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La Izquierda Diario
12 de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

Análisis
Crisis política en Georgia: ¿hacia un escenario al estilo ucraniano?
Philippe Alcoy | París
Lucian Istrati

En medio de negociaciones y chantajes, la suspensión de las conversaciones con la Unión Europea (UE) por parte del gobierno georgiano ha provocado grandes protestas en un país donde la población está en gran medida a favor del ingreso a la UE. ¿Qué está pasando en Georgia?

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En Georgia, el gobierno del partido Sueño Georgiano, que ganó las últimas elecciones legislativas el 26 de octubre, anunció hace dos semanas la suspensión de las negociaciones sobre la membresía a la Unión Europea. Estallaron manifestaciones, especialmente en la capital, para impugnar la decisión del gobierno y exigir nuevas elecciones legislativas. La situación política del país, a menudo reducida de forma maniquea a una oposición entre prorrusos por un lado y partidos proeuropeos por el otro, es en realidad mucho más compleja.

El 28 de noviembre, el primer ministro georgiano, Irakli Kobakhidze, anunció la suspensión de las conversaciones con la Unión Europea hasta 2028 y acusó a Bruselas de "chantaje". Este anuncio se produjo pocas horas después de la votación del Parlamento Europeo que no reconocía el resultado de las elecciones legislativas del 26 de octubre, en las que el partido gobernante obtuvo la mayoría de los escaños en el Parlamento. Esta decisión del Parlamento Europeo, relativizada o relegada a un segundo plano por la prensa dominante, constituye de hecho una forma de injerencia en un país disputado entre la influencia del imperialismo occidental y Rusia y sus aliados. A esto hay que sumar el hecho de que, de momento, no hay pruebas suficientemente convincentes de un posible fraude por parte del partido gobernante. Además, la mayoría de Sueño Georgiano es sólo del 54%, lo que no le permite modificar la constitución como querían sus dirigentes. Ahora bien, si la intención era manipular completamente las elecciones, ¿por qué se habrían detenido a mitad de camino?

Manifestaciones y maniobras bonapartistas de la oposición

Por su parte, la presidenta proeuropea del país, Salomé Zourabichvili, que sólo desempeña un papel ceremonial en el sistema político georgiano, anunció, tras la declaración del Gobierno, que no abandonará la presidencia, explicando que "nos enfrentamos a elecciones robadas, a un Parlamento ilegítimo; y un Parlamento ilegítimo no puede elegir nada más que un gobierno ilegítimo y un presidente ilegítimo".

Recordemos que Zurabichvili llegó a la presidencia gracias al apoyo de Sueño Georgiano y actúa como agente directo del imperialismo dentro de Georgia. De hecho, fue embajadora de Francia en Georgia. Su familia emigró a Francia en 1921, huyendo de la Revolución Bolchevique. Sólo se convirtió en georgiana después de la llamada "Revolución Rosa" de 2003. De hecho, Zourabichvili está tratando de liderar un pequeño golpe institucional para obligar al partido gobernante a ceder a las demandas de la UE. Así, su intento bonapartista y proimperialista queda bastante claro cuando declara a Le Monde: "No puedo imponer nada, salvo tomar la decisión de convocar de nuevo elecciones. Éste es el tema del compromiso. Si el señor Bidzina Ivanishvili [oligarca y líder informal del país] decide destituir a su primer ministro, entonces, de conformidad con la Constitución, convocaré elecciones. La solución es que él lo retire y que acordemos los términos de estas próximas elecciones". Cabe agregar que Estados Unidos también "sancionó" a Georgia suspendiendo su "asociación estratégica" con el país.

En cuanto a las manifestaciones, estallaron la misma tarde del anuncio en la capital, Tiflis, para impugnar la decisión del gobierno. El tono de estas manifestaciones es muy diferente de las que siguieron a los resultados de las elecciones legislativas, que fueron pacíficas y denunciaron el fraude electoral. Esta vez, las protestas son más radicales, y los manifestantes piden claramente nuevas elecciones legislativas para derrocar al gobierno actual. Los sectores sociales que se manifiestan también han cambiado desde las últimas manifestaciones de octubre. Tinatin Akhvlediani, investigadora del Centro de Estudios de Política Europea en Bruselas, dice que funcionarios públicos, a veces incluso aquellos que trabajan en ministerios, miembros del cuerpo diplomático y profesores se han sumado a las protestas. Una parte muy importante de la población georgiana (el 80% según las encuestas) ve la pertenencia a la Unión Europea como un medio para mejorar sus condiciones de vida y la decisión del gobierno de retrasar la adhesión es vista como una amenaza por esta parte de la población.

