está moviendo en la situación política nacional y en el clima social está en las calles. Que esa imagen de una “juventud que se volvió de derecha” empieza a estar eclipsada por la reemergencia del movimiento estudiantil.
Las postales que reflejan este cambio llegan de las más de 100 asambleas y casi 80 tomas con clases públicas que se hicieron en casi 30 universidades públicas de todo el país en los últimos días. La enorme rebelión universitaria conmueve a distintas ciudades a lo largo de todo el país.
El mismo miércoles, horas después del veto en el Congreso, ya los grupos de WhatsApp de las universidades explotaban de mensajes: “Che, se acaba de tomar la universidad de la Matanza”, “sí, y ahora Avellaneda”, “En filo de la UBA se está convocando a una asamblea”, “también a una interfacultades en Jujuy”, “acá en la universidad del Comahue va haber una asamblea interclaustros”. Los mensajes, videos y fotos no solo atoraban los celulares, sino que entraban como un cross a la mandíbula del gobierno, que no tuvo tiempo ni de “celebrar” su triunfo pírrico en el Congreso. Se había metido con el enemigo equivocado.
Al día siguiente, el paro de docentes y no docentes fue contundente. Las universidades no funcionaron y la jornada estuvo atravesada por la preparación de los días siguientes, que tuvieron su epicentro el lunes y martes de esta semana donde, como en un “efecto dominó”, las asambleas, las tomas y clases públicas se extendieron a cada rincón del país. Solo en la Provincia de Buenos Aires se registraron 26 facultades tomadas y 12 en CABA. Pero el movimiento abarca todo el país, desde Córdoba, Santa Fe, Tucumán, Catamarca, Chubut, Jujuy, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Salta, San Juan, San Luis hasta Santa Cruz y Tierra del Fuego. No hay rincón del país donde esta rebelión no haya conmocionado a la comunidad educativa. La Universidad de Buenos Aires (UBA) ha sido uno de los epicentros del conflicto, junto a varias facultades de la Universidad Nacional de La Plata, así como de diversas casas de estudio en Córdoba, Tucumán, el conurbano bonaerense y el interior de la provincia de Buenos Aires como Mar del Plata, Tandil y Bahía Blanca.
Las acciones continuaron en la semana demostrando que el fenómeno tiene pocos precedentes. Entre algunos hechos destacados de la semana, el miércoles 16 en La Plata se desarrolló una multitudinaria movilización de más de 30.000 personas en defensa de la educación universitaria y contra el ajuste de Milei. Se trata de una marcha universitaria de características históricas, tras una semana de asambleas y tomas en 14 de las 17 facultades de la UNLP. Por su parte, en Tucumán, se desarrolló una gran movilización universitaria, convocada desde una Interfacultades a partir de mandatos de asambleas de base, por las calles de la ciudad. Una respuesta contundente a la actitud prepotente de la policía del gobernador Jaldo que el día anterior intentó desalojar una clase pública frente a Filosofía y Letras. Este jueves, luego de una importante jornada de clases públicas y asambleas, miles de estudiantes y docentes confluyeron en el Rectorado para movilizarse a Casa de Gobierno. En CABA, el miércoles se desplegaron cortes de calle en paralelo en distintos puntos de la ciudad aledaños a las facultades, que terminaron confluyendo con la marcha a Plaza Pizzurno que convocaron de un día para el otro, con mala preparación, las direcciones sindicales y estudiantiles del radicalismo y el peronismo. Este jueves la jornada estuvo atravesada por un fuerte paro nacional que se volvió a sentir con fuerza en todo el país convocado por el Frente Sindical de Universidades Nacionales, por 24 horas y sin concurrencia a las universidades, mientras en muchas facultades continuaron tomas, clases públicas y asambleas.
Como demostramos en todo el país: ¡solo confiamos en nuestra propia fuerza!
