En la presentación del libro Trincheras de Libertad de Eduardo Ayala y Jimena Gale en la fábrica recuperada Madygraf, ex Donnelley, en la que participó nuestro compañero Christian Castillo, diputado nacional por el PTS/FIT y el historiador Hernán Camarero junto a los autores del libro, se hicieron ricas definiciones que nos ayudan a pensar lo que viene. Queríamos detenernos en algunas para abrir una reflexión que esperamos continúe.
Camarero destacó que una de las claves de aquella experiencia es que hubo una “militancia con perspectiva estratégica”, que supo empalmar con el fenómeno del sindicalismo de base durante los gobiernos kirchneristas imprimiéndole una subjetividad que en algunos casos alcanzó una dinámica clasista. Este proceso a nivel nacional comenzó al inicio del gobierno de Kirchner e incluyó a sectores como el Subte y telefónicos que por su dirección posteriormente tomaron un camino conciliador mientras otros fueron influidos por la izquierda. Este proceso esquemáticamente tuvo un primer momento de mayor actividad obrera y otro momento donde está fue decreciente. Castillo destacó luego que se “dieron múltiples batallas para ir transformando la conciencia de sectores de la clase trabajadora tal cual como estaba en ese momento”. Raúl Godoy, desde el público, también habló sobre el rol de las “trincheras”. Hubo otras reflexiones desde el público, como la de los compañeros Alfredo Cáceres y Carlos Serrizuela de Opinión Socialista, que nos parecieron parte de una reflexión interesante para seguirla. Abrimos aquí unas primeras reflexiones. Las definiciones de les autores que cuentan una experiencia de una fábrica de más de 400 obreros que supieron construir una fuerte militancia clasista desde hacía tiempo atrás, están en el excelente libro que por supuesto recomendamos leer.
Queremos detenernos en estas definiciones porque nos pueden ayudar a pensar hacia adelante, como decíamos, a la vez que dar cuenta de la nueva realidad que se va abriendo paso bajo el gobierno de Milei y los nuevos desafíos de las agrupaciones clasistas y la militancia socialista y revolucionaria en el movimiento obrero y, en especial, en la zona norte del GBA.
En el 2014 una fábrica gráfica enorme, Donnelley, fue cerrada por sus dueños luego de años de peleas y conflictos internos. Los trabajadores lejos de resignarse, se quedan, la toman y la gestionan hasta hoy bajo la dirección de la Asamblea General de la fábrica. Lo vivido fue parte de la experiencia común enfrentando a las patronales, a la burocracia sindical y a los gobiernos K de ese entonces, de parte de una camada de trabajadores/as de base y activistas. Compañeros con conciencia peronista en su mayoría, y militantes obreros de la izquierda trotskista en la Zona Norte del Gran Buenos Aires. Hubo muchas más experiencias en la zona y en todo el país que exceden con mucho este artículo, con diferentes intensidades, volúmenes de fuerza y acciones, y en varias de ellas las agrupaciones clasistas que integramos los militantes del PTS y compañeros/as independientes pudimos aprender y seguimos sacando conclusiones.
Algunos hitos del Sindicalismo de Base del que fue parte Donnelley
Para poner algunos hechos de la Zona Norte: la enorme lucha del 2007 en Fate, que sigue con la recuperación del Cuerpo de Delegados y luego la Seccional San Fernando (que sufren un golpe al año siguiente con despidos); la recuperación de la interna de Pepsico luego del fraude de Daer; la lucha de Pilkington que “aporta” una toma de la fábrica y un corte de Panamericana importante y pone fin a una seguidilla de derrotas previas; la gran lucha de Kraft (la ex Terrabusi de Pacheco) hoy Mondelez contra el intento de la patronal de cortar la organización de base, que se expresó por ejemplo con un cuerpo de delegados no reconocidos por el sindicato y la empresa de 45 compañeros y compañeras, votados en las líneas y la posterior recuperación de la Comisión Interna; la organización democrática y combativa de una gran fábrica del SMATA como Lear, que terminó con una derrota luego de una lucha enorme; la experiencia de Gestamp y la recuperación de la Comisión Interna del Frigorífico Rioplatense, del Cuerpo de Delegados de la Línea 60; el surgimiento de delegados opositores en la UOM en CAT, donde se luchó contra los despidos y en Siderca, entre otros procesos. Entre el final del momento de ascenso de las luchas de este período y el que se abre luego se recuperan nada menos que el SUTNA Nacional y el Suteba Tigre.