Los manifestantes fueron duramente reprimidos por la policía, que no dudó en utilizar gases lacrimógenos y cañones de agua. Por su parte, los manifestantes se defendieron lanzando fuegos artificiales y piedras. La policía también ha detenido a varios centenares de personas desde el inicio de las manifestaciones y varias ONG denuncian actos de "tortura" y el uso de "métodos violentos contra los ciudadanos con el objetivo de castigarlos". El viernes pasado, tras las declaraciones del Primer Ministro, la policía también detuvo a varios dirigentes de partidos de la oposición, acusándolos de ser responsables de los enfrentamientos entre las fuerzas represivas y los manifestantes. Esto demuestra que frente a las protestas, el gobierno está endureciendo su giro bonapartista y represivo.

Las primeras protestas estallaron en abril, cuando el Parlamento aprobó una ley similar a la vigente en Rusia, que obliga a las organizaciones que reciben más del 20% de su financiación del extranjero a declararse "agentes extranjeros", bajo pena de multa. Luego, la Unión Europea criticó hipócritamente esta ley. Sin embargo, el propio Parlamento Europeo aprobó una ley que exige que las organizaciones financiadas por países no pertenecientes a la UE se declaren como una "entidad que lleva a cabo una actividad de representación de intereses en nombre de un tercer país". Una ley tan autoritaria como la que se hace en Georgia o Rusia porque permite a las clases dominantes de la UE atacar y desacreditar a cualquier organización basándose en la muy vaga definición de "tercer país".

Más allá de las diferencias, un consenso neoliberal

Además, los georgianos todavía recuerdan el mandato del presidente Mikheil Saakashvili. Fue elegido con un programa decididamente pro occidental y llevó a cabo, de 2008 a 2013, reformas neoliberales extremadamente duras para la clase trabajadora con su parte de privatizaciones, recortes de servicios públicos y reducciones de impuestos para los empresarios y los ricos. Desde la caída de la Unión Soviética y la restauración capitalista, Georgia ha sido un laboratorio de políticas ultraliberales que lo han convertido en el país más desigual de la región y, a pesar del crecimiento del país bajo Saakashvili, las clases trabajadoras han sufrido mucho el desempleo, la precariedad y la represión que recaía sobre cualquiera que se atreviera a desafiar al régimen. El partido Sueño Georgiano también aprovechó los crímenes del gobierno de Saakashvili para ser elegido en 2012. Hoy Saakashvili se encuentra encarcelado y tiene una decena de causas penales.

Es precisamente este legado nefasto de Saakashvili lo que complica la unidad de los diferentes componentes de la oposición a Sueño Georgiano. Así, si durante las últimas elecciones, según los resultados oficiales, la oposición obtuvo el 40% de los votos emitidos, se presentó en tres coaliciones diferentes. La presidenta Zourabichvili aparece así como una figura capaz de aunar todas estas corrientes. Sin embargo, como escribe Emil Avdaliani, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Europea de Tbilisi, "la presidenta georgiana Salomé Zurabichvili, que se posicionó en oposición a Sueño Georgiano y era vista como la potencial figura decorativa de una oposición unida, no logró generar unidad. Sigue siendo popular, pero no lo suficiente como para desempeñar un papel decisivo. Otros líderes de la oposición no tienen el carisma o la formación política necesarios para atraer un apoyo popular masivo". Sin embargo, la escalada de represión del gobierno puede estar allanando el camino para la unidad de la oposición, aunque sea excepcional.

A pesar del caracter nefasto de la era Saakashvili, el gobierno actual no tiene nada progresivo que ofrecer a los trabajadores y clases populares georgianos. Tras el gobierno de Saakashvili, el partido Sueño Georgiano continuó las políticas neoliberales a favor de la burguesía local nombrando un gobierno de tecnócratas en el que las políticas son diseñadas por "expertos" basándose en datos y en las llamadas tecnologías objetivas. Cuantos más servicios públicos puedan dejarse en manos del mercado, mejor. Esta lógica la encarna el líder del partido, Bidzina Ivanishvili, ex primer ministro y hombre más rico de Georgia. Una fortuna que amasó en Rusia, en particular, a través de acciones del gigante del gas ruso Gazprom. Además, el gobierno de Sueño Georgiano está transformando Georgia en un paraíso fiscal, al tiempo que hace que los hogares de menores ingresos paguen la factura. En otras palabras, tanto el gobierno como la oposición comparten en gran medida orientaciones neoliberales y proempresariales, así como una fuerte atracción por los gobiernos “tecnocráticos”.