Este gran actor social, que venía relativamente dormido en los últimos años (por lo menos desde 2018 y atravesando la pandemia, que desnaturalizó la sociabilidad en las universidades), volvió a emerger. Muchas conducciones estudiantiles y sindicales, y los decanatos/rectores apostaron a frenar el veto del gobierno confiando en el Congreso y desmovilizando a la comunidad educativa. Nos llamaron a quedarnos en nuestras casas y confiar en la autoridades y en el Congreso (que nos traicionó una y otra vez las mayorías populares, empezando por los jubilados). Por ejemplo, el día que se votó el veto no hubo paro ni asambleas ni convocatorias para enfrentarlo.
Este escenario de dureza en los ataques del gobierno y el desarrollo de una disposición a enfrentarlo por parte de un amplio sector estudiantil, dejó en crisis la estrategia de las burocracias de “esperar y confiar”. El peronismo, dividido por sus internas abiertas al rojo vivo, siempre desde atrás y buscando reacomodarse, lejos de apostar a la organización desde abajo llega a plantear, como Máximo Kirchner dijo explícitamente, que hay que esperar a 2025. Ahora quieren volver a hacer girar toda esta lucha en torno al presupuesto 2025 depositando la confianza en el Congreso, dejando de lado la urgencia universitaria y la lucha contra los efectos del veto que atraviesan la situación salarial de los docentes y no docentes.
Por su parte, estas semanas comenzaron a tener expresión agrupaciones libertarias, sectores del radicalismo y de la derecha que buscaron desprestigiar las tomas y las acciones, acusando a los que se vienen organizando de “violentos” y de oponerse a que haya clases. La Universidad de Quilmes fue un ejemplo de esto, con un grupo de liberales que hasta llegaron a tirar gas pimienta en una asamblea.
En lugares como la Universidad Nacional de Río Cuarto o facultades como Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba, en las asambleas la Franja militó fuertemente para evitar debatir medidas de fuerzas como tomas y otras, con el discurso de que es un "delito". En contra de las falacias de los liberales de oponer la posibilidad de cursar con las tomas, estas fueron tomas activas con clases públicas multiplicándose en cada facultad. Las movilizaciones también expresaron un apoyo masivo a la lucha universitaria, y explotaron las redes sociales. Apostamos a continuar desarrollando clases públicas curriculares y asambleas para seguir masificando la lucha y las tomas. No queremos que empiecen a desbaratar la lucha con acciones decididas por arriba burocráticamente, o “institucionalizando” nuestro reclamo. Queremos continuar masificando nuestra lucha y potenciando la organización desde abajo.
Pero la realidad mata relato: estos días demostraron que hay una vanguardia que comienza a organizarse con apoyo de masas, que entró en escena en las facultades de todo el país. El enorme vapor que se fue gestando por abajo impuso una mayor radicalidad en las acciones, demostrando que solo podemos confiar en nuestra fuerza organizada desde abajo con asambleas, acciones y clases públicas. Una nueva generación de estudiantes (que no vivió grandes conflictos universitarios) comienza a tener una intensa actividad política en que cada día, en sus facultades, “desobedecen” a las autoridades, deliberan y actúan políticamente.
Desde la izquierda y sectores combativos del movimiento estudiantil sabemos que la lucha es ahora, y que las universidades pueden ser un gran catalizador político-social del malestar que se acumula en toda la sociedad con el gobierno ajustador de Milei. El movimiento estudiantil está emergiendo como un sujeto político social con capacidad potencial de cambiar la dinámica de la lucha de clases nacional e impactar en franjas del movimiento obrero.
