La calle Azopardo, esa que muchos asocian al histórico edificio de la CGT, estaba repleta.
Las banderas verdes mandaban, como es tradición en los actos que encabeza Hugo Moyano. Las distintas ramas de Camioneros se disputaban los lugares más cercanos al palco. El resto de los gremios hacían de teloneros: Judiciales, Uatre, Portuarios, Guincheros, Udocba, Señaleros, Anses, Aguas Gaseosas, Dgi, Cerveceros, Ceramistas, Panaderos, Estaciones de servicio, Municipales, Aeronavagantes, por nombrar algunos.
La escenografía del palco dejaba un mensaje claro. Encima de esos hombres que llevan 30 o 40 años atornillados a sus sillones, se erigía una frase del General Perón: “La experiencia es la base de la sabiduría. No hay unidad sin liderazgo”.
Antes de los discursos, un minuto de silencio por Perón, Rucci y Ubaldini.
Después, las palabras desde el palco. “Hoy quiero hablarte a vos, militante...” arrancaba una voz femenina. ¿María Eugenia Vidal? No. María Lunes, integrante del consejo directivo de la CGT.
Ex socios
A las 16 horas, cuando Hugo Moyano levantaba el micrófono, caían desde las terrazas de la CGT miles de mariposas. “Lealtad a Perón. Moyano reelección a la CGT”. El primer mensaje era para sus adversarios del sindicalismo oficialista.
Si alguien esperaba que el dirigente opositor hablara al menos unos minutos del 17 de noviembre de 1972 o de la situación de la clase trabajadora, se equivocaban. Nos equivocábamos. Fue al grano.
“En este día tan especial, y teniendo en cuenta que estamos en un proceso que va a posibilitar a los argentinos dentro de cinco días decidir quién va a conducir los destinos de nuestro país, creemos necesario hacer un pequeño raconto de lo que ha pasado en los últimos años”. Así arrancó Moyano. Fue el puntapié para un discurso totalmente político. Durante 22 minutos, se dedicó a hacer una embellecedora historia de su corriente político sindical y un duro balance del kirchnerismo.
“Cuando vino la dictadura muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras hablando de los derechos humanos estaban escondidos debajo de la cama. Y después vino el neoliberalismo. Y los que hoy aparecen como los campeones del mundo contra las privatizaciones, estaban del otro lado del mostrador. Resulta que los que entregaron el país hoy son los salvadores”.
También ligaron sus socios sindicales, a quienes acusó de “chupamedidas y serviles”.
Aprovechó entonces para reivindicar para sí la tradición peronista, y referirse por primera vez al hombre que todos esperaban escuchar. "Fíjense que tuvo que venir un hombre que no es peronista a inaugurar un monumento a Perón. Me dijeron ’qué hacés con Macri, ese neoliberal, de derecha’. Y miren la foto de hoy, el ministro de Economía una foto muy sonriente con la jefa del FMI”.
Desde la calle llegaron los primeros silbidos. Pero mucho más fuertes fueron cuando Moyano acudió a otra chicana contra los niños mimados de la Casa Rosada. “Acá todos los que vinieron trabajan, acá no hay nadie es de La Campora, ¿no?”.
Los aplausos, en cambio, fueron cuando habló de las necesidades que había en materia de jubilaciones, trabajo y vivienda.
Sólo en un pasaje de su discurso Moyano criticó a los dos candidatos por igual. Fue cuando acusó las “mentiras” que escuchó en el debate presidencial. Y fue más lejos: “la clase política es la responsable de todos los males de este país”.
Sin sucesión de continuidad, como si no hubiéramos escuchado lo que acaba de decir, Hugo lanzó su último mensaje, tan contundente como contradictorio: “por eso, como tenemos el arma letal que nos da la democracia, sepamos a quién le damos nuestro voto este domingo para no equivocarnos una vez más”.
Terminaba así un acto con un claro mensaje. Cómo anticipábamos ayer, si Macri gana Moyano se juega a ocupar el mismo rol que durante el gobierno de Néstor Kirchner: contener al movimiento obrero a cambio de ser el principal beneficiario de las prebendas y privilegios que esperan a las cúpulas sindicales.
El poder de fuego conquistado justamente tras su pacto con el kirchnerismo, fue el permitió hacer ayer esa demostración de fuerzas del “día de la militancia”. Poder de fuego que nunca usó al servicio de los millones de trabajadores que ni tuvieron noticias de la “década ganada”.
Contradicciones
La multitud se desconcentraba. Iban en grupos, identificados con la ropa de la empresa donde trabajan. La marcha peronista sonaba de fondo, aunque pocos la cantaban. Quizá porque la identidad de muchos de ellos sea en realidad la del "partido moyanista".
Tres de esos jóvenes, de la rama Lácteos de Camioneros, charlan con este cronista.
¿Qué les pareció? Hugo dejó picando a quién hay que votar el domingo...
Se re entendió la indirecta amigo. A Macri.
¿Ustedes lo van a votar?
De una.
Los otros asienten con la cabeza.
No llego a fin de mes, me cobran el impuesto, no cobro asignaciones. Hay que cambiar.
¿Y si Macri sigue con lo mismo y encima aprieta?
Ah, nooo. Se pudre todo.
Entonces salen caminando hacia Paseo Colón. Quizá esa frase final define las contradicciones que tienen Moyano y las cúpulas sindicales. Su demagogia reivindicativa choca contra los planes de los candidatos que apoyan en el balotaje. Las aspiraciones de los trabajadores que dicen representar chocan, también, contra esos mismos planes. Su objetivo de contener los reclamos obreros, finalmente, chocará con un escenario donde el intento de descargar la crisis sobre los trabajadores encontrará resistencia.
Está claro. Sea quién sea el próximo gobierno, será un nuevo capítulo de la experiencia de la clase obrera con la burocracia sindical peronista.
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