En un recital impecable, el excantante de The Smiths se despachó contra la monarquía, a favor de los derechos de los animales y hasta opinó sobre el nuevo presidente argentino y el régimen político.
En un Luna Park repleto, Morrissey cuidó cada detalle y se esforzó por hacer de su cuarta visita a Buenos Aires (en el marco de la que podría ser su última gira) una noche para el recuerdo. La fecha le otorgó dos buenas excusas para desplegar algunos de sus principios: este 10 de diciembre era el Día Internacional de los Derechos Animales y en Argentina asumía un nuevo presidente identificado con algunos preceptos de la derecha moderna, el ingeniero Macri.
Poco antes de las 21 h, a medida que el público ingresaba al estadio se encontraba con una cuidada selección de videos a modo de degustación de las influencias musicales del cantante: desde clásicos del Soul como Ike & Tina Turner, pasando por Ramones, New York Dolls o exponentes de la “chanson” francesa, entre varios otros.
Y si el gesto fue recibido como un regalo por el público, el comienzo del show con el clásico “Suedehead” no podía ser mejor. Preanunciaba una noche memorable. Casi sin dar respiro le siguieron “Alma Matters”; luego uno de los primeros éxitos de su antiguo grupo The Smiths, “This charming man”, pero en una versión más distorsionada que la original o la que suele tocar en vivo; para seguir con “First of the gang to die” de su disco “You are the Quarry” (2004), aquel que lo devolvió a la primera división de la música popular luego de algunos años de aislamiento y ostracismo.
Justamente ese regreso con gloria de hace más de diez años lo encontró más maduro en cuanto a sus ideas, al punto de que en su último disco -editado el año pasado- y que vino a presentar a Sudamérica (ya pasó por Paraguay y Chile, seguirá por Uruguay) declara: “La paz mundial no es asunto tuyo / La policía te aturdirá con sus pistolas paralizantes / O te van a reducir con pistolas Taser / Eso es para lo que existe el gobierno” (de “World peace is none of your bussiness”, tema que le da título al álbum).
Y parece obra de la casualidad pero el ex jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que intentó armar a su policía Metropolitana con las famosas pistolas Taser asumía unas horas antes como presidente de la Nación.
“Me enteré que tienen un nuevo presidente ¿Les gusta?”, preguntó el cantante, a lo que la mayoría del público respondió con un rotundo “Noooo”.
Foto: Nancy Mendez
Tras interpretar “Mama Lay Softly on the Riverbed” volvió a la carga: “Entiendo que no les gusta su nuevo presidente… Es que están todos cortados por el mismo molde. Es necesario un cambio de régimen. ¡Basta de presidentes y primeros ministros! ¡Mierda, mierda, mierda!”.
Más conocidas popularmente son sus arengas contra la monarquía en general y la corona británica en particular, que no faltaron a la cita con “The World Is Full of Crashing Bores” (mientras en la pantalla posaba una imagen del príncipe Andrés y su esposa con la leyenda “United King-dumb”, juego de palabras entre Reino Unido y “tonto”) y en el cierre magistral con “The Queen is dead” de The Smiths.
Foto: @valeriafgl
El otro tema ineludible en la obra de Mozz es su prédica vegana y contra el consumo de carne y por los derechos de los animales: ahí estuvieron “The Bullfighter dies” (“El torero muere”) y sobre todo “Meat is Murder” (“La carne es asesinato”) –otro clásico de los Smiths- acompañada por crudísimas escenas de mataderos, degollamiento de cerdos o bovinos, entre varias chocantes imágenes. Pero, acorde a su evolución política, no solo hubo denuncia de la brutalidad contra el reino animal desde esa pantalla: también hubo un contundente alegato audiovisual contra la brutalidad policial.
Cuando de Morrissey se trata nunca queda gusto a poco, pese a la ausencia de muchísimos clásicos (¡¡“There is a light that never goes out”!!): en un show de dos horas sólo hubo lugar para algunos como “Every day is like Sunday”, “How son is now?”, “You have killed me”, “I’m Throwing My Arms Around Paris”, “What she said?”, por mencionar algunos.
Tuvo Morrissey el amable gesto de corear el tema de Leo García que por título lleva su nombre: esa anécdota de color fue la noticia destacada de muchos medios nacionales, en detrimento de su despliegue de posicionamientos antirrégimen; también tuvo la idea de abandonar el escenario envuelto en una bandera Argentina, gesto que podría considerarse demagógico, si no se tratara de un artista británico que tuvo el valor de acusar a Margaret Thatcher (otro de sus blancos predilectos) por el crimen de guerra liso y llano que significó el hundimiento del Gral. Belgrano en 1982 y de asegurar a quien quiera oírlo que “Las Malvinas son argentinas”.
¿La última visita? Quizás sea cierto y por eso dejó en este paso por Buenos Aires una huella indeleble para quienes pudimos estar allí. Pero ojalá se repita.