Razones profundas para luchar. Una universidad ampliada pero de clase
“Llamen al peluca de Milei/ para que vea/ que este pueblo no cambia de idea, pelea y pelea por la educación”. La extensión de la lucha universitaria y estudiantil está entrelazada con su realidad actual. A principios de los años 90, o en los años 70, en otros momentos en los que el movimiento estudiantil actuó como sujeto político, la extensión de las universidades era mucho menor. Parte de la masividad de la movilización de estos días se explica por este peso específico que tiene la universidad en Argentina. Desde 1989 hasta hoy se crearon 32 universidades nacionales (sin contar las del sector privado), y esto incluye todas las regiones: nordeste, noroeste, centro, interior de la provincia de Buenos Aires y la Patagonia. La cantidad de estudiantes ha ido aumentando en las últimas décadas, se ha ampliado socialmente y geográficamente hacia áreas periféricas de las grandes ciudades, ya que hoy son parte de la universidad sectores que hace décadas ni siquiera soñaban con llegar. Esto se ve en los carteles, intervenciones y mensajes que llegan desde las tomas respondiendo a Milei. Un posteo de Twitter decía: “Mi vieja es enfermera. Mi viejo albañil, corta el pasto o cualquier changa que le salga. Mientras estudiaba pasé por un montón de trabajos precarios: construcción, operario, call center. No sabía que era millonario. ¡Universidad de los trabajadores, al que no le gusta se jode!”. Por tomar un ejemplo, en la Universidad Nacional de La Matanza, donde según las autoridades hay 75.000 estudiantes incluyendo el ingreso, el 80 % es primera generación de universitarios de su familia. Esta cifra de primera generación de universitario se repite en ciudades como en José C. Paz, siendo el 75 %; en Florencio Varela, el 76 %; y en Lanús, el 70 %.
El incremento de población con estudios de nivel terciario y universitario desde 1970 hasta 2021, fue desde 275.000, el 1,2 % de la población, hasta 3,7 millones, el 8,1 % de la población. El gran salto se produjo a mediados de los 90 y tiene que ver con la creación de nuevas universidades, sobre todo en el conurbano bonaerense. El movimiento estudiantil excede por mucho a las clásicas “clases medias”. Para establecer una comparación, en el país hay 557 estudiantes por cada 10.000 habitantes, mientras que en Brasil son 408 y en Chile, 355. Esta ampliación, claro, no se dio sin contradicciones. En Argentina son menos los que acceden al título. Si bien la lucha del movimiento estudiantil logró defender en general la educación pública cuando quiso ser privatizada, esta también fue precarizada, haciendo que hoy solo el 25 % de los estudiantes, 1 de cada 4, logre recibirse.
Esto a su vez se combina con una contradicción estructural de la universidad (una tendencia global que se siguió profundizando y que ya era señalada por Juan Carlos Portantiero en los años 70) entre la ampliación del ingreso y la incapacidad del capitalismo de absorber mayores niveles de “mano de obra calificada”. La ilusión de un sector de la sociedad de que la universidad funcione como un vehículo para el “ascenso social” encuentra contradicciones con los crecientes niveles de precarización entre la juventud. Así como se habla de los “trabajadores pobres” (en referencia a quienes a pesar de cobrar un salario en blanco no cubren la canasta básica), se puede hablar de “universitarios precarizados”: jóvenes con título que no consiguen trabajo o los que consiguen son precarios. Las tendencias del capitalismo a aumentar la precarización en todos los niveles chocan con las expectativas de un amplio sector que busca obtener títulos para mejorar su situación.
Como decíamos ya en abril de este año, luego de la marcha universitaria, el hecho de que en los últimos 50 años se haya ampliado la posibilidad de acceder a la educación superior tiene consecuencias políticas contradictorias. Por un lado, aparece esta ilusión de “ascenso social” que busca ser utilizada como una forma de contención social a las críticas del sistema social que condena a los jóvenes a tener aún trabajos precarizados. Pero por otro lado, también tiene su carácter explosivo, ya que puede transformarse en demanda motora de cientos de miles, como se mostró en la marcha del 23 y de nuevo en octubre, que consideran el acceso a la educación superior como un derecho.
