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La Izquierda Diario
29 de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

Armas de la Crítica
Beatriz Sarlo: orgullo y lucha por la conquista del aborto
Mabel Bellucci

Las imágenes publicadas en la nota pertenecen al archivo personal de Mabel Bellucci.

Compartimos este artículo de Mabel Bellucci, archivista, investigadora y activista feminista LGTTBI.

Link: https://www.laizquierdadiario.com/Beatriz-Sarlo-orgullo-y-lucha-por-la-conquista-del-aborto

En un otoño soleado de 1968, hizo su debut la colectiva New York Radical Women (NYRW). Se identificaban como el grupo más ofensivo dentro del el Movimiento de Liberación de la Mujer (Women´s Liberation) al ser la punta de lanza en la cuestión del aborto legal y gratuito [1]. Sus integrantes pertenecían a sectores políticos que lucharon por los derechos civiles de la comunidad negra y se sublevaron en movilizaciones multitudinarias contra la guerra de Vietnam. Lo fundaron Pam Allem, Carol Hanisch, Rose Morgan, Kathie Sarachild, Shulamith Firestone, Ros Baxandall, Patricia Mainardi, Ellen Willis e Irene Peslikis, entre otras más. Ellas mismas fueron las que por primera vez en el Imperio testimoniaron sobre sus propios abortos. La escritora Mildred Adams Kenyon en su artículo «El nuevo feminismo en los Estados Unidos» aparecido en la revista Sur, N° 326 y 327 septiembre de 1970, comentaba que tanto para la prensa amarilla como para la del establishment, Nueva York era la capital del aborto. [2]

Mientras tanto, abroqueladas en un tono de exaltación las feministas francesas influenciadas por el movimiento estudiantil y las insurrecciones de Mayo del 68 también se lanzaron al grito de orgullo como una consigna de disputa por las identificaciones de género, sexualidades y deseos no reproductivos a partir de las campañas “Yo aborte”. El 5 de abril de 1971 salió publicado en el número 334 de la revista Le Nouvel Observateur un documento conocido como el “Manifiesto de las 343 salopes". [3] Sin más, cientos de famosas y destacadas de las artes, la literatura y las ciencias, tales como Jeanne Moreau, Christiane Rochefort, Violette Leduc, Dominique Desanti, Catherine Deneuve, Marguerite Duras, Monique Wittig, Giséle Halimi y Simone de Beauvoir firmaron el histórico manuscrito. Salope en castellano sería algo parecido a atorranta o puta. Sin dudas, significó todo un escándalo en la sociedad francesa. El planteo consistía en la siguiente exhortación:

En Francia cada año un millón de mujeres aborta en peligrosas condiciones, a causa de la clandestinidad a la cual se ven condenadas. Esta operación, efectuada en medio hospitalario, no presenta mayores riesgos. El destino de estos millones de mujeres es silenciado. En consecuencia yo declaro formar parte de ellas. Declaro haber abortado. De la misma manera que exigimos la contracepción libre, reclamamos también la libertad de abortar. [4]

Esta propuesta atesoró una significativa repercusión mundial. Todas ellas declaraban haber abortado y se exponían a someterse a procesos legales hasta correr el riesgo de terminar en un calabozo, bajo el reclamo histórico que el aborto fuera gratuito y libre durante las diez primeras semanas de gestación. En esos años, estos accionares políticos fueron considerados como una manifestación de desobediencia civil por parte de las mujeres.

Nuestras propias “salopes”

El recorrido de la larga batalla de nuestras propias “salopes” se puso de manifiesto a partir de las diferentes solicitadas que fueron saliendo en distintos medios gráficos de tirada nacional que reunían adhesiones desde grupos feministas autogestivos hasta institucionales junto a nombres de personalidades del campo intelectual, artístico, político y de movimientos sociales. Dichas cartas públicas no sólo desataron la discusión dentro de las agrupaciones feministas en torno al tipo de estrategias de visibilidad sino, también, de que un tema entendido como privado asumiese un carácter público. Esta reivindicación colectiva iniciaba la etapa de pronunciamientos transversales al convocar a otras expresiones de la sociedad que estaban fuera del activismo de mujeres.

