Hace 2 años, el actual Ministro de Energía y militante del Frente Amplio, Diego Pardow, junto a los académicos de la Universidad en Chile, el economista Alejandro Corvalán y la historiadora Sofía Correa, publicaron un interesante artículo sobre el Acuerdo por la Paz y una nueva Constitución del 15 Noviembre (15N) para CIPER titulado A dos años del acuerdo del 15N: un análisis desde la economía política , bajo el enfoque de la teoría de la democratización y cambio institucional, inspirados en los trabajos de D. Acemoglu y J. Robinson; tomamos acá este artículo para discutir la naturaleza del acuerdo del 15N, como parte de las definiciones que hicimos en Marx a 5 años de la Rebelion: Sobre la actualidad de la Circular de 1850 sobre la desagregación de la pequeña burguesía de la rebelión, el 15N, como inicio del proceso de pasivizacion ciudadana.
El enfoque teórico del artículo en cuestión, se centra en las instituciones, las cuales se ven como contratos sociales a largo plazo (dispositivos que distribuyen el poder político) siendo la Constitución la institución de las instituciones. “Históricamente, las instituciones excluyentes – por ejemplo, democracias oligarcas, con sufragio censitario, o democracias limitadas o protegidas – han ido evolucionando hacia modelos más inclusivos, en un proceso conocido como democratización” situando la revuelta como uno de los mecanismos que detona el cambio institucional.
La democratización como proceso presupone, siguiendo al Ministro Pardow, Corvalán y S. Correa, la existencia y tensión entre dos grupos; por un lado, la élite política, y por otro, el pueblo o los ciudadanos, que en su conflicto actúan racional y estratégicamente, considerando la reacción del contrario. “A partir del 18 de octubre, tanto el pueblo como la clase política interactuaron en un juego estratégico que encontró su punto cúlmine el 15N“ ( A dos años del acuerdo del 15N: un análisis desde la economía política
) Frente a la revuelta, tres herramientas de respuesta estaban a disposición de la clase política: reimprimir, redistribuir (económico) o negociar un cambio institucional (relaciones de poder a largo plazo). Siguiendo a los autores del artículo, la primera reacción de la élite frente a la revuelta (y como regla general de los Gobiernos frente a la protesta) fue la represión: la convocatoria al COSENA y la intervención militar “(...) en las semanas del estallido observamos un nivel de coerción estatal que no se había dado después de 1990” ( A dos años del acuerdo del 15N: un análisis desde la economía política
). Sin los resultados esperados, y con la amenaza de que la comunidad internacional condenara los atropellos a los DDHH, la élite política debió avanzar a medidas redistributivas como el retroceso en el aumento del pasaje, pero tampoco esto desactivó la revuelta, para terminar negociando un cambio institucional el 15N: “Los ciudadanos movilizados actúan racional y estratégicamente, usando su poder de corto plazo para cambiar las relaciones de poder en el largo plazo. En momentos de conflicto, ya es tarde para redistribuir” ( A dos años del acuerdo del 15N: un análisis desde la economía política
) Tras casi un mes de movilización ciudadana, según los autores, la élite política agotó sus recursos (represión/redistribución) debiendo ceder parte de su poder en un cambio institucional con el 15N, iniciando un proceso democratizador.
