El 20 de octubre se cumplen dos años del asesinato de Gabriel Aguirrez, quien tenía solo 13 años cuando dos hinchas de Rosario Central le dispararon por tener una remera de Newells. Sin embargo etiquetar este hecho como uno más que muestra la violencia en el fútbol es rozar el rio con los dedos y no embarrarse tocando el fondo.
Un barrio signado por la violencia
El 20 de cctubre del 2013, cerca de las siete de la tarde, fue asesinado Gabriel Aguirrez después del clásico Central Newells. A pesar de que el equipo rojinegro había perdido, sus amigos fueron a buscarlo para que los acompañara a la esquina de Junín y Camilo Aldao (barrio Ludueña) a alentar al equipo. Aunque Gabi era de Boca, los acompañó porque los amigos “no se abandonan”. Dos hermanos, uno de ellos menor, pasaron armados en una moto y al ver el festejo de este grupo de amigos del equipo contrario abrieron fuego. Los chicos salieron corriendo, Gabi fue quedándose atrás ya que llevaba el pesado bombo. Logró entrar a un pasillo que tiene entrada por la calle Camilo Aldao, mientras escuchaba el grito y consejo de su amigo: “¡corre en zigzag Gabi!” Finalmente la moto lo alcanzó, y uno de los muchachos lo asesinó de un disparo en el tórax, luego según relataron testigos, le dio varias patadas en la cabeza. Gabi tenía 13 años y cursaba séptimo grado de la escuela numero 1027, Luisa Mora de Olguin, conocida como “la escuela del padre Montaldo” en el Barrio Ludueña, en donde actualmente doy clases en el nivel secundario con amigos y conocidos de Gabi.
Dentro de esa escuela es imposible no recordar el suceso y conocerlo al pie de la letra. En la entrada de la institución un mural con la cara de Gabi da la bienvenida “Gabi presente”, retratado con una sonrisa, la camiseta de Boca y una guitarra, ya que le encantaba la música. Con el tiempo, la docencia también me llevó a conocer las cosas que hacen a la identidad del barrio: el comedor del padre Montaldo ubicado a una cuadra de la escuela en donde trabaja Hada, la mamá de Gabi, el gran trabajo de Edgardo Montaldo en el barrio, el amor y el afecto con el que te reciben aunque no te conozcan y no seas de ahí, los “buenos días” que ya no existen en el centro de la ciudad, con su vorágine … Pero por sobre todo, lamentablemente: la violencia. El barrio Ludueña fue cacheteado y marcado durante todo el año 2013 por la muerte de tres personas más. El 9 de Enero asesinaron a Mercedes Delgado, Brian “Cache” Saucedo, tenía 18 años cuando fue asesinado por la policía. Se entregó para que lo esposen pero lo que recibió fue una bala en la cabeza y varias en el cuerpo. Emanuel “joroba” Cichero tenía 25 años y era su amigo. Había sido testigo del asesinato y denunció este caso de gatillo fácil. Se fue del barrio porque sabía el peligro que corría por denunciar a la policía, volvió a los días y un día que salió en la moto, lo bajaron a tiros. De esta manera, estas muertes que son las más significativas tiñen de luto el barrio que en un año sufrió otras muertes además de las de Gabi.
La metodología de lucha
Después de su asesinato se realizaron dos marchas, una cuando se cumplió el primer mes que concentraba en la escuela del Padre Montaldo, pasaba por la comisaria 12 en y culminaba en la plaza el Pocho Lepratti. Fue organizado por diferentes organizaciones como el “Bodegon casa de Pocho”, “El Caleidoscopio”, la “Asamblea por los derechos de la niñez y la juventud”, vecinos, amigos y personal de la escuela, directivos, profesores, etc. Al llegar a la plaza tocó la banda del hermano: “Gabi y su banda”, conformada con el motor de la ilusión de Gabi de tenerla algún día. Al año se organizó otra movilización solo por el barrio.
¿Un Estado ausente?
