Fotografía: Reuters
Veinte años atrás los trabajadores se levantaron contra el fin del monopolio estatal sobre el petróleo y derivados y el intento de privatización al mando de Fernando Henrique Cardoso (FHC) del PSDB. Ahora, una nueva generación de petroleros se levantó contra la privatización y el fin de derechos implementado por la presidenta Dilma Rousseff y el PT. Al cierre de esta nota la empresa presentó una propuesta que no garantiza que no se tomen represalias contra los huelguistas. No queda claro si los trabajadores seguirán el llamado de la burocracia sindical, que apoya al gobierno Dilma, de aceptar esta propuesta.
Se trata de una huelga llena de potencialidades y novedades. Afecta al corazón de la producción, con la paralización total o reducción de la producción en 49 plataformas de la Bacia de Campos (Cuenca de Campos) y decenas de otras plataformas en otras cuencas. Reduciendo la carga de todas las refinerías, algunas de ellas procesando solo el 50% de su capacidad. Terminales logísticas de norte a sur del país operando bajo “contingencia” y casos emblemáticos como los “equipos de contingencia” adhiriendo a la huelga, como ocurrió en la Terminal de San Sebastián, la mayor del país. La huelga afectó incluso al Centro Nacional de Control Operacional que opera casi todos los oleoductos y gaseoductos del país.
Los mismos trabajadores petroleros que hace un año atrás depositaron su confianza votando a Dilma, hoy se levantan contra ella.
El “mal menor” quiso acabar con los derechos de los petroleros
Un extranjero que siga la política brasilera cada 4 años y observe esta huelga no entendería nada. Desde 2002 la propaganda electoral del PT siempre se basó en usar a Petrobras contra los privatizadores tucanos (del PSDB). Hoy es el PT, el mismo que el año pasado dijo que no atacaría derechos de los trabajadores, el que suprime derechos laborales (aumentando la edad jubilatoria, el tiempo de trabajo para acceder al seguro de desempleo) y plantea una agresiva propuesta de reducción de los derechos de los petroleros.
La propuesta de acuerdo colectivo hecha por Petrobras contemplaba la alteración de 91 cláusulas del acuerdo previo, retirando derechos para los accidentados, reduciendo el valor de las horas extras, los salarios y la jornada laboral de los trabajadores administrativos, suprimiendo beneficios para obtener medicamentos y negándose a reajustar salarios de acuerdo a la galopante inflación que ya supera el 10% según el índice oficial. La propuesta presentada esta noche da marcha atrás en el ataque en 90 cláusulas, pero mantiene una de las peores: un acuerdo “voluntario” de los administrativos para que acepten reducir su jornada laboral diaria de 8 a 6 horas, reduciendo sus salarios un 25 %.
El intento de eliminar derechos de los petroleros se convierte en un caso testigo para todos los trabajadores del país. Si uno de los sectores más organizados del país, que ha logrado recomponer sus salarios y beneficios durante los años lulistas, se vieran ahora reducidos, ¿qué le espera al resto? Y estas medidas están siendo implementadas por Dilma, no por Aécio (ex candidato presidencial del PSDB que perdió frente al PT).
Después de mucho discurso nacionalista, la mayor privatización en veinte años
Todos los trabajadores brasileros con más de treinta años saben por experiencia que no era posible encontrar mayores privatizadores que los tucanos (PSDB). Denunciando esto, el PT aglutinó votos desde 2002. En 2013 gracias a la actuación de la burocracia sindical de la Central Única de Trabajadores (CUT), ligada al PT, no hubo ningún movimiento importante en lo que era hasta ese momento la mayor privatización petista, la licitación del mega campo de petróleo Libra. Petrobrás se quedó con el 40% y las empresas imperialistas con el 60%. En el mismo año comenzó el desmantelamiento de los aeropuertos de propiedad estatal, siendo que en la actualidad todos los principales aeropuertos del país están en manos privadas. Pero esta acción “tucana” del PT también pasó indemne.
Ahora, frente al intento de avanzar sobre Petrobrás, los trabajadores oponen resistencia. No podía ser para menos. Ya fue vendida una subsidiaria de empresas de gas a la japonesa Mitsui. En los diarios, todos los días, se especula sobre cuál será el “socio” de la empresa estatal de estaciones de servicio, BR Distribuidora. El plan de negocios de Petrobras prevé la venta de US$ 15 billones el año que viene y otros US$ 41 billones en 2017. Esta suma equivale a casi el 40% del patrimonio total de la empresa. Se trata de desmontar la empresa estatal de capital mixto. Nunca se vio una privatización de tal envergadura, solo podría compararse con la criminal venta de la empresa minera Vale do Rio Doce durante el gobierno de FHC.
El mayor límite de esta huelga histórica es la burocracia sindical defensora de Dilma y el PT
Los petroleros son uno de los sectores más importantes del país. Sin embargo, somos un sector extremadamente dividido. Primero los sindicatos aceptan la división patronal entre “efectivos” y “tercerizados”, ignorando la situación de los segundos. En segundo lugar, hay 17 sindicatos divididos en dos federaciones. No incorporar a los tercerizados y sus reivindicaciones, comenzando por el fin de los despidos entre los mismos, que ya alcanzan a 50 mil este año, debilita la lucha contra el ajuste de Dilma en Petrobras y la fuerza para luchar contra la privatización.
La mayor federación, la Federación Única de los Petroleros (FUP) está ligada a la CUT y defiende al gobierno. Esta federación tardó meses en iniciar una huelga que todos los petroleros querían y daban muestras de estar dispuestos a pelear. Al contrario, convocaron al último congreso sindical de la CUT a Dilma y a Lula como oradores. Ahora, en medio de la huelga que intentaron evitar, actúan diariamente para lograr algún acuerdo y así evitar perjudicar a “su” gobierno.
Hasta el momento la empresa ofreció únicamente un “grupo de trabajo” entre la empresa y los sindicatos para escribir un informe sobre la privatización, llamada ambiguamente de “desinversión”; un informe no vinculante, que no obliga a la empresa ni a Dilma a respetarlo. Sin embargo, los burócratas sindicales de la FUP están diciendo de norte a sur del país que nuestras demandas están ya respondidas. Están dispuestos a rifar la huelga más fuerte contra la privatización desde 1995 a cambio de un informe que la “ajustadora” Dilma no será obligada a cumplir. Una tregua vergonzosa que suspende la huelga pero no obliga a la empresa a detener las privatizaciones mientras se reúna este “grupo de trabajo”.
Los petroleros pueden avanzar en su lucha contra la privatización si superan los frenos colocados por la FUT y la CUT que dice apoyar la huelga pero no mueve un solo sindicato del país en defensa de Petrobras.
La nueva generación de petroleros que se levanta contra la privatización y comienza a desenmarañar la idea del “mal menor” para afirmar las reivindicaciones de su sector y de todo el pueblo brasilero, puede contribuir a señalar un nuevo camino: el de la independencia de clase, contra la derecha y también contra el PT. En este camino los petroleros deben mantener la huelga o preparase para la próxima si la burocracia logra avanzar con esta tregua. |