Esta situación no hace más que acrecentarse en un momento de crisis como el actual y de ajuste como el que está llevando a cabo Milei. Si a esto le sumamos que en las casas de los universitarios seguramente haya un jubilado que cobra la mínima, un padre o madre que teme perder el empleo o un pariente al que no le pagan desde hace meses, entendemos que lo que resuena en este conflicto son los ecos de una situación social que no se aguanta. Nuestra apuesta por una verdadera universidad al servicio de los trabajadores y el pueblo consiste en producir contenidos para cuestionar la sociedad de clases, para la producción en función de las necesidades sociales, y que los hijos de los trabajadores realmente puedan ingresar y permanecer.
Defendemos de forma consecuente la universidad pública ante los ataques del gobierno, lo que significa la pelea por mayor presupuesto, contra la precarización de la universidad, y por salario docente y no docente. Lo cual nos lleva a cuestionar el plan de conjunto que tiene el FMI y las grandes patronales (y que el peronismo con el gobierno de Alberto convalidó) planteando que esa plata vaya para educación, salud, vivienda, y no para pagar la deuda ilegal e ilegítima.
Pero al mismo tiempo cuestionamos la universidad actual, ya que no se puede separar de su carácter de clase, que es el carácter de clase de la sociedad en la que está inserta. Transformar la universidad actual implica establecer una crítica y un plan de acción contra la sociedad de clases que sostiene los aspectos más reaccionarios de la institución universitaria, como vía para pensar una producción de conocimiento liberada de las trabas que impone el capitalismo para su verdadero desarrollo. También, desde nuestro punto de vista, implica poner las ideas del marxismo a la ofensiva contra la reacción ideológica que presenta este sistema como única alternativa posible o frente a las variantes que sostienen que hay que hacer un “capitalismo más humano”, cuestiones que estamos discutiendo, al calor de las acciones de la lucha, en las Jornadas por un Futuro Comunista.
Es decir, esta crítica conlleva pelear por una universidad al servicio de los trabajadores y las grandes mayorías, en donde ser estudiante universitario no sea un privilegio ni una vía para la diferenciación social. Cuestionamos que nuestra formación se piense en función de las necesidades del “mercado”, para maximizar las ganancias capitalistas, y que existan convenios entre las universidades con las grandes empresas y patronales (desde Monsanto a Shell, desde Bayer a Chevron). Esta es la política elitista que el gobierno quiere profundizar para las Universidades.
Una y otra vez con la misma piedra
El movimiento estudiantil fue históricamente un actor de peso en la vida política argentina. Ya desde la Reforma Universitaria de 1918 (que tuvo ecos latinoamericanos, influyendo en una generación que incluyó a José Carlos Mariátegui, Antonio Mella, entre otros) los estudiantes actuaron como un reflejo de algunas de las contradicciones que atravesaba la sociedad. El Cordobazo, y los “azos” en general (Rosariazo, Tucumanazo, Mendozado, etc.) confirmaron esta idea, dejándonos la imagen de una generación que hizo de la “unidad obrero estudiantil” una bandera de lucha que quedó grabada en las tradiciones combativas del movimiento estudiantil. Tal vez por eso hoy en las marchas se sigue cantando “universidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode”.
Esa es, en parte, la disputa actual. El gobierno quiere reeditar el viejo anhelo neoliberal (pero que ya venía de gobiernos anteriores) de ajustar, empobrecer y degradar aún más a las universidades públicas, teniendo como norte estratégico (aunque sabe que no puede avanzar en ese sentido) en el arancelamiento. Ese fue el espíritu de la LES menemista, votada en 1995 bajo las coordenadas del Banco Mundial, y que ningún gobierno posterior derogó. Pero, como ahora, el gobierno del caudillo riojano se encontró con el movimiento estudiantil que, con asambleas, bloqueos del congreso y acciones masivas logró frenar algunos de los elementos más regresivos de aquella ley. De ahí que, si bien el menemismo logró aprobar la LES, su saldo tuvo resultados reaccionarios pero limitados. La arancelización y privatización –objetivos de máxima– no pudieron imponerse pero sí se avanzó con la mercantilización, abriendo las puertas para convenios con empresas, laboratorios y hasta siendo parte del extractivismo con la minería. Además de poner los planes de estudios en función de intereses empresarios, también se recortaron contenidos para multiplicar los posgrados arancelados. La mayor autarquía económica-financiera negociada con el CIN llevó a que los rectores radicales y peronistas tengan más poder mientras aplicaron “autoajustes”, con mayor precarización y salarios bajos para la docencia y los trabajadores de las universidades. La idea de generar los "recursos propios" para solventar este déficit fue otra vía para que las empresas tengan injerencia.