Pero además de las políticas neoliberales y el autoritarismo, el gobierno se apoya en leyes reaccionarias como la de "valores familiares", aprobada a principios de septiembre, que pretende reprimir todas las formas de reivindicación LGBT en la sociedad y es también una forma que tiene el gobierno de limitar la influencia de las ONG.

Georgia en medio de rivalidades geopolíticas

En los medios de comunicación occidentales, el partido gobernante es presentado como prorruso. Pero la realidad es más compleja. Si bien el gobierno quiere mantener buenas relaciones con Rusia, también quiere mantenerlas con la Unión Europea y Occidente, al tiempo que conservar cierto control sobre el calendario de este acercamiento. El objetivo del gobierno georgiano es, sin duda, avanzar hacia un régimen similar al de Azerbaiyán, es decir, obtener garantías de Occidente utilizando palancas geopolíticas al tiempo que consolida una hegemonía política en el país. Esto le permitiría neutralizar a sus competidores e impedir la aparición de cualquier oposición, incluso en la sociedad civil.

El gobierno también está intentando utilizar la crisis del gas provocada por la guerra de Ucrania para activar sus palancas geopolíticas tanto en el lado ruso como en el occidental, ya que Georgia se ha convertido en un país estratégico para el transporte del gas azerbaiyano. Esta situación beneficia en última instancia a la burguesía georgiana, que se está enriqueciendo gracias al comercio tanto con los rusos como con Occidente, a expensas de la clase trabajadora georgiana.

De hecho, es posible que la guerra en Ucrania haya reforzado ciertas tendencias dentro del partido gobernante. La respuesta de los europeos y la OTAN a la agresión rusa podría no haber satisfecho a los dirigentes de Sueño Georgiano. Aunque la UE y la OTAN siguen apoyando a Ucrania financiera, política y militarmente, Rusia ha conseguido mejorar el equilibrio de poder a su favor. Incluso en el caso de un acuerdo de paz (y a pesar del fracaso del plan inicial de Moscú), es probable que Ucrania salga debilitada y aún más dependiente del apoyo occidental. En este sentido, la propaganda de Sueño Georgiano sobre la "paz" durante las elecciones puede haber reflejado una preocupación genuina por parte del gobierno georgiano: evitar "provocar" a Rusia a toda costa, por miedo a ser atacado por Moscú. En este contexto, mantener buenas relaciones con Rusia y Occidente, y controlar el momento del acercamiento a la UE, adquieren un significado mucho más matizado que una simple "orientación prorrusa". Esto es tanto más probable cuanto que Georgia ya fue atacada por Rusia en 2008 y que hay soldados rusos estacionados en dos de las regiones separatistas de Georgia (Abjasia y Osetia del Sur).

Todos estos elementos, a pesar de un cierto radicalismo de los manifestantes, dificultan, por el momento, la perspectiva de que el movimiento pueda transformarse en una revuelta como la del Maidan en Ucrania en 2013. La implicación directa de los gobiernos imperialistas, por el momento, no tiene comparación con el movimiento de Maidan. Las manifestaciones también parecen limitarse a la capital, Tiflis, y a otras ciudades importantes como Batumi, lo que significa que son incapaces de alcanzar el tipo de fuerza que les permitiría amenazar al gobierno. Es cierto, sin embargo, que no podemos descartar esta posibilidad, pero mucho dependerá de cómo evolucione la situación: demasiada represión por parte del gobierno, por ejemplo, podría masificar las protestas. Por otra parte, no podemos descartar la posibilidad de negociaciones entre el gobierno y la UE para resolver la crisis, en las que la abolición de ciertas leyes aprobadas por Sueño Gerogiano se utilizaría como palanca para reanudar las negociaciones sobre una base más favorable al gobierno georgiano, y que al mismo tiempo podría presentarse como una "victoria" de la UE.

Por su parte, la clase trabajadora está completamente ausente de estas manifestaciones. El movimiento sindical en Georgia está muy desmoralizado y viene siendo atacado hace años, tanto por el gobierno actual como por los gobiernos proeuropeos anteriores, y las reivindicaciones de integración en la Unión Europea no bastan por sí solas para que la clase obrera se ponga en pie de lucha. Más allá de unos pocos sectores específicos, el movimiento sindical parece bastante distante de estas movilizaciones. Es evidente que la situación en Georgia está extremadamente polarizada. Ninguna fuerza política representa los intereses de la clase trabajadora, ya sea el gobierno autoritario y reaccionario del primer ministro Kobakhidze o la oposición pro occidental, neoliberal (e igualmente reaccionaria) de la presidenta Zurabichvili.

 
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