“La cosa se está poniendo fulera” (Lorenzo Miguel, 1927-2002)
Esta historia podría comenzar, finalmente, por otra escena.
Cuatro mil personas marchan en silencio por las calles de Villa Constitución. Sólo se escuchan los pasos firmes de los hombres de grafa. De vez en cuando uno de ellos grita “¡Justicia!”. Y todos gritan con él. Son las madres, los padres, los hermanos, los compañeros y otros tantos que ni siquiera conocían a Alfredo Dianda y Nicolás Correa el día que el fuego y el ruido los espantó mientras limpiaban el Horno 4 de la siderúrgica Acindar. Estaban tercerizados, como la mitad de los trabajadores de la acería. Tenían 22 años.
No era un “accidente”. Los había matado la avaricia patronal. Los había matado el sistema de ART’s, para el que la vida de un metalúrgico vale menos que una tonelada de acero. Los había matado la complicidad de la UOM, que aceptó la avaricia, las ART y también la tercerización.
El convenio sirvió para descontarles el seguro de vida, pero no para defenderles la vida.
Los hombres
Los jefes de la patria metalúrgica conocen Villa Constitución. Cuando Villa se rebeló, marcharon hacia allí con sus culatas y sus policías de civil para apagar el fuego de la insurgencia obrera en los años 70.
Lorenzo Miguel, mucho antes de reformar el convenio de la UOM para hacer negocios con los seguros de los metalúrgicos, ordenó el asedio a aquellos obreros clasistas. Aníbal Martínez y Gregorio Minguito, hoy imputados por la causa de los sobres marrones, fueron parte de las patotas de la derecha peronista que actuaron en aquellos años. En la masacre de Ezeiza y luego junto a la Triple A.
Pero no se trata sólo de hombres pesados, que gozan de algunos privilegios por sus buenas relaciones con los gerentes y el poder político. Es más que eso. La causa por lavado de dinero y administración fraudulenta ayuda a entender el carácter de la burocracia sindical y el rol que juega el sistema capitalista.
No se trata sólo de hombres pesados, que gozan de algunos privilegios por sus buenas relaciones con los gerentes y el poder político. Es más que eso
¿Qué es la burocracia sindical?
Los burócratas sindicales tienen, sin dudas, privilegios muy conocidos. Los secretarios generales de la actual CGT hacen más de 30 años que no trabajan, sin excepciones. Cobran, además, sueldos obscenos, muy lejos de los que cobran sus representados. Como demostró este diario, hay sindicalistas que cobran 217 mil pesos por mes, como Armando Cavalieri (Comercio) o 130 mil como Rodolfo Daer (Alimentación). Antonio Caló y Juan Carlos Chumen, para hablar del caso que nos toca, cobraron el mes pasado 80 mil pesos según los registros de la AFIP. Diez veces lo que cobra un joven metalúrgico de Rosario o La Matanza. Siempre que esté en blanco, claro.
Reciben esas prebendas y privilegios, justamente por cumplir un rol político y social: los empresarios y el Estado invierten en sostener una casta de burócratas privilegiados, a cambio de que garanticen el orden en los lugares de trabajo y la continuidad de las relaciones capitalistas de producción. Son una capa social, que vive como millonarios, o sea más parecidos a los patrones que a la base obrera. Para poder jugar ese rol, muchas veces deben mediar entre el capital y trabajo. Si no lo hicieran nunca, su existencia se vería cuestionada a los ojos de cualquier trabajador.
Ese es el carácter más general de la burocracia. Pero el caso de la UOM permite pensar qué sucede cuando las cúpulas participan abiertamente en los negocios capitalistas y se asocian a la explotación de la clase obrera. En este caso, una parte del valor generado por los metalúrgicos, que debería ir al salario “social” (seguros de sepelio y de vida, obra social, beneficios), es repartido entre los dirigentes o convertido en nuevos negocios mediante testaferros o sociedades comerciales.
La investigación por el caso de los seguros de vida, las relaciones con capitalistas como Raele y Olmos y las sociedades conformadas por integrantes de la UOM muestran mecanismos de enriquecimiento cada vez más escandalosos. A partir del “mercado cautivo” que significan sus representados y el amparo del poder político, montan negocios complejos y millonarios.
El caso de la UOM permite pensar qué sucede cuando las cúpulas participan abiertamente en los negocios capitalistas y se asocian a la explotación de la clase obrera.
Hace 70 años, el General Perón otorgaría concesiones al movimiento obrero, pero a cambio impondría el control del Estado sobre los sindicatos, y de la burocracia sobre las bases. Desde entonces, más allá del signo de cada gobierno, todos han sostenido esa burocracia tan necesaria para los empresarios. Garantizando el cobro compulsivo de las cuotas sindicales, el manejo discrecional de los fondos de las obras sociales, la posibilidad de montar empresas de “servicios” para provecho propio y hasta la asociación al Estado en diversos negocios como fueron las privatizaciones.
El caso de la UOM es parte de esa historia.
Foto: el Secretariado Nacional de la UOM, con los funcionarios del gobierno y empresarios del sector.
¿Cuándo se hará justicia?
Antonio Caló y la patria metalúrgica apostaron todas sus fichas a Daniel Scioli. Algunos se preguntan: ¿qué va a pasar ahora con la causa? ¿Será parte de las negociaciones de Mauricio Macri con las cúpulas sindicales para garantizar la paz social?
¿La justicia llegará hasta el fondo de la investigación y revelará a los culpables de la estafa contra Dianda, Correa y miles de metalúrgicos? ¿O todo pasará al olvido?
Así como la burocracia, la justicia de clase también tiene su historia.
Quedará entonces en manos de los metalúrgicos y la clase obrera la tarea de echar a las cúpulas que la traicionan y que lucran con el sudor, la sangre y las lágrimas de sus representados. Para recuperar los sindicatos y ponerlos al servicio de los intereses históricos de los trabajadores.
Notas de la serie
I Parte: Caló, la UOM la sociedad de los prolijos sobres marrones
II Parte - La UOM y el Instituto de (Negocios) Seguros
III Parte - UOM S.A: la patria metalúrgica (y financiera)
IV Parte - Caló, Olmos y el pacto de hierro
V Parte - El trabajo y la vida de los metalúrgicos, los negocios de las cúpulas |