Si bien la élite política cede parte de su poder, no cede todo su poder y eso es lo que entra justamente en negociación. Se trata entonces de cambios parciales, ya que “(...) esa misma parcialidad es la que permite el cambio democratizador”( A dos años del acuerdo del 15N: un análisis desde la economía política ) Para A. Corvalán, S. Correa y D. Pardow, este es el caso del 15N, donde la élite política “(...) suscribió un acuerdo que permitía al sector conservador, si las cosas se daban como hasta entonces, mantener su poder de veto en el diseño de las nuevas instituciones.” ( A dos años del acuerdo del 15N: un análisis desde la economía política ) Pero a pesar de las concesiones y garantías dadas a los sectores conservadores, estos no anticiparon que la protesta social se transformaría, tras el 15N, en movilización electoral asestando importantes derrotas a la derecha, como en el plebiscito de entrada y la elección de la Convención Constitucional, donde incluso emergieron los independientes de izquierda. “El acuerdo del 15N abrió un pequeño espacio de democratización parcial, pero fueron los ciudadanos quienes por la vía institucional desbordaron ese espacio, abriendo un inesperado proceso de democratización radical.” ( A dos años del acuerdo del 15N: un análisis desde la economía política )
Algunas cosas de enfoque
Resulta paradójico que Pardow y compañía planteen que el régimen habría agotado las medidas redistributivas, cuando en realidad ni siquiera se exploró seriamente este tipo de medidas, más allá de retroceder del aumento del pasaje. Pardow lo ve así ya que identifica la revuelta como proceso esencialmente democratizador o de cambio institucional. El populismo económico (que busca responder al deseo de demandas sociales,con transferencias) vino después en la pandemia, considerando la correlación de fuerzas heredada de la revuelta. Y es que el enfoque del artículo se apresura en analizar el cambio institucional, poniendo todos los elementos en función del mismo. Los autores toman el enfoque del cambio institucional de D. Acemoglu y J. Robinson, 2 economistas (turco-norteamericano y britiánico) autores de “Por qué fracasan los países” (2012) donde analizan distintos casos de desarrollo institucional para explicar sus niveles de inclusión y riqueza. Sondean comparadamente, por ejemplo, México y EEUU rastreando el desarrollo institucional desde, la colonia española en un caso, y los colonos libres en el otro. El artículo del Ministro Pardow dista mucho en profundidad de la que llegan sus inspiradores, lejos de ser un análisis del desarrollo institucional chileno, constituye más bien un débil intento por explicar el 15N con cierta terminología sociológica, pero con un objetivo político claro: la validación del acuerdo como canalización de la revuelta e inicio de un cambio institucional, que en Pardow significó el desborde de las instituciones por parte de los ciudadanos y el inicio de un proceso de democratización radical. Pero para ser justos, los inspiradores del artículo del Ministro son, a su vez, admiradores del caso Chileno. En una entrevista publicada en el Diario Financiero Daron Acemoglu, sorprendido por la violencia alcanzada en Chile durante la Rebelión, remarca que nuestro país era uno donde las instituciones funcionaban. Asimismo destaca a Chile en comparación a sus vecinos latinoamericanos y, en sus últimas elaboraciones junto a Robinson, describe a Chile como un país que logró volver a un corredor virtuoso (después del Golpe Estado y la dictadura) y entienden la propia revuelta como un resultado -incluso- del buen desarrollo institucional chileno: “Cuando tienes mejores instituciones y una mejor economía, por supuesto que las aspiraciones van a ser mayores, y habrá menos excusas para justificar la falta de oportunidades para un segmento importante de la población” (D. Acemoglu, Diario Financiero )
Para el Ministro Pardow, A. Corvalán y S. Correa, el proceso que abre el 15N es la racionalización de aquella marea de consignas y malestares, que explota confusa el 18 de Octubre del 2019 (18O); a partir este acuerdo, como cambio institucional parcial, es que se transforma, según Pardow, la protesta en movilización electoral, rebasando los bordes institucionales y radicalizando la democracia. Decir que un enfoque así es optimista, es poco. En especial porque todo el proceso que desencadena el 15N, su ciclo electoral, dejó fuera a quienes iniciaron la revuelta, los secundarios. El salto del torniquete fue la primera acción de la revuelta, y sus gestores fueron completamente excluidos del desvío electoral.
En el articulo Marx a 5 años de la Rebelion: Sobre la actualidad de la Circular de 1850 tomamos de Dal Maso Espectros de la revolucion permanente la discusión de cómo la separación de los objetivos democráticos, del desarrollo del poder proletario y la autoorganización, conduce a procesos de pasivización ciudadana y la usamos para describir el proceso donde se da una movilización ascendente, desde el 18O al paro nacional del 12 de Noviembre (12N), que no logra entrar en una dinámica permanentista. El 12N da un salto, amenazando con cambiar su dinámica, para ser truncada el 15N. El paro del 12N, planteó el problema de la hegemonía y mostró en los hechos, que camino seguir para avanzar en ese sentido ( ampliar la lucha ) no obstante no logró configurarse una forma hegemónica que cambiara la naturaleza del proceso. En ese sentido la revuelta se mantuvo como tal, sin una hegemonía clara de sectores hasta el 12N, donde despunta la clase obrera, pero no logra cristalizar hegemónicamente más allá del 15N, debido, por un lado a las propias direcciónes obreras, y , por otro, al estado de subjetivo de la clase obrera, y su receptividad a políticas pequeñoburguesas como la del cambio constitucional. Definimos ya el Acuerdo como la desagregación de la pequeña burguesía de la rebelión, y la actuación de sus mediaciones (Neo-reformismo pequeño burgués) como puente entre el viejo régimen, y las masas. Incluso por sobre el viejo reformismo, que durante el 12N se encontraba a la cabeza del paro nacional; acción tendiente al Frente Único contra el régimen, que exigía en los hechos, y a pesar de la propia burocracia, una AC y la renuncia de Piñera.