Para analizar qué pasó y cómo se actuó en ese momento primero hay que definir sus características, cómo se hizo también en la charla. Se trató de un momento de crecimiento de la economía que una franja de trabajadores quiso “aprovechar” y se organizó democráticamente para cambiar sus condiciones de trabajo, en un marco en el cual, pese al aumento de los puestos de trabajo, las condiciones de precarización de los 90 se mantuvieron. Un momento que facilitaba la lucha sindical/redistributiva, pero donde la conciencia política era más atrasada. Esto se expresaba en que la enorme mayoría de los y las compañeras consideraban al gobierno kirchnerista del momento como un elemento a favor. Esto se demostró falso en cada una de las luchas duras que tuvieron lugar en esos años, con represiones de parte de esos gobiernos incluídas. También más tarde, en la pelea contra el “impuesto al salario”, que llevó a la ruptura de Moyano con el gobierno.
Luchar pensando en el futuro
Retomando la idea de “militancia estratégica”, para nosotros significa intentar, por ejemplo, que en cada lucha parcial o evento que involucre o impacte a un colectivo de trabajadores debe considerarse el desarrollo no solo de las iniciativas tendientes a ganar la lucha en curso, sino también los “elementos estratégicos” que se conquistan. Esto implica en primer lugar desarrollar lo máximo posible e intentar ampliar la militancia revolucionaria y clasista. Junto con esto, prácticas e iniciativas políticas que ayudan no solo a ganar esa batalla presente sino también a mejorar las condiciones para enfrentar las nuevas etapas y, sobre todo, las luchas futuras que serán, antes o después, inevitablemente más duras. Para ese objetivo es muy importante el apoyo a otras luchas y las peleas internas en las crisis que se producen al interior del colectivo obrero, para que la resultante sea un aumento del nivel de conciencia y la organización del activismo, expresado, entre otras cosas, en pelear para que las Asambleas sean el ámbito soberano de decisión, donde no solo se discute, sino que además se involucra y desarrolla la fuerza obrera.
En el libro está bien contando como las derrotas también se pueden encarar de esta manera. Toda esta lógica surge de algo que destacó Camarero cuando dijo que los trabajadores de Donnelley pasaron por momentos de calma, pero tenían muy en claro que el enfrentamiento abierto con la patronal era inevitable. Los equilibrios son momentáneos, la norma y el desenlace de todo se resolverá mediante la lucha. Eso hicieron, como cuenta el libro, los trabajadores de Donnelley. Desde las batallas internas por la organización hasta las “externas” como tomar luchas “ajenas” como propias. Eso se vio en muchos ejemplos: el paro por los trabajadores petroleros de Las Heras condenados por luchar. También en el apoyo a luchas como las de Lear o Gestamp. “Escucha, tu lucha es nuestra lucha”, no fue una canción y nada más, sino cuerpos que se disponían al combate junto a compañeros de otras fábricas como si fuesen uno más. Lo pagaron con balazos de goma. Lo mismo ocurrió con la colaboración para organizar otras fábricas, como hicieron con la gráfica World Color, la Gráfica FP o la autopartista Kromberg. En la charla Chipi Castillo recordó cuando se hizo un Encuentro en Benavídez en el 2014, antes de los ataques a Gestamp y Lear y fue una enorme delegación de Donnelley para preparar las batallas que se iban a dar en el SMATA. Parece “solo” solidaridad, lo cual es mucho. Pero no es eso solo. Es la convicción de que frente a patronales que se unen junto a la burocracia y a los gobiernos, incluídos los progresistas, es necesaria una unidad de clase sin la cual la victoria es casi imposible.
A esas peleas hay que sumar que la organización de las compañeras de los trabajadores en la Comisión de Mujeres de Donnelley fue un elemento central que sirvió para las luchas del momento y que mostró toda su potencialidad cuando la fábrica cerró.
Entre las cuestiones para pelear la conciencia estuvo la lucha contra los “sentidos comunes”, que incluyeron hechos de racismo entre trabajadores de la planta.
Sin esos elementos estratégicos que se fortalecieron en las luchas parciales no se podría haber estado a la altura en el momento de mayor ataque ocurrido la fábrica.