Hacia fines de los ochenta, comenzaron aparecer un incipiente número de solicitadas que contaba al principio con un número reducido de firmas. Entre ellas, siempre se encontraba la firma de Beatriz Sarlo. Por ejemplo, una de las primeras apareció en el diario Sur el 12 de junio de 1989 y fue promovida por la famosa Comisión por el Derecho al Aborto (1988/2000), al frente de Dora Codelesky. Se publicó en defensa a una mujer embarazada que, al ser violada, demandaba a la Justicia su derecho de abortar en un hospital público. Por supuesto, la víctima no fue autorizada. Al año siguiente, salió la Declaración de apoyo al anteproyecto de la diputada Florentina Gómez Miranda: reforma de los artículos 86 y 88 del Código Penal, publicada el 22 de julio de 1990 en el diario Sur. Cuatro años más tarde, la Comisión por el Derecho al Aborto difundió la solicitada “8 de marzo. Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Otra fue cuando la Asamblea Por el Derecho al Aborto, para el 28 de Setiembre de 2003, Día por la Legalización del Aborto en América Latina y el Caribe, bajo la clásica consigna “Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir” [5] lanzó una solicitada en el diario Página 12 con más de 7000 firmas. Una nueva se constituyó el 8 de abril de 2011 bajo el título “Aborto legal, una deuda de la democracia” difundida por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, para que el Congreso Nacional debatiese y sancionase el proyecto Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo presentada con la firma de 50 diputadas/os de un amplio arco político. Beatriz Sarlo aparecía como socióloga y escritora.

“Yo aborté” como bandera de disputa

Al igual que en otras tantas ciudades, en nuestro país se replicó esta perseverante tradición feminista de los años ’70: las campañas del “Yo aborté”. Por primera vez en la historia nacional del debate en torno del aborto clandestino, un puñado de mujeres se atrevió a contar sus experiencias de haber abortado, y sus formas de transitar esa vivencia, en un medio gráfico. Ellas decidieron hablar en voz alta, sin hipocresías. Figuras representativas y “excepcionales”, reconocidas por sus profesiones y por su notoriedad –o simples ciudadanas– se expedían públicamente en esta cuestión para desenterrar lo que se mantuvo con mudez tanto por parte de los partidos políticos mayoritarios como del Estado.

El 10 de diciembre de 1997 Tres Puntos, una revista de alcance nacional dirigida por el periodista Héctor Timerman, surgida un año atrás a partir de la idea de lanzar un medio que ahondara en las nuevas tendencias sociales y políticas, publicó un artículo bajo el título “Por primera vez veinte mujeres se atreven a decir Yo aborté”. Con una estética hollywoodense, la fotografía estuvo a cargo de Díaz-Gutiérrez y la producción en manos de Verónica Torras. Al cierre de la nota se explicaba que los datos fueron extraídos de un trabajo realizado por las doctoras Martha Rosenberg y Teresa Durand.

Existía un precedente en nuestra región que Tres Puntos replicó como modelo con el mismo y único fin que perseguía su antecesora: en septiembre de ese año, la prestigiosa revista brasileña Veja (Vea), publicación semanal de periodismo de investigación editada en São Paulo y de circulación nacional, dedicó un número para que sesenta personalidades levantaran su voz con el “Yo aborté” para abrir un trascendente debate sobre el tema.

A diferencia del semanario Veja, en la tapa de Tres Puntos aparecían solo diez de las veinte mujeres que eligieron para manifestar con sus rostros, sus cuerpos y sus palabras haber abortado como un gesto político sin precedentes: Gabriela Miciulevicius, estudiante; Sylvina Walger, periodista; Ninoska Godoy, empleada; Delia Tedín, decoradora; Beatriz Sarlo, escritora; Dora Barrancos, legisladora; Graciela Duffau, actriz; Tununa Mercado, escritora; Lía Jelin, directora de teatro; Divina Gloria, cantante. Acompañaba un breve pasaje con datos estadísticos a modo de visibilizar la existencia del aborto: “Los organismos oficiales estiman que en la Argentina se realizan 325.000 abortos por año. Lo que supone un aborto cada dos nacimientos. El Ministerio de Salud calcula que los hospitales públicos gastan anualmente 41.230.500 pesos para asistir a las víctimas de esas prácticas clandestinas. Detrás de esta realidad están estas mujeres.”

