Dos episodios en partidos del Federal B se suman a una larga lista de situaciones que convierten al fútbol en un germen de violencia.
El tema de la seguridad, o mejor dicho la inseguridad, en el fútbol ha llegado en Mendoza a situaciones bizarras que deberán hacernos repensar hasta donde hay que seguir con esto.
El Domingo en la cancha de Luján, la policía hizo todo para que se viviera una situación inexplicable. Desde que terminó el partido con el CEC, los oficiales encadenaron una serie de desaciertos. Primero el jefe del operativo les dijo a los periodistas que si querían hacer notas con los jugadores del CEC “júntense en la Plaza Independencia”. Todo esto a los gritos y pasando por arriba de los derechos de los trabajadores de prensa.
Inmediatamente se comenzaron a escuchar balas de gomas y después de 45 minutos, la Policía no había podido dispersar a un grupo minúsculo de inadaptados que seguía tirando piedras contra los uniformados. Jugadores, dirigentes y periodistas seguían recluidos siendo rehenes de ambas partes.
"Cuando todo parecía calmado, los medios de prensa intentaron salir pero se encontraron con este pequeño grupo de violentos, que ya habían hecho retroceder a la brigada antimotines de la Policía, y recibieron piedrazos en los coches, a los cuales les rompieron ventanas y lunetas.
Tras reclamarle seguridad para ellos y para la gente que todavía quedaba dentro del club, los periodistas se retiraron pero unos metros más adelante un móvil policial se les cruzó en el camino y tres policías comenzaron a increparlos.
Sin importarles que fueran periodistas, Ramiro Sáez (Radio Noticias) y Florencia Pescara (FM Luján) fueron golpeados por los uniformados, mientras que Franco Sánchez (Diario Uno) fue puesto contra una pared. Finalmente el novio de Pescara fue detenido por intentar defender a su novia y luego fue liberado", cuenta Rodrigo Olmedo uno de los hombres de prensa que estaban en el lugar cubriendo para Más Deportes.
Mientras tanto, en la cancha de Palmira, Onelio Ramón Garay (76) hincha de Huracán Las Heras recibió un piedrazo desde afuera de la cancha, el que le partió la cabeza y lo hizo que tuviera que ser derivado al hospital Perrupato de San Martín. “Lele”, socio vitalicio y el “hincha más viejo que tiene Huracán” -tal como lo mencionó Aldo Bolado- fue una víctima más de los fascinerosos que le siguen ganando batallas al fútbol. El hombre está en estado reservado.
Estos hechos se suman a los ocurridos en las últimas semanas.
La hinchada de Gimnasia hizo desmanes en el partido frente a los catamarqueños de Alem, simplemente porque no les daban las prebendas a las que estaban acostumbrados (el cobro del estacionamiento). Eso derivó en que el club tomara la decisión de que se vuelva a jugar sólo con socios en las tribunas.
En el clásico entre Independiente y Gimnasia por la Liga Mendocina, la Policía decidió que se jugara a puertas cerradas y entonces algún oficial con aires de divo decidió no dejar entrar ni a los utileros. Los jugadores tuvieron que buscar la ropa en la puerta del club y recién ahí poder ir a cambiarse. Todo eso no impidió que a los jugadores de la Leprita les robaran pertenencias que tenían en el vestuario. Una locura.
En La Plata, el clásico se jugó sin público visitante para evitar inconvenientes, pero igual hubo un apuñalado como saldo.
Los hinchas de San Lorenzo hicieron desmanes por doquier en la zona de la cancha de Huracán, porque pasaban por el lugar y a alguno se le ocurrió la brillante idea. Eso llevó a que los dirigentes del Ciclón tuvieran que salir a hacerse cargo de los daños que sufrieron los comerciantes de la zona.
El sábado la interna de la barra de River estuvo a punto de explotar en el velatorio de un profesor de educación física del club al que los barras conocían porque frecuentan el gimnasio del club. Alguien intercedió para que nada pasara.
Mientras los dirigentes y los policías se pelean y se echan la culpa de quién es el responsable de terminar con los hechos de violencia, los delincuentes que se amparan en la masividad de una hinchada siguen teniendo de rehenes al resto de la sociedad. Ahí está el foco al que hay que atacar. Es hora de dejar de amparar a los delincuentes que encuentran en el fútbol el ámbito para desarrollar su “profesión”.
Tengo la íntima sensación que acá hay alguien que gana con estos episodios.
Mientras unos actúen desde el temor y otros seamos esclavos de lo que esos decidan, el fútbol seguirá siendo un germen de violencia que se trasladará inevitablemente a la sociedad, y viceversa. Lamentable, pero real. |