Cuando los ojos están puestos en Argentina, a propósito de las elecciones, y en el mundo discuten sobre lo apretado de los porcentajes entre Scioli y Macri, mi mirada se cierne profunda y revolucionariamente en la opción pro obrera del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), que ha encabezado el joven compañero Nicolás del Caño, que viaja todos los días al Congreso en la locomoción colectiva, que vive con el sueldo de un profesor y el resto de la dieta lo entrega a la causa de trabajadores. Que plantea que el sueldo mínimo debe ser igual o mayor a la canasta básica. Que ha estado con los trabajadores en los cortes de ruta en la Panamericana y defendiendo sus posiciones en el parlamento, impulsando políticas sustentadas en el vínculo constante con la clase obrera, con los estudiantes y las mujeres. Ahí hay una experiencia histórica actual del cómo debemos organizarnos y en base a qué proyecto político.
No es descabellado pensar en que los trabajadores podemos tomar el destino en nuestras propias manos. El FIT en Argentina así lo ha demostrado, constituyéndose en la cuarta fuerza política y en la alternativa de izquierda más arraigada entre los trabajadores.
Cuando en Chile vemos a los trabajadores soportando la dura realidad, cuando el gobierno concilia con empresarios y partidos patronales cada reforma, amparada en una CUT que plantea que es el parlamento el lugar en donde las hay que empujar y no la calle. Cuando los trabajadores del registro civil llevan ya 29 días en paro sin respuestas. Cuando 50 delegados del SINAMI demandan a su propia directiva por prácticas antisindicales. Cuando matan a un obrero y los organismos sindicales se quedan impávidos. Cuando los empresarios descargan toda la fuerza de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores despidiendo por doquier. Cuando las burocracias sindicales no hacen nada por defender los intereses de la clase. Es justamente ahí cuando vuelvo la mirada hacia Argentina y pienso en la opción del FIT, es cuando pienso en la necesidad urgente de levantar una alternativa clasista, combativa, con autonomía e independencia de clase, antiburocrática, de base, que se instale en el movimiento obrero y también entre los estudiantes, ahora que se vienen las elecciones en las universidades. Una alternativa que desplace a quienes han conciliado toda opción del movimiento estudiantil de sacar adelante sus demandas en base a la movilización y la lucha, reduciéndola a la mesa de negociación.
Lo mismo en los organismos sindicales. Hoy existe un 12 % de sindicalización, algunos creen que la reforma laboral y puntualmente la titularidad sindical con la no extensión de beneficios y la eliminación de los grupos negociadores (que es un avance, por supuesto), por si solos van a resolver la problemática de los trabajadores y que el solo aumento del número de sindicalizados es la solución. Pero la fuerza de los trabajadores no está en el número de socios que tenga un sindicato, sino que en los niveles de unidad, conciencia, independencia e identidad de clase que este tenga. Para ello es que la clave está en desplazar a las actuales dirigencias burocráticas de cada uno de los organismos tanto sindicales como estudiantiles y es ahí donde se hace necesario el levantar una corriente clasista, tal y como los compañeros del FIT en Argentina.
Este sistema ya no da para más. Hay que derribarlo, pero será precisamente la unidad de los trabajadores y los estudiantes en base a una corriente clasista de base, la que nos pondrá en razón de hacer frente a la realidad para poder cambiarla a favor de las necesidades de los trabajadores y el pueblo pobre, confiando en nuestras propias fuerzas.
Bien por Del Caño y quienes sustentan esta alternativa al otro lado de la cordillera. Los revolucionarios del mundo estaremos esperanzados y atentos a aquello. Hacia allá debemos avanzar, los trabajadores debemos tener nuestra propia voz, nuestra propia representación. Para ello hay que recuperar los organismos sindicales y estudiantiles para la lucha, para las bases.
La tarea urgente es levantar nuestra propia alternativa ¡Hace falta! |