Una huelga general indefinida podría haber desencadenado la caída del Gobierno, y eso podría haber abierto una situación revolucionaria; no obstante lo que primó fue el carácter revueltístico ciudadano. O sea, no logró desencadenarse nunca un proceso de carácter revolucionario. No obstante los rasgos de Frente Único Obrero que aparecieron desde el 12N, no como táctica revolucionaria consciente, sino más bien como resultado empírico (en función de lo convulsivo de la situación) del paro impulsado por la burocracia, de desarrollarse hubieran imprimido en una eventual situación revolucionaria, rasgos permanentistas. Pero esta dinámica no se desarrolló, manteniendo todo dentro de la dinámica ascendente, pero revueltista, en el sentido de que no se conectaron las luchas democráticas con el desarrollo del poder obrero
Y en ese aspecto fue central la colaboración de las burocracias sindicales y de los movimientos. La Mesa de Unidad Social (liderada por la Central Unitaria de Trabajadores) que si bien se restó del acuerdo mismo (por encontrarse a la cabeza del FUO el 15N) fueron arrastrados por este más tarde; y en el caso del Partido Comunista (PC), participó en los hechos de todas las negociaciones, solo se negó a firmar el Acuerdo en un primer momento. Pero el rol director correspondió al neo-reformismo. Durante Octubre todos los partidos del régimen, y en especial la derecha, se encontraban escondidos bajo la mesa. En el 15N Boric fue clave, y posteriormente sus mediaciones, el neo-reformismo pequeño burgués, en complicidad con el reformismo, para salvar a Piñera y al régimen de conjunto, con la promesa de una nueva Constitución, y el diseño de los márgenes y contornos del desvío. Para Pablo Torres “En la revuelta, el FA fue el principal promotor del camino del Acuerdo por la Paz del 15 de noviembre de 2019, que salvó a Piñera, que desvió la lucha de las calles y las metió al camino controlado del viejo régimen, fue uno de los primeros episodios de esta película, donde la izquierda institucional llevó todo al camino de la recomposición de las fuerzas burguesas.” El Acuerdo buscaba dialogar con sectores de masas que ven en la Constitución de Pinochet, la matriz de los males y el principal obstáculo a las demandas de carácter estructural; en el marco de un régimen altamente restrictivo y conservador. Incluso la vanguardia de la rebelión, que durante del 12N exigía una AC soberana y la caída de Piñera, consideraba necesaria una nueva Constitución. El 15N fue una política exitosa en tanto que desvio, y se apoyó en las ilusiones de las masas en un cambio Constitucional.
A partir del 15N la movilización se fue drenando (sumado a la Pandemia) y los distintos sectores se desagregaron progresivamente de las calles, siguiendo a las mediaciones pequeñoburguesas. Esto significa que efectivamente el objetivo de una nueva Constitución era necesario no sólo para la pequeña-burguesía, sino también para sectores obreros y populares. La desagregación fue efectiva justamente por esto.
Cuando los autores dicen “(...) en el caso chileno es que el estallido surge a partir de múltiples descontentos y frustraciones, de demandas difusas relacionadas a dimensiones sectoriales y económicas” subestiman el carácter estructural de muchas de esas demandas, como el fin de las AFP o el derecho a autodeterminación del Pueblo Mapuche, pero también muestran que tras la unidad general de Octubre, no había un programa articulado claro, y allí cuelan los autores lo “progresivo” del 15N, en tanto que fenómeno racionalizador.La visión de que el 15N transformó la protesta en movilización electoral, y a partir de allí en una progresiva democratización radical, puede aceptarse con muchos límites, ya que comparado con el régimen de los 30 años, el proyecto abierto el 15N si bien tenía elementos democratizadores estos eran bastante moderados y, en lo esencial, las reglas pactadas en el 15N ponían límites al cambio constitucional, desde el respeto a los tratados internacionales como el quórum de los ⅔.
