Esta nota fue originalmente publicada en Révolution Permanente
El lunes, según Reporterre, «muchos observadores lamentaban haber asistido a “la peor primera semana de la historia de las COP”». En vísperas de la clausura de la COP29 en Bakú (Azerbaiyán), la situación no parece haber mejorado.
La presidencia azerbaiyana parece haber conseguido que todo el mundo se ponga de acuerdo sobre su nuevo proyecto de texto, presentado el jueves 21 de noviembre de 2024, relativo a la ayuda financiera mundial para los países del Sur. Tanto las potencias imperialistas como los países dominados rechazan de plano el texto, que incluye el Nuevo Objetivo Cuantificado Colectivo (NCQG), destinado supuestamente a financiar la adaptación al cambio climático y el desarrollo de las energías renovables en los llamados países emergentes y en desarrollo.
En el centro de los debates desde la apertura de la COP 29, el documento presentado es un gesto más de desprecio hacia los países del Sur, ya duramente golpeados por el cambio climático y sus sequías, tormentas e inundaciones. En este documento de diez páginas, el Nuevo Objetivo Cuantificado Colectivo (NCQG)... no está cuantificado. No se da ninguna cantidad. En su lugar, sólo unas «X» sustituyen a las cantidades previstas. Incluso el comisario europeo de Acción Climática, Wopje Hoekstra, admite que el texto es «claramente inaceptable en esta fase», mientras que el grupo G77 de países en desarrollo y China han anunciado, sin muchas esperanzas, que no saldrán de Bakú sin una ayuda financiera de los países ricos de «al menos» 500.000 millones de dólares al año en financiación climática de aquí a 2030.
Un fiasco que ilustra claramente la crisis en la que está sumida la «diplomacia climática». Las coordenadas de esta nueva COP ya sugerían el desastre: colocada bajo la bandera de la «paz» cuando tiene lugar en un Estado que comete limpieza étnica en Nagorno-Karabaj, encarcela a opositores políticos y suministra petróleo al genocidio de Israel, que tiene lugar con la complicidad de las potencias imperialistas, está presidida por un antiguo miembro de la compañía petrolera nacional de la República de Azerbaiyán, mientras el presidente azerbaiyano alaba el petróleo como un «regalo de Dios».
Por otro lado, aunque los grupos de presión de los combustibles fósiles no faltaron a la cita, con 1.770 de ellos acreditados en la COP según un recuento de la coalición de ONG Kick Big Polluters Out, el aumento de las tensiones internacionales parece haber socavado gravemente la «diplomacia climática».
Así, por primera vez, el presidente francés Macron no asistió a la COP, y su ministra de Transición Energética, Agnès Pannier-Runacher, decidió finalmente no acudir, después de que el presidente de Azerbaiyán arremetiera contra la represión colonial del Gobierno francés contra el pueblo canaco.
Además, no asistieron el canciller alemán, Olaf Scholz, en plena crisis de Gobierno, ni Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. También faltaron Biden, que había hecho de la vuelta de Estados Unidos a los acuerdos de París un símbolo de la ruptura con la era Trump, el presidente chino Xi Jinping (por octavo año consecutivo), el primer ministro canadiense Justin Trudeau y el anfitrión de la COP 30, el presidente brasileño Lula. El presidente argentino de extrema derecha, Milei, simplemente abandonó la COP, amenazando con retirarse del Acuerdo de París. En total, sólo 4 líderes de los Estados miembros del G20 acudieron a la COP 29.
Una auténtica deserción con el telón de fondo de la reelección de Trump y las tensiones internacionales, que demuestra que los bonitos cuentos de la «diplomacia climática» siguen subordinados a la realpolitik. Incluso un pequeño Estado insular especialmente afectado por el cambio climático, Papúa Nueva Guinea, boicoteó el evento, calificando la convención de «pérdida total de tiempo» a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Justin Tkatchenko, quien añadió: «No tiene sentido ir si nos quedamos dormidos por el jet lag, porque no conseguiremos nada».
El Nuevo Objetivo Cuantificado Colectivo (NCQG) presentado al final de esta COP pretende sustituir a la ayuda financiera votada en 2009 en la COP15 de Copenhague (Dinamarca). En aquella ocasión, los países ricos se comprometieron a aportar 100.000 millones de dólares anuales a los países del Sur, a más tardar en 2020. Se trata de una suma ridícula en relación con lo que está en juego, y casi el 70% ya se ha pagado (con retraso) en forma de préstamos, «lo que relativiza claramente el esfuerzo financiero realizado por los países ricos y refuerza la espiral de endeudamiento de algunos países del Sur», explica a Le Monde Guillaume Compain, militante del clima en Oxfam Francia.
La nueva suma, cuyo importe sigue siendo un misterio, será en cualquier caso minúscula teniendo en cuenta lo que está en juego. Según un estudio de la Climate Policy Initiative, sería necesario «financiar entre 8.100 y 9.000 billones de dólares al año de aquí a 2030, y luego más de 10.000 billones a partir de 2031, es decir, un aumento multiplicado por 5 cada año para evitar las peores consecuencias de la crisis climática».
Se trata de una suma que las potencias imperialistas no están en absoluto dispuestas a pagar, o bien en forma de préstamos para aumentar el saqueo mediante la deuda. Además, en estas condiciones, la NGQC podría marcar la llegada en masa de financiaciones privadas a cambio de medidas alineadas con los intereses de las multinacionales y del capitalismo verde, a imagen de las actuales negociaciones sobre la compensación de las emisiones de carbono. Auténtica normalización de los «derechos a contaminar», numerosas ONG denuncian la opacidad de los criterios de certificación de los créditos de carbono y la ineficacia de los proyectos de compensación.
Estas laboriosas negociaciones sobre el nuevo objetivo colectivo cuantificado han permitido, en cualquier caso, relegar a un segundo plano la espinosa cuestión del fin de los combustibles fósiles, un tema sobre el que la COP 28 se debatió antes de terminar con un hipócrita «llamamiento» a «una transición para abandonar los combustibles fósiles». Según un reciente informe de la ONU, los actuales compromisos asumidos por los gobiernos, si se respetan, provocarían un calentamiento global catastrófico de 3,1°C a finales de siglo. Una cifra muy alejada del objetivo de 1,5°C fijado en los Acuerdos de París, que ya están en peligro. Durante años, las COP han dado lugar a acuerdos hipócritas que aumentan inexorablemente las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero este año, entre los objetivos colectivos cuantificados que finalmente no se han cuantificado, la deserción de los dirigentes de las grandes potencias y la marginación de la cuestión de los combustibles fósiles, parece que se ha llegado a una nueva etapa: en un mundo en crisis, la «diplomacia climática» ya no puede ni siquiera guardar las apariencias.
Traducción: Lou Madec. |