La mesa chica de la CGT se reunió este martes y decidió darle un regalo de Navidad a Milei por adelantado: de acá a lo que queda de 2024 no habrá más paros. La decisión, se da en un contexto de más de un mes sin reuniones de la conducción cegetista en donde hubo distintos ataques por parte del Gobierno, principalmente contra los aeronáuticos.
El anuncio es una nueva colaboración para que sigan avanzando los planes de Milei, envalentonado en las últimas semanas luego de la campaña contra los trabajadores de Intercargo y de ratificar que su objetivo sigue siendo la privatización de Aerolíneas Argentinas. Como si vivieran en otro país, o no les llegaran las noticias, la conducción de la central obrera ni siquiera se refirió a esta situación y por el contrario se apuró en dejar en claro que no habrá nuevas medidas de fuerza hasta 2025.
Peor aún, los dirigentes gremiales dejaron correr algunos trascendidos para justificar la decisión asegurando que "existen signos de mejoras de la economía" y "recuperación de fuentes de trabajo en algunos sectores como la construcción". Una burla para millones que a lo largo de estos 11 meses de gobierno han visto como cayó el poder de compra de sus salarios, como aumentaron las tarifas de los servicios y del transporte o incluso han sido parte de los casi 200 mil trabajadores registrados que perdieron sus empleos.
Esta actitud, sumada al reconocimiento que hizo Héctor Daer en octubre acerca de las negociaciones entre la CGT y el gobierno sobre la reforma laboral, asegurando que "la ley ya está", pintan de cuerpo entero la traición abierta de la enorme mayoría de la burocracia sindical y la colaboración activa que está prestando para que avance el programa de Milei y Caputo.
El "ala dura" son los padres
Desde distintos sectores se intenta presentar el panorama actual de la central obrera como fracturado a su interior, con la existencia de una supuesta "ala dura" encabezada principalmente por Pablo Moyano y algunos otros dirigentes como los del transporte. Esta diferenciación se explica más que nada por la verborragia opositora del líder camionero, principalmente ante las cámaras y los micrófonos, pero queda bastante difusa a la hora de evaluar las acciones que viene llevando adelante como parte de un sector supuestamente "díscolo".
Sin ir más lejos, este lunes Moyano había confirmado en declaraciones radiales que se estaba evaluando "un paro nacional para diciembre" pero este martes pegó el faltazo a la reunión. Los amagues de este sector de convocar a nuevas medidas, de endurecer la postura frente al gobierno e incluso de abandonar la central ante la negativa del sector mayoritario de su conducción quedan solo en palabras. "Basta de diálogo con los traidores", había dicho apenas veinticuatro horas antes del cónclave sindical, en lo que parece ser un nuevo capítulo de declaraciones que solo quedan para rellenar las páginas sindicales de los diarios y no mucho más.
Algo parecido ocurre con los dirigentes de la CATT (Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte), entre los que se encuentra Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento) entre otros. Las versiones que se conocieron luego del encuentro de este martes aseguran que habría reclamado una "reunión urgente del Consejo Directivo" para discutir una nueva medida de fuerza. Más allá de la respuesta mayoritaria de la conducción, que aseguró que eso "no está en agenda", la supuesta idea de continuidad de un plan de lucha se encuentra bastante lejos del comportamiento que vienen llevando adelante todos los gremios del transporte. Las medidas aisladas, como la que convocaron el 30 de octubre pasado y que fue dividida por la UTA, son funcionales a Milei y al ajuste sin fin y tan solo sirven para lavarse la cara y hacer de cuenta como si plantearan alguna resistencia.
Fortalecer la organización desde las bases para imponer un plan de lucha
La postura de la CGT es cada vez más abiertamente colaboracionista. Privilegian el diálogo mientras Milei avanza con su plan de ajuste. Una traición a los intereses de millones de trabajadores, que ven como sus dirigentes negocian con el Gobierno aspectos puntuales como la reglamentación de la ley que penaliza los bloqueos a empresas mientras les dejan las manos libres para avanzar con la reforma laboral que busca abaratar los despidos, limitar el derecho de huelga, criminalizar la protesta social y aumentar la precarización. El reciente lanzamiento del "Padrón de Trabajadores Independientes con Colaboradores" (PADIC) es un claro ejemplo de esta política, que bajo el eufemismo de modernización laboral busca dar un marco legal para encubrir a trabajadores en relación de dependencia como si fueran "colaboradores independientes", negándoles indemnización, aportes jubilatorios, cobertura médica y licencias por enfermedad, entre otros derechos.
La actitud de la dirigencia sindical peronista coincide con la orientación de todos los sectores del PJ, que dejan avanzar al Gobierno con el trabajo sucio del ajuste y al mismo tiempo esperan que se desgaste por sus consecuencias, para intentar capitalizarlo de cara a las elecciones de 2025.
El gobierno viene contando con la burocracia sindical como uno de los pilares fundamentales de su gobernabilidad y de su plan económico. Un plan que solo beneficia a los grandes empresarios y el capital financiero, mientras la pobreza se ubica en los niveles más altos de los últimos 20 años. En este contexto, el rol de la CGT deja en claro que prefiere negociar y apostar al "diálogo" con Milei que organizar la fuerza de la clase trabajadora para enfrentar todos los ataques.
No se puede confiar en una dirigencia traidora, que se mueve entre reuniones a escondidas y recorridas por los despachos de Gobierno. Más que nunca es necesario apostar a la organización desde abajo, como han mostrado en el último tiempo los jubilados, los trabajadores de la salud y de la educación. Apostar a masificar y unificar esas peleas para construir una fuerza capaz de enfrentar al gobierno y las patronales, e imponerle a los grandes sindicatos un plan de lucha a la altura de los ataques en curso. Ese es el único camino realista si realmente se quiere derrotar las políticas antiobreras de Milei. |