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21 de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

Fotógrafas
De la Bauhaus al Gran Chaco, el viaje de Grete Stern
Ricardo Palmadessa | Enfoque Rojo

Retratos de la serie Aborígenes del Gran Chaco. Grete Stern. 1964

La fotógrafa de orígen alemán Grete Stern, fue una de las pioneras de la fotografía argentina en la primera mitad del siglo XX. Formada en la Bauhaus, iniciadora de la fotografía documental en nuestro medio, fue también la primera en desarrollar una mirada de género detrás de la cámara.

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Grete Stern nació en Alemania en 1904 y residió en Argentina desde 1936, donde desarrolló su extensa carrera fotográfica. Se nacionalizó en 1958 y se retiró en 1985 afectada por una enfermedad ocular. 

Había estudiado artes gráficas en la Escuela de Artes de Stuttgart, y fotografía con Walter Peterhans, de quien aprendió a “componer mentalmente la foto en la cabeza, antes de apretar el disparador” . Luego abrió junto a su colega Ellen Auerbach un estudio de diseño y fotografía en Berlín, llamado “Ringl+Pit”. En 1932 cursó en la escuela de fotografía de la Bauhaus de Dessau, de la que Peterhans era director. La llegada de Hitler al poder en 1933 terminó con los sueños de la Revolución Alemana y también con la Bauhaus, la prestigiosa e innovadora escuela de artes y oficios de la República de Weimar, cerrada ese mismo año.

Huyendo del nazismo

En los cursos de Dessau, Grete había conocido al fotógrafo argentino Horacio Cóppola, con quien emigró a Londres y abrieron un estudio fotográfico. En 1935 viajaron por primera vez a Buenos Aires para presentar una exposición en los salones de Sur, la revista dirigida por Victoria Ocampo.

Esta muestra, una selección de fotos de reportajes, collages publicitarios y estudios experimentales, estaba acompañada de un texto programático, un manifiesto que entre otras cosas reclamaba para la fotografía un espacio propio alejado del arte, una función social. Stern y Coppola traían al país un debate presente en las vanguardias europeas, junto con las primeras manifestaciones de la fotografía moderna que se verían por estas latitudes. Ideas e imágenes que paradógicamente fueron aceptadas por la vanguardia artística e intelectual, aunque rechazadas en el ámbito fotográfico local.

Esta novedosa mirada fotográfica que Grete traía como carta de presentación, estaba presente en retratos alejados de las poses habituales, que eludían la foto linda o complaciente. Capturaban expresiones de momentos en que “la mirada ajena se adormece… y se presta atención a las voces interiores, cuando el ser se queda más expuesto, más transparente, pero también más velado y ambiguo”.

Autorretrato. 1943

Al poco tiempo y ya con una hija, la pareja decidió instalarse en Argentina. Uno de sus primeros encargos fue el registro de la construcción del Obelisco, para el que había sido contratado Cóppola, ejerciendo Grete como su ayudante. Cóppola y Stern se instalaron en Villa Sarmiento, Morón, en una casa realizada por el arquitecto de origen ruso Vladimiro Acosta, pionero de la arquitectura moderna en Argentina. En esa luminosa vivienda de formas puras y despojadas de ornamentos, solía reunirse parte de la vanguardia intelectual de la época: Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Silvina Ocampo, Lino Spilimbergo, Alberto Greco y una adolescente María Elena Walsh. Muchas de estas personalidades posaron ante la cámara de Grete, quien siguió viviendo en la casa luego de la separación de su pareja, a comienzos de la década de 1940.

Izquierda: Autorretrato.1956 - Derecha: Jorge Luis Borges.1951

Esta cercanía con la vanguardia artística porteña le permitió a Grete vincularse profesionalmente con los arquitectos Kurchan, Ferrari Hardoy y Bonet (diseñadores del sillón BKF), para quienes trabajó como fotógrafa y diseñadora gráfica. Además realizó un importante trabajo de relevamiento de la ciudad de Buenos Aires para la editorial Peuser, que resultó un ensayo de retrato urbano que abarcó, en más de mil cuatrocientas tomas, desde el Puerto Nuevo, el Centro, la Costanera, Retiro, Constitución, la Boca, el Riachuelo, la avenida General Paz y el nuevo aeropuerto de Ezeiza.

Córdoba y Esmeralda. 1959

La interpretación de los sueños

Dentro de su obra fue la serie denominada Sueños, la que resultó su trabajo más trascendente. Entre 1948 y 1952 realizó para la revista Idilio de la editorial Abril, más de ciento cincuenta fotomontajes en la sección “El psicoanálisis la puede ayudar”, ilustrando los sueños, muchas veces pesadillas, que las lectoras de la revista de temática femenina enviaban por carta. La publicación contaba entre sus colaboradores con el emigrado italiano, militante anifascista, Gino Germani, quien estaba a cargo de la columna en la que se interpretaban los sueños. Trabajaba en conjunto con Grete en las ideas para las ilustraciones, los fotomontajes enteramente artesanales que la fotógrafa realizaba a partir de sus fotos de archivo y de los retratos que hacía de sus amistades. De esa serie se conservan cuarenta y seis originales, que actualmente forman parte de la Colección Costantini y que pudieron verse hace unos años en una muestra en el Museo de Arte Latinoamericano (Grete Stern-Los Sueños 1949-1951).