Claudia Laudano en su artículo «El aborto en la prensa gráfica argentina» publicado por Argenpress sostenía que: “En la portada aparecían fotos de mujeres dando la cara de diferentes ámbitos del quehacer artístico, legislativo e intelectual, junto a estudiantes y empleadas, de distintas edades. Aportaron testimonios, desde vivencias y circunstancias singulares de vida. En las fotos de cuerpo entero se observan expresiones cambiantes en sus rostros y sonrisas capaces de desafiar las nociones clásicas de dolor, angustia y pesadez que envuelve el abordaje de la problemática”.

Esta extensa crónica compuesta de ocho páginas cubría una larga serie de veinte testimonios: Cecilia Lipzcyc, socióloga; Alejandra Flechner, actriz; Dora Coledesky, abogada; Inda Ledesma, actriz; María Moreno, periodista; más cuatro pobladoras de la Villa del Bajo Flores: Blanca B. Barro, Cintia García, Claudia del Valle Ruiz y Karina Aquino. Por lo visto, las famosas no fueron las únicas que engrosaron el padrón de las revelaciones atrevidas sino que también estaban las anónimas, como diría Rossana Rossanda “las otras”, en su obra Las otras. Conversaciones sobre las palabras de la política. Seguía al texto central dos extensas notas. Un escrita por la psicoanalista Eva Giberti, “Los hijos que no son bienvenidos”; y la otra, “El derecho a la vida vs. El derecho a elegir” filósofa y ensayista, Laura Klein. Mientras que a cada costado se encontraban dos largas columnas sin firmas “Apuntes para la historia” y “El debate en el mundo”.

Tanto Beatriz Sarlo, Tununa Mercado como María Moreno fueron las estrellas elegidas del banquete al brindársele un sinnúmero de caracteres para explayarse a gusto. En cuanto a nuestra escritora y docente de la Universidad de Buenos Aires eligió analizar las inflexiones existentes entre la discusión moral y las razones científicas:

la legislación que prohíbe el aborto incursiona en decisiones privadas, anulando la separación entre privado y público que sostiene el tipo de sociedad en la cual deseo vivir… Quienes están contra el aborto consideran que no es un acto privado porque perjudica a otra persona y provoca su muerte. Así, una ley contra el aborto invade el ámbito de lo privado pero lo haría en nombre de un bien mayor: la protección de alguien que no podría protegerse. Y es allí donde hay que contrargumentar. La discusión gira sobre la noción de tercero implicado en el aborto y, en especial, de tercero indefenso. Por lo tanto, se trata de discutir si verdaderamente existe un tercero indefenso… Salvo que se imagine que la esencia humana desciende súbita y misteriosamente sobre unas células, hay que discutir el estatuto del embrión y del feto no viable fuera del cuerpo de la madre potencial. Ese embrión sólo será persona si existe la resolución de la mujer de comprometer su cuerpo y su mente en ese proceso.” Por último, declaraba haber abortado cuatro veces sin sentimiento de culpa y la adversidad que implicaba el miedo a morir, la clandestinidad del consultorio y la familiaridad insultante del médico. [6]

Declaración de guerra: “Yo tuve un aborto”

Entre tanto, en un clima de discursos encontrados por las elecciones presidenciales para el mandato de Carlos Menem (1999-2003), sorpresivamente su ex esposa, Zulema Yoma, declaraba “Yo tuve un aborto”. El 16 septiembre de 1999 fue tapa del diario Página/12. Ella le aseguró a la periodista Mariana Carbajal: “No voy a ser cínica. Yo tuve un aborto. Me lo hice porque Carlos Menem me apoyó. El estuvo de acuerdo, y que toda esta campaña sobre el aborto es una gran hipocresía”. [7]