Esta lógica la podemos tomar más de conjunto: qué peleas parciales o políticas se tienen que dar para llegar lo mejor preparados posibles a enfrentamientos aún mayores como por ejemplo el que hoy se avecina. Claro que en el 2014, cuando se toma la fábrica, no se esperaba llegar a la situación actual obviamente, pero ya el sentido de la flecha era de más ataques a la clase obrera, sobre todo porque la crisis económica mundial del 2008 anunciaba un capitalismo más decadente y agresivo contra las conquistas obreras.
Otros ejemplos
No fueron ellos solos, sino decenas de militantes obreros y estudiantiles que tomaron el mismo camino. De allí a los Encuentros, a la Coordinación, no como meros actos sino para planificar combates en común.
La lucha contra todo tipo de opresion y discriminación hacia las obreras, se dio en Donnelley pero tambien en otros lugares como Kraft y PepsiCo con paros incluídos. Es parte de una política de ayudar a organizar a uno de los sectores más oprimidos de la clase trabajadora que se expresó en la organización de fábricas con mayoría de compañeras, como Fresenius o Kromberg, empalmando con un movimiento de masas.
En Kraft se buscó una unidad para la lucha en el 2009. La pelea fue dada centralmente por sus obreros y obreras, desde ya, pero codo a codo con estudiantes y desocupados. Parte de nuestras conclusiones de ese conflicto fue que en esa unidad había futuro, la posibilidad de una alianza que no se desarrolló por la línea del PCR, pero que de haberlo logrado hubiera sido capaz de jugar un rol en la situación del momento y en los futuros acontecimientos. En esa fábrica las peleas anteriores al 2009 fueron claves. Defender a los trabajadores de agencia que saltaron molinetes cuando fueron dados de baja, por ejemplo. No es sólo solidaridad con esos compañeros, sino un ejemplo que muestra que se puede romper esa división maldita que impone la patronal y la burocracia. La organización del activismo del Turno Noche, que iba por decenas a las 6 de la mañana a discutir, contra la mayoría de la Interna en manos del PCR que educaba a la base en que los delegados están para defenderte y vos para trabajar.
Otras luchas de ese momento también tenían un objetivo que iba más allá del objetivo mismo que tiene toda lucha. En Lear, resistir contra viento y marea por 9 meses decenas de represiones, aumentaba las posibilidades de triunfo pero buscaba tambien generar una tradición donde se hacían realidad esas estrofas que antes se cantaban más: “Gallo negro, gallo negro, gallo negro, te lo advierto, no se rinde un gallo rojo, mas que cuando está ya muerto”. Lo mismo podemos decir de la toma de PepsiCo o del puente grúa de Gestamp donde se atrincheraron los despedidos para exigir su reinstalación; genial idea de un activista independiente que fue tomada por los luchadores.
No es para nada casual que cuando fue la toma del Parque Indoamericano, una fuerte delegación donde había muchxs compañerxs de esas fábricas junto con otras como Zanón se hayan acercado a llevar solidaridad pese al operativo policial. En otro momento se expresó en una enorme campaña de solidaridad con quienes ocuparon tierras en Guernica. No es solo (como si fuera poco) solidaridad sino símbolos de una unidad (obrera y popular) que se siembra con el mayor tiempo posible sin la cual no puede haber lucha de conjunto con el régimen.
Un punto no menor es haber impulsado que los Organismos de Derechos Humanos rodeen de apoyo efectivo sus luchas obreras, algo que hacía años no pasaba y que de alguna manera colabora a que ese fenómeno histórico de la Argentina tomara cada vez más como propia la lucha obrera.
Volviendo al período anterior de crecimiento económico y desarrollo del sindicalismo de base podemos decir que en todo ese proceso se buscó con más o menos éxito y más o menos virtud, con aciertos pero también con errores y dificultades para combatir el sindicalismo, ganar cada lucha, sentar tradiciones, acumular fuerzas, materiales y morales considerando que la lucha futura era inevitable.
Quienes sólo ven la lucha sindical y en cada pelea como un fin en sí mismo, preferirían no escuchar este pronóstico y lo tomaban con fastidio. Consideraban que “su momento” es cuando el capitalismo logra períodos de desarrollo parcial, ganancias extraordinarias y situaciones políticas que permiten con más o menos esfuerzo mejorar los salarios y condiciones de trabajo. Si se logra sin lucha mejor. Si la lucha se debe dar sí o sí, que sea un fin en sí mismo para volver al equilibrio anterior. Pero el capitalismo no existe sin crisis recurrentes. Nadie predica las crisis, pero existen y más vale mirarlas de frente y si es posible anticiparse a ellas y prepararse activamente en cualquier circunstancia. El balance de todo ese período debe incluir entonces cómo se pelea y se actúa para dejar fuerzas, conciencia, tradición y organización para el futuro. El mérito se debe considerar tanto por haber sido parte del proceso tal cual fue y haber estado en esas batallas, como de haber ido a contracorriente de sus elementos más atrasados. Creemos humildemente que esto se ha hecho, aunque no sin contradicciones.