De la serie "Sueños" 1949-1951
De la serie "Sueños" 1949-1951

Estos notables fotomontajes hechos con tijeras, pegamento y un uso creativo de la técnica fotográfica, intentaban ilustrar con mirada irónica las preocupaciones de las amas de casa de clase media en pleno estado de bienestar durante el primer peronismo. Grete conoció la técnica del fotomontaje a partir de las experiencias de los artistas plásticos del dadaísmo y el surrealismo, quienes utilizaban la fotografía combinada con el dibujo y la pintura, y también en la Bauhaus donde artistas visuales como Lazslo Moholy-Nagy experimentaban con esta técnica.

Documentar la realidad

Su trabajo más profundamente social y humanista fue el que realizó en el norte argentino en la década de 1960, fotografiando a comunidades de los pueblos originarios de Salta, Chaco y Formosa. “No he estudiado la materia. Me limité a fotografiar lo que veía” , dijo Grete en relación a este trabajo que desarrolló durante cuatro meses en 1964. Entre 1959 y 1960, la fotógrafa que para entonces dictaba un taller de fotografía en el Museo Nacional de Bellas Artes, había viajado a Resistencia invitada por la Universidad del Nordeste para dar allí unos cursos.

De la serie Aborígenes del Gran Chaco. 1964

“Tuve la oportunidad de conocer a los aborígenes de la zona, indios tobas que vivían en pequeños grupos en las afueras de la ciudad. Al principio, casi todos esos indios tenían miedo de dejarse fotografiar y escapaban. En algunos casos, después de conversar con ellos –o de mostrarles fotografías de otros aborígenes–, se convencían de que mi uso de la cámara no les haría daño y me permitían hacer la toma. Pero a veces, para tener más seguridad ante la cajita negra, sólo permitían que los fotografiara si tenían una Biblia entre las manos.”

Volvió de Chaco con la idea de regresar a hacer las fotos, aunque le llevó casi cuatro años conseguir el financiamiento para hacer el viaje fotográfico. Logró finalmente el apoyo del Fondo Nacional de las Artes, para documentar la vida de algunos de los pueblos originarios del llamado Gran Chaco: tobas, mocovíes, pilagás, wichís, chiriguanos y chorotes.

"Los primeros indios que visité en Miraflores fueron tobas. Uno de ellos, Hilario Cabrera, vivía con toda su familia en un grupo de construcciones hechas en parte con ladrillos de barro o adobe. Se afeitó, su esposa, las nueras y los chicos se pusieron pañuelos en la cabeza, y todos subimos al carro tirado por dos caballos para ir al lugar de las reuniones, donde estaba el rancho-iglesia. El ambiente no favorecía mis propósitos fotográficos. Algunas mujeres parecían sumidas en éxtasis: hablaban en su lengua, completamente fuera de sí. Sentí que sería una falta de respeto tomarles fotografías. Como en todas las oportunidades anteriores, llevaba conmigo tomas de indígenas hechas en 1959 o 1960 para mostrar a mis interlocutores qué es una fotografía y cómo podían reconocerse en ella. A todos les gustó mucho ver las fotos y encontrar caras conocidas; a pedido de ellos, les envié algunas copias de las que había tomado con su ayuda. En todas las ocasiones les ofrecí algún dinero para dejarse fotografiar y caramelos para los chicos.”

De la serie Aborígenes del Gran Chaco. 1964

Una fotógrafa blanca, europea, recorrió los caminos del norte argentino intentando retratar a su gente sin interferir demasiado en sus vidas, logrando la conexión indispensable para entrar en confianza, para que su cámara no resultara agresiva. Esto puede verse reflejado en la expresión amigable, generalmente sonriente de las mujeres, niñas y hombres que aceptaron posar ante su cámara. El trabajo completo constaba de 95 fotografías, y se expuso en 1965 en el Centro Cultural San Martín, en la muestra llamada Aborígenes del Gran Chaco 1958-1964. En 2005 se editó con el mismo título un libro que forma parte de la serie sobre fotografía argentina financiada por la Fundación Antorchas.

La mirada agotada

En la década de 1970 viajó a Estados Unidos y Europa, regresando a Alemania, donde expuso sus trabajos por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra. Siguió trabajando y dando clases hasta 1985, cuando tuvo que retirarse debido a una enfermedad ocular. Ante el agotamiento de su aguda mirada, decidió regalar y donar su equipo a colegas y alumnos.

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Grete Stern fue una de las iniciadoras de la fotografía documental en la Argentina, a quien vale la pena conocer a través de sus trabajos, aunque no muy fáciles de hallar en la web con buena calidad. En 2016 se estrenó el film documental Grete, la mirada oblicua, dirigido por Matilde Michanie y Pablo Zubizarreta. También puede consultarse el texto La cámara como método, ensayos sobre Stern y Cóppola, compilados por Natalia Brizuela y Alejandra Uslenghi.
En 2018 se presentó la muestra “Un mundo propio”, en el MALBA, donde se pudieron ver obras de Stern, Coppola y otros autores y autoras pioneros de la fotografía moderna en Argentina.

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“Discutir si la fotografía es un arte o no me parece malgastar el tiempo, porque el terreno de las definiciones es infinito, trillado y controvertido, y ninguna definición podrá negar la importancia que tiene la fotografía en la vida social, política y expresiva del hombre de hoy. Para mí, en todo caso, la fotografía es un medio con el que me expreso y que requiere, como afirma Julio Cortázar en su cuento Las babas del diablo, que se posea «disciplina, educación estética y dedos seguros».”

Dos cabezas. Autorretrato. 1972
 
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