Con este pronunciamiento público Zulema así atacaba a la ofensiva oficial contra el aborto que se instaló en la agenda de campaña alineada junto al Vaticano. El Estado argentino se comprometía a la defensa de la vida, en general, desde el momento de la concepción. Sin pérdida de tiempo, tres días más tarde el suplemento Radar del diario Página/12, publicó un artículo con testimonios vivenciales de experiencias abortivas titulado “Yo aborté”, escrito por María Moreno. Su propuesta se centraba en que “hasta ahora uno de esos asuntos sobre los que se guardaba un incómodo silencio, el aborto recuerda que ‘lo personal es político’ también en la Argentina. En esta nota, nueve mujeres afirmaban ‘Yo aborté’. Son pocas, pero no necesitaron esperar a que el tema del aborto se ‘descampañice’ para dejarse oír”. [8]

Fueron entrevistadas: Martha Bianchi, actriz; Luisa Valenzuela, escritora; Marcia Schvartz, artista plástica; Graciela Duffau, actriz; Virginia Franganillo, socióloga; Laura Bonaparte, psicoanalista e integrante de Madres de Plaza de Mayo –Línea Fundadora; María José Gabín, actriz; Inda Ledesma, actriz. Le seguía una generosa columna de opinión a cargo de Beatriz Sarlo no solo tomaba el caso de la ex mujer de Carlos Menem sino también el lugar de la Iglesia que, como nunca, trazaba los límites dentro de los cuales podían moverse los valores para creyentes y no creyentes. Al respecto, ella planteaba:

Zulema habló. El tornillo suelto se puso a girar locamente. Alguien podría decir, Zulema es irresponsable como una heroína trágica. Pero también, irresponsable como quien quiere cobrar deudas viejas y usa lo que tiene a mano en una larga riña. La lógica de la venganza preside su revelación. A un tema que ya estaba triturado por banalidad y cobardía, ella le da una vuelta de tuerca con una secuencia de teleteatro: cortina musical, plano de un rostro quirúrgico, línea de diálogo que suena como una bomba. Puede haber gente que se conmocione. No es mi caso. No me importa si Menem la acompañó a Zulema Yoma a abortar. Ni siquiera pienso que valga la pena hablar de doble discurso. Es posible decir “yo aborté”. Yo lo he dicho, lo he escrito. Se trata de una decisión difícil (la de decirlo) porque hace público un hecho de conciencia. La frase “yo aborté” es personalísima y no admite el agregado de ayudantes o, si se quiere llamarlos así, cómplices. La frase “yo aborté” significa: yo tomé una resolución que estaba penada por la ley. Esto es lo que interesa, no el relato de las circunstancias de una decisión a la que llegué meditadamente, sin mayores presiones externas, en las condiciones sanitarias adecuadas.” [9]

El aborto salió del clóset y entró al Congreso

Nuevamente la intelectual y crítica literaria puso el cuerpo para hablar de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) y del derecho a las mujeres a decidir sobre su maternidad. En 2018, por primera vez el proyecto de ley llegó al debate parlamentario. Fue el año en que la discusión trascendió el Congreso Nacional y cruzó todos los espacios de la vida diaria. El 15 de abril de ese año se anunció que una de las oradoras de la mañana sería Sarlo, pero no fue. Después circuló la versión de que asistiría a la tarde, pero tampoco se presentó. Más allá de su ausencia, su mirada se centró “en la movilización una nueva generación de mujeres. Ni vos ni yo pertenecemos a la misma generación de las chicas que estaban en esas plazas desde el 8 de marzo. Ahí apareció una nueva generación sin duda.

Yo tengo un interrogante muy fuerte que es que no parece haber dispositivos políticos puestos a organizar a esa nueva generación, qué va a pasar con esa movilización: si sale el proyecto, se sentirán quizás muy avaladas en su militancia y quizás eso contribuya a repetir esas experiencias. Si no sale, qué va a pasar con esa generación porque no hay dispositivos políticos que logren capitalizar y reorganizar una derrota, si no sale. Es decir, espero que salga, pero si no sale: quién reorganiza las energías sociales de una generación que fueron miles, miles, no quiero decir cientos de miles pero quiero decir decenas y decenas de miles acá y en el interior del país en esa movilización”. [10]