Ese período se cierra esencialmente con derrotas duras de batallas bien dadas como la de Lear y luego PepsiCo, con la pérdida de la interna de Mondelez (ex-Kraft), que ya había sufrido un golpe sindical en el 2009 pese al triunfo político en las elecciones de Internas de esa año que debilitaron al activismo. En el SMATA el golpe fue muy duro casi impidiendo la continuidad. También fue parte de la política patronal y de la burocracia hacer concesiones (luego de luchas) para debilitar al clasismo. Esto último se hizo en base a concesiones por el temor de la burocracia a perder directamente algunos sindicatos. En todos los casos, Estado, gobiernos y burocracia se aliaron para poner fin al desarrollo del sindicalismo de base con políticas de ataque directo, despidos masivos, uso de patotas y campañas sucias y persistentes contra la izquierda y también de “desvío” (concesiones para apaciguar el desarrollo de este fenómeno).
Trincheras: Estrategia en la defensa
Raul Godoy, en la misma presentación del libro y refiriéndose a Madygraf dijo que esta era una trinchera y que en ellas es muy difícil vivir, afirmó que “las trincheras son una conquista pero son lugares de resistencia” y que tenían el objetivo de pasar cuando fuese posible, a la ofensiva. Es verdad. En las trincheras y en la defensiva en parte se la “pasa mal” pero también deben buscarse allí elementos estratégicos, es decir en esas trincheras no solo se resiste sino que se preparan mejor las condiciones para volver a la lucha abierta en el momento de los ataques que son inexorables.
Si vamos al año donde cierra Donnelley, 2014, quizá sea un punto bisagra donde el proceso anterior cambió esencialmente de signo. No es casual. El fin del crecimiento se da en el 2012 con los primeros intentos de ajuste sobre los salarios y luego un cambio mayor con la devaluación de Kicillof en el 2014 que marcaba más claramente el fin del momento de relativo crecimiento capitalista que ya había mostrado sus límites en el 2008. Conseguir aumentos de salarios, mejoras en las condiciones de trabajo de forma generalizada se hacía más complicado y la burocracia aumentaba los ataques. En el 2015 gana Macri, gran parte del activismo considera que es un momento de repliegue. Un año antes, un gran golpe en Lear y cierra Donnelley. En Kraft la lista que había ganado las elecciones después del conflicto del 2009 pierde la Comisión Interna. Más tardíamente pero como parte de esta situación, se da la derrota de PepsiCo, el fin de los delegados independientes en VW. En esas condiciones donde la construcción de una corriente de obreros militantes que parten de la organización y lucha sindical se tornó más difícil mientras se abre esencialmente un momento para resistir. Decimos esencialmente, porque entre el fin del sindicalismo de base y el período de mayor conservadurismo se gana nada menos que el SUTNA Nacional, la Seccional Lavallol (2016) y varios Sutebas (2013). Son algunos sectores que buscan aún mejoras en sus condiciones laborales pero que no dan lugar al desarrollo de un activismo extendido, organizado ampliamente, una militancia obrera como en el período que analizamos antes.
En el 2017 esta situación parece cambiar todo esto, cuando se da un ataque durísimo de Macri con reforma jubilatoria incluída que genera la respuesta conocida con miles en las calles en dos largas jornadas de enfrentamientos. Esto lleva a que Macri deba retroceder en el conjunto de su plan de “reformismo permanente” y su proyecto de Reforma Laboral y el peronismo lanza la política “hay 2019”. Esto explica que esas semanas no hayan sido precisamente momentos de conservadurismo sino de enfrentamiento duro donde la peleamos en común con miles de trabajadores, entre ellos muchxs de la Zona Norte. Pero al retroceder el gobierno, no cambiaron las coordenadas de todo ese período que estamos analizando. Milei es en parte resultado del balance de la derecha sobre estos hechos, donde consideran que estuvieron “flojos” en la represión y “arrugaron” cuando deberían haber seguido para adelante.
