Desde los dibujitos animados hasta los juguetes que utilizan nuestros niños y nuestras niñas se promueve la violencia policial. Violencia que, por cierto, en la provincia de Neuquén acaba de ser naturalizada y legitimada por la máxima autoridad judicial, que aseguró en un vergonzoso fallo que matar a un niño –Braian Hernández de 14 años, en este caso- no es un abuso, sino parte de las funciones de las fuerzas, al decidir quitarle al condenado oficial Claudio Salas el agravante del inciso 9 del artículo 80 del Código Penal.
La escena de un policía corriendo a un ladrón con el arma en alto, en muchos casos gatillando, es moneda corriente en el cine de consumo masivo –incluso en producciones orientadas al consumo infantil-. Esa es la secuencia que se reprodujo el pasado martes en el centro de Fiske Menuko y que se reproduce cotidianamente a lo largo y ancho del país.
Pablo Vera, de 23 años, intentaba robar un auto o algo del interior de ese auto, cuando fue sorprendido por el policía Jorge Villegas, quien le disparó en la nuca a unos centímetros de distancia, fusilándolo.
Esa mañana Pablo robó por última vez, para la alegría de quienes piden pena de muerte por TV o se hacen carne de la estigmatización propuesta para cruzarse de vereda según la pinta del que viene de frente.
El joven era pobre. Tenía una hija pequeña y vivía con su mamá y sus hermanos. Su papá lo abandonó cuando era chico y, de grande, encontró una salida económica lavando vehículos en la vía pública. Cada tanto robaba. Mucho menos de lo que roban los gobiernos, las empresas o la misma burguesía que protesta porque quiere más seguridad para sus bienes.
Juan Oscar Martínez, subjefe de la policía de Río Negro, salió inmediatamente a respaldar a la institución –porque así se respalda a un uniformado, de forma corporativa-, diciendo que el disparo que le entró por la nuca a Pablo, con el caño casi apoyado en la cabeza, fue producto de un “forcejeo”.
El asesino policial Jorge Villegas permanece “detenido” en la Comisaría Tercera –casi como en su casa- y reiteró él mismo la versión del forcejeo, aunque se mostró “confundido” acerca de cómo sucedió el homicidio. Aseguró, incluso, que pensó que el tiro no había fusilado a Pablo, sino que había pegado en algún techo o pared. En menos de una semana, la justicia definirá su situación.
Mientras tanto, el fin de semana, la familia del policía que mató a Pablo Vera marchó junto a otros y otras policías y vecinos que quieren “seguridad” para que lo liberen. Porque es tarea de los gatos cazar ratones y de la fuerza pública cazar ladrones. Ese es el esquema, eso es lo que se promocionan como los viajes a la playa cuando se acerca el verano.
Los medios corporativos eligieron ignorar el rostro de Pablo Alejandro Vera. Si tiene un rostro, es una persona, y ese “delincuente muerto” del que hablaron era un pibe, un hombre. No un chorro. Cometía delitos, sí. No menos que los que cometen esos medios corporativos. Porque había sido expulsado del sistema de tal forma que ni siquiera podía darse el gusto de vivir con su hija y con su pareja, porque no tenía plata.
Salir a robar no es una elección, por más que le cueste a la burguesía comprenderlo. Es una situación, una condición, una determinación del modelo, no de las personas -sus víctimas-. Y lo que hizo el policía Jorge Villegas no fue justicia, fue un asesinato estatal. |