Mientras que el 30 de junio en una entrevista que le realizó Ingrid Beck, llevada a cabo en la Ciudad Cultural Konex como parte del ciclo de charlas #PeriodismoParaNadie de la revista Barcelona, Beatriz declaraba: “soy una progresista que quiere cambios en la sociedad y que salga la ley de aborto.” [11]

El 11 de diciembre de 2020 ella fue entrevistada por el periodista Luis Novaresio para el programa Animales Sueltos en el canal América, horas antes de que se tratara el proyecto de ley que planteaba la decisión de las mujeres a abortar, aprobado con 131 votos a favor, 117 en contra y seis abstenciones. [12]

Sus declaraciones fueron levantadas por el diario La Nación, 11 de diciembre de 2020, bajo el título “Aborto. Beatriz Sarlo y su postura frente al proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo”. [13]

En esta entrevista ella relataba que tuvo una relación muy problemática con su familia al decidir no ser madre, ya había hecho su propio quiebre con los mandatos sociales. A los 17 años sabía que no quería ser madre y que pasó por dos o tres abortos, tras los cuales, y dada su decisión de vida, sintió alivio. Era una época en la que los anticonceptivos o el diafragma a veces no se conseguían. Solo en una farmacia de la calle Florida, que estaba a la vuelta de la Facultad de Filosofía y Letras, pero a veces no se conseguían y podía pasar que alguien que no deseaba en absoluto un embarazo lo obtuviera”. A esa edad ya estaba sola en el mundo, ganándose la vida como podía y viviendo como podía. La presión que las familias ejercían sobre las mujeres no tuvo lugar sobre ella. En cuanto a su intervención en la campaña "Yo aborté” de la revista Tres Puntos en la que participó, confesaba que lo hizo por su visión laica sobre la cuestión del aborto.

“Lo que dije es que realmente fue un alivio en cada una de las situaciones que pasé y no me costó decirlo. Por otra parte, frente al contexto social de esa época explicó que en los 60 "tener un hijo a una mujer le planteaba problemas. Dejaba tres años la facultad, se atrasaba cuatro años respecto de cómo venía siendo". Así, a su generación le costó mucho poder lograr algunas metas. Hay una sola cosa que yo me pregunto hoy: si no me favoreció ser mujer. Y cuando me hago esa pregunta y llego a la conclusión de que me favoreció, en un punto me siento mal y en deuda con los que fueron mis amigos en esa época. Es más bien al revés de la épica feminista, mi sentimiento es que me favoreció ser mujer y ser muy peleadora, es decir no responder a una imagen tradicional de mujer. En realidad, era una boxeadora con minifaldas”. [14]

Acá vale una consideración a tener en cuenta: desde los años sesenta, aunque, en particular, en la década posterior un número significativo de las militantes de las izquierdas radicalizadas y antiimperialistas o revolucionarias levantaban la conquista del aborto libre y gratuito y otros reclamos referidos a las sexualidades de la mujer, pero siempre vinculados al avance del movimiento obrero en general, e íntimamente ligados a la clase. Por cierto, aún carecía del contenido revulsivo que manifestaron las corrientes feministas dos lustros más tarde al impugnar el orden de lo instituido y la supremacía masculina en todas las caras del régimen capitalista y patriarcal. En efecto, los reclamos feministas eran desechados y/o minimizados en el mejor de los casos por considerarlos fuera del campo estratégico para la toma del poder y la insurrección victoriosa del movimiento obrero. En verdad, no pudieron dar respuestas a dicha opresión por entenderla solo como una consecuencia de la condición de clase más que de la de género. Más aún, en nuestra sociedad tampoco asomaban importantes grupos vinculados a la causa abortiva. De tal modo, Sarlo empezó su trayectoria militante en la izquierda revolucionaria como una mujer no feminista, pero con una retórica a favor del aborto libre y gratuito, la anticoncepción, la libertad sexual, la separación de iglesia de estado, la sexualidad no reproductiva y el cuestionamiento a la institución familiar burguesa que irrumpieron como gestos soberanos entre los puntos del listado de su receta.