Lo cierto es que amplias masas se ilusionaron con el cambio constitucional y la Convención Constituyente, pero esa democratización que “desborda las instituciones” también terminó haciendo triunfar el Rechazo de salida, y después, transformando a Republicanos en la fuerza política más votada del país. Más de conjunto, el 15N abrió un ciclo electoral de desvío exitoso. Visto en perspectiva hoy, con las mediaciones pequeñoburguesas y el reformismo en el Gobierno, y el absoluto fracaso del proyecto de cambio constitucional progresista, que no era otra cosa más que un tímido intento de ampliaciòn estatal ( Fabian Puelma https://www.laizquierdadiario.cl/La... profundiza que este punto) el régimen actual lejos de democratizarse radicalmente ha mostrado una clara tendencia a los rasgos antidemocráticos y bonapartistas. El proceso se asemeja más a lo que Dal Maso define como pasivación ciudadana, “(...) movimientos democráticos de programa indefinido o limitado que a su vez son posteriormente contenidos o reprimidos con renovaciones limitadas del régimen político o la instauración de un régimen aún peor que el anterior” ( [-Espectros de la revolución permanente >https://www.academia.edu/15056794/Espectros_de_la_revoluci%C3%B3n_permanente_primera_parte_] )
La desagregación de la Pequeña-burguesía
El neo-reformismo se mostró como el candidato más idóneo para encabezar la desagregación a la revuelta. Durante octubre, el reformismo dirigió la Mesa de Unidad Social y, a través de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), a sectores organizados de la clase obrera. Existió cierta división de tareas entre el neo-reformismo Frenteamplista y el reformismo del Partido Comunista (PC), en especial en el momento crítico. Esta cooperación es posible entre ambas corrientes no solo porque comparten la visión estratégica de la colaboración de clase, sino que también, tal como plantea Albamonte y Maiello, en torno a la complementariedad de ambas corrientes: “Se trata de un reformismo pequeñoburgués, que no se superpone al núcleo de la burocracia sindical ya que, a diferencia del reformismo clásico, no se basa en los batallones centrales de la clase obrera” ( E. Albamonte y M. Maiello. Estrategia socialista y arte militar. Pag. 550-551 ) Siguiendo con Albamonte y Maiello: “Hoy el neo reformismo es la expresión política de los intentos de canalizar la capacidad de maniobra de las clases subalternas que mejor se adapta a las formas de la estructura sociopolítica del Estado integral tal cual son en la actualidad (...) Es complementario a la fragmentación material de la clase obrera y la separación de sus aliados. Se trata de un reformismo pequeñoburgués, (...) que tiene su principal influencia entre los jóvenes universitarios (...) así como en la juventud precarizada y en algunos casos en trabajadores estatales. Más en general, es complementario porque se mantiene casi exclusivamente en el ámbito de la sociedad política, mientras que la acción ampliada del Estado se concentra en la sociedad civil. (...) Se trata de ejemplos contrarios al tipo de articulación estratégica necesaria para la conquista de la hegemonía de la clase obrera.” (E. Albamonte y M. Maiello. Estrategia socialista y arte militar. Pag. 550-551) La complementariedad de ambas corrientes, la reformista obrera y la neo-reformista pequeño burguesa, se condice con los intereses de fracción de clase tras ellas: “Si el Frente Amplio expresa la canalización de las aspiraciones de un amplio mundo de la pequeño-burguesía o de capas medias por la consecución de ciertas libertades individuales en los marcos del régimen, el Partido Comunista expresa por su parte la canalización de sectores de capas trabajadores y populares, y en particular de la burocracia sindical, a la cooptación estatal y la colaboración con la gestión del modelo” ( Pablo Torres ) El 15N abre al proceso constitucional, y para Pardow, Corvalán y Correa la democratización pasa esencialmente por el cambio institucional, “siendo la principal institución de un país su Constitución”
Los autores se preguntan de dónde emerge la demanda de la Constitución, y la datan desde el 25 de octubre, ya que no la encuentran en pancartas o consignas en el inicio de la rebelión. Consideramos un mal método el que utilizan los autores, ya que no se trata de una arqueología formal de una consigna, sino de encontrar en las mediaciones y direcciones políticas, el programa que pone a la Constitución como salida. En este caso el reformismo histórico, el PC, ha militado por décadas el cambio de Constitución, como eje estratégico de la democratización del país tras la Dictadura. Pero esta política de nueva Constitución es rastreable incluso a Recabarren, y el programa del Partido Obrero Socialista (POS). Antes del 2019 alas de la centro izquierda progresistas también lo venían planteando, y la propia Bachelet intentó su versión de cambio constitucional al final de su gestión. El FA no hizo más que tomar este punto programático como propio; Albamonte y Maiello definen al neo-reformismo como complementario de la ampliación estatal y la disputa del Estado como espacio estratégico. Esto coincide con la política de nueva Constitución, y con el enfoque del Ministro Pardow que ve a la Revuelta como un mecanismo detonante del cambio institucional y al 15N como la canalización del mismo. El propio Marx en la Circular de 1850 ya planteó la Constitución como parte del programa de la pequeña burguesía democrática, mientras advertía que la misma actuaría como puente a la burguesía liberal y la reacción. Guardando las diferencias evidentes entre ambas épocas, es interesante la reflexión de Albamonte y Maiello sobre sus similitudes, y cómo esto reactualiza en cierta medida las tesis y alertas de la Circular de 1850 de Marx. Y cómo aquel entonces, la pequeña-burguesía lejos de demoler al viejo régimen “(...) configuraron reformismos sin reformas serias que terminaron allanando el camino a fuerzas de derecha. Pasó con Syriza en Grecia, con Podemos en el Estado español, con el Frente Amplio en Chile, entre muchas otras formaciones que llegaron al gobierno a caballo de revueltas.” Y por lo mismo, la discusión de las formas elementales de la Revolución permanente que hace Dal Maso, es pertinente hoy, ya que plantean el problema de la independencia de clase y la autoorganización, como fundamentales para constitución de la clase obrera como sujeto, ambos temas centrales en la Circular de 1850, y los grandes ausentes de los ciclos revueltisticos de este siglo, que los neo-reformismos pequeño burgueses han logrado desviar.
