Con bombos y platillos, el ministro de Energía, Diego Pardow, aseguró que la última alza del 10% en el precio de la luz será "la última" del año, prometiendo una estabilización hasta 2028. Sin embargo, esta afirmación no es más que un intento desesperado de disfrazar la brutal alza acumulada del 55% en menos de un año. ¿Qué significa realmente esta estabilización para los hogares que ya no logran llegar a fin de mes? Para las familias trabajadoras, es sinónimo de resignarse a pagar tarifas desorbitadas mientras el gobierno y las empresas eléctricas aseguran sus márgenes de ganancia.

El descongelamiento de las tarifas, una decisión política del gobierno, se presentó como inevitable. Pero, ¿inevitable para quién? Las grandes empresas siguen operando sin mayores restricciones, mientras que millones de familias apenas sobreviven. Aunque el gobierno se jacta del subsidio eléctrico que beneficiaria a 1,8 millones de hogares, esta medida no es más que un parche temporal que sigue trasladando el peso de la crisis al pueblo. En lugar de atacar las raíces del problema, como la privatización del sector eléctrico, el gobierno opta por promesas indeterminadas.

La propuesta de instalar techos solares junto a los municipios suena bien en el papel, pero no responde a la urgencia de quienes enfrentan boletas impagables hoy. Además, ¿quién asegura que estos programas serán realmente accesibles para los sectores más vulnerables y no un nuevo negocio para las mismas empresas de siempre?

Este escenario desnuda la incapacidad del gobierno de Gabriel Boric para enfrentar los problemas estructurales de un sistema energético diseñado para enriquecer a unos pocos a costa de las mayorías. En lugar de transformar este modelo, se ha plegado a la lógica neoliberal, perpetuando la desigualdad y la precariedad.

La estabilización que tanto celebra el ministro Pardow no es más que una consolidación de tarifas inaceptables, que ya son una carga descomunal para el pueblo. Mientras el gobierno sigue administrando las migajas, las familias trabajadoras pagan con sacrificios su incapacidad para realizar cambios reales. El alza de la luz no es solo un tema económico: es un ataque directo a la dignidad de quienes día a día hacen funcionar este país con su trabajo.