En una entrevista publicada en el diario Infobae 8 de marzo de 2018, que Hinde Pomeraniec le realizó a Sarlo, le preguntó ¿Alguna vez te sentiste feminista, te llamaste feminista? Y esta fue la respuesta:

Suscribo todas las reivindicaciones del feminismo, no tengo inconvenientes en decirme feminista pero no es un adjetivo con el cual yo comenzaría a definirme. Lo primero que diría es que soy una persona de sensibilidad de izquierda, eso es lo primero que yo diría… No he militado en el feminismo, y ahí hay otra cuestión, si yo no he militado en el feminismo entonces qué pasa ¿tengo derecho a llamarme feminista en un sentido pleno? Soy alguien que cuando ha pensado que tal idea que tiene es importante, ha militado por ella…. No quiero dar ese mensaje del nosotros la tuvimos peor, nos costó muchísimo. Pensá, yo cuando aborté no sabes dónde era mientras que vos ahora vas a ir tranquila a la farmacia a comprar una pastilla. No, no, se lo ganaron, se lo ganaron aunque sea por haber nacido de una mujer que se lo ganó ella o de una abuela que se lo ganó ella… Yo no lo pienso solo en términos de salud pública porque hay chicas y mujeres de 20 o de 40 años que no tienen esos problemas de salud pública pero también pueden decidir no tener un hijo en un determinado momento de su vida. [15]

En un artículo de 2018 en la revista Lavaca, relatan la participación de Sarlo en la entrega de Cartas Abiertas a diputados nacionales para exigir el tratamiento de la ley:

La escritora y ensayista Beatriz Sarlo pide un pañuelo verde y despliega una sonrisa en la foto colectiva que la tiene levantando el puño. “El debate sobre el aborto y la Interrupción Voluntaria del Embarazo tiene que ver con los derechos fundamentales del ser humano, en este caso de las mujeres”, dice a lavaca. “Tiene que ver no sólo con la salud sino con el ejercicio irrestricto de la libertad: te diría que es el derecho fundamental contemplado en todas las constituciones democráticas del mundo. Hay dos elementos para entender este momento. Por un lado, el mérito de la movilización y de su organización. Por otro, un cambio cultural que está aconteciendo cada vez más temprano. [16]

Más allá de estas escasas declaraciones no aparecieron otras de su parte. No obstante, vale la pena abrir un interrogante: Pese a su distancia con los feminismos ¿podría ser considerada una feminista? Sin lugar a dudas, ella no integró las filas del movimiento en sus diversas vertientes ni tampoco tuvo un protagonismo en contextos cruciales, en donde los feminismos se manifestaron políticamente. Tampoco nunca se sintió discriminada por ser mujer en el ambiente de trabajo. Asimismo, no abordó la opresión del patriarcado como un sistema de dominación, el más poderoso y duradero de desigualdad tampoco a la heterosexualidad como régimen político.

El aborto es una de las únicas demandas en donde convergieron todas las tendencias de las corrientes feministas y de las izquierdas. Por ello, Sarlo terminó testimoniando con suma libertad sobre sus interrupciones abortivas y el no deseo de la maternidad. Si bien intervino en las movilizaciones masivas de 2018, pero concedió pocas entrevistas relacionada con lo peticionado. En una ocasión, se fotografió con el pañuelo verde alrededor del cuello en otra lo levantó a modo del pañuelazo como acción global, convocada por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, llevada a cabo en las principales plazas de todo el país para exigir que se volviese a tratar la ley de Interrupción Legal del Embarazo (IVE), que en 2018 fue rechazada en el Senado de la Nación. En suma, las feministas aborteras hablaron de las maneras más diversas para instalar el debate, las contiendas, las entradas y salidas de la órbita pública y política y los modos en que se propusieron visibilizar lo que se mantenía entre cuatro paredes de lo íntimo y provocar tanto escozor con solo nombrarlo. Independientemente de lo que apuntaba la iglesia, los gobiernos, el parlamento, la corporación médica y jurídica, las personas gestantes implantaron su propia decisión de abortar como una gesta de desobediencia frente al mandato compulsivo de la maternidad. Y en este punto, Sarlo estuvo de acuerdo.

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Agradezco por la colaboración de Brenda Hamilton.

 
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