Nadie lo recuerda hoy, o nadie quiere recordarlo, pero el 15N provocó todo una crisis en el Frente Amplio. EMOL, a tres días del 15N, se preguntaba en sus titulares si asistíamos al Quiebre definitivo del Frente Amplio. Boric estaba solo, Gael Yeomans no firma, y el futuro presidente es pasado al tribunal de su partido. Sharp y 70 militantes de Convergencia Social renuncian públicamente. Los Humanistas y los Ecologistas no firman, y en un par de semanas Boric termina bañado en cerveza y expulsado de Dignidad. Y es que en un primer momento el Acuerdo fue visto por las masas con frialdad. No porque las masas no quisieran una nueva Constitución, sino porque no se fiaban un ápice en el régimen y su cocina. Allí está la audacia del Neo-reformismo, que dio ese salto al vacío y tendió la mano al régimen, justo cuando la revuelta amenazaba con desarrollar la dinámica revueltista ascendente hacia otra (12N) donde la clase obrera podría haber desarrollado organismos de clase y mostrado su rol director.
El 15N solo podía afirmarse en la medida en que octubre se debilitaba. Lo cierto es que la rebelión en el punto más elevado de su dinámica, en el paro del 12N, logrando incluso una síntesis programática en la exigencia de renuncia de Piñera y una Asamblea Constituyente, nunca superó la ilusión constitucional, y el 15N transformó esa ilusión en un salvavidas a Piñera y un remedo de proceso constituyente.
La complementariedad de ambas mediaciones, la reformista obrera y la pequeñoburguesa, cristalizó más tarde en lo que Pablo Torres tomando de Gramsci, define como transformismo y la emergencia de una izquierda institucional, clave para que la burguesía conquiste una nueva hegemonía sobre las clases subalternas “(...) aunque en Chile aún no vimos ni “revolución activa” de la clase obrera ni “revolución pasiva” (“revolución – restauración”. Vale decir, no estamos hablando de “decapitación” y “aniquilamiento” sino más bien una cierta “absorción” de los grupos adversarios).” Y si bien tanto el reformismo en la Nueva Mayoría, o el Neo-reformismo con la participación de Revolución Democrática (RD) en el Gobierno de Bachelet, mostraron previamente niveles de integración al régimen, el salto dado a partir del 15N determina una absorción integral de las mediaciones
Su integración al régimen pos pinochetista, no implicó una democracia radical, sino más bien una pasivización ciudadana, o sea, “(...) movimientos democráticos de programa indefinido o limitado que a su vez son posteriormente contenidos o reprimidos con renovaciones limitadas del régimen político o la instauración de un régimen aún peor que el anterior”( Espectros de la Revolución permamente ) Tras no haberse desarrollado las luchas democráticas en sentido del poder obrero. Solo la hegemonía de la clase obrera puede asegurar el despliegue de las fuerzas revolucionarias contenidas en todas esas luchas democráticas que planteó la revuelta, no para volver la lucha de clases en un dispositivo de actualización del régimen y sus instituciones, como pretende Pardow y compañía, sino para fundar otras nuevas, obreras y populares, que disputen en concreto la hegemonía sobre las clases subalternas, rompiendo la estructura pre-hegemónica que presentó la revuelta (estructura sobre la cual pudo actuar la pequeña burguesía) abriendo así el camino a una auténtica revolución, que no puede ser otra que la permanente. |