Cuando definimos este período tenemos que marcar que no todo fue resistencia. Allí se dio la muy importante lucha ofensiva de los trabajadores del Neumático que terminó con un triunfo parcial en el 2022. También se lograron avances en otros lugares como Comercio donde se dan procesos donde surgen delegados independientes. Pero no cambia la dinámica de conjunto. En ese marco, Madygraf es si se quiere la resistencia más activa de todo ese proceso del sindicalismo de base cuando debe pasar a otra etapa. Evaluar entonces la resistencia es importante y hay que hacerlo con el mismo método que se balancea en cualquier otro momento.
En la resistencia, se la pasa mal muchas veces, pero allí mismo hay elementos estratégicos que hay que analizar si fueron llevados adelante o no. En Madygraf por ejemplo se resiste demostrando a la vez que las fábricas pueden funcionar sin patrones. Y se abona en la resistencia una idea que quizá junto con la experiencia de Zanón faciliten en el futuro experiencias de ese tipo al tiempo que muestra para millones que no son los empresarios quienes dan trabajo, sino quienes se apropian del fruto del trabajo ajeno. Madygraf resiste porque es capaz de sostener unidos a un grupo de obreros con una experiencia muy grande. Sin Madygraf estarían más dispersos, aunque muchos de los que se fueron lo hicieron con su experiencia a cuestas. Hacia la apertura de la lucha contra el gobierno de Milei, que hayan resistido y la manera en que lo hicieron (no fue una resistencia pasiva, desmoralizada, aunque como en toda resistencia, estuvo llena de golpes) es un haber que tiene un “uso” para la pelea actual.
En otros lados la resistencia es diferente. Se expresa en la pérdida de cargos sindicales. En Kraft el clasismo pasa de dirigir la fábrica, luego de haber sido minoría absoluta, a una oposición que llegó a tener solo 1 de cada 5 votos de los trabajadores e incluso al despido de dirigentes importantes (que lograron volver). Hay que saber resistir esa situación donde activistas importantes de una lucha histórica cambian su punto de vista. No es la resistencia a los golpes como los despidos, sino al cansancio de muchos compañeros y compañeras, que genera un inevitable aislamiento. No desmoralizarse ni buscar atajos es una tarea difícil. Se hace y siempre con costos, en nuestro caso con derrotas y golpes fuertes. Hay que pelear activamente contra ese aislamiento. Las políticas de Frente Único ayudan, muestran una corriente que quiere lo mejor para una base que esencialmente le dio la espalda a nuestros puntos de vista y propuestas. Ponerse al frente y organizar en común parte de la vida social de los trabajadores por fuera de la mirada de patrones y burócratas parece algo menor pero es enormemente importante. De allí el aporte cualitativo del Club de Mady y los torneos “Amistad Obrera”. Hay que aprender a no estar más aislado de lo que “corresponde” con políticas de frente único ni estar “menos aislados” tirando algunos valores por la ventana. Y esto es difícil y por eso cuando vemos que esos años están terminando, podemos decir que, con bastantes golpes, logramos mantener gran parte de una corriente obrera militante en lugares muy importantes rodeada de cientos de compañeros y compañeras. Sucede que para hacer una corriente en el movimiento obrero vale tanto pasar los días de perro como los de “gloria”. Son tan valiosos los años de resistencia por ejemplo en Mondelez (ex-Kraft) que haber sido parte de la lucha del 2009.
Parte de una correcta tarea estratégica en estos períodos difíciles, incluye mantener una militancia partidaria y en lo posible agrupacional. Parte de esa búsqueda fue tener otras actividades fuera de la fábrica, reuniones con otros sectores que estaban menos conservadores para ayudar a que por ejemplo los estudiantes avancen políticamente, incluso colaborar con sus peleas y campañas electorales en las facultades.
Por otro lado, como en toda defensa, esta no es absoluta. Para ello la pelea por aumentar el peso político de la izquierda y del PTS/FITU es una forma de desarrollar un elemento más ofensivo como es pelear la conciencia política de miles de compañeros y compañeras, en un momento donde había más conservadurismo para la lucha sindical. Es parte de una tarea que haya una franja importante de trabajadores que tenga una conciencia política de independencia de clases es un “elemento estratégico” que prepara sin dudas mejor, a todos los sectores avanzados para la etapa que sigue. El peso político conquistado por compañeros y compañeras como Myriam Bregman, Alejandro Vilca y muchos otros que logran llegar con sus ideas a millones, es parte también de los puntos de apoyo para luchar por esa conciencia política y colaborar en el desarrollo de la lucha de clases.