Hoy el ajuste en curso busca avanzar nuevamente con ese plan mediante un recorte brutal del presupuesto. Según un informe elaborado por el Observatorio de Argentinos por la Educación (OAE) la caída del presupuesto educativo comparando 2024 con 2023 será del 40 %. Esto no hace más que profundizar la ya crítica situación que atravesaba la educación pública bajo el gobierno del Frente de Todos, en los cuales se realizaron fuertes recortes al gasto en educación para garantizar los pagos de la deuda, particularmente al FMI.
En este sentido la pelea por más presupuesto en la universidad no puede estar desligada de la pelea del conjunto de la lucha contra el presupuesto 2025 al servicio del FMI. Como explica esta nota, el 9 % del presupuesto estipulado se destina a pagar intereses de deuda a los especuladores y organismos internacionales, más de $10 billones. Significa más de dos veces y media de lo que va a la educación universitaria. Y 40 % más que el presupuesto para Salud. En Salud se recorta más de un 15 % lo destinado a casi todos los hospitales e institutos, lo que demuestra la ofensiva del gobierno sobre este sector, que con mucha valentía vienen resistiendo sus trabajadoras y trabajadores, como los del hospital Bonaparte, que con acciones callejeras y coordinando con otros sectores, como las y los trabajadores del Hospital Garrahan, lograron evitar el cierre del único hospital de CABA dedicado a salud mental y adicciones, sin dudas un tema vital para la juventud.
Por eso, como el ataque de Milei es de conjunto, la respuesta tiene que ser coordinada y desde abajo. Las distintas medidas deben estar encaradas en la necesidad de extender y fortalecer la lucha, con las facultades abiertas, clases públicas, deliberación y organización. Algunos sectores buscan encauzar la pelea hacia el parlamento y sacarla de las calles, intentando deslegitimar los procesos democráticos de lucha y el método asambleario. Pero no se puede tener ninguna confianza en los legisladores radicales y peronistas que negociaron la ley bases, el veto a los jubilados y el veto al propio financiamiento universitario.
No queremos pelear por más presupuesto universitario a costa de otros sectores. Como peleamos por una universidad al servicio de las grandes mayorías queremos también una universidad donde puedan entrar los hijos de las y los trabajadores. La pelea por otra universidad la damos como parte de la pelea por otra sociedad. La universidad no es una isla que se puede salvar sola, mientras hay jubilados con hambre, jóvenes precarizados, trabajadoras de la salud despedidos o el 60 % de los niños bajo la pobreza. El actual movimiento, creemos, tiene que aspirar a frenar los ataques del gobierno, pero también a fortalecer una alianza obrero-estudiantil, retomando sus mejores tradiciones históricas, como la del Cordobazo, para cambiar esta realidad de raíz. No nos pueden a dividir. Con la fuerza de la rebelión universitaria, los trabajadores y jubilados tenemos que enfrentar en unidad todo el presupuesto de ajuste.
Seguir en las calles, en unidad y por todas nuestras demandas
Como venimos diciendo, el movimiento actual va a avanzar en la medida en que pueda seguir organizado desde abajo, masificando las acciones y medidas de lucha, coordinando con otros sectores y saliendo nuevamente de forma masiva a las calles para que se exprese el fuerte apoyo que tiene nuestra lucha en todo el país. Las tomas, clases públicas y otras medidas de lucha vienen desarrollándose contra el veto de Milei y contra el ataque a la universidad pública. Por eso como punto de partida peleamos por mayor presupuesto universitario y por aumento del salario docente y no docente. Hay que recuperar lo que se perdió con la inflación, y que ningún docente esté bajo la línea de pobreza, tiene que haber pase a planta ya de lxs docentes ad honorem y los contratados. Los estudiantes, además, tenemos que incorporar nuestras demandas históricas, como el boleto educativo, que se vuelve urgente ante los tarifazos del transporte que impiden sostener las cursadas y becas integrales para poder estudiar, contra el desfinanciamiento del sistema de becas que propone el gobierno.
