En los 90 minutos de vuelta y los 30 de alargue se mantuvieron en tablas. El Globo aguantó dignamente para llegar a los penales pero en la definición desde los 12 pasos los locales fueron más eficaces y ganaron 3-1. En Huracán fue expulsado Ábila.
No hubo caso, Huracán. Estuviste tan cerca. Queda un nudo en la garganta de ese pueblo quemero tan sufrido y tan ilusionado a la vez. ¡Qué injusticia! Tan poco faltó… El Globo se elevó por los cielos, aguantó en la altura de Bogotá como pocas veces aguanta un visitante en esa situación, estuvo cerquita de grabar a fuego su estrella blanca en el firmamento de los campeones de América. Pero el travesaño y un referí que permitió sacar demasiada ventaja al arquero rival en los penales dijeron que no. No pudo ser.
Si a los 90 minutos en el Parque de los Patricios cuesta encontrarles emoción y fútbol, los 120 minutos de este partido en Bogotá dejaron todavía menos. El flamante campeón Sudamericano, el Independiente Santa Fe, fue un monumento a la mezquindad. Daba somnolencia verlo hacer deambular la pelota sin ninguna claridad. Las pocas veces que se le animó al arco, parecía que remataba a la H del Rugby. Insoportable. Anodino. La filosofía que inculcó el DT Pelusso, lograr el objetivo sin importar cómo.
Huracán estuvo lejos de brillar; tan lejos como los 42 años que lo separan de aquel campeón a puro lujo de 1973. Pero estuvo cerca –y hasta un poco mejor- del campeón de Copa Argentina del año pasado (certamen que le permitió clasificar a esta Sudamericana). Y en el global, el quemero fue más. Porque, conciente de sus recursos escasos, buscó con todas las herramientas que tuvo a mano. Pero algunas piezas no rindieron como en otras ocasiones. Toranzo estuvo errático e impreciso, el Rolfi empezó bien pero se fue diluyendo con el correr de los minutos, Espinoza estaba perdido (jugó lesionado). Fue demasiada ventaja. Para colmo, Marcos Díaz estuvo cerca de abandonar el arco por un dolor en los gemelos; y a la figura del otro extremo, “Wanchope” Ábila, lo traicionó su temperamento y fue expulsado por un golpe infantil a su marcador, cuando se terminaba el partido.
Otra hubiera sido la historia si al minuto de juego, el error del arquero Robinson Zapata y la presión de Ábila hubieran resultado en la apertura del marcador. Estuvo muy cerca pero no se dio.
Se definió desde los 12 pasos, por penales. No era un “a suerte y verdad” porque el Globo cuenta con un especialista como es Marcos Díaz. Pero no alcanzó, el plantel quedó nervioso por la expulsión de su delantero más importante.
Vale decir que si el primer penal –errado por Mauro Bogado- se hubiese vuelto a ejecutar por el adelantamiento escandaloso del arquero Zapata que atajó el remate (se adelantó como dos cuadras), otra hubiera sido la historia. Pero el árbitro Heber Lopes fue permisivo con el guardameta y también le perdonó el adelantamiento en el segundo, que Nervo estrelló contra el travesaño. Mientras, el ex Boca Omar Pérez (la figura del equipo campeón) convirtió el suyo, que por poquito se le escurrió a Díaz entre las piernas. Parecía que la suerte estaba echada.
También convirtió Seijas para Independiente Santa Fe, le llegó el turno a Mancinelli que con carácter clavó un bombazo al ángulo para insuflarle ánimo al alicaído Huracán. Balanta estiró la ventaja a 3 para los colombianos y 1 para el Globo. La poca esperanza que quedaba se esfumó en la trayectoria del penal ejecutado por Toranzo, que también se estampó en el travesaño, para hacer añicos la ilusión del primer título internacional de Huracán.
Pero cuando se desate el nudo en la garganta y se enfríe el pensamiento, la parcialidad quemera recordará con nostalgia y con alguna que otra sonrisa a este equipo que le regaló un año de ilusión. No pudo ser, pero dejó el nombre de Huracán en lo alto de América. Aunque la copa se la lleve otro. Y en el fútbol siempre hay revancha.