Este peso político por otro lado no surge simplemente de la necesaria agitación de ideas, sino también de una práctica política al servicio de clases. En el conflicto de Lear, por ejemplo, tuvieron un rol destacado Nicolás del Caño, Diputado Nacional y Christian Castillo, Diputado Provincial. Se trataba de colaborar, apoyando y dándole visibilidad a la pelea para mejorar sus posibilidades de éxito. Pero había algo más: generar o retomar una tradición donde los parlamentarios pelean en las calles o las rutas codo a codo con los y las trabajadoras, desarrollando un “parlamentarismo” que busca ser una herramienta para el desarrollo de la lucha extraparlamentaria.
Pensar de esta manera y negarnos a medirnos solo por los cargos sindicales es lo que permitió que perduren corrientes militantes, sin cargo alguno por años y años. Esto último explica que cuando la situación comienza a cambiar nuevamente, en lugares como Mondelez (ex-Kraft) o el Astillero Río Santiago esos obreros y obreras clasistas logren elecciones nuevamente altas (43% en Mondelez, 49% en el ARS). Se verá si solo se logra eso, o si también es posible y somos capaces de organizar trabajadores para el combate mismo que plantea el gobierno de Milei.
En ese tiempo se sostuvieron también posiciones en la conducción de sindicatos. Por supuesto que la mantención de puestos en la dirección de comisiones internas y sindicatos es parte de haber pasado por ese momento de resistencia. Hemos sido parte de algunas, esencialmente desde una posición minoritaria, pero con sus contradicciones las valoramos como parte de esa pelea.
Si se pudo en muchos lugares sostener una corriente clasista fue también porque en la etapa de ascenso del sindicalismo de base, se combatió con más o menos consecuencia, al mero sindicalismo. Para ello hace falta una “militancia estratégica”, valores, convicciones y conciencia política donde son fundamentales lxs que asumen la militancia partidaria donde se piensa en los objetivos del conjunto de la clase. Solo compañeros y compañeras que tiendan a este punto de vista pueden tener voluntad para estar una década en una posición francamente minoritaria. Más estratégicamente aún, participando en los momentos y todas las formas de lucha posibles en distintas etapas es, donde se forjan, los y las militantes que se proponen formar un partido socialista de la clase trabajadora, elemento indispensable para terminar con este régimen social y político y abrir paso a una nueva sociedad sin explotación ni opresión.
Antes y ahora, y el futuro
Hoy hay una nueva situación en la Argentina, inédita, con un gobierno ultraderechista y “gatito mimoso” del FMI y los grandes empresarios, que solo promete ajustes y ataques y que gobierna una economía al servicio del capital financiero y las grandes patronales, que quieren avanzar lo más posible, que ya tiene el 53% de pobreza y un 18% de indigencia e intenta aumentar la explotación diaria y terminar con derechos adquiridos. Y con un peronismo que ya defraudó a millones, con su “brazo sindical” la CGT, que es una máquina de dar gobernabilidad y de transar todo. Y los que se ubican como opositores, por ahora no pasan de acciones aisladas y discursos. La ruptura de Pablo Moyano con la conducción de la CGT tiene a Manrique del SMATA como aliado y también renunciado mientras deja pasar cientos de despidos encubiertos y directos en las automotrices.
Pelear por recuperar los sindicatos, tratar de convertirlos en organizaciones militantes y herramientas para la lucha del conjunto de la clase trabajadora es una necesidad de enorme actualidad.