Como vienen planteando nuestros compañeros de la Juventud del PTS en todo el país (muchos de ellos, como Luca Bonfante, se transformaron en verdaderos voceros de sus asambleas apareciendo en decenas de medios de comunicación, al punto de que Patricia Bullrich salió a atacar a los “troskos”), para nosotros ya quedó demostrado en los últimos meses que no podemos tener ninguna confianza en el Congreso. El parlamento es un nido de ratas antidemocrático (donde una minoría puede pesar más que la mayoría) donde Milei viene pudiendo pasar su vetos, con el apoyo del derechista PRO (partido del expresidente Mauricio Macri) y de diputados radicales, peronistas y de los partidos provinciales.
Tampoco confiamos en las autoridades universitarias que luego de la gran movilización del 2 de octubre tuvieron la política de esperar, vaciando la calle y también depositando la confianza en el Congreso. La universidad también funciona de forma antidemocrática, siendo sus órganos de gobierno profundamente antidemocráticos: la representación de los docentes es ponderada entre aquellos titularizados y los que no lo están (contemplados bajo la figura de “graduados”, ocultando que son trabajadores docentes en la mayoría de los casos). Por ejemplo, en la UBA solo el 10 % de los docentes votan en el claustro docente (alrededor de 2.500 sobre un total de más de 28.000 docentes censados). Por eso la pelea en defensa de la universidad no está desligada por la lucha por la democratización: mayoría estudiantil, claustro único docente, voz y voto para los no docentes. Solo así podremos empezar a cuestionarla integralmente en unidad de toda la comunidad educativa.
Por último pero no menos importante, así como no confiamos en ninguno de ellos, también nos cansamos de los centros que desmovilizan y no organizan la lucha. Los centros dirigidos por la Franja Morada y el peronismo, que reproducen hace años la lógica de “centros shopping” en donde se asocia a la conducción política con la prestación de “servicios” (fotocopias, bar, que no son más que parches a la precarización de la vida universitaria) no sirven para la lucha, como ya lo vienen demostrando. Tenemos que revolucionar esos organismos, poniendo al frente a las asambleas, las comisiones de base, o los cuerpos de delegados según el lugar. Tenemos que coordinar entre facultades y con otros sectores para masificar y extender la luchar.
Estas semanas queremos continuar desarrollando en todas las facultades asambleas y clases públicas para continuar masificando y ampliando nuestra lucha. En este sentido será importante la jornada de clases públicas convocada el próximo martes por varias asambleas y la Asociación Gremial Docente en Plaza de Mayo. Al mismo tiempo, tenemos que desarrollar instancias interfacultades para confluir y coordinar entre todos los sectores que venimos luchando en cada lugar, que funcionen a partir de los mandatos de base de las asambleas por facultad, y asambleas interclaustros para unir nuestra pelea con los docentes y no docentes. Queremos defender nuestra organización que venimos desarrollando por abajo, para que no busquen canalizar nuestra lucha desde “arriba”, con asambleas como instancias de deliberación y resolutivas. Con la exigencia de una nueva marcha nacional educativa a Plaza de Mayo que se replique en todo el país para volver a mostrar nuestra fuerza en las calles!
El movimiento estudiantil está mostrando el camino. Redoblemos la organización para que ese potencial del que hablamos al principio se materialice en una gran fuerza social de estudiantes, trabajadores, jubilados y demás sectores oprimidos para terminar con el ajuste de Milei y el FMI.