Fotografía: wikimedia
La María de PRO fundó su campaña bajo el manto protector de su “inmaculada concepción”. Su figura y pasado, casi desconocido en la provincia (blindaje mediático de por medio) le permitió adoptar la postura de alguien recién llegado a la política, una cara fresca y radiante, no contaminada por la corruptela generalizada de los políticos profesionales del decadente régimen burgués. Sumado a la operación política de la Iglesia, con muy poco esfuerzo discursivo (aunque sin ahorrar costos publicitarios) y el “márketing” político característico del macrismo, le bastó para arrebatar al partido del gobierno la preciada gobernación provincial y sumirlo en una crisis política profunda.
El candidato a gobernador del FpV, que no era el candidato de Scioli, ni concentraba el apoyo mayoritario de los barones del conurbano o la burocracia sindical más poderosa, ni de las patronales agrarias, ni de la Iglesia, se desangró víctima del fuego amigo y de la pérdida de votos a ambos lados del espectro ideológico.
El fin de ciclo de un modelo de acumulación del capital clausura definitivamente toda ilusión progresista de embellecimiento del capitalismo. Con ese marco como fondo el PRO asumirá el gobierno provincial cuya “gobernabilidad” no será tarea fácil, habida cuenta que la provincia es un polvorín donde se acumulan las enormes contradicciones y tensiones sociales que en más de una década no se han modificado sustancialmente.
Aún en el escenario más favorable para Vidal, es decir con un Macri presidente, asegurar la “paz social” en la provincia no está garantizado. En el marco de un gobierno débil y dividido (en términos de la ciencia política, esto es sin mayorías propias en la legislatura) la capacidad de negociación de los intendentes crece de forma exponencial y en paralelo con la necesidad de recursos para “hacer política territorial”.
Con la profundización de la crisis económica como telón de fondo, un régimen político volcado a la derecha, pero sin un claro dominio de todos los dispositivos de dominación, anticipa un escenario de inestabilidad política y social creciente. Convertirse en el partido del orden para garantizar los negocios de la burguesía será un claro desafío para la novel casta política de PRO.
Si la derecha en el gobierno olvida las lecciones de la historia reciente y trata de imponer su plan de ajuste sobre el pueblo trabajador, encontrará resistencia, no solo porque toda opresión la genera, sino fundamentalmente porque las clases oprimidas conservan frescas en la memoria colectiva las enseñanzas de 2001.
Por otra parte, la legitimidad otorgada por el voto popular no implica un cheque en blanco extendido al portador. Muy por el contrario es de esperar que una nueva etapa de la lucha de clases se exprese especialmente en la provincia, donde se ha desarrollado con más énfasis el proceso de reconstitución objetivo de la clase obrera y donde se consolida el avance del sindicalismo combativo con una clara influencia de la izquierda trotskista, en particular la nucleada en torno del PTS.
El voto en blanco el próximo 22 de noviembre será la primera expresión de quienes tenemos la decisión y la voluntad de resistir los ajustes porvenir y de defender en la calle aún las conquistas más modestas de estos últimos años. | 