Mientras, abajo la cosa se pone densa. Hay un cambio de etapa. La lucha tiene otro carácter. No se trata esencialmente de mejorar algo en el marco del crecimiento, ni de resistir activamente el aislamiento. Se trata de actuar y prepararse en cada pelea sabiendo que es parte de una lucha que se nos impone de conjunto, y donde más allá de los enfrentamientos parciales, en la etapa lo que está en juego es si seremos “ellos o nosotros” quienes nos impongamos. O Milei y la gran burguesía logran recolonizar y reprimarizar el país o serán derrotados por el movimiento de masas. Las luchas actuales tienen que tener el objetivo de ayudar para mejorar las condiciones para una irrupción del conjunto de la clase obrera y el pueblo, esas irrupciones que son parte de nuestra historia nacional. Cada lucha hay que tomarla también por eso con toda energía porque puede mostrar un ejemplo contrario a la entrega de la burocracia peronista. La tradición “anti corporativa” que se construyó en años tiene que desarrollarse más y más. Esa “unidad de los trabajadores” que es un haber en la conciencia de millones, debe expresarse en coordinación efectiva, desde el apoyo a cada lucha hasta encuentros de verdadero debate entre luchadores cuando sea posible. Hoy la lucha sindical redistributiva en sí muestra sus límites más que antes. No porque no haya que darlas ni mucho menos, sino porque no habrá un país reorganizado de manera reaccionaria donde un sector más o menos importante se salve. Cada lucha dura, cada vez más, debe ser un ejemplo que irradie otra moral para la pelea de conjunto y una verdadera “escuela de guerra”, porque nos la han declarado y para desarrollar una conciencia anticapitalista en los sectores más amplios posibles.
Cuando cientos de los estudiantes del PTS y las agrupaciones En Clave Roja y luego de otros partidos de izquierda fueron a la puerta de Fate cuando se vino el ataque con 97 despidos a expresar que de ahora en más contaran con ellos “como un trabajador del Neumático más”, van a apoyar esa lucha con todas sus fuerzas y también a colaborar en retomar una tradición histórica de la Argentina como la unidad obrero estudiantil. Cuando los trabajadores y trabajadoras de Mondelez con la Bordó juntan mercadería, la llevan a la UNPAZ y luego lo informarn en el comedor saben que no solo ayudan con lo que pueden, que a veces es simbólico y moral, sino que también tratan de desarrollar en las universidades y en la fábrica la potencia de esa unidad. Lo mismo en el FF.CC. También el apoyo con fotos de decenas de obreros de Lustramax, de Fate, de docentes y otros lugares que llegaron a los estudiantes. Allí se vió también la existencia de “trabajadores estudiantes” en las universidades del Conurbano que es un gran punto de apoyo para pelear por esa unidad y es un hecho que jugará su rol para la estratégica unidad obrero estudiantil.
Hay que saber que Milei no tiene todas las de ganar ni mucho menos. El gobierno promete “hazañas” que aún no cumplió, como privatizar Aerolíneas o quebrarla, cerrar hospitales como el Bonaparte donde se chocó con una dura lucha. Han empezado a desarrollarse nuevos sujetos que de alguna manera “prefiguran” nuestra estrategia que es unir todo en una pelea común para derrotar al Milei y su plan, a los estudiantes que irrumpieron y los sectores avanzados que expresan las elecciones de Mondelez, Georgalos o las asambleas de Fate.
Esta situación junto con el hecho de que se vivirán luchas más duras y existe una disputa de conjunto por el destino del país abre la hipótesis de que con iniciativas y campañas políticas pueda resurgir una mayor militancia obrera, base para la construcción revolucionaria y de agrupaciones militantes. Esto hay que explorarlo ahora, partiendo de la pelea contra uno de los elementos más reaccionarios de la Ley Bases que legaliza la discriminiación o los despidos discriminatorios. Los nuevos sectores de la clase obrera como los precarios, esa juventud obrera es un sector al que dirigirse y conquistar para tener nuevas fuerzas.
De este lado obviamente la cosa no está fácil ni mucho menos. La clase trabajadora está dividida y gran parte sin derechos ni organización alguna, y la burocracia sindical aunque desprestigiada, mantiene bajo su control a la mayoría de las organizaciones sindicales. Pero al mismo tiempo en este año se expresó una resistencia que si no fue más activa se debió al peso que aún conserva la burocracia en todas sus alas, a costa de un mayor desprestigio de esos dirigentes. El 44% de la población no votó a Milei y cada vez le tiene más bronca. Los estudiantes mostraron solo una parte ínfima de lo que son capaces.
La crisis de los de arriba no tiene salida sencilla ni rápida, más allá de los distintos momentos por los que pasemos. La clase trabajadora no sufrió derrotas de magnitud como para que el gobierno logre una estabilización duradera. La generación “del sindicalismo de base” que junto con otros compañeros y compañeras que se unieron luego a la militancia en distintos niveles son un elemento a favor a considerar para pensar cómo intervenir en lo que se viene. Las grandes batallas están por delante y no hay motivos para el escepticismo cuando el combate está recién empezando y que hoy tiene formas defensivas pero genera las condiciones para en su momento pasar a la ofensiva. |