“Atender las causas y respetar los derechos humanos” son parte de los discursos de Sheinbaum sobre la cuestión migratoria. Con las amenazas de Trump, presidente electo, de imponer aranceles de 25% a todos los productos mexicanos que se exportan a Estados Unidos, y realizar deportaciones masivas, la crisis se exacerba. Un elástico que tensa cada una de sus fibras y en el medio está en juego la vida de cientos de miles de personas, o tal vez millones.

“Se atiende a las personas migrantes y a las caravanas previo a que lleguen a la frontera. Reiteramos que la postura de México no es cerrar fronteras, sino tender puentes entre gobierno y entre pueblos”, declaró la mandataria en redes sociales después de la llamada con Trump el 28 de noviembre pasado.

Sheinbaum sigue la política de su predecesor López Obrador, durante cuyo gobierno tuvo lugar en Ciudad Juárez el incendio de una estación migratoria, un eufemismo para una cárcel donde las autoridades mexicanas hacinan a personas en tránsito.

Es difícil de sostener la defensa de derechos humanos del “humanismo mexicano” del Morena, cuando hasta el momento ni siquiera hay registros certeros de las detenciones de migrantes. Una práctica que debería cambiar en caso de que se extienda un amparo aceptado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), presentado por el Servicio Jesuita a Refugiados y la Clínica Jurídica Alaíde Foppa, que ordena reformar la ley de migración para instaurar un registro de migrantes detenidos. Los datos que se deberían consignar a partir de este fallo son hora, día, lugar, autoridad que realiza la detención de la persona y datos de la estación migratoria adonde se le traslada. Que se haya dictado no implica que necesariamente se aplique.

Se calcula que solo en 2024, 925 mil personas migrantes fueron detenidas en el territorio mexicano. Su “delito”: huir de la pobreza, de la violencia y de las nefastas consecuencias del cambio climático. La travesía entre el río Suchiate, en la frontera entre México y Guatemala, y en el río Bravo, en el límite con Estados Unidos es considerada una de las más peligrosas del mundo. Se denuncian extorsiones y ejecuciones por parte de la Guardia Nacional y del crimen organizado, hacinamiento en estaciones migratorias, incomunicados, secuestros, trabajo esclavo, hasta encierros en gallineros en la frontera sur.

La práctica más reciente es otorgar "visas humanitarias", para permanecer en México ─en el mejor de los casos para tener un trabajo precario con salarios más bajos que los que reciben las personas nacidas en este país y expuesto a todo tipo de abusos patronales─ junto con subirlos a autobuses y dejarlos despoblado en estados del sur, como Guerrero, Tabasco o Yucatán. Y mientras tanto, la presidenta Sheinbaum promete contener la migración con los polos de desarrollo en el sureste mexicano ─las llamadas zonas económicas especiales por los gobiernos neoliberales─ en los cuales se empleará a la población rural, ya despojada de sus territorios, y a migrantes.

Más que defensa de los derechos humanos de migrantes, en México lo que hay por parte de las autoridades, que siguen las órdenes del imperialismo estadounidense es deshumanización. El flujo migratorio, alentado por la implementación de los planes neoliberales desde la década de 1980, y que tanta prosperidad trajo para los agronegocios, otras industrias y servicios personales en Estados Unidos y Canadá, a partir de contar con mano de obra barata para la economía. En tiempos de crisis y lento crecimiento económico ─siempre con riesgo mayor o menor de entrar en recesión─ la mano de obra migrante es rechazada. Los seres humanos concebidos como autómatas por los grandes capitales y sus gerentes, como piezas del engranaje capitalista en la cadena de valor de América del Norte, son rechazados por una cerca de alambre invisible electrificada por la xenofobia y el racismo personificados hoy por Trump y su séquito.

La desesperación es la que empuja a miles de personas a salir de sus países de origen. Semana con semana se forman nuevas caravanas de migrantes, con personas adultas, niños y niñas, dispuestos a enfrentar cualquier riesgo para alcanzar una vida mejor. Quieren llegar a territorio estadounidense antes de que asuma el nuevo gobierno.

El horizonte es sombrío para las personas migrantes en Estados Unidos y en México. Es necesario que las organizaciones defensoras de migrantes se unan con trabajadoras y trabajadores de la región, organizaciones sociales, de derechos humanos y feministas para que se multipliquen las voces en defensa de las y los migrantes, por el derecho al libre tránsito, atención sanitaria y psicológica, acceso a educación, viviendas y trabajos con plenos derechos laborales, sociales y políticos para todas y todos.