Los medios de comunicación al transmitir el hecho lo atribuyeron a un caso más de violencia en el fútbol, una pasión desmedida que lleva a golpear y hasta asesinar. Esto se plantea como el problema principal, pero además de este problema claramente real, se muestra también la violencia en los barrios que corre como el agua de los zanjones, el fácil acceso a las armas y las drogas y el lugar/rol del Estado. Lamentablemente en el contexto del barrio, es más fácil para los chicos (cada vez más chicos) tener acceso a un arma, a la droga o a trabajar en su comercio, antes que entrar en la escuela y darnos una oportunidad a los docentes de sostenerlos, de enseñarles (no solo contenidos conceptuales sino que nos den una oportunidad de dialogo, de contención y amor) y por supuesto de aprender nosotros de ellos. “Es más fácil conseguir un arma que un remis” como dicen allí. No habría que naturalizar la muerte, de la misma manera en la que no habría que naturalizar la frase: “A los alumnos el Estado los dejó de lado”, ya que en realidad estos chicos son el eslabón principal de su sistema actual.
Los “narcos” tienen estrechos lazos con el Estado, como primer eslabón, hasta culminar la cadena en los chicos de los barrios, ya sea porque trabajan casi obligados para ellos, o porque son víctimas de la violencia y de las balas propiciadas por el mismo aparato represor estatal que en la mayoría de los casos es el que gatilla si no quieren robar para ellos, como el conocido caso de Luciano Arruga. Por lo tanto, quizás podría pensarse que no es que “El Estado abandona a estos chicos” sino que los compromete claramente en su sistema de muerte, y esa es la presencia del Estado para nuestros jóvenes. Por otro lado, no construye políticas inclusivas para los jóvenes que muchas veces no encuentras otra salida más que el robo, los encierran en el I.R.A.R, marcándolos de por vida en donde casi ninguno de estos chicos que son pibes, que son adolescentes o niños hechos adultos a los golpes, sobreviven a su destino ya marcado.
La metonimia de la tumba en el aula
La escuela Padre Montaldo cumplió y cumple un lugar casi protagónico en el caso de Gabi. Su velorio se realizó en un aula de esa misma escuela. En ese mismo lugar, que tiene un patio en donde se iza la bandera argentina junto a una whipala, que reúne y amontona en el recreo de la mañana a todos los alumnos alrededor de una olla para desayunar, en donde José, el portero, les sirve mate cocido y un bizcocho o factura, en ese mismo lugar, un ataúd ocupó un aula y varios chicos, que deberían estar jugando en ese momento, se enfrentaban a algo que no debemos acostumbrarnos: la muerte. En ese velorio el padre Montaldo dio un discurso en donde llamó a la gente a pacificar sus corazones y remarcando el amor por sobre la muerte. El objetivo principal de este discurso era evitar que los familiares o amigos de Gabi intenten vengarse. El cura logró su objetivo. Al entrar a la escuela, la cara sonriente de Gabi te saluda. Entrar al patio es recordar que esa escuela fue casa fúnebre y que la violencia y la muerte marca el barrio, pero también es saludar, es abrazar, es reírse, contarse chistes, contarnos de nuestras vidas con sus compañeros que aun viven, y por ellos hay que luchar, no naturalizar la muerte y desmantelar que esta violencia esconde todo un sistema que pretende matarnos como moscas y que tienen nombre y apellido. Es entrar al aula y recordar que tuvo un ataúd en el centro. Esta es una imagen que en literatura se denomina “metonimia”, el ataúd como metonimia de “muerte”.
La metonimia es el fenómeno de cambio semántico por el cual se designa una cosa o idea con el nombre de otra, sirviéndose de alguna relación de semejanza semántica entre ambas, por ej. “se gana el pan” en donde pan es una imagen que simbolizaría: trabajo. La imagen del ataúd en un aula es una metonimia y no pude enseñárselo, nos quitan como docentes la oportunidad de leerles poesía, de mostrarles las cosas que nos apasionan y nos quitan como personas la oportunidad de conocer vidas. Basta de matar a